jueves, 31 de enero de 2008

Lugares comunes en los prejuicios sobre el anarquismo

Son muchas las opiniones vertidas sobre el anarquismo y yo mismo entro en un tópico si digo que, gran parte de ellas, desvirtuadas bien por ignorancia, bien por manipulación ideológica o, directamente, claros intereses políticos. Tampoco quisiera caer en un victimismo, también demasiado habitual, sobre el constante ninguneo que sufre por la mayor parte de la historiografía oficial o la negación del papel que le corresponde en los estudios sobre los movimientos sociales. A nosotros nos corresponde, desde la honestidad y el trabajo, arrojar luz sobre un movimiento esforzado, como ningún otro, en dar respuesta a los problemas sociales y en profundizar en los diferentes ámbitos que abarca la capacidad humana. Voy a comentar a continuación, sin una profundización científica de la que adolezco y con el filtro añadido de mis propias experiencias que también hay que tener muy en cuenta, algunas opiniones claramente ligeras y esquemáticas, pero hechas por personas corrientes, creo que sin demasiados ánimos de desprestigiar pero con todos los prejuicios que se quiera, y que puede corresponder a gran parte de las nuevas generaciones. Es por esto que pienso que, lejos de acusar o despreciar lo que sólo conduce a la marginalidad, merece la pena seguir combatiendo los numerosos prejuicios que existen sobre el anarquismo; si una de las premisas fundamentales del mismo es el culto al conocimiento y cómo conduciría a la autoconsciencia y a la emancipación, es nuestra obligación ser coherentes y establecer una dinámica de aprendizaje mutuo con todos y cada uno de los seres humanos. De esta manera, con un conocimiento sólido de la materia que nos ocupe y con el añadido de nuestras continuas experiencias personales, es imposible mantenerse inmóviles en opiniones que pronto quedarán atrás.
Hace poco, en un chat con Irene Lozano, autora de una biografía reciente sobre Federica Montseny, alguien le preguntó qué opinaba sobre el anarquismo, "una ideología que resultaba ridícula hoy día" (sic). Especialmente triste resulta el comentario, para empezar este modesto recorrido por el imaginario colectivo, y difícil es encontrar el lugar por dónde empezar a refutarlo. Diré que existe un indudable triunfo moral -que se va reafirmando a medida que avanza la sociedad- para el anarquismo y los anarquistas y son los que han demostrado mayor justeza en sus juicios y acciones. Su búsqueda de la libertad, de la justicia y del conocimiento, profundizando y superando el dogma y los convencionalismos hace que, al menos, merezcan un respeto a la hora de establecer un juicio serio.
Otro comentario muy extendido, aquí tal vez más habitual en personas de mentalidad progresista -aunque habría que tratar de dar una definición sólida a dicho término-, es el de que "el anarquismo es un ideal bello pero resulta una utopía". El argumento, quizás contaminado por lo habitual que resulta, no da lugar a una conversación demasiado seria; históricamente, no hay un solo anarquismo y, así, se puede opinar e incluso tener una bonita discusión científica o económica sobre que, por ejemplo, una concreción anarquista como es el colectivismo bakuniniano resulta irrealizable -que es el significado que se le quiere dar a la palabra utopía la mayor parte de las veces- o anacrónica pero hablar, así en general, sobre si una sociedad sin Estado es posible, y que tenga continuidad en el tiempo, requiere una preparación que nos sobrepasa -incluso, probablemente estando dotado de dotes precognitivas que no tenemos las personas normales-. Una sociedad sin Estado pero, claro está, mucho más. Las sociedades sin Estado han existido durante gran parte de la historia de la humanidad pero la cuestión estriba en la construcción de una sociedad donde no exista una clase dirigente y el mínimo de delegación, una sociedad libertaria con todo lo que conlleva la tradición ácrata -aquí, el cientificismo y heterodoxia del anarquismo resulta de vital importancia- sujeto, por supuesto, a una constante evolución, a nuevas respuestas que da la misma experiencia -otro punto de vista importantísimo en el anarquismo es su negación de una teoría cerrada dejando un campo libre para lo empírico-. ¿Resulta esto una utopía? Está claro que no es esa la cuestión sino el grado de dificultad que suponga su construcción y no creo que nadie afirme que resulte sencillo incluso ante un supuesto vacío de Estado; y no se trata sólo de lamentarse por las circunstancias actuales y los numerosos enemigos que tiene el anarquismo sino, también, tratar de confirmar que la forma de ser más libres y más felices, de asentar la base de la sociedad libertaria, es combatiendo las instituciones y superestructuras con sus diferentes formas de dominación, sí, pero también huyendo, a nivel personal, del tutelaje, buscando el máximo de autonomía y aceptando que esa capacidad de progreso es posible en cada persona, sean cuales fueren sus circunstancias. Esto deben ser más que palabras bonitas y quizá pueda calar algo en todas esas personas prejuiciosas con el anarquismo que lo niegan como algo ridículo o irrealizable; si tratamos de no verlo como una ideología o, mucho menos, una doctrina y más como una filosofía o una moral, con su praxis cotidiana, el campo puede estar abonado para una sociedad mejor.
