sábado, 31 de mayo de 2008

La búsqueda de la eudemonía

Max Nettlau afirmó que "la idea de la historia anarquista es inseparable de la historia de todos los desarrollos progresivos y de las aspiraciones hacia la libertad"; naturalmente, la ruptura de los lazos autoritarios iría paralela a un desarrollo suficiente y a una libre expansión de los sentimientos sociales (solidaridad, reciprocidad, generosidad...). Su concepción de la historia de la humanidad era la de un progreso hacia la liberación de esas cadenas y obstáculos autoritarios, pero considerando esa tarea tremendamente ardua y esa supuesta linealidad histórica con numerosas fluctuaciones. En los antiguos tiempos, tal vez la lucha por la vida y la ayuda mutura se mostraban inseparables y el progreso se produjo gracias a "independencias e individualizaciones fundadas en un medio de sociabilidad relativamente seguro y elevado". Nettlau, estoy seguro que sin ningún ánimo de sostener la superioridad de ninguna cultura sobre otra, afirmó que no fueron posibles grandes progresos intelectuales en los grandes despotismos orientales, pero sí en el mundo griego, compuesto de regiones autónomas, gracias a la filosofía. La especulación filosófica posibilitó reflexiones al margen de la tradición religiosa; por supuesto, el paso del mito al logos no se produjo de la noche a la mañana ni por individuos inexplicablemente dotados, fue una labor compleja que se dio durante varios siglos y en el que la religión tuvo también su papel. Pero el sueño de progreso y felicidad ya se estaba empezando a concebir. Se suele hacer una analogía de la Antigua Grecia con el periodo que abarca hasta la Revolución francesa, siendo el siglo de las luces o Ilustración de los griegos el siglo V a.e. Nettlau menciona varios nombres de aquellos tiempos: Aristipo, fundador de la escuela cirenaica, individualista radical que negaba toda independencia externa, redujo la virtud al placer (siendo el camino para ello la sabiduría) y consideró el origen de la sociedad (no enfrentada a sus ideas individualistas) en la búsqueda de ese placer con el prójimo; o Antifón, al que Nettlau le atribuye directamente ideas libertarias, perteneció a la segunda generación de sofistas y en el conocido antagonismo entre ley natural o ley por convención (apariencia) se mostró más partidario de la primera. Pero el gran nombre para Nettlau es Zenón (342-270 a .e.), fundador de la escuela estoica. Estos primeros estoicos recogieron rasgos de la escuela cínica, especialmente en lo político y en lo moral, y se preocuparon enormemente de cuestiones lógicas y físicas (siendo sus concepciones sobre el destino y la aceptación las más matizables y cuestionables, y también las más conocidas hasta formar parte del habla popular). Los estoicos consideraron que la eudemonía (estado de satisfacción) se lograba en el individuo gracias al constante ejercicio de la virtud y a la propia autosuficiencia. Habría que vivir conforme a la Naturaleza, entendiendo "lo natural" como "racional". Zenón trato de eliminar toda coección externa y consideró que el impulso moral propio de cada individuo podía ser el regulador de sus propias acciones así como de la comunidad: "Fue un primer grito claro de la libertad humana que se sentía adulta y se despojaba de sus lazos autoritarios, y no hay que asombrarse de que ese trabajo fuese ante todo depurado por generaciones futuras, luego completamente dejado al margen para irse perdiendo". No obstante, Nettlau consideró que las exigencias de Zenón y del estoicismo dieron lugar al nacimiento del derecho natural, transmitido durante siglos como una concepción verdaremente justa y equitativa.

viernes, 30 de mayo de 2008

I Jornadas Librepensamiento (19, 20 y 21 de junio de 2008)

Las organiza el Grupo Anarquista Volia (FAI) y el lugar es el entrañable Teatro de las Aguas de Madrid (calle de las Aguas, 8). Yo he aportado mi granito de arena con este cartel de aquí abajo.



