lunes, 31 de marzo de 2008

¡Insumisión natal!

Leyendo una entrevista a la escritora Corinne Maier, en la que afirma el peligro que resultan para el sistema capitalista aquellas personas que no tienen descendencia, al ser más libres y difíciles de encasillar, recuerdo el texto clásico de Luis Bulffi "¡Huelga de vientres!" (1906). Se hacía en este texto una nueva crítica libertaria al autoritarismo revolucionario, que pretendía apropiarse del precepto religioso "creced y multiplicaos" para proclamar que "el hombre que más procrea es el más fuerte y el que hace más revolucionarios". Lejos tal cosa de ser cierta, nuevo engaño para la clase trabajadora con la promesa del advenimiento de una nueva era revolucionaria, lo que se hace en realidad es abastecer al sistema de nuevos explotados, carne de cañón para la fábrica o el campo de batalla, o para cualquier suerte de prostitución. Pese a lo común de la creencia de que el mundo que vivimos un siglo después es mucho mejor, invitaría a una reflexión sobre ello. Decir a las personas que no tengan hijos es valiente, y no una "provocación cínica". Maier afirma, y estoy con ella, que relativicemos también la etiqueta de egoísta a aquel que decide no traer descendencia. Egoísta puede ser también el que decide tenerla para no estar solo. El mito del "instinto maternal" tampoco es intocable. La presión social y el convencionalismo empuja muchas veces a realizar cosas porque parece que no hay más remedio: trabajar, hipotecarse, tener hijos... todo en un proceso de pérdida de conciencia y de volverse cada vez más conservador. Los llamados liberales, o neo-liberales, insisten en que interioricemos que el único progreso llega con este sistema económico sustentado en la explotación. El socialismo -hay que matizar constantemente que el socialismo estatal- fracasó al querer equiparar a todos en la pobreza, afirman algunos, cosa para mí no del todo cierta. El "socialismo real" fue un auténtico fracaso económico para las clases trabajadoras, insistió una y otra vez en el autoritarismo y la jerarquización, la igualdad de clases jamás llegó -ni siquiera establecida en unos niveles mínimos- y la explotación se mantuvo -desde una dirección estatal-. El anarquismo jamás ha idealizado la miseria, los hombres y mujeres libertarios fueron conscientes de que la necesidad constituía un caldo de cultivo para el sometimiento, y de que la transformación social sería llevada a cabo por personas fuertes, conscientes y voluntariosas. Quizá sea una provocación hablar de una nueva "huelga de vientres" en el primer mundo -que, aunque solo sea para erosionar el atavismo religioso y su hipocresía provida, ya es válida-, pero resulta esencial extender esa idea a nivel mundial, la de la consciencia a la hora de procrear, con la cantidad de desgraciados que llegan a este mundo y cuyo destino es ser víctimas de cualquier explotación.

viernes, 28 de marzo de 2008

Un padre para el ateísmo

Jean Meslier nació en Rethel (Champaña) en 1664 y, inexplicablemente dado lo que voy a pasar a explicar a continuación (solo descubierto tras su muerte), ejerció discretamente sus funciones como párroco en Etrépigny, en las Ardenas belgas, hasta el fin de sus días en 1729. Michael Onfray en su libro Tratado de ateología (Anagrama, 2006) menciona al "padre" Meslier como punto de partida de la verdadera historia del ateísmo; Meslier, después de haber ejercido como sacerdote católico durante décadas sin sospechas de falta de fe, como refiere Onfray, dejó una voluminosa obra de cerca de 3.500 páginas, Testamento. Memoria de pensamientos y sentimientos de Jean Meslier (1779), además de dos cartas, en las cuales arremete contra la Iglesia, la religión, Jesús, Dios, pero también contra la aristocracia, la monarquía, el Antiguo Régimen, denuncia con violencia inaudita la injusticia social, el pensamiento idealista, la moral cristiana del dolor, y profesando al mismo tiempo una especie de comunalismo anarquista, una filosofía materialista auténtica e inaugural y un ateísmo hedonista de sorprendente actualidad. Meslier abrigó, en suma, una oposición feroz a los poderes establecidos, tanto civiles como eclesiásticos, por considerar que oprimían y explotaban económicamente al pueblo. Era muy duro con todas la religiones, presentando "demostraciones claras y evidentes de la vanidad y falsedad de todas las divinidades y de todas las religiones del mundo", pero especialmente con el cristianismo, como instrumentos de explotación y conjunto de falsedades -falsedades formadas, e inculcadas, para mantener al pueblo bajo la tiranía-. No tienen precio las afirmaciones de Meslier sobre la religión cristiana: las Escrituras son falsas, la tradición es espuria, los dogmas son absurdos, no hay ni Dios, ni cielo, ni infierno, ni inmortalidad del alma; no hay tampoco ningún designio en el universo: toda la realidad es materia en movimiento y la materia obedece a leyes mecánicas, no divinas. Hay quien considera que Meslier estuvo influido por Spinoza, interpretado desde el punto de vista ateo. La obra de este "padre del ateísmo" contribuyó de manera no desdeñable en la corriente de librepensamiento, así como en el desarrollo del materialismo, en la Francia del siglo XVIII; el naturalista y materialista Holbach, otro insistente crítico de las creencias cristianas y de los prejuicios de toda clase, y también adherente a un ateísmo sin vacilación, celebró las opiniones de Meslier como liberadoras de todas las supersticiones y de todas las opresiones, y publicó parte de su obra en 1772; Voltaire también lo dio a conocer en 1762 en sus aspectos anticristianos y anticlericales, pero silenciando su ateísmo, su materialismo y sus revolucionarias ideas sociales.
Podemos considerar a Meslier, por lo visto hasta ahora, y hasta cierto punto, inaugural en ciertas corrientes de pensamiento. Original también fue al considerar la religión como una fuente y una causa fatal de perturbaciones y divisiones eternas entre los hombres, solo había que ver las persecuciones a fuego y sangre entre los diferentes defensores de insensatas y ciegas creencias y deplorable también por llevar a cabo, bajo el bello y falaz pretexto de defender y mantener la pretendida verdad de sus religiones, toda suerte de males y maldades.
No hace falta ir muy lejos para encontrar un paralelismo entre las fundamentales denuncias de Meslier y el sangrante mundo en el que seguimos viviendo. No olvidemos que el párroco vivió en los siglos XVII y XVIII, en el tiempo y el país donde se desarrolló la Ilustración, que aspiraba a llevar a la humanidad hacia el progreso definitivo (hoy comprobamos que, o bien fracasó, o aludió desde el principio a un progreso científico y tecnológico, el cual resulta discutible en muchos aspectos, e inalcanzable para gran parte de la humanidad en sus aspectos asistenciales), instalando la razón y dejando atrás la superstición, la tradición y la tiranía. Algunos aspectos de la Ilustración daban esperanza para los sueños emancipatorios de Meslier, los cuales fueron pronto truncados: la lucha de clases siguió teniendo pleno sentido (y continúa teniéndolo, por mucho que la clase política se empeñe en emplear una retórica democrática, liberal y progresista al respecto, inculcando una especie de creencia en que solo hay un camino) y la religión sigue enfrentando y dividiendo, quizás más que nunca. Todas y cada una de las denuncias que Meslier hizo a la Iglesia católica, a sus dogmas absurdos y a su gran responsabilidad en intentar mantener a las personas en un estado de sumisión e inmadurez, es obvio pensar que continúan vigentes; tratándose de creencias religiosas basadas en dogmas, poco pueden haber cambiado con el paso de los siglos (por muchos matices que se apliquen, interesadamente, o por poca práctica que generen, dada la fortaleza del sentido común). Quizá resulte más difuso todo lo relativo a sus connivencias con los poderes civiles de explotación (aunque no olvidemos que el Vaticano es un Estado), pero es importante señalar su tremenda responsabilidad histórica, la tan manida memoria que es propiedad de todos, y de la que pretenden adueñarse los vencedores. Hay una historia también para el ateísmo liberador y libertario y una muestra es el "padre" Meslier, al que me parecía justo homenajear con unas cuantas palabras, lo haremos con él como con tantos otros que se atrevieron a ir hasta el fondo denunciando las injusticias.
Una cosa más por la que Meslier ha tenido un sitio en la historia es por una familiar frase, que ha sufrido muchas variantes, atribuida en numerosas ocasiones a otras figuras, la de que "la humanidad sólo será feliz el día que el último de los tiranos haya sido colgado con las tripas del último cura". Si el párroco francés simplemente utilizaba una violenta metáfora es algo que no sabremos nunca.