"Anacrónico", es otra palabra atribuida con frecuencia al ideal ácrata y, sin embargo, no puede estar, en mi opinión, más cargado de futuro; su búsqueda de justicia social y conciliación con la máxima libertad individual no tiene parangón con ninguna otra forma de organización social. Todo lo bueno que tiene nuestra democracia liberal -entendiendo esta palabra como una actitud de libertad y tolerancia en las relaciones humanas y dejando a un lado el sistema económico del que hablaré más adelante- ya lo propugnó el anarquismo décadas antes de que los elementos reaccionarios fueran cediendo lentamente ante el progreso. ¿Dónde reside, pues, la extemporaneidad del anarquismo? Quizá vaya demasiado lejos al pensar que las teorías del milenarismo o de los rebeldes primitivos -como explicación a la fuerza del movimiento libertario, por ejemplo, en España- puede que tengan algo de culpa de esta nueva caricaturización o reduccionismo en la que se entra sin demasiada dificultad por parte de la opinión popular. La explicación más sencilla puede estar en ese razonamiento, al que se llega vía pensamiento único, de "el fin de la historia y de las ideologías"; es decir, no hay otra respuesta a la cuestión social o económica, vivimos en el mejor de los mundos posibles. Afortunadamente, el tiempo actúa como un perfecto erosionador de la estulticia y quiero percibir ya un soplo de aire fresco para estos nuevos dogmas que produce la adoración al llamado mercado libre. El anarcosindicalismo puede ser objeto también de este juicio negativo al considerarse el proletariado un concepto difuso en la modernidad; discutible es esto, por supuesto, pero de nuevo tomamos una parte por el todo. La sindical es otra forma más de emancipación que traslada las herramientas de lucha del anarquismo -plena autonomía, asambleísmo, acción directa...- a la organización obrera y cuyo afán revolucionario es incuestionable sobre el papel pero que, en la práctica, ha dado lugar a conflictos y polémicas a los que no ha sido ajena la historia; se puede confiar, actualmente, en la fuerza o viabilidad de la opción anarcosindicalista pero contemplo el anarquismo como liberador de una manera más amplia superando la visión histórica de que una clase social concreta será la protagonista de la deseada revolución. No obstante, resultan indudables la precariedad laboral -que marca la plenitud de la vida de una persona- y la indefensión del trabajador frente al sistema capitalista por lo que resulta primordial la labor de un sindicato combativo y transformador.
Otro lugar común en las opiniones populares sobre anarquismo es considerarlo algo similar a otras ideologías "radicales" como el comunismo -o, concretando, a la praxis marxista ya que existe un comunismo libertario-, confirmado en muchas ocasiones por movimientos sociales que utilizan con alegría una iconografía perfectamente intercambiable a gusto del consumidor. Hay que decir que los anarquistas ya denunciaron y combatieron los regímenes totalitarios mucho antes de su caída definitiva; si la acción libertaria es la lucha contra el poder y su meta la destrucción definitiva del Estado, con mayor motivo se va a abominar de sistemas donde se confía en un poder totalizador magnánimo, por mucho que asegurara Marx que la perfección del Estado haría innecesaria su existencia. La historia esta ahí, y dejando a un lado las perversiones o desviaciones en las que algunos insisten todavía, es para pensar en el germen autoritario que puede llevar en su seno la doctrina marxista y en el despotismo al que conduce su concreción política, cosa que ya vislumbró Bakunin en la I Internacional dando lugar a la corriente antiautoritaria del socialismo. Como se ve, desde un principio resulta imposible confundir ideas que son antitéticas y que dieron lugar a una bifurcación difícil de reconciliar; si algunos pensadores han hablado de un "marxismo libertario" es, quizá, por apertura y acercamiento de una doctrina cerrada y científica al anarquismo que siempre tendió al análisis y a hacerse preguntas antes que a dar respuestas definitivas. Hoy en día, insisto, el anarquismo posee un indiscutible -aunque resulte difuso y pocos lo acepten- triunfo moral al haber colocado la libertad como valor primordial y puede mirar con orgullo hacia adelante; el comunismo, agoniza patéticamente con la mirada puesta en referencias como la Revolución cubana que constituye, todavía, una triste realidad.
Superado el desastre que supusieron los sistemas totalitarios, el anarquismo debe dar respuestas en su afán socializador antiestatalista; otra gran preocupación en las personas es la de una propuesta sólida y moderna de economía que garantice el bienestar -las propuestas históricas libertarias pueden resultar un estupendo referente pero sería bueno estudiar las complejidades de la actual globalización capitalista para combatirla en profundidad, cosa que también realizaron los grandes pensadores libertarios en su momento-. Esto constituye, quizás, una gran asignatura pendiente para convencer de que es posible una alternativa liberadora frente a un sistema que, entre sus grandes capacidades, además de mantener las relaciones de poder, está la inculcación de que no es posible cuestionar el estado de las cosas. Es fácil denunciar que seguimos siendo, en gran medida, esclavos de un sistema económico desigualitario, depredador, alienante, capaz de fabricar mentes sumisas gracias a constantes "opios del pueblo" y "pan y circo" que han demostrado tener muchos más recursos y lugares que los tradicionales de la iglesia y la taberna, gracias, en gran medida, a una revolución tecnológica que, lejos de desestimarla como alienadora como manifiestan algunos, debe ser puesta al servicio de las premisas libertarias.