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Jueves 19
19:30 h.:
Proyección de la película
“Galileo” (Joseph Losey, 1975).
Debate posterior
Drama biográfico sobre el brillante matemático y científico Galileo Galilei basado en la homónima obra de Bertolt Brecht. Dirigida por Joseph Losey, ofrece una atractiva recreación cinematográfica de una obra teatral que no se limita a la simple transferencia del teatro al cine. Vestuario de la época, amplios escenarios con estructura y coloración sumamente discretos, destaca la magnificencia de los diálogos, que constituyen la médula de una obra hecha, no para entretener, sino para plantear interrogantes, suscitar dudas y movilizar el pensamiento. La banda sonora ofrece fragmentos musicales de fondo que acompañan suavemente las incidencias de la acción. Cada cuadro de la obra cuenta con una breve introducción a cargo de tres voces blancas que introducen al espectador en el contenido de la misma. La historia, desarrollada libremente por Brecht, presta atención especial a las contradicciones personales de Galileo, que cede y transige por temor al dolor físico, pero mantiene vivas sus convicciones y sus deseos de comunicarlas, lo que le lleva a escribir en el tramo final de la vida su última obra “Discorsi”, que se publica en Ámsterdam, cuando el maestro se encuentra postrado por la artritis y la ceguera. La vida de Galileo es una invitación a la reflexión sobre la lucha que el conocimiento científico ha tenido que librar contra los prejuicios que representa la Iglesia católica en defensa del dogma que mantiene los intereses y privilegios de la clase dominante.
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Viernes 20
19:30 h.:
Conferencia “La religión en la filosofía: el lugar de Dios en el pensamiento”.
Elena Sánchez Gómez. Profesora de Filosofía y miembro de Germinal. Revista de Estudios Libertarios
La relación entre la religión y la filosofía ha sido y es muy compleja. Nos preguntamos por qué no sólo autores medievales sino filósofos contemporáneos dedican tantas horas de su reflexión a lo divino. Intentamos cuestionarnos sólo eso: el lugar de Dios en el pensamiento, y su omnipresencia en la filosofía. En la modernidad filosófica iniciada por Descartes Dios es el garante del conocimiento, es el puente entre el ser y el pensar. Esta función se va difuminando, pero su lugar no desaparece, sino que es reocupado por el Sujeto. Quien culmina este proceso es Nietzsche matando a Dios. Hoy esta relación entre ser/pensar se plantea de otra manera que implica también otra posición de lo divino.
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Sábado 21
19:30 h.:
Conferencia “Fundamentos, actitudes y comportamientos de una organización criminal: La Iglesia católica”.
Julio Reyero. Grupo Anarquista Albatros (FAI)
Hablar del pasado y el presente de la Iglesia Católica (y en general de la mayoría de las religiones) es hablar de la mentira y el crimen. Y ambas cosas están estrechamente ligadas porque las páginas de su historia están llenas de engaños y falsificaciones elaborados para encubrir o maquillar sus robos, violaciones, y asesinatos.
Desde que su alianza con el Imperio Romano se hizo efectiva emplearon todos los medios a su alcance para elaborar una jerarquía con doctrina única y reprimir cualquier disidencia, para lo que se sirvieron del terror psicológico y físico a lo largo de su devenir histórico. No cuesta mucho trabajo acordarse de las Cruzadas, la Inquisición o las guerras que alentaron los papas en todo el mundo. Pero muchos se preguntan, ¿eso no pertenece a otra época?, ¿no se centra hoy su actividad en el campo asistencial fundamentalmente?, ¿no es su doctrina una fuente de valores en un mundo consumista e individualista, aunque tenga algún toque “rancio” de vez en cuando? Salvo para los cegados por la fe, son múltiples los ejemplos que muestran su participación en genocidios recientes, sus estafas a los sectores sociales más indefensos y su participación en los mercados especulativos más bochornosos.
Evidentemente el Vaticano no impulsa una sociedad capitalista a pesar de esa participación, y de ahí que de vez en cuando se oiga a su acólitos incluso clamar contra las multinacionales. El problema es que su organización es bastante más antigua y más peligrosa. Es la única teocracia machista consentida en el corazón de Europa. Un régimen que trata de controlar los actos y los pensamientos de todos los seres humanos pues su vocación es la de verdad universal (católica) revelada.
Este régimen camaleónico ha sido imperialista en la época colonial, feudalista en las monarquías absolutas, capitalista hasta nuestros días sin olvidarnos de sus etapas fascista y nacional-socialista, siempre por asociación interesada, nunca como esencia (más bien la esencia del fascismo se puede decir que es católica). Incluso cuando ha necesitado reconducir la rabia de las clases sociales más bajas ha consentido en su seno engendros como el oxímoron “teología de la liberación”, ha creado sindicatos y asociaciones obreras “fantasma” para restar fuerza a aquellas verdaderamente revolucionarias, o directamente ha impulsado movimientos fascistas que a través del racismo, la xenofobia o la homofobia han actuado como narcótico peligrosísimo de la conciencia de clase y de humanidad.
Si echamos un vistazo con cierta profundidad a los conflictos internacionales y a los escándalos económicos y sociales recientes veremos pronto que la sombra de la sotana sigue siendo asombrosamente alargada.

miércoles, 28 de mayo de 2008

La negación de toda trascendencia, la causa del "Único"