martes, 25 de marzo de 2008

Ser o tener

El capitalismo, calificado continuamente de manera casi eufemística como economía de libre mercado, se extiende por todo el planeta sin que, aparentemente, le haga sombra ninguna alternativa más humana. Es lo que llaman globalización, con oposición por parte de numerosos grupos, que a lo que se oponen en realidad es a un modelo económico depredador y de solo aparente bienestar y progreso para algunos. Es un modelo basado en tener y consumir más, y todo, absolutamente todo, se convierte en una cuestión de precio; la acumulación es el concepto clave en el capitalismo. El anarquismo es un enemigo claro de un sistema económico fuertemente autoritario, que convierte a unos seres humanos en subordinados de otros que controlarán los medios de producción; el perjuicio social es evidente, con profundas desigualdades -convertidas las clases y países más deprimidos en deudores de los propietarios, a cambiar de una pequeña porción del pastel-, y en el plano individual se negará el posible potencial de cada ser humano, reduciéndole a mero productor de tareas muchas veces embrutecedoras. Por otro lado, el capitalismo no dejar de ser un sistema centralizado, concepto que el anarquismo rechaza de raíz, al generar una clase dominante que tomará las principales decisiones. Los defensores del capitalismo afirman que el sistema puede autorregularse sin necesidad de ninguna planificación o dirección, es lo que se ha dado en llamar laissez faire. Sin embargo, el hecho de que las economías planificadas, desde los Estados llamados socialistas, hayan sido un auténtico fracaso, no implica la imposibilidad de una economía diseñada para el uso, no para el comercio, con unos medios de producción controlados por los mismos trabajadores, los cuales obtendrían el fruto íntegro de su trabajo, con un posible equilibrio y bienestar social y sicológico al participar cada individuo en los diferentes sectores autogestionados, con participación continua asamblearia que enriquecería enormemente cada intelecto y cada conciencia. ¿Es esto una utopía? No ¿Es sencillo? Por supuesto que es una empresa difícil a estas alturas de la película, pero nunca me canso de repetir la innegable victoria moral de las ideas libertarias, al señalar el peligro centralizador de un Estado, y no solo denunciando su injerencia en los asuntos económicos -Estado y capitalismo son, pues, enemigos irreconciliables con el anarquismo, sin que éste reconozca las posibilidades de construir el socialismo mediante el primero, tal y como ha demostrado la historia-. El enemigo es un mostruo de enormes proporciones y múltiples cabezas, pero solo de nosotros depende el dar por perdida la guerra y las diferentes batallas.

domingo, 23 de marzo de 2008

El valor de hacerse preguntas

Un texto de Rosa Montero, de nuevo lúcidamente -¡como me gusta esta mujer tan alejada de dogmatismos de izquierda!- nos dice las cosas como son, esta vez sobre la religión. Las divinidades son una creación de los hombres, de su necesidad de entendimiento cuando el Logos, la Razón, las palabras, no alcanzaban. Montero se declara agnóstica y adelanto que yo, que me declaro ateo, subscribo totalmente lo que mantiene.
Hace años, era yo bastante más joven, declaraba firmemente mi agnosticismo, a lo que cierta persona me espetó irónicamente que un agnóstico era un creyente recuperable. Me indigné ante semejante afirmación y creo que llegué a argumentar que tal vez los ateos tenían, en su negación, una actitud semejante a los que sostenían la existencia de una deidad. Vamos, que su actitud categórica era complementaria. Hoy pienso tan diferente -no sé si llamarlo consistencia ideológica, o qué coño llamarlo-, que me declaro ateo sin reservas, palabra que me parece mucho más diáfana y que claro que significa que niegas la existencia de la divinidad, pero sobre todo que te alejas del dogmatismo y que deseas seguir haciéndote preguntas.
La columna de Montero levanta ampollas entre los lectores. Alguno, viene a afirmar, de manera algo reduccionista, que la religión fue un invento de los poderosos al proclamarse interlocutores con la deidad -algo reduccionista, sí, pero factor a tener muy en cuenta-. Otro, que adelanta antes de soltar sus argumentos lo muy humana que es Rosa Montero, insiste en el creacionismo, dado que "hasta lo más nimio e insignificante tiene un autor" -la utilización de términos como "trascendente", "profundo", "mística", huele algo a añejo-.
Es una cuestión compleja la de la religión. Desgraciadamente, no creo que pueda ser algo que podamos abolir tranquilamente después del advenimiento de una gran revolución y tal vez deberíamos dejar de proclamar así el asunto. Es casi un hecho estudiado que la religión nació en parte como un mecanismo de cohesión social, pero a estas alturas examinar tal perspectiva resulta nefasta, dado el enfrentamiento y derramamiento de sangre que suscita. La reaccionaria Iglesia Católica con dirigentes cada vez más retrógrados, la yihad, Al Qeda, el gobierno estadounidense apelando constantemente a Dios, las guerras de Irak y Afganistán, la religión judía convertida en un feroz Estado, el enfrentamiento entre monoteísmos... El panorama es desolador y el factor religioso parece seguir siendo nefastamente decisivo en el análisis social y político, lo cual no significa que Dios -sea cual fuere su nombre- esté ganando la batalla frente a los valores racionalistas. Ese es el análisis que interesa, en los campos que interesa: el social y el político. Si la religión es una cuestión privada -que no creo que lo sea únicamente-, si es un reducto o no del pasado, es casi una cuestión baladí, ¿cómo no vamos a aceptar las creencias de gran parte de la humanidad? Lo que no podemos aceptar son obstáculos para el progreso, para el debate -también para lo que es o no "trascendencia"-, la justicia social y la libertad, así como para la fraternidad universal -que las religiones, en mayor o medida, niegan o manipulan a su antojo-. Tal vez los valores de la Ilustración fracasaran en cierta medida, pero la historia no se detiene y hay que seguir insistiendo en el progreso y en la potenciación de la vida humana, atendiendo también los peligros del dogmatismo científico. Otra respuesta bastante cuestionable es la que sostiene la posmodernidad acerca de la relativización de la verdad y las diferentes interpretaciones de la realidad según la tradición cultural que la interprete; puede ser un análisis a tener en cuenta, pero no creo que podamos seguir buscando respuestas -o haciéndonos preguntas- por ese camino. La noción de verdad sí puede tener un referente firme y estable en la realidad.
Yo creo fírmemente que es la especulación filosófica la que debe ocupar el lugar de los interrogantes que se ha hecho tradicionalmente la religión, aquellos que se ocupan de "lo que somos" y al "significado de lo que somos". Es un asunto complejo, pero tenemos que tener claro el camino que emprendemos -y muchas veces, la alternativa es el inmovilismo- y toda religión ha sido diseñado para ser dejada atrás.