La caricatura o el desprestigio se han volcado en la tesis y el prurito anarquistas pero, como ya he mencionado en el texto, hay que tratar de superar esta actitud de lamentación constante, siempre apoyada en las perversidades del sistema y de tantas personas, que no es más que otra forma de aceptar una derrota que puede que, técnicamente, se haya dado en la historia pero que resulta inasumible a efectos morales. El anarquismo, para seguir resultando coherente consigo mismo, debe mirar hacia delante y someterse a una renovación constante en su, supuesto, armazón teórico -ya he mencionado mi rechazo a la palabra ideología pero es indudable que resulta un conjunto de ideas y valores, con unas premisas antiautoritarias básicas y todo lo flexible que se quiera-. Yo pediría que, si bien la tradición ácrata es de una riqueza incuestionable a la que se puede acudir por muchos motivos, tratáramos de ser críticos también con la visión anarquista clásica, que nace y se desarrolla en el siglo XIX, debido, no a su anacronismo, sino a la necesidad de nuevos análisis y respuestas. El estudio y la divulgación histórica me parece fundamental pero hay que eludir el peligro de que ello suponga un obstáculo para el progreso dentro de la heterodoxia del anarquismo.

Publicado en el periódico Tierra y Libertad núm. 206 (septiembre 2005)