Max Stirner (1806-1856) era el seudónimo de Johann Kaspar Schmidt. Fue un pensador influido por el hegelianismo de izquierda en general, y especialmente por Feurbach y Bruno Bauer. Empezó afirmando que el centro de toda reflexión y de toda realidad es el hombre. Hay que aclarar que no se trata del hombre en general ni del representante de una Humanidad abstracta, sino del individuo, de "mí mismo" en cuanto "yo único". Stirner concibe ese "mí mismo" como el "Único" (der Einzige) en un sentido absoluto. El "Único" es único no porque esté relacionado con nada, sino más bien porque él, y sólo él, es el fundamento de toda relación posible. El "Unico" existe absolutamente y es previo a toda exterioridad, tanto de la formada por las creaciones del espíritu objetivo como de la constituida por los "yos" ajenos. Las doctrinas conservadoras absolutistas, el liberalismo burgués y el socialismo son para Stirner expresiones de una misma tendencia a ahogar lo únicamente valioso: la originaria e irreductible voluntad de autoafirmación del yo. El Único no es ninguna idea abstracta; es una entidad real, no sometida a ninguna categoría, ni siquiera biológica. Mi Único es totalmente independiente de toda categoría, de toda sumisión a cualquier elemento externo a él en su concreta realidad. Es necesario desatender todas las pretensiones de coacción; no sólo el Estado, sino cualquier idea, cualquier noción destinada a subsumir el Único en una especie superior, en una sociedad o en una Humanidad. Sociedad y Humanidad son para Stirner meras formas evolutivas de las religiones, transformaciones de las antiguas idolatrías. Pero justamente en esa absoluta independencia del Único se encuentra la posibilidad de unirse libremente con los Únicos ajenos. Sin la independencia del Único no hay libertad, porque no hay separación; por el Único puede la sociedad conseguir la libertad auténtica, convertir la unión forzada en unión libre, y la universalidad de la idea en universalidad de la unicidad. La gran obra de Stirner, la espectacular El Único y su propiedad, constituye uno de los libros más provocadores, radicales e iconoclastas de la historia del pensamiento, preconizador de un egoísmo consciente y asumido y negador de todo valor que trascienda al hombre (llámese idealismo, espiritualidad, razón o fe, meros espectros o fetiches para Stirner). Insertado en una época que trataba de buscar soluciones comunes para los problemas del hombre, Stirner propone la rebelión metafísica (no solo social o política), sus postulados pueden parecer antagónicos a los de la tradición socialista ácrata (basada en el principio de solidaridad y ayuda mutua), pero actúan como un impagable contrapeso en la herencia libertaria para preservar la libertad individual y proponer el pleno desarrollo de cada "Único" . Max Nettlau, en su obra La anarquía a través de los tiempos, sitúa a Stirner en la historia del anarquismo sin dudarlo, e incluso le etiqueta de socialista "en el fondo" al desear la revolución social (aunque Stirner negaba el concepto de "revolución") considerando su "egoísta" una protección ante el socialismo autoritario y una alabanza de la iniciativa individual y de la energía creadora. Del mismo modo, Daniel Guerín consideró que Stirner dio respuestas a las necesidades de la defensa del individuo contra las nuevas formas de opresión que sucedían a las del capitalismo clásico; evidenció también que fue un adelantado al psicoanálisis contemporáneo al señalar y denunciar la internalización: desde la infancia, nos hacen engullir los prejuicios morales, "su despotismo es diez veces peor que antes, porque gruñe en mi conciencia", "Dios, la conciencia, los deberes, las leyes son otros tantos embustes con que nos han atiborrado el cerebro y el corazón". Guerín consideraba las paradojas de Stirner, sus aparentes arrebatos sobre la imposibilidad de la vida comunitaria, como el profundo anhelo de que esa comprensión de la "unicidad" conducía a la verdadera comunión social, a la necesidad del prójimo (siendo así las relaciones verdaderamente voluntarias y libres). Vicente Eloy Cano, en el prólogo a la reciente y magnífica edición de El único y su propiedad de la colección argentina Utopía Libertaria, recuerda que Stirner ha sido considerado un "anarquista antes de tiempo" e incluso un "anarquista de buena ley". No creo que fuera Stirner un autor que pretendiera dar respuestas a las necesidades del individuo (la labor de la filosofía es hacerse preguntas, lo contrario sería caer en el dogma), es constante también el reproche acerca de sus diatribas sobre "lo social" (que hay que contextualizar en la especulación filosófica), pero recomiendo firmemente la lectura de El único y su propiedad (en estos tiempo de lecturas tan banales). Se trata de una obra impresionante que resultó un fuerte golpe a lo estatuido (y puede seguir haciéndolo de manera intemporal), capaz de despertar algo en el interior de cada individuo, dejándolo tal vez desarmado pero quizás un poquito más libre.

martes, 27 de mayo de 2008

El anarquismo como opción pragmática

¿Por qué elegir el anarquismo? ¿Por qué optar por esas ideas ante tantas otras, aparentemente más pragmáticas? Ojo, que digo "aparentemente". Numerosas veces (y no quiero hacer de plañidera, cosa en la que caigo tantas veces), ante un debate político (o social o económico o incluso religioso) me espetan: "yo también quisiera que no existiera Estado". Este comentario más bien condescendiente, realizado por quienes conocen a priori las ideas libertarias del que subscribe, creo que supone una negación de la posibilidad de alargar el debate y una confirmación de por qué necesitamos más que nunca las ideas emancipatorias a nivel individual y colectivo. Es una afirmación que equivale a: "el Estado es necesario", viene a ser un mal necesario. Pero, ¿sabemos exactamente qué queremos decir con Estado? Tal vez sea un problema meramente terminológico. Si Estado equivale al gobierno, entonces la oposición anarquista puede ser clara (aunque no del todo, el anarquismo preconiza un autogobierno, que equivale a la organización horizontal, a la disolución del poder en la sociedad); se desea la supresión de la dominación de unos seres humanos sobre otros, por lo que el gobierno de una minoría sobre una mayoría (aunque esté aparentemente legitimado por esa misma mayoría, algo que se revela falaz) es inadmisible. El Estado liberal, burgués, no es algo nuevo, aunque está sujeto, como toda manifestación humana, a una constante evolución (y conviene que, paralelamente a la propia evolución de la ideas libertarias, sigamos realizando un análisis feroz en la modernidad del sistema en que vivimos). La denuncia anarquista de dicha forma estatal se muestra entrelazada con la económica (tan autoritaria o más que el Estado, limitando al ser humano en sus capacidades creativas y sometiendolo a intereses ajenos); el Estado liberal se muestra mínimo, reducido a labores fiscales, juridícas y policiales. La potenciación de lo público (de las necesidades de primer orden del ser humano) nada tiene que ver con lo estatal (aunque a veces la terminología se confunda), sino con la autogestión social (un concepto prácticamente eliminado de la realidad, y no supone ninguna utopía ya que no tiende necesariamente a la perfección, sino a la consciencia de cada miembro de la sociedad). El llamado "Estado del bienestar" se muestra como otra cara amable del poder que pretende compensar los desmanes que provoca el capitalismo (un mercado que la derecha pretenderá que tenga su propia autorregulación). Si la reducción del Estado en aras de los beneficiados de un sistema económico desigualitario es abandonar a los desfavorecidos a su suerte, la intervención estatalista para tratar de compensar dicha situación jamás eliminará la enfermedad, únicamente y como mucho aliviará algún síntoma. El afán de algunos por encosertar las ideas (por mantener que solo es posible establecer el sistema menos malo) les lleva a calificar el anarquismo de un sistema no pragmático, irrelizable, utópìco; esta afirmación está sustentada en un supuesto agotamiento del campo de la acción humana (que adopta su máxima expresión con un supuesto fin de las ideologías), visión conservadora que sí se revela como auténticamente irreal. La expresión "todo muere" es un hecho en la historia de la humanidad, el camino que se emprenda para la construcción sobre esos cimientos está por ver. Mi opción es la negación de toda tutela y de toda coerción, y la única que lo garantiza es una sociedad anarquista (o, en su defecto, con predominancia de las ideas libertarias). Tal y como empecé, tal cosa es vista por muchos simplemente como "bellas ideas", pero si echamos un vistazo a los logros de la humanidad y a los que siguen siendo sus problemas más acuciantes (autoritarismo, dogmatismo, desigualdad, ignorancia...) las ideas libertarias pueden estar orgullosas de su pasado y encontrar un amplio horizonte por delante.