sábado, 22 de marzo de 2008

Cuba, quo vadis?

Estaba claro que la cesión de poderes definitiva a su hermano Raúl Castro por parte del anciano dictador caribeño iba a traer reformas en el régimen, en mayor o menor medida. Sin embargo, lo que no está nada claro es la prisa que se va a dar el nuevo dirigente en la "transición", ni el rumbo que va a tomar la misma. Fidel Castro, empecinado en la locura dictatorial, incapaz de asumir el fracaso de una revolución que fue esperanzadora para gran parte de la humanidad, confiaba todavía en el relevo por parte de cuadros de la vieja guardia. La petición por su parte de nuevos esfuerzos y sacrificios al pueblo -¿cuanto sufrimiento de cuantas generaciones son necesarios para llegar a ninguna parte?- para mantener vivo el régimen "revolucionario" supone más de lo mismo en un camino hacia el socialismo que nunca fue emprendido. Al menos, como yo entiendo el socialismo, con ausencia total de coerción y con todo tipo de libertades.
Las tempranas declaraciones de Raúl Castro sobre la necesidad de introducir "cambios estructurales y de concepto" pueden encubrir las peores medidas económicas, en un amplio historial ya de calamitosas decisiones por parte de la clase dirigente cubana. Si el Estado cubano toma el mismo camino que China, con un capitalismo de Estado feroz, ausencia de libertades y entrada en juego de las multinacionales, es posible que muy pocos, tal y como ocurre en la actualidad con el régimen chino, hablen de derechos humanos. Algunas pesonas cercanas a Raúl parecen tener claro que ésta es la opción del nuevo dirigente -curiosamente, apodado "el chino" por su aspecto físico-. Si la reforma es más apresurada y llegan las llamadas "libertades democráticas", tal y como las entienden las democracias liberales de economía de libre mercado, encubrirán nuevas calamidades y carencias para el pueblo cubano, engañados por la sociedad de consumo y su creación de la necesidad superflua. De nuevo nos encontramos con una reducción de la realidad política a dos vertientes, la inmovilista y la reformista, sin que el pueblo pueda tomar las riendas de su destino. La palabra "revolución" está tristemente desprestigiada por tantas décadas de horror totalitario. Los cubanos desean un cambio, anhelan un cambio económico, como es lógico, tras tantos años de desastre, pero la realidad en que les puede sumergir ese "cambio" que muchos denominan "apertura" puede ser de nuevo un camino autoritario y desesperanzador. La caída del llamado "socialismo real" estuvo marcada por la ausencia de libertades y por su empecinamiento en una equivocada economía planificada, así como por unos dogmas ideológicos que tuvieron una pobre traslación a la praxis. La alternativa no puede ser únicamente una apertura a un libre mercado que supone la conversión de los seres humanos en mano de obra barata o en meros consumidores con limitadas aspiraciones a convertirse en propietarios.
Pintan malos tiempos, de nuevo en un país donde se han aplicado las teorías de Marx, para un socialismo auténticamente libre y democrático, para la ausencia de un todopoderoso Estado y para la autogestión económica por parte de los mismos productores.

jueves, 13 de marzo de 2008

Puntos de vista anarquista en la tradición atea

Ya Daniel Guerín escribió que los anarquistas tuvieron que entregarse, para liberar al hombre y dotarle de la capacidad de entender y dominar el mundo, a una gran tarea de "desacralización"; en tamaña empresa entraba la eliminación de todo dogma heredado por generaciones precedentes. Bakunin, en su obra "Dios y el Estado", asentaría los objetivos principales de los anarquistas: acabar con la autoritaria idea de una voluntad divina por encima del hombre, confundida con la idea de la autoridad civil. El gigante ruso estuvo muy influido en su pensamiento por el filósofo Feuerbach: la idea de los dioses es ficticia, creada por el hombre a su imagen y semejanza, de acuerdo con sus necesidades, deseos y angustias; por lo tanto, las religiones debían ser comprendidas, además de criticadas, y era necesaria la reducción de la teología a la antropología. Se puede decir que el anarquismo, en el siglo en que vio la luz, adopto un materialismo que conectaba con el pensamiento de la antigua Grecia -Demócrito, Epicuro- en su búsqueda de una explicación del universo al margen de toda fuerza espiritual o sobrenatural; la humanidad debe contener en sí misma toda fuerza regeneradora y debía depositar en su propio esfuerzo social toda esperanza. Los anarquistas herederaron el espíritu anti-clerical de la Revolución francesa pero fueron mucho más allá al tratar de eliminar todo deísmo; sin embargo, trataron de ocupar el lugar autoritario de una divinidad suprema con nociones idealizadas como la de la justicia, la razón, la ciencia, la naturaleza o el mismo hombre. Son bellos conceptos, no cabe duda, pero sometidos, por supuesto, a un análisis constante y a un espíritu crítico para no caer en nuevas formas de dogmatismo.
Hay que mencionar opiniones diferentes dentro de la heterodoxia ácrata, como es la de ese gran libertario, y mejor persona, que fue Errico Malatesta. Ateo convencido, poco amigo de especulaciones filosóficas y consecuente con el tiempo que le tocó vivir, no trataba de extrapolar su propia visión al conjunto de la humanidad, ni de hacer depender el ideal ácrata de una determinada concepción materialista del origen del universo; es decir, apartaba la idea de Dios de la de la revolución libertaria y su profundo humanismo le hacía considerar que una persona creyente no tendería necesariamente hacia la obediencia y la resignación, al mismo tiempo que podía amar el ideal fraterno y libertario. Naturalmente, Malatesta sí se planteaba la presencia de una voluntad divina como un límite a la libertad del hombre, aunque de manera más flexible que otros anarquistas y concretada en ese clero que había impuesto a lo largo de la Historia unas determinadas creencias -más crítico con el autoritarismo eclesiástico que con lo absurdo de sus creencias-.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Modesto análisis de los medios (1)