lunes, 28 de enero de 2008

Síntesis anarquista

Tal y como sostuvo Volin, la síntesis anarquista trata de conciliar las diversas corrientes dentro del movimiento libertario, buscando un conjunto armonioso y ordenado; la concepción anarquista no será, no obstante, rígida ni inmutable, sino plural y enriquecida por las diversas ideas y tendencias, sin confundir ligereza con confusión y buscando un equilibrio entre inmovilismo y fluctuación; la unificación o síntesis tiene su origen tras el debilitamiento producido por la Revolución rusa de 1917, con luchas intestinas y persecuciones que les llevaron a ser expulsados de la gran Rusia; el ambiente favorable de Ucrania, donde acabaron algunos militantes, produjo un movimiento anarquista unificado con una conferencia en noviembre de 1918 que creó la Confederación Anarquista de Ucrania Nabat; la Declaración de esta primera conferencia tenía tres ideas clave: admisión del principio sindicalista, método de la revolución social; admisión del principio comunista libertario, base organizativa de la nueva sociedad; admisión del principio individualista; la emancipación y felicidad del individuo son el objetivo de la revolución social y de la nueva sociedad.
Se trataba de toda una declaración de principios, donde se dejaba claro que la división de de la idea anarquista en diversas corrientes ya no tenía ninguna utilidad y producía al movimiento libertario un estancamiento y numerosos perjuicios. Se consideraba que la unidad (la síntesis) era posible, con la siguientes razones: las bases ideológicas del anarquismo debían concordar en lo posible con los elementos fundamentales de la vida, considerando la misma como una gran síntesis, "un conjunto inmenso y complicado, orgánico y original, de múltiples elementos variados"; la vida es una síntesis y la enorme variedad de sus elementos, sometidos a un movimiento perpetuo, tienden también a la unidad y a un cierto equilibrio (esencia de la vida); siendo la vida una síntesis y un equilibrio en la diversidad y en el movimiento, el anarquismo deberá marchar a la par que la vida y llevar a cabo también su equilibrio, síntesis y unidad; la vida es también una diversidad creadora y en el anarquismo ninguna corriente podrá establecer "su verdad" y desdeñar las demás tendencias

"La diversidad y el movimiento sin equilibrio es el caos. El equilibrio sin diversidad ni movimiento es el estancamiento, la muerte. La diversidad y el movimiento en equilibrio es la síntesis de la vida. El anarquismo debe ser variado, móvil y, al mismo tiempo, equilibrado, sintético, unido. En el caso contrario, no será vital".
La unificación dentro del anarquismo se perseguirá en dos sentidos: mediante un trabajo teórico que concilie, combine y sintetice unas ideas que parecen heterogéneas, separando todo aquello que no coincide con la verdad de la vida y sintetizando aquellos elementos justos y de valor; simultánea y paralelamente a dicho trabajo teórico se creará una organización unificada sobre esa síntesis anarquista.
Se trataba, en suma, de aceptar la diversidad de ideas y corrientes dentro del anarquismo, pero siendo críticos con la división que en ese momento se producía en el anarquismo y buscando progreso y fecundidad dentro de "un organismo unido, edificado sobre la base de ciertas tesis generales admitidas por todos los miembros y sobre la aspiración a una síntesis".

martes, 15 de enero de 2008

Escritor, cineasta y anarquista


Su madre era también cómica, Fernando nació en Lima en agosto de 1921 durante una gira por Latinoamérica, aunque fue inscrito en Buenos Aires conservando la nacionalidad argentina durante mucho tiempo. Su padre nunca lo reconoció y solo años más tarde tuvieron cierto contacto, siendo en cualquier caso una figura para la que tuvo más bien desdén, muy al contrario que la de su madre y sobre todo la de su abuela. La condición de pertenecer a una estirpe de grandes actores se completa hoy en día con sorpresa cuando se puede ya afirmar con seguridad que Fernán-Gómez fue hijo de Fernando Díaz de Mendoza, hijo de la gran actriz María Guerrero, de la cual se dice que no veía con buenos ojos que su hijo saliera con una actriz, Carola Fernán-Gómez, por lo que la consiguió un contrato en un espectáculo por América estando ya embarazada del que sería, poco lo podía imaginar la severa e intransigente María Guerrero, genial cómico.
La infancia y juventud de Fernán-Gómez se localizan en Madrid, viviendo trascendentales acontecimientos políticos y la vida cotidiana de lo que será la ciudad cercada y bombardeada en la Guerra Civil. En ese contexto escribirá sus primeros versos y comenzará su carrera de actor en el cuadro artístico de su colegio; se apuntó en una escuela de arte dramático de la CNT, donde tuvo a los mejores maestros de declamación como Carmen Seco y Gaspar Campos, y se inició en teatros de guerra como el Pavón o el Eslava. Su primer contacto con el anarquismo le vino por la pertenencia de su tío a la Confederación y el hecho de llevar a casa mucha propaganda ácrata. Ya en la posguerra, Jardiel Poncela adaptó para él un papel, el de Peter el Pelirrojo, en Los ladrones somos gente honrada. Hay quien opina que solo en esta época Fernán-Gómez fue verdaderamente feliz en el teatro, el cual dejaría definitivamente en 1992 harto de la repetición diaria y de actitudes de cierto público. "No hago teatro porque no me gusta que la gente vaya a verme cuando estoy trabajando", es otra hilarante sentencia para el recuerdo.