lunes, 26 de mayo de 2008

Proudhon, un pensador a reivindicar (en casi todo)

Proudhon (1809-1865) fue un hombre que se educó a sí mismo con lecturas abundantes y desordenadas. Bebió del pensamiento de Hegel, Comte y Kant, así como de los socialistas utópicos franceses, entre otros. Marx alabaría primero su obra sobre la propiedad, pero atacaría posteriormente su Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria; se considera éste el punto de partida de la larga disputa entra las tradiciones anarquista (socialismo libertario) y comunista (socialismo autoritario). Proudhon es conocido sobre todo por la frase de su primera obra: "La propiedad es el robo"; pero matizaría después que se refería a la propiedad que no deriva del trabajo propio, es decir de los medios de producción que deberían ser comunes. Resulta legítimo poseer los bienes producto del trabajo, ya que en caso contrario peligraría la independencia del trabajador. La eliminación de la autoridad, de la tutela del Estado, es la condición necesaria para la independencia. La organización comunitaria de Proudhon es el mutualismo, que substituye al orden autoritario y al individualismo caótico. Consistiría la asociación mutualista en un sistema de fuerzas libres donde hay derechos iguales, obligaciones iguales, ventajas iguales y servicios iguales, es decir donde todos ellos se compensan unas a otros libremente. Se distingue este sistema de la competencia en que no busca la ventaja del más favorecido sino una situación de ventajas mutuas. El sistema política de Proudhon es el federalismo, donde se organizan las comunidades mutualistas. Tanto en el sistema económico (mutualismo) como en el político (federalismo) no existe transferencia de derechos a representantes (como en los sistemas democráticos de tipo liberal), ya que transferir o ceder derechos equivale a perderlos. El mutualismo es el sistema donde se respetan las libertades recíprocas, donde la asociación se da libremente y los compromisos resultan rescindibles; el federalismo tiene una función más reguladora de las relaciones socioeconómicas, asegura el pluralismo y la armonía entre los diferentes grupos con los acuerdos correspondientes (una suerte de contratos bilaterales y conmutativos). Éste es el camino para la autogestión social de Proudhon. En su Sistema de las contradicciones económicas el francés trazó incluso el proceso histórico que conduce a la sociedad libre (anarquista), explicando la función que van ocupando los procesos de división de trabajo, introducción de técnicas o máquinas, sistema de competencia, sistema de monopolios, créditos, propiedad, comunidad. En el pensamiento proudhoniano se dan dos ideas fundamentales: la de una justicia universal según la cual es inadmisible el dominio de ningún hombre sobre otro ni de ninguna sociedad sobre otra (el anarquismo nace como un iusnaturalismo) y la idea de un sistema de fuerzas en permanente tensión y contradicción en búsqueda de equilibrio. En su investigación sobre el origen de las desigualdades, Proudhon consideró que las injusticias políticas y sociales eran el resultado del desequilibrio que reina entre fuerzas opuestas. Era una negación de la dialéctica hegeliana (de la búsqueda de la síntesis), Proudhon busca la armonía entre opuestos (lo que le emparenta nada menos que con Heráclito, en los orígenes presocráticos de la filosofía). La práctica espontánea de intercambios e interrrelaciones neutralizarán los efectos desproporcionadores de los elementos opuestos. Existen dos principios irreductibles que se dan en todas la relaciones humanas: la autoridad y la libertad; si predomina alguno de ellos se produce desorden, opresión y miseria. Los principios organizadores del federalismo y del mutualismo son consecuencia en Proudhon de su negativa a resolver las contradicciones en una síntesis superadora; buscan la unidad, pero de abajo hacia arriba, estableciendo un vínculo sutil y necesario que suma libertad, organiza y ordena. Especialmente controvertidas (y sorprendentes, dado lo revolucionario que resulta el conjunto de su pensamiento) son sus ideas sobre la familia y la mujer, ampliamente superadas por el anarquismo posterior. Al negar la posibilidad de eliminar ninguna fuerza social (debido a la peculiaridad de su dialéctica), Proudhon reducía al mínimo el ámbito de la jerarquía, lo que suponía mantenerla en el contexto familiar. Es de suponer que cada pensador, por muy avanzadas que sean sus ideas, es de algún modo "hijo de su tiempo" y pretendemos ser muy consciente de ello aquellos que negamos cualquier suerte de dogma y de culto a la personalidad. Hay que insistir en muchos otros aspectos del pensamiento de Proudhon, rival coetáneo de un gigante como Marx y de su rigidez ideológica, y existen muchas cosas recuperables en el anarquista francés para la renovación del pensamiento libertario. Resulta de una valía enorme su negación de la utopía al considerar que jamás se llegará a un estado perfecto; sería la muerte de la sociedad, que necesita un constante movimiento y una continua negación de toda fórmula, por lo que Proudhon valora el riesgo y la capacidad creadora infinita. La palabra clave en Proudhon es "cambio": un cambio constante, una apertura constante a nuevos desarrollos, pero siempre con la protección de la independencia y de la libertad. La antropología de Proudhon cuenta con un hombre situado en la historia, cuya naturaleza se va transformando con ella; otra herencia proudhoniana, que influirá posteriormente en Bakunin y forma parte del bagaje libertario (y de, para mí, cualquier pensamiento libre, exento del dogma religioso), es la negación de una supuesta naturaleza humana. Todo está, pues, por hacer; el hombre no es bueno o inicuo por naturaleza sino que es libre para conformar fuerzas colectivas con sus propias reglas.