Para disfrutar de la estupenda serie Alfred Hitchcock presenta..., me veo obligado a adquirir el, cada vez más, inefable diario El Mundo. Lo de este periódico no puede dejar indiferente (mejor no hablar de los que se congratulan de esta línea tan "profesional") a cualquiera que exija un mínimo de ética periodística, al margen de cuales sean sus ideas. Titulares como (cito de memoria, perdón por la inexactitud) "ETA vuelve a condicionar unas elecciones" (al día siguiente de que unos malnacidos asesinen a un ex-edil del PSOE) o "España encarga a Zapatero la tarea de sacarla de su crisis"(el día después de que Zapatero y el PSOE ganaran las elecciones) dan una idea de lo que quiero decir. En el interior, se repiten titulares en las diferentes secciones realizados con una clara intencionalidad "política". Hubo un tiempo en que, a pesar de sus excesos, consideraba a este periódico como un lugar plural donde escribían personas auténticamente críticas e interesantes. Pero es que se han largado casi todos, y los que quedan parecen seguir, de forma más o menos directa, la línea derechista y amarillista. Ya ni por la excusa de leer al dinamitero Boyero (que se fue a El País hace unos meses, a hacer los mismo) se puede comprar este diario, más cercano al panfleto que a otra cosa. Miento, queda un pequeño oasis llamado "La tronera" en el que Antonio Gala utiliza su hábil y afilada pluma para deleitarnos con unas breves palabras; en el ejemplar de hoy, por ejemplo, alude a la estupidez de los nuevos pecados creados por el Papa Ratzinger para denunciar la subvención de la Iglesia española por parte del Estado y la hipocresía de su falso humanismo (impagable lo de "la teología es una simple rama de la poética, y no la más florida"). También salvo el trabajo de algunos humoristas como Gallego & Rey. Las columnas de de Arcadi Espada es otra muestra de que el nacionalismo (su filiación y parece que a veces la lucha contra él) lleva a algunas personas al delirio (mi admirado Savater me hace sufrir mucho en sus aventuras políticas). De gente como San Sebastián, Jiménez Losantos, Martín Prieto, David Gistau... lo que hay que decir es que, dejando a un lado la mayor o menor habilidad con que junten sus palabras, me parecen profesionales que han encontrado un chollo en mantener un mismo discurso, simplista y machacón, ¿qué harían estos tipos sin el gobierno del peligroso izquierdista ZP? Mejor no hablar de los insultos sistemáticos que dirijen a los que no piensan como ellos (es decir, a los que se sitúan a su izquierda, la inmensa mayoría). Lo dicho, un chollo que se extiende a la publicación de libros en la misma línea de erigirse en defensores de la libertad y de la nación española, y en guardianes de Occidente si es necesario. Y lo malo es que, en un pais donde se lee poco, estos libros perfectamente estudiados tienen su público (no sé en que clase de personas acríticas y maniqueas puede calar este discurso).

martes, 11 de marzo de 2008

El pensamiento ateo

Se creerá, si ello tranquiliza o si resulta atractivo para el usuario, en el paraíso cristiano, en el nirvana budista, en las altas aspiraciones totalizadoras musulmanas -no voy a entrar en qué creencia genera más alto grado de fanatismo, aunque el islamismo no parece admitir heterodoxias-, en todo el rico panteón hinduista o en cualquier creencia neo-pagana... pero todo ello parece obedecer a una necesidad del ser humano por tratar de dar una explicación a las fuerzas del universo, una explicación que se vuelve más compleja a medida que avanza la civilización pero en cuya base se sigue encontrando esa asunción por parte del hombre de su pequeñez e ignorancia -cosa que no me parece mal si se utiliza como punto de partida y no para colocarle en una posición de sumisión como pretende la teología-; a pesar del gran terreno que ha ganado el pensamiento crítico y racional, continúa subyaciendo lo que ha constituido la esencia del poder religioso: la fabricación de mentes sumisas -para evitar esto es imprescindible obviar en la educación y formación de un niño la idea de toda especulación religiosa-, la resignación ante un mundo terrible e incognoscible, con sus numerosas injusticias perpetuadas; finalmente, la única esperanza resulta un más allá fabulado en origen por no se sabe muy bien quién. Desde el pensar ateo, podemos estudiar y analizar toda esa historia de las religiones -incluidas todas las imposiciones y derramamiento de sangre que han llevado, y que siguen llevando a cabo- para desprendernos de todos nuestros temores y llegar lo más lejos posible en una explicación racional del universo.
Resulta curioso que Mariano Rajoy -cabeza mayor del partido político que mejor defiende los intereses de la Iglesia católica, y de cuya mano camina en manifestaciones en los últimos tiempos- se permita contínuamente llamar "antiguos" a personas que están a su izquierda y que encuentran motivos sólidos para la protesta en las calles. La derecha de este país, abandonado -y negado en varias ocasiones- su glorioso pasado, abraza la "modernidad" económica pero se mantiene en un reaccionarismo moral que debemos empujar hacia el abismo de una vez por todas. La desacralización de la sociedad en base a la razón crítica -incluso en muchos que insisten en manifestarse fieles a una determinada tradición religiosa- es un hecho y no debemos permitir que los verdaderos "antiguos" lo impidan.
La historia de la humanidad en este conflicto entre razón y fe no es lineal. Dentro de los sofistas griegos, hubo ya pensadores que o bien negaron la existencia de dioses o, al menos, consideraban que la actividad humana quedaba libre de su intervención. Este libre pensar que se dio en diversas etapas del mundo griego antiguo fue finalmente aplastado por el cristianismo. La Edad Media, época negativa también en lo que atañe a la libertad de pensamiento, no recoge testimonios de una concepción realmente atea; cualquier crítica a la religión dominante era duramente castigada. Siglos más tarde, llegaría el comienzo de la modernidad y la revolución científica con el Renacimiento; no es esta una época que pueda decirse exenta de la idea de una voluntad divina -en ese aspecto, hubo una continuidad con el medievo, siendo el ateísmo considerado inmoral y criminal- pero sí resulta magnífica en cuanto al abono para un pensamiento independiente, racionalista y científico. Finalmente, con la llegada de la Ilustración, las fuerzas religiosas no pueden ya negar el poder de la razón y de la sociedad civil. El siglo XIX, con sus grandes avances en antropología y biología -especialmente, con la teoría de la evolución de Darwin- es ya muy proclive a la posición atea. Poco después, el ateísmo será ya habitual en científicos, racionalistas y humanistas. La expansión y solidez de la nueva visión atea durante el siglo XX tuvo su expresión en la cuestión política; desgraciadamente, es erróneo el ejemplo que se suele dar de ello -muy bien aprovechado por la Iglesia católica, convertida por obra y gracia de vaya usted a saber qué, o quién, en defensora de las libertades- que son los grandes Estados totalitarios comunistas, tremendamente represivos y anuladores del libre pensamiento; en ellos se generó otro tipo de religión -una visión doctrinaria de la historia y de la cuestión social- y trató de interiorizarse la adoración a la inequívoca voluntad del jefe o líder "benefactor".