Poco después de la experiencia en la obra de Poncela iniciará papeles en el cine: "Once años de personajes estúpidos, de películas casi siempre inocuas, de sueldos miserables, de hambre, de largas épocas de parada, de momentos -larguísimos momentos, momentos que no deben llamarse así- de desaliento, de desesperanza". El pelirrojo actor debutó en el año 43 con Juan de Orduña y siguió trabajando hasta prácticamente el final, siendo su última película Mia Sarah, del joven realizador Gustavo Ron. En ese trayecto interpretó admirablemente papeles en films de desigual calidad en los que su talento parecía estar por encima del bien y del mal. Un gran éxito de Fernán-Gómez se produjo con Balarrasa, dirigida por Nieves Conde, producida en 1950 por Cifesa y rodada en los estudios Sevilla Films siguiendo el modelo fastuoso de Hollywood -en un país pobre-; era una película, como él mismo actor dijo, de "curas" y de "guerra", de argumento ingenuo y maniqueo como correspondía a la época. Nada con este cine religioso tenía que ver Esa pareja feliz (1953, Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga), cuyos propósitos se pueden asemejar al neorrealismo italiano inaugurando una renovación del cine español, y que protagonizó Fernán-Gómez como actor ya consagrado. Quizá sus últimos dos grandes papeles se dieron en dos buenas películas, pero que quizá hubieran corrido otra suerte sin la dimensión que supo darle el genial intérprete: el memorable maestro de La lengua de las mariposas (1999, José Luis Cuerda) y el entrañable anciano obsesionado con su pasado en En la ciudad sin límites (2002, Antonio Hernández).
Desde muy pronto se consideró a Fernán-Gómez como una actor intelectual, en ello influyó seguramente su continua asistencia al Gran Café de Gijón, "una isla de libertad durante el franquismo" como lo definió Francisco Umbral. Fruto de la influencia del Gijón pueden considerarse varias obras de teatro, algún libro de versos y la novela humorística El vendedor de naranjas, publicada en su primera edición por el también contertulio Giner. Como ya se ha insinuado, el ambicioso autor algo oculto que fue en sus inicios Fernán-Gómez esperaría años para ir trabajando en mejores obras. Realizó guiones y dirección de películas mal estrenadas en cines de barrio y que ahora resultan auténticas joyas de filmoteca: La vida por delante, El mundo sigue, El extraño viaje. El guión de La vida por delante lo escribió Fernán-Gomez junto a su gran amigo el escritor Manuel Pilares con la intención de realizar una "sátira de la chapuza española", sin que considere su director que esa idea se trasluzca bien en el film y califica el resultado como una comedia ligera, a pesar de que fue considerada por algunos izquierdistas como una valiosa película de oposición al régimen. El mundo sigue (1963) no llegó a estrenarse en su momento, era una adaptación de la novela homónima de Juan Antonio de Zunzunegui, se sitúa en el Madrid posterior a la Guerra Civil y habla de la "pobre gente", fijación que Fernán-Gómez consideraba recurrente en su obra. Más conocida por el gran público es El extraño viaje (1964), rodada en un momento en que declinaba la carrera como actor de Fernán-Gómez y su situación económica no era la mejor; el guión de Pedro Beltrán tiene como origen una idea de Berlanga, muy aficionado a inventar una solución a los crímenes misteriosos, inspirada en un hecho real conocido como "El crimen de Mazarrón". La película, que tardó seis años en ser exhibida, resulta una pieza ejemplar de humor negro, un impagable cuadro del represivo provincianismo franquista. Una de sus películas más valoradas como director es El viaje a ninguna parte (1986), terrible crónica de la vida de los cómicos en los caminos de la triste España de los años 50. Primero fue serial radiofónico, más tarde novela y finalmente la gran película premiada en la primera edición de los llamados Premios Goya. La historia es tan divertida como trágica y cruel, contada desde el punto de vista de uno de los protagonistas de ese vagabundear de la vida de los cómicos, cuya memoria le juega malas pasadas mezclando sueños y realidad y cree haber vivido unos éxitos inexistentes en su profesión. Quizá pueda considerarse ésta la película definitiva sobre una profesión que tan bien conocía su autor.
Casi las últimas cuatro décadas de su vida estuvo a su lado la que fue su última compañera sentimental, Emma Cohen, mujer vitalista y comprometida que aterrizó en el panorama cinematográfico español, después de haber vivido el Mayo francés, con grandes deseos de trabajar, crear y cambiar el mundo. La conoció Fernán-Gómez en la década de los setenta, que considera "…mi mejor verano, un poco tardío, pues me llegó en pleno otoño", según cuenta en sus memorias: "Era joven, hermosa, alegre, pensativa. Le gustaba leer, quería trabajar en el cine, en el teatro, dirigir películas, escribir cambiar el mundo". Quizá fue por su aparición, pero la carrera de Fernán-Gómez mejoró notablemente y le ofrecieron protagonizar, en un momento político muy propicio, la obra de Ibsen Un enemigo del pueblo; otras obras teatrales destacables de esta época son La pereza, de Ricardo Talesnik, o A los hombres futuros, yo, de Bertolt Brecht. Sus papeles en el cine fueron numerosos en una serie de películas que nada tenían que ver con lo que había hecho anteriormente en cuanto a logros e intenciones, merecen la pena destacarse Ana y los lobos, de Carlos Saura, El espíritu de la colmena, de Víctor Erice y El amor del capitán Brando, de Jaime de Armiñán.
No es una película de las más valoradas, por él mismo como director, Mi hija Hildegart (1977), pero posee un indudable interés. Está basada en el libro Aurora de sangre de Eduardo Guzmán, basado en una increíble historial real ocurrida en la España republicana. Aurora es una feminista convencida que decide engendrar a la mujer perfecta que encabezará la causa liberadora femenina; sometida a una ferrea educación, Hildegart es ya a los 18 años toda una institución en los ambientes intelectuales y revolucionarios de Madrid, llegando su fama más allá de las fronteras del país (Sigmund Freud o H. G. Wells son destacadas figuras con las que se carteaba). En el dramático final de la historia, Hildegart se enamora y trata de escapar al control de su madre en un trayecto que puede ser contemplado como un tránsito ideológico del socialismo autoritario al libertario.