sábado, 24 de mayo de 2008

Presentación "Germinal. Revista de Estudios Libertarios" núm.5


Ayer se presentó en la librería La Malatesta el número 5 de Germinal. Revista de Estudios Libertarios, por parte de su Consejo de Redacción (del que aquí el que subscribe forma parte). Tal y como se comentó en la presentación, la idea inicial de la revista era dar cabida a una serie de ponencias y comunicaciones presentadas en tres congresos sobre historia del anarquismo, celebrados con la excusa de diversos centenarios: Centenario de la Escuela Moderna (2001), 75 años de la fundación de la Federación Anarquista Ibérica (2002) y el llamado Mujeres, libres y libertarias (que tuvo lugar en 2005, a propósito del centenario del nacimiento de Federica Montseny). Gracias al apoyo de personalidades expertas en diversas disciplinas del campo de las humanidades, dentro y fuera del movimiento libertario, se pudo formar un excelente comité científico que asesora los contenidos. La presentación del número uno tuvo lugar en junio de 2006 (año en que empezó su andadura) y alguien comentó entonces, sorpresivamente, la aparente escasa ambición de esta publicación (???). Quisiera aclarar que, tal como mostramos ayer, es el tercer año de vida de nuestra revista y su buena salud y ambición es evidente: se pretende er una referencia dentro del pensamiento libertario y cubrir un hueco dentro de la historiografía anarquista, en una época de excesivo confusionismo y mayor desprestigio si cabe sobre el anarquismo, tiempo en el que la derecha pretende seguir insistiendo en una historia hecha a su medida (aunque no solo la derecha). El número de artículos de la revista varía según la extensión de los mismos, pero pensamos que, particularmente, este número 5 tiene un sustancioso y variado contenido: "Una ocasión desaprovechada", a cargo de José Luis Gutiérrez Molina (a propósito del centenario de la muerte de una gran figura como la de Fermín Salvochea), "La revolución amordazada", de Michel Suárez (un ambicioso artículo, tal vez controvertido, pero de indudable interés), "La colección Temas Españoles" (sobre una colección "histórica" franquista, escrito por el joven historiador Carlos José Márquez), "El fondo Ugo Fedeli del Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam" (Antonio Senta), "La represión franquista y el movimiento libertario español..." (Massimiliano Ilari), "Anarquismo y sexualidad" (no habría que hablar de artículos imprescindibles en Germinal, pero es impagable éste de Helena Andrés Granel), "La evolución del concepto de pedagogía libertaria" (Valeria Giacomoti) y, por último, "Concha Pérez collado: anarquista, miliciana" (una aportación más a la recuperación de la memoria histórica desde el punto de vista de emotivas personalidades, escrito por Sara Moroni). Además, en este ejemplar se pueden encontrar las secciones habituales de recensiones de libros, "Materiales" (donde se publican importantes textos para el anarquismo, en este caso "La síntesis anarquista" de Sebastien Faure -1927-), "Centros de documentación" (que habla de el CIRA de Suiza) y "Convocatorias".
Los interesados en subscribirse pueden hacerlo escribiendo a germinalrevista@yahoo.es

jueves, 22 de mayo de 2008

Portada "El día de Barcelona"


Me siento particularmente orgulloso del diseño de cubierta de esta novela, donde se relata el triunfo de anarquistas y otras fuerzas populares en julio de 1936 sobre la sublevación fascista en Barcelona, escrita por César Galiano Royo y editada por la FAL (Fundación Anselmo Lorenzo). Cuando me encargaron este trabajo, mencionaron el deseo del autor de utilizar la famosa fotografía de Agustí Centelles, en la que unos guardias de asalto se parapetan tras los cadáveres de dos caballos (en la novela se recoge la posible gestación de esta toma). Problemas de derechos hicieron imposible la utilización de dicha imagen, pero me hace ilusión mostrar algunas de las posibilidades que barajé para el diseño final. Lo que sí tuve claro desde el principio, tal como se contempla en los diseños iniciales y en el resultado final, es usar los dos colores "corporativos" de la FAL (además del blanco y negro propio de la fotografía, con diversas variantes en el tratamiento del color), integrando así el logotipo y nombre de la Fundación en el conjunto final; una caja superior con el color más oscuro y con el texto calado en el color más claro, y de la misma manera el lomo en toda su altura, separarían claramente el título del resto del diseño. La idea de utilizar finalmente una imagen conceptual, elaborada ad hoc para esta novela, me resultó finalmente un reto muy atractivo. A la mente me venían los grandes trabajos de Daniel Gil para Alianza Editorial y, teniendo como modelo a este inalcanzable diseñador, quise utilizar una fotografía con diversos elementos que, ya en un primer vistazo, dieran una idea del contenido de la novela. La idea de una figura de plomo de un miliciano anarquista sobre un mapa de la ciudad de Barcelona de la época me pareció que podía cumplir muy bien este papel. No fue fácil dar con una figura de esas caracerísticas, Después de recorrer varias tiendas especializadas de Madrid, en las que el material que tenían no luciría demasiado, y de visitar incluso una exposición (donde aparecía un miliciano, de confección curiosa y detallada, pero algo siniestro -parece que los aficionados a estas cosas suelen ser más bien fachas-), mi gran amigo Alfredo, una de las personas que conozco que más ha hecho por el anarquismo y que mejor conoce su historia, me proporcionó el material que necesitaba. La magnífica figura utilizada es de su propiedad, confeccionada por un habilidoso amigo suyo llamado Juan Antonio Martín. El resultado fotográfico (una toma de la figura sobre el mapa) no me convenció. El miliciano de plomo no podía perder protagonismo, por lo que decidí finalmente realizar un montaje sin que la artificiosa labor de nuestro amigo Photoshop estuviera demasiado presente. Dar la perspectiva adecuada a la imagen digitalizada del mapa, rebajar sus colores y crear una pequeña sombra a la figura (para tratar de darle algo más de presencia y movimiento) fueron las tareas finales no demasiado complicadas. Ahí está el resultado, que no pasará a la historia del diseño, pero que me hace sentir algo de orgullo.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Una mente brillante para el anarquismo español