lunes, 10 de marzo de 2008

Aniversario del asesinato de Salvador Seguí

Hoy, 10 de marzo, hace 85 años que fue asesinado el anarcosindicalista Salvador Seguí por pistoleros del Sindicato Libre.
El sobrenombre de Noi del Sucre con el que se le conocía era debido a que trabajó, durante un corto periodo de tiempo, en una fábrica de azúcar. De familia humilde, Seguí comenzó a trabajar como aprendiz de pintor ya a una edad muy temprana, lo que provocó lagunas en su educación y adquirirá la mayor parte de sus conocimientos de forma autodidacta; la preparación intelectual, cultural y técnica de los trabajadores como una herramienta para la revolución constituyó su gran objetivo. Se reveló como un brillante orador dentro de las ideas libertarias y de las luchas anarconsindicalistas.
Fue uno de los impulsores de la organización sindical Solidaridad Obrera en 1907, cuyo programa llevaba ya la emancipación total de los trabajadores, que tres años más tarde se convertiría en la CNT tras su segundo congreso. En 1915, se convirtió en presidente del Ateneo Sindicalista, el cual convirtió en un notable centro de estudios sindicalistas y anarquistas. También intentó un frente único, dentro del movimiento obrero español, entre UGT y CNT. En 1918, es elegido secretario general de CNT de Cataluña (Congreso Regional en Sants); seguidor de la Escuela Moderna de Ferrer Guardia, logro la aceptación de la intervención de los maestros racionalistas en las cuestiones de los sindicatos.
A pesar de rechazar el aventurerismo revolucionario, fue detenido en varias ocasiones como activista del anarconsindicalismo. El 10 de marzo de 1923, en la esquina de la calle Cadena con Sant Rafael, de Barcelona, los matones de la patronal acabaron con la vida de este valioso militante, en un momento en que la preparación del proletariado hacia prever una sociedad sin explotación del hombre por el hombre. Junto a él, fue tiroteado el también militante Francisco Comes "Perones", que moriría poco después.

Reflexiones ateas

No se trata de incitar a creer o no creer, ni siquiera de afirmar o no la existencia de una voluntad divina, o de toda una legión de dioses -naturalmente, y “créanme” ustedes, lo más probable es que no exista tal cosa-, se trata de invitar a la reflexión crítica de las creencias religiosas, de sus doctrinas asfixiantes y de sus verdades reveladas. Para empezar, pediría por favor, para enfrentarnos a un debate serio, que dejemos a un lado el tan manido y reduccionista “el ser humano necesita creer en algo” o el lamentable a estas alturas “la religión nos otorga los valores, la separación entre el bien y el mal”. Efectivamente, todos los seres humanos, como seres conscientes y racionales, necesitamos y debemos creer en multitud de cosas; pero ninguna creencia resulta más bella que todo lo que atañe a este mundo, a su mejora y armonía, a todo lo que resulta terrenal sí -por supuesto, la creencia de formas de organizaciones sociales más libres y justas-, pero también a todo lo que afecta a los sentimientos, al cultivo de los valores, del alma si se quiere -concepto al que permito arrebatar toda connotación mística y que me atrevo a definir como nuestra fuerza vital, nuestro desarrollo sensitivo e intelectual-.
Muchos afirmarán que todo esto está muy bien pero que sus creencias son una cuestión de fe, un terreno personal donde nadie puede inmiscuirse, y nada más lejos de mi intención -pretendiendo ser consecuente con un comportamiento libertario- que hacerlo. Sin embargo, es necesario aclarar que la religión es algo más que una cuestión de fe, es un asunto también de verdades reveladas -existen tantas como religiones- donde el hombre es incapaz de llegar por sí solo a esclarecer la supuesta existencia de la divinidad y debe acatar, sin capacidad crítica, ciertos textos elaborados por personas “escogidas” en “comunicación” con la voluntad divina y su verdad reveladora. Aquí es donde existe pleno derecho para toda objeción libertaria y donde el ateísmo cobra su fuerza, cuando tratan de desprender al hombre de su capacidad racional, de su pensamiento o crítica, y es algo que las religiones, en mayor o menor medida, han tratado siempre de realizar. La fe por lo tanto no es válida por sí misma para conformar toda una creencia religiosa. A la creencia en un dios -sea cual fuere el origen de tal cosa- siguió la creación de instituciones religiosas de naturaleza, obviamente, dogmática y autoritaria y de todo un cuerpo clerical al servicio de una determinada teología y cosmogonía sujeta a verdades inamovibles -y que solo será cuestión de tiempo revelar su falsedad, no vale adaptarse a los tiempos venideros-. Ninguna religión, construida en base a verdades irrefutables, puede resistir el paso del tiempo y a los avances en el pensamiento y en el conocimiento científico; honesto sería por parte de esos miembros eclesiásticos, en lugar de pedir perdón tarde, mal y nunca por haber perseguido a la gente que dijo la verdad o que miraba hacia adelante, el reconocer su efímera existencia y su pertenencia a un determinado tiempo histórico. Mucho pedir es esto, y si algunas religiones se refugian en el inmovilismo integrista, otras tratan de adaptarse a una civilización occidental “laica” -o aconfesional, como se define el Estado español- y “democrática”, revelando la debilidad de tales términos en nuestra sociedad, donde los diversos poderes, estatales o religiosos -dejemos lo económico para otro momento-, continuan reclamando miserablemente su parte del pastel.

jueves, 6 de marzo de 2008

Algunos apuntes sobre autogestión (4/4)