Tal y como dijo Eduardo Haro Tecglen, en la obra Las bicicletas son para el verano -incuestionablemente, una de las mejores del teatro contemporáneo-, cargada de resonancias autobiográficas, se recoge el sentido de las aspiraciones de un grupo de personas que pierde la ocasión histórica de cambiar de vida y cambiar la vida. Aunque la familia protagonista no es una clara víctima de la opresión de clase, ni tiene una ideología muy definida -el propio autor la calificó de obra de "antihéroes"-, el pensamiento ácrata resulta clave en el desarrollo de la obra y hace declaración de intenciones en boca del miliciano Anselmo de manera tosca e ingenua: "Primero, a crear riqueza; y luego, a disfrutarla. Que trabajen las máquinas. Los sindicatos lo van a industrializar todo. La jornada de trabajo, cada vez más corta; y la gente, al campo, al cine o a donde sea, a divertirse con los críos... Con los críos y con las gachís... Pero sin hostias de matrimonio ni de familia, ni documentos, ni juez, ni cura. Amor libre, señor, amor libre... Libertad en todo: en el trabajo, en el amor, en vivir donde te salga de los cojones". La frase final de la pieza teatral forma ya parte también de la cultura popular y de la historia de este país que tantos problemas tiene con su memoria: "No ha llegado la paz, ha llegado la victoria".
A partir de los años ochenta se muestra muy prolífico en la escritura, con artículos en diversos periódicos, numerosos ensayos y novelas donde destacan: El mal amor, situada en la Castilla medieval pero que con una visión irónica y maliciosa trata conflictos que no pertenecen a una sola época; El mar y el tiempo, que también convirtió en película dirigida por él mismo en el año 1989, triste visión y análisis de los años finales del franquismo; El ascensor de los borrachos, reflexión sobre el paso de los años hecha con un humor sutil y melancólico; La Puerta del Sol, crónica de la historia de España desde los inicios de la Primera Guerra Mundial hasta los años 50, muestra su reivindicaciones anarquistas a pesar del pesimismo que envuelve la obra; La cruz y el lirio dorado es otra novela histórica situada en la Florencia del siglo XV donde se muestran las intrigas de la Iglesia para colocar a determinadas familias en el poder.
Los que trataron a Fernando Fernán-Gómez hablan de un hombre bueno, caballeroso, excelente conversador, lleno de sentido del humor, extremadamente tímido, que mostraba una inseguridad que podía ser en realidad un sentirse fuera de lugar, incomodidad ante el papel que la fama le había deparado y la estupidez y mediocridad que a veces observaba a su alrededor. Hubiera dado para un artículo de excesivas páginas el hablar de todas las películas y obras de teatro que Fernán-Gómez protagonizó o de aquellas que escribió y dirigió, así como de sus novelas. El cómico anarquista hizo múltiples cosas en su vida profesional, todas las hizo bien, no pocas veces fue sublime. Me atrevo a hablar de consenso en considerarle el mejor actor cinematográfico que ha habido jamás y eso, junto a su carrera como director teatral y cinematográfico, quizá le impidió ser uno de los más grandes literatos de su tiempo; su gran libro pudo ser sus impagables memorias El tiempo amarillo.
Habrá a quien le choque que el viejo cómico ácrata ingresara en la Real Academia Española o estrechara la mano de un borbón en no se qué premio recibido. Yo soy incapaz de ver estos actos más allá de la mera anécdota, obligado quizás por las especiales circunstancias de un intérprete al que, paradójicamente, no parecía hacerle mucha gracia su papel en la vida. Al margen de su vida profesional, que ya forma parte indiscutible de la historia de este país, me quedo con la imagen de un hombre que transmitía integridad, nobleza, solidaridad, capaz de recordar su filiación al ideario ácrata en los momentos más insospechados, con la memoria del horror de una guerra entre sus vivencias y tal vez por ello hacer oír su atronadora voz con un rotundo "¡No a la guerra!" Son los cómicos a veces los que nos hacen reconocer la integridad y confiar en un mundo mejor.