"Procedente el pensamiento de Mella de fuentes proudhonianas, parece seguir toda la vida el curso de su caudal fecundo y es fiel a su compañía hasta el fin. No retrocede ni vacila. En efecto, aún corrigiéndose constantemente, Mella no se niega nunca. Permanece siempre el mismo. Su pensamiento viene del anhelo de la Libertad y de la Justicia social entrevistas y va, en alas de ese anhelo, en pos de su ideal cada día más ancho y divisado en nuestro horizonte tras cada eminencia del camino. Por la Justicia social y la Libertad, es decir, por el Socialismo y la Anarquía, hacia el progreso indefinido, absoluto, sin termino, ni meta." Eleuterio Quintanilla.
En 1877, Ricardo Mella aparece ya afiliado al partido republicano federal siendo pronto secretario general en Vigo; acaba el bachillerato en 1880 y colabora en El Estudiante. Se interesó por el periodism, fundando las publicaciones La Verdad y La Propaganda, siendo ésta última la que supone su paso del federalismo al anarquismo e influyendo también notablemente en el proletariado de la comarca viguesa. Se ve desterrado a Madrid debido a un conflicto con un cacique local y allí se verá muy ligado a Serrano Oteyza, casándose con una de sus hijas; animado por Serrano, iniciará estudios de topografía y profundizará en su pensamiento anarquista alejándose definitivamente de su republicanismo juvenil. En 1883 sobresale ya como escritor anarquista desde La Revista Social, forma parte en el jurado que expulsa a Pablo Iglesias del FRE y protestó por la represión iniciada a raíz del caso de la Mano Negra en Andalucía. Adopta las tesis bakuninistas del colectivismo, doctrina que define como la posesión común de la riqueza natural y social, así como de todos los medios de producción, pero la posesión privada de los bienes de consumo elaborados individual o colectivamente. En 1895, regresa a Vigo, para trasladarse dos años después a Pontevedra, obligado siempre por su trabajo de técnico en la construcción del ferrocarril. En su estancia pontevedresa, aparece, según J. A. Durán, "estrechamente ligado a los jóvenes y combativos redactores de La Unión Republicana... Se le ve junto con la izquierda obrera, republicana y socialista de la ciudad, en la campaña de mítines de protesta por los procesamientos barceloneses", e inicia la tarea de extender la propaganda anarquista entre el campesinado gallego, inspirándose en su experiencia andaluza.
En 1887 se publica su obra La reacción en la revolución, que supone una defensa del colectivismo frente al comunismo; un año después funda en Sevilla La Solidaridad, baluarte colectivista. En los años sucesivos, su pensamiento sufre cierta evolución, simpatizando primero con la variante colectivista mutualista de Lum, rechazando el dogmatismo económico anarquista y adoptando más tarde el anarquismo sin adjetivos de Tárrida de Mármol y mantendrá hasta su muerte. En 1889 funda La Alarma; durante esos años se ve inmerso en la gran rebelión de la Andalucía luchadora y da numerosos mítines. En 1899 publica el famoso folleto La ley del número, en el cual desmitifica el electoralismo y el parlamentarismo; en 1900 fue delegado delegado español en el Congreso Anarquista Internacional y en 1901 se traslada a Asturias como topógrafo del ferrocarril de Langreo e influirá notablemente en el obrerismo libertario de la región; en los primeros años del siglo las publicaciones de Mella son menos numerosas, aunque sigue colaborando para revistas como Tierra y Libertad y La Revista Blanca, de Madrid, Juventud, de Valencia, y Natura, de Barcelona. Pero a partir de 1904 inicia en Gijón, ciudad a la que se había trasladado dos años antes por motivos de trabajo y exigencias de su numerosa familia -tenía doce hijos-, un período de silencio, ante el surgimiento de grandes divisiones en el seno del anarquismo y el sindicalismo revolucionario en España. De todos modos, su estancia en la ciudad asturiana se dejó sentir en las organizaciones de corte libertario, a través de la huella que dejó en Pedro Sierra, su primer biógrafo, y Eleuterio Quintanilla. En 1909 vuelve con fuerza al denunciar el jacobinismo reinante desde las páginas de Tribuna Libre, Solidaridad Obrera y otras publicaciones. En 1910 fija su residencia en Vigo donde alcanza notoriedad social como director de la compañía de tranvías y escribe para Acción Libertaria y El Libertario, polemiza con Tierra y Libertad y traduce a Kropotkin; en este año publica el folleto Cuestión de enseñanza donde defiende una escuela neutra en la que se huya del dogma (inclusive el ideal ácrata que no se debe enseñar o imponer), se respeten las propias conclusiones del educando y en la que el racionalismo no es necesariamente la respuesta ya que se trata de un concepto relativo. En la Primera Guerra Mundial se muestra a favor de los aliados y parece que vuelve a alejarse del anarquismo de nuevo debido a la polémica del jacobinismo aunque su escrito Doctrina y Combate, perteneciente a 1922, parece desmentirlo. Apunta J. A. Durán que ese mismo año lo visita Abad de Santillán y se confiesa acabado para la lucha, distante de la experiencia sindicalista de un Seguí o de un Pestaña". Al parecer, según señala Pedro Sierra, "en los últimos años, aun sin dejar de ser profundamente libertario, había evolucionado Mella hacia una comprensión de las ideas por encima de todos los dogmas, una suerte de escepticismo filosófico con gran fondo idealista".
Mella es uno de los teóricos más brillantes del anarquismo español, de extensa labor caracterizada por la moderación y de gran influencia en la CNT asturiana; muchas de sus ideas están lejos de estar desfasadas y son, todavía hoy, ejemplos de libertad, antiautoritarismo, tolerancia y heterodoxia, que traen a colación las palabras del anarquista gallego, "no pongáis muros al pensamiento". Como ya se ha señalado, recogía la herencia del colectivismo y simpatizaba con el anarquismo literario de Azorín; el conflicto con el jacobinismo anarquista era constante debido a su antiautoritarismo radical, cree en el empuje de las minorías y su individualismo le alejaba de la organización, aunque saludó la creación de CNT; defiende la revolución personal y cree que el progreso social es fruto del individualismo en rebelión contra la masa por lo que aspira a mutar la misma por una comunidad de individuos que actúen como Dios/Rey. No considera una bondad ni maldad innatas en el hombre, dependiendo ello de la dirección que se le imprima; la pasión, posible elemento distorsionador en una sociedad anárquica, no la entiende como algo negativo, lo malo es su corrupción y su medio en la sociedad autoritaria; rechaza el pactismo social de Hobbes y Rousseau, al que opone la coacción moral y social y espíritu público -aunque ello le enfrenta parcialmente a su desconfianza del espíritu revolucionario de la masa-. Su gran objetivo fue la asunción de la triada libertad/igualdad/fraternidad.