Gaston Leval atribuye la experiencia autogestionaria de la Revolución española a la fuerza del movimiento libertario y en especial a la C.N.T., que supieron crear, junto a las masas, las nuevas formas de organización económica; otras experiencias, con presencia mayoritaria de otras tendencias, al comprobar que los “locos sueños anarquistas” se hacían realidad, no hicieron más que copiar el modelo libertario. Daniel Guérin negó cualquier represión o adhesión forzosa a las colectividades; la preocupación anarquista por la libertad individual así lo demandaba. En general, los campesinos reticentes a la revolución iban uniéndose a ella al comprobar los beneficios de la economía autogestionaria. No existió uniformización general en la forma de organización, algunas colectividades practicaban el comunismo integral y otras el colectivismo. Gracias a una Caja de Compensación regional o comarcal, donde se contabilizaban los respectivos ingresos de las colectividades, las comunidades ricas ayudaban a las más pobres; los administradores de la Caja eran nombrados por la asamblea general de delegados de las colectividades. Los equipos de utensilios, maquinaria, así como los técnicos, eran usados en común y prestados por las diferentes colectividades; grupos de expertos técnicos –contables, agricultores, peritos comerciales para las exportaciones...- estaban al servicio de todos los pueblos. Santillán insistió en la diferencia con otras experiencias autogestionarias en la historia ya que las colectividades españolas entrelazaban su existencia, sus intereses, sus aspiraciones con los de la masa campesina entera y con la industria en las ciudades, resultando un vehículo idóneo de cohesión entre campo y ciudad. En el ámbito de la cultura y la instrucción, se fundaron miles de escuelas e, incluso, en Moncada (Valencia) se creó una Universidad para la formación de técnicos agrícolas. Muchas zonas quedaron al margen de la autogestión, pero al menos, existió control obrero en bancos y empresas extranjeras o con fuerte capital foráneo.
Los días 14 y 15 de febrero de 1937 se creó la Federación de Colectividades de Aragón, con cientos de pueblos colectivizados; el auge aragonés de la revolución pudo producirse gracias a la presencia de milicianos catalanes de la CNT-FAI que acudieron a defender la zona. En la zona de Levante, gracias a los recursos naturales y al gran espíritu creador, la obra autogestionaria fue sólida y perpetuada en el tiempo. Hay que resaltar el carácter integral de la colectivización agraria comparada con las urbanas e industriales llevadas a cabo por los sindicatos; en las zonas agrícolas, el sindicato pierde su razón de ser al no existir el patrono. La colectivización industrial tuvo su foco en Cataluña, donde fueron socializadas las fábricas de más de 100 obreros; las de más de 50 podían socializarse si así lo pedían las ¾ partes de la plantilla. Los ingenieros y el personal técnico administrativo colaboraron por lo general. En cada fábrica, taller o lugar de trabajo se crearon organismos administrativos elegidos por el personal obrero, administrativo y técnico. Las fábricas de la misma industria se asociaban en el orden local y formaban la federación local de industria; la vinculación de éstas formaban la federación regional y éstas pasaban a la nacional. La vinculación de las federaciones daba creación a un consejo nacional de economía. A pesar de su éxito, la desconfianza y final boicot se produjo en gran parte del bando republicano. La hostilidad más encarnizada vino por parte de los comunistas y el ministro de Agricultura, Uribe, boicoteando la obra autogestionaria desde el gobierno; la legalización de las colectividades no persiguió otra cosa que arrebatar a la autonomía obrera el control de las mismas.

Kibutz significa en hebrero “reunión” o “unión”; se designaba así a las colectividades agrarias de cierta envergadura. Este ensayo comunitario se desarrolló parejo al movimiento sionista al estar extendida la idea del colectivismo agrario en cuya tradición de influencia cabe citar al mismo Tolstoi, e incluso, hay quien sostiene, que el pensamiento de Kropotkin pudo tener influencia en la construcción del primer kibutz siendo, incluso, intensificada durante los años 20; a partir de la década siguiente, con la integración de los kibutzim en la construcción y asentamiento de la comunidad judía en la tierra de Israel, influyó mayormente el marxismo y la socialdemocracia.

En el kibutz, la propiedad y los medios de producción son comunes, a excepción de los objetos de consumo; aunque la base es agrícola también se genera la producción artesanal y fabril. No existe el salario –aunque se acabaron aceptando voluntarios del exterior con retribución- recibiendo cada miembro lo que necesite del fondo común; la instrucción es, a la vez, intelectual y manual procurando que haya una potenciación de la vocación y actitudes profesionales de cada persona. La organización se basa en la asamblea general, el órgano ejecutivo nombrado por ella y las comisiones encargadas de atender cada respectiva rama de actividades. Hay que mencionar su trabazón, en origen, con la construcción del Estado de Israel por lo que la identificación con los valores anarquistas fue debilitándose con el tiempo. Hoy en día es un tanto por ciento muy pequeño de la población israelí la que vive en el kibutzim aunque su aportación económica es proporcionalmente mayor; su influencia política es prácticamente nula y poco queda, con algunas excepciones, de los principios autogestionarios que los originaron.
En Yugoslavia, y como parte de la lucha de Tito contra Stalin, se introdujo en los años 50 un modelo que sólo se puede considerar como cogestión entre el Estado y la clase trabajadora; aunque las empresas y la organización económica eran, a priori, jurídica, económica y productivamente independientes, estaban, en última instancia, subordinadas a las directrices de la Liga de los Comunistas y del Estado.

En 1951, Acharya Vinoba Bhave -amigo y discípulo de Gandhi- crean en la India el movimiento “Gramdan”, antiautoritario y no violento, basado en comunidades autónomas agrarias al margen del Estado, regidas por asambleas generales que solventaban los conflictos sin autoridad gubernamental alguna.
Otras experiencias autogestionarias limitadas, y finalmente anuladas, que a menudo se mencionan, son las de Argelia, decretada por ley después de la descolonización francesa y muy pronto controlada por el Estado, la de Checoslovaquia, en los primeros meses de 1968, que sería aplastada por los tanques del Pacto de Varsovia, o el desarrollo que tuvo la revolución cultural china, muy diferente a la rusa, pero en la que, a pesar de cierta tradición comunal y antiautoritaria, hubo numerosos atropellos y coacciones y la consiguiente sumisión a los intereses del Estado y del partido.
Para finalizar este recorrido por un tema que abarcaría demasiadas páginas, decir que no es la autogestión un concepto exclusivo del anarquismo, pero sí ha sido el movimiento libertario el que con más fuerza ha dado sentido al principio autogestionario de manera integral, en el campo político, económico o social. Para que términos como libertad y democracia no se conviertan en conceptos y hechos relativizados –no puede haber definición más completa para ambos términos que la gestión directa de las personas en los asuntos que les atañen-, como se esfuerzan en que asimilemos las estructuras jerarquizadas, resulta urgente la renovación del principio autogestionario en estos tiempos de progresiva globalización.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Algunos apuntes sobre autogestión (3/4)

La tradición autogestionaria de Proudhon y los internacionalistas libertarios hizo nacer el movimiento sindical denominado anarcosindicalismo, con gran repercusión en Francia (C.G.T.) y España (C.N.T.). Fernand Pelloutier (1867-1901) fue un gran teórico del anarcosindicalismo al que veía como laboratorio de las luchas económicas, alejado de las competiciones electorales y partidario de la huelga sin límites; una organización libertaria y revolucionaria alternativa a los partidos colectivistas, destructora de su influencia, propiciadora de la adecuada formación moral, administrativa y técnica de los trabajadores y dispuesta, al fin, para asumir los instrumentos de producción y crear la sociedad de hombres libres. La concepción autogestionaria es, así, parte de la dimensión anarcosindicalista. En el congreso fundacional de la CNT, en 1910, ya se admite el sindicalismo como organización capaz de contrarrestar la potencia de las diversas clases poseedoras asociadas pero no como finalidad social ni ideal sino como medio de lucha en el presente para continuar hasta la emancipación de toda la clase obrera cuando su fuerza numérica fuese suficiente y existiese la adecuada preparación intelectual. Estas premisas del anarcosindicalismo, autogestionarias y emancipatorias, no han perdido su validez en absoluto; desgraciadamente, las circunstancias actuales son muy diferentes a aquellas en que la clase obrera engrosaba las filas anarcosindicalistas de manera masiva y es perentorio analizar al máximo la sociedad actual para buscar nuevas vías y respuestas.