Un miserable locutor radiofónico, en esa época reciente en que las multitudes salían a la calle para clamar su negativa a una nueva guerra, se atrevió a referirse despectivamente a personas de la profesión de Fernando como titiriteros. Estoy seguro de que fueron estas muestras de mezquindad interesada, de mediocridad barnizada con cierto poder mediático, las que hiceron clamar al viejo cómico expresiones como su frívolamente difundido "¡A la mierda!"
El 21 de noviembre de 2007 falleció Fernando Fernán-Gómez; desaparece así una figura clave de la cultura contemporánea española. Una bandera anarquista (roja y negra) cubrió su féretro. ¡Gracias por todo, Fernando!

J. F. Paniagua (publicado en Tierra y Libertad -enero 2008-)

lunes, 14 de enero de 2008

Documentos en acracia.org

A petición de un buen amigo mío, anarco-sindicalista y brillante historiador, creamos una sección (una especie de web paralela) en acracia.org

La idea era incluir textos históricos del anarquismo y del movimiento obrero, junto a otro material: tesis, libros, artículos, prensa, carteles, fotografías...

De momento, se pueden encontrar valiosos textos (algunos de ellos publicados ya en la sección "Materiales" de Germinal. Revista de Estudios Libertarios:
-"Anarquía sin adjetivos", de Tarrida de Marmol.
-"La anarquía y la iglesia", de Élisée Reclus.
-"Anarquía y sindicalismo" (Congreso de Amsterdam, agosto de 1907)
-"Malatesta y los bolcheviques" (julio de 1919)
-"Carta abierta a la compañera Federica Montseny", de Camillo Berneri.

En breve, mucho más.