martes, 20 de mayo de 2008

A Fernando Savater

Por qué, señor Savater. Por qué un tipo que todavía reivindica "lo libertario" (la autogestión social, así le oí decirlo en un reciente programa televisivo) es capaz de involucrarse en un partido político encabezado por una señora que se llena la boca de nación española (sí, ustedes dicen que eso no es nacionalismo, pero...). Por qué alguien que escribió un bello libro como Invitación a la ética, preñado también de convicción libertaria, revolucionaria y humanista, o como Ética como amor propio, que reivindicaba el impulso moral de cada individuo (recordándonos al bueno de Stirner, filósofo reivindicable donde los haya), por qué ese mismo hombre (capaz, estoy seguro, de no renegar de ninguna de sus líneas) escribe ahora una y otra vez tópicos sobre la intelectualidad progre. Acusaciones de no movilizarse contra ETA, acusaciones de manifestarse contra la guerra de Irak (¿usted no lo hizo?), acusaciones de solo movilizarse cuando el culpable es estadounidense (tópico, tópico una y otra vez, el muro cayó hace tiempo, sr. Savater, los anarquistas han denunciado la opresión venga de donde venga, no repita usted el miserable e interesado tópico de la derecha mediática). Por qué alguien que escribió un Panfleto contra el Todo, donde se denuncian supuestos ideales que justifican la burocracia (el Todo, el Poder, el Estado, la Justicia...) se mete ahora en una lucha por el miserable y triste poder (creo que usted lo achacará a una suerte de circunstancialismo, y no me gusta mencionar demasiado la palabra coherencia, pero...). Por qué, sr. Savater, por qué actúa así el mismo fulano que ayudó (y sigue ayudando, estoy seguro) a que el más común de los mortales utilice la reflexión filosófica para que conceptos como Ética y Ciudadanía tengan un sentido pleno. Por qué aquel tipo que defendía un antimilitarismo consciente y revolucionario, propio de un pensamiento renovador y emancipatorio, justifica y se integra hoy en día en el Estado (la lucha contra unos miserables asesinos, que desean su propio Estado totalitario, no justifica esto, sr. Savater). Cualquier perseguido merece mi simpatía, soy enemigo de todo nacionalismo y combatiré con fuerza a aquel que mata y extorsiona (mi creencia en la autogestión social, en una sociedad más libre y consciente, no me hace perder el norte ni volver la espalda), pero su elección por el Estado y la Constitución (elección mejor, para usted, parece ser, que lo que pretenden sus enemigos) creo que es parte de un juego político en el que muchos no queremos entrar (muchos a los que también nos repugna el terrorismo, y sé que mis circunstacias nunca serán las suyas). A pesar de sus artículos de opinión, no termino de creerme que haya evolucionado de ideas libertarias al liberalismo o a la socialdemocracia (soy así de ingenuo). Tal vez debiera volver a leer la gran obra de Max Stirner El único y su propiedad y escribir un nuevo Panfleto contra el Todo. Yo, tal como usted en su juventud, también me considero un "revolucionario sin ira". Espero no ser nunca un conservador de ningún tipo.