En 1910, un grupo de intelectuales situados en torno a la revista New Age, de 1907, empezaron a exponer un nuevo tipo de socialismo antiautoritario llamado “Guild Socialism” o socialismo gremial, versión sajona del sindicalismo latino con algunos elementos medievales –idealización del artesanado y los gremios- y pacifistas. Gracias a su tradición liberal, la desconfianza inglesa de toda dirección gubernamental dio lugar a esta forma de socialismo donde la producción debía estar controlada por los trabajadores en sus diferentes ramas organizadas en gremios. Rechazaban toda burocratización de los servicios sociales, apostando por la descentralización, el pluralismo así como la alegría del trabajo y la participación. Sin embargo, la emancipación total del Estado no se daba ya que éste, en última instancia, cuidaba las funciones de interés general; aunque se ha definido como un federalismo económico, el socialismo gremial no parecía apostar, hasta sus últimas consecuencias, por la plena autonomía de las cooperativas de producción.

En la Revolución rusa, los soviets o consejos de fábrica tuvieron en origen un fin autogestionario que podía responder, en gran medida, a la tradición comunitaria del mir –comunidad rural-. Ya en 1918, los bolcheviques habían convertido los sóviets en instrumentos de partido en su proceso de centralización y burocratización.

El movimiento insurreccional de Ucrania (1918-1921), inspirado por libertarios, creó comunidades agrarias libres, basadas en la autogestión, el apoyo mutuo y el espíritu igualitario; cada miembro de la comunidad trabajaba según sus fuerzas y las funciones de organización eran confiadas a quien tuviera capacidad para ello y, una vez cumplida esta tarea, estos camaradas se reincorporaban al trabajo común. Kronstandt (del 1 al 18 de marzo de 1921) fue dirigido por anarquistas y comunistas de izquierda desengañados por el nuevo régimen bolchevique que había supuesto una nueva forma de despotismo; en su primera asamblea, se exigió la libertad de prensa, de reunión, amnistía para los presos políticos, abolición de la policía política, supresión de los privilegios bolcheviques y una práctica democrática a todos los niveles; en una asamblea posterior, se eligió un Comité Revolucionario Provisional, con 15 miembros, cada uno de los cuáles se hizo cargo de la dirección de una de las ramas de actividades de forma parecida a la Comuna de París. Otro foco antiautoritario en la revolución rusa fue la llamada “oposición obrera” –con Alejandra Kollontai como una de sus figuras-, corriente democrática opuesta al centralismo y partidaria de la autonomía sindical; se exigió que la economía rusa pasara a ser dirigida por los propios trabajadores a través de los sindicatos. Todos estos movimientos fueron aplastados por la apisonadora bolchevique.
En los años 20 y 30, se asiste a cierto eclipse del pensamiento autogestionario debido al auge del fascismo y a la estalinización del comunismo internacional.

Durante la Guerra Civil española, tuvo lugar en la zona republicana –especialmente, en Cataluña, Levante y Aragón- un magno ensayo autogestionario que demostró que la vida económica y social puede desarrollarse sin las instituciones gubernamentales. Diego Abad de Santillán afirmó que, al principio, fue un acto espontáneo por parte de obreros y campesinos sin que ninguna organización libertaria marcara las directrices. En cada lugar de trabajo se constituyó un comité administrativo y directivo, integrado por los hombres más capaces y de mayor confianza: obreros, expertos, ingenieros, etc. A las pocas semanas, existían en pleno funcionamiento una economía vigorosa, social y comunitaria, una primera regulación del trabajo y de la producción auténticamente obrera y campesina.

martes, 4 de marzo de 2008

Algunos apuntes sobre autogestión (2/4)

La autogestión y el socialismo libertario son de total asimilación por el anarquismo y pueden considerarse complementarios, o resultados, el uno del otro. La tradición del socialismo antiestatista podemos iniciarla con William Godwin (1756-1836), autor del primer gran libro libertario, así considerado por Nettlau: Disquisición sobre la justicia política y su influencia en la virtud y felicidad de la gente, en 1793.
En él está presente el espíritu de autogestión al considerar que todo miembro de la comunidad deberá participar en su administración y decidir sobre las cuestiones que les afectan. El también inglés Robert Owen ( 1771-1858 ) fue continuador en este afán autogestionador y consagró su vida a la proyección de formas de organización social que respondieran a las necesidades racionales del hombre y fomantaran sus instintos comunitarios y cooperativos. Otro gran precursor es Charles Fourier (1772-1837), el cual poseía una gran confianza en la fuerza de las ideas y en la racionalización de la pasión humana. La asociación ideal concebida por Fourier es el falansterio, formado por 1.500 personas, con características eclécticas, socialistas y antiautoritarias, y apoyada en la gestión voluntaria y autónoma de los grupos de base; la producción es, a la vez, industrial y agraria con predominio de ésta última. Confiaba Fourier en que el espíritu societario se elevaría por encima del individualista y se reprimirían, de esta manera, los instintos egoístas.
Proudhon (1809-1865) es el gran teórico, y puede ser considerado el verdadero creador del principio autogestionario. Sus principales características serán el federalismo, el anticentralismo, el mutualismo y el cooperativismo; postulaba por talleres autogestores a nivel productivo y por el federalismo a nivel político. Consideraba la sociedad como un equilibrio entre fuerzas libres con iguales derechos y deberes y en donde la iniciativa y responsabilidad individual será primordial. La concepción autogestionaria de Proudhon está apoyada, como lo está en la visión anarquista general, en su amor por la libertad y pasión por la justicia social y sentido de la igualdad. La apropiación de los instrumentos de producción industrial debían ser realizadas por cooperativas obreras que tomarían decisiones democráticamente y asegurarían a sus miembros una participación de beneficios proporcional a la contribución que hiciesen por medio de vales de trabajo; las cooperativas estarían relacionadas entre sí en base al intercambio y a la libre concurrencia y se regularían mediante pactos que darían lugar a una gran federación. Las asociaciones obreras de producción, brotadas espontáneamente en Francia a lo largo de 1848, eran para Proudhon el auténtico “hecho revolucionario”. La inspiración cooperativa, tan del gusto de Proudhon, se remonta a Owen y su más entusiasta seguidor en España fue Fernando Garrido; en los años de la llamada Gloriosa Revolución –que derrocó a la monarquía de Isabel II- se fundaron varios centenares de cooperativas que funcionaron con éxito. En la Primera Internacional, a pesar de la desconfianza marxista y gracias a la influencia de los seguidores de Proudhon, se aceptó la cooperativa no como medio revolucionario sino como ensayos obreros para aprender a dirigir sus asuntos y conveniente para la preparación de la clase trabajadora así cómo refuerzo de sus lazos de solidaridad.

Discípulo de Proudhon, en gran medida, es el gran pensador anarquista y hombre de acción Mikhail Bakunin (1814-1876). Consideraba el Estado como la objetivación del principio de mando, fuente de la injusticia y la deformación moral. Apostaba por la organización de abajo arriba por medio de la libre federación de individuos, asociaciones, comunas, distritos, provincias y naciones de la humanidad.

Continuador de Proudhon y Bakunin y gran exponente del socialismo antiautoritario es Piotr Kropotkin (1842-1921), partidario de la abolición de la propiedad y el salario que darían lugar al comunismo libertario, reino de la abundancia en manos de toda la sociedad, donde se dará satisfacción a las necesidades subjetivas de todos los individuos. La base ética de esta sociedad está expuesta en su obra El apoyo mutuo, donde trató de demostrar científicamente que el instinto de solidaridad está, entre todas las especies incluida la humana, tan desarrollado como el instinto de competencia o destrucción. Creía Kropotkin en la capacidad el hombre para organizar racionalmente su vida en unión de otros hombres sin intervención externa alguna; atribuía a prejuicios, producto de la educación e instrucción, la necesidad de gobierno, legislación y magistratura por doquier.
Al inglés William Morris (1834-1896) se le pueden encontrar algunos puntos de unión con el anarquismo. Polifacético artista de gran influencia en la sociedad victoriana, ensayista y activista político, rechazaba la acción parlamentaria y abogaba por un sindicalismo de base libertaria, mezclado con elementos medievalistas –consideraba que los artesanos medievales debían ser elevados a la categoría de artistas-. Odiaba el capitalismo como sinónimo de explotación y consideraba –al igual que el crítico John Ruskin- que la felicidad solo puede partir del trabajo no alienado; combatiría la especialización y la división entre trabajo manual e intelectual, actitud suscrita también por los anarquistas.
En la Asociación Internacional de los Trabajadores (A.I.T.) –creada en 1864-, el espíritu autogestionario estuvo representado por los seguidores de Proudhon y Bakunin. Los españoles acogieron este espíritu plenamente, aunque empleando el nombre de federalismo, con la socialización de todo medio de producción y plena autonomía de los productores; una enseñanza integral para ambos sexos era fundamental para terminar con las desigualdades intelectuales así como acabar con la división del trabajo.

lunes, 3 de marzo de 2008

Algunos apuntes sobre autogestión (1/4)

Hay en la historia numerosos ejemplos de tendencias autogestionarias, siendo las más mencionadas La Comuna de París y las colectividades libertarias de la Revolución española.
Si nos remontamos a la antigüedad, el pueblo chino solucionó sus conflictos sociales o personales sin intervención de autoridad alguna; la cultura taoísta, propiciadora de cierta armonía natural y sobriedad, rechazaba el poder, los cargos públicos y la legitimidad de un hombre para juzgar a otro.
Pero la auténtica cuna del pensamiento autogestionario hay que buscarla en el mundo griego. Max Nettlau consideró que, mientras los grandes despotismos orientales no llevaron progreso intelectual alguno, el ambiente del mundo griego, compuesto de autonomías más locales, permitió el florecer del pensamiento libre; siempre en tensión con los despotismos vecinos, el territorio griego fundó una vida cívica, autonomías, federaciones, centros de cultura y numerosos pensadores se elevaron, con ciertos límites, sobre el pasado. Heleno Saña considera el humanismo griego el punto de partida de un socialismo virtuoso, democrático y antiautoritario. La democracia ateniense, con todos sus defectos, pudo ser el primer modelo de praxis política basado en la gestión directa del pueblo.
Hay que destacar a Zenón (342-270 a.C.), fundador de la escuela estoica y creador de una gran obra que resulta un precedente del pensamiento libertario al rechazar la coacción externa y valorar el impulso moral del individuo. El cristianismo, infuenciado por la filosofía griega -y en especial, el estoicismo-, se organizó en origen en pequeñas comunidades autónomas que rechazaban la propiedad privada y la esclavitud y practicaban el pacifismo y el reparto equitativo; con el tiempo, las comunidades cristianas pactaron con el Estado, traicionando así su orígen autonómo y libre.
Algunos movimientos religiosos durante la Edad Media, como los anabaptistas, postulaban ya ciertos principios autogestionarios, antiautoritarios y de igualdad de clases. Las ciudades libres del Medievo, tan mencionadas por Kropotkin, no estaban sometidas a ninguno de los grandes poderes -el feudal, el real y el eclesiástico- y defendían el derecho a vivir de su trabajo al margen de la rapiña de los señores feudales; aunque su estructura y funcionamiento eran jerárquicos, se regían por ciertos principios democráticos con asambleas públicas y gozaban de un amplio margen de autonomía para sus asuntos internos, independientemente de los poderes públicos.
Con el Renacimiento llegó una potenciación de la creatividad humana y una mayor concienciación sobre la libertad; de esta manera, el principio autogestionario encontró una base para su crecimiento. Se revalorizó la cultura greco-latina y se combatió el dogmatismo religioso asentándose las bases para el humanismo. Entre los siglos XVI y XVII, pensadores como Tomás Moro, Tomaso Campanella y Francis Bacon indagaron en la sociedad autónoma ideal, de espíritu emancipador aunque con algunos elementos represivos e irracionales.
Tomás Moro se anticipó a Proudhon en señalar la propiedad privada como un robo, un acto de expropiación por parte de los nobles o ricos a los pobres. Desgraciadamente, estas utopías, al igual que la de Platón en el mundo griego, no primaban la libertad y el valor del individuo sino que contemplaban el todo sacrificado a las partes; era el germen del socialismo autoritario, aunque como elementos positivos hay que señalar el intento de dar una visión racional y la confianza en la ciencia.
Pensadores como Grotinzs y Spinoza, en la primera mitad del siglo XVII, superaron la visión feudal y la monarquía absoluta y asentaron la idea de la soberanía del pueblo, del pacto social basado en el derecho y la razón. Serían los ingleses los que darán forma al liberalismo y a la democracia moderna, especialmente John Locke a quién corresponde la siguiente frase: “Todos los hombres son por naturaleza libres, iguales e independientes”. Esta visión de Locke, la que considera al gobierno como un producto del contrato o pacto voluntario suscrito por una comunidad de hombres libres y considerando la vida, la libertad y la propiedad como inalienables, dominará el siglo XVII.

Pensadores como Montesquieu, Rousseau o David Hume, y revoluciones como la americana (1776) o la francesa (1789) pueden considerarse resultantes del pensamiento liberal-democrático. La ilustración francesa prestará más atención a la igualdad y a lo social que la tradición inglesa, más atenta a la libertad individual del hombre. Rousseau describió una sociedad política basada en la potenciación y desarrollo de los buenos instintos inherentes al ser humano.
El viejo mundo encontró una fuerte proyección en Norteamérica, que fue fecunda durante los siglos XVIII y XIX en espíritus inconformistas como Jefferson, Thoreau y otros muchos. Sería injusto criticar a todos estos autores mencionados como lacayos de la burguesía, que se convertiría muy pronto en clase dominante, y hay que situar su pensamiento en el momento como representante del progreso y la libertad. Es inevitable mencionar también a Emmanuel Kant (1724-1804), uno de los grandes filósofos de la historia, pensador influenciado por la Ilustración y que tanto legado dejó en aras de una libertad integral del hombre, una libertad que supone la emancipación definitiva basada en la igualdad y la autonomía.