lunes, 12 de mayo de 2008

El utopista Fourier y la exhaltación de las pasiones

Fourier tenía, al menos, dos cosas en común con Proudhon: ambos nacieron en Besançon y fueron autodidactas; donde sí se distanció el "socialista utópico" del "protoanarquista" fue en su predicamenteo del amor libre. Fourier especuló y fantaseó enormemente acerca de la Naturaleza y sobre la historia de la sociedad humana; tenía una concepción benévola de la existencia y consideraba que los hombres no habían seguido las leyes naturales (establecidas por la Providencia, consideraba que la naturaleza humana era inmutable, pervertida por una sociedad inadecuada). La consecuencia de ello, y ahí encontramos uno de los puntos más interesantes de este concienzudo pensador, ha sido la represión de las pasiones, de la libertad y de la personalidad. Las soluciones "utópicas" del bueno de Fourier sí pueden ser objetos de nuestra más feroz disidencia, aunque nada desdeñable resulta su aportación a la historia de la filosofía política y del socialismo (el apelativo de "utópico" lo establecería Marx, al llegar con él la verdad del "socialismo científico"). Fourier propuso una sociedad constituida por grupos no muy numerosos (la obsesión de este hombre por la precisión matemática hizo que considerara un número de la falange entre 1.500 y 1.600 personas e incluso una determinada superficie para su comunidad con determinadas condiciones naturales), el llamado "falansterio", donde los individuos desarrollarían al máximo sus capacidades y lograrían la felicidad, sin que se eliminara del todo la discordia que debería servir de equilibrio en el grupo. Uno de los aspectos que más atrajeron a posteriores libertarios como Kropotkin o William Morris fue la cuestión educativa pensada por Fourier, en la que se pretendía guiar a los chavales de manera no coercitiva en buenos hábitos y actitud social para hacer, de manera espontánea y gozando en la acción, tanto lo que demandaban sus propios deseos como el bien social. Empresa complicada que merece por sí sola una lectura de las obras de este buen hombre. Su análisis de la alienación en el trabajo, tal vez uno de las primeros que se hicieron, y su concepción de la ejecución laboral como algo agradable también merece una amplia revisión. En 1969 volvió a aparecer, gracias a jovenes revolucionarios "situacionistas", sobre el pedestal vacío de la parisina plaza de Clichy una estatua de Charles Fourier, ausente durante años y desalojada inmediatamente por las autoridades. Poco después de aquello, Savater diría que el gran utopista era el inspirador directo, tras años de falta de vigencia, de algunas de las formas de pensamiento más críticas en Europa y en Estados Unidos. Para comprender aquel fenómeno era necesario volver a esa sociedad deseable, imaginada por Fourier, que consideraba que el trabajo por sí solo no acabaría con la miseria., fundada en la exhaltación de las pasiones (y no solo en un mejor reparto de la producción). Fourier consieraba que la verdadera riqueza estaba constituida por las pasiones, y en la nueva sociedad debían multiplicarse y combinarse, presumió de haber descubierto las "leyes de la atracción" del ser humano, donde las pasiones no son meramente productivas sino la base del sistema societario. Era una crítica demoledora a las teorías morales y políticas anteriores, considerando por ejemplo que las condenas a la homosexualidad o a las llamadas "perversiones" sexuales se habían producido por ser improductivas estas formas de sexualidad. Fueron descubrimientos sicoanalíticos, en aras de transformar la sociedad no solo a nivel económico, de primer orden. El anarquismo pretende una revolución para transformar también la vida, la cotidianidad, alcanzar la plenitud, y gran parte del legado de Fourier (con esta teoría de la represión de las pasiones a la cabeza, pero siendo muy críticos con su afán calculador) no es en absoluto desdeñable. La adhesión que produjo en los estudiantes del Mayo del 68, conscientes de que las revoluciones inspiradas en el socialismo científico prometían poco y otorgaban menos, no es casualidad.

domingo, 11 de mayo de 2008

Defensa y crítica de la utopía

La palabra "utopía", al igual que "anarquía", tiene dos acepciones que aparecen como antagónicas. No exactamente es eso técnicamente, si nos atenemos a lo que dice la RAE. Para "anarquía", aparecen hasta tres significados: "ausencia de poder público"; "desconcierto, incoherencia, barullo"; "la doctrina política del anarquismo" (que, no necesariamente, digo yo, se identifica con la primera, al menos no sin muchos matices). En cambio, para "utopía" aparece una única acepción que, para mí, aclara lo que tal término acuñado por Tomás Moro viene a significar: "plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación". El propio Moro jugó con la referencia a dos términos griegos para mostrar esa ambigüedad sobre una sociedad irrealizable (o no): ou y topos/topia (ningún lugar) y eu y topos/topia (buen lugar). Los liberales (adoradores del mercado) defenestran el concepto de "utopía", acusándole de nacer ya maldito y ser el germen de sistemas totalitarios. La simpleza de tamaña acusación (acusación que habría que concretar, situándola en el momento histórico, en todas y cada una de las utopías diseñadas desde la República platónica) no esconde más que la justificación de un sistema político estatal subordinado a una economía de libre mercado (la libertad que reclama el liberalismo o neoliberalismo para la libre empresa supone la esclavitud para la mayor parte de la población). La visión de una sociedad ideal puede servirnos de guía para huir de toda clase de conformismo. Y conformismo es lo que esconde la postura de Fukuyama en su tesis sobre "el fin de la historia". Dicha teoría, de ambicioso contenido dogmático comparable al marxismo (lo de dar respuestas firmes en el plano social, económico e histórico es como para echarse a temblar), afirmaba que la lucha ideológica había concluido (substituida por la economía) y la única opción posible era la democracia liberal. Es decir, el determinismo marxista que preconizaba el advenimiento de la utopía socialista es substituido por otro determinismo más pragmático que se aprovecha del fracaso del "socialismo real" para decirnos que lo único posible es lo que hay. Creo que todo ser humano razonable comprenderá que todo sistema político (una manifestación humana más) está diseñado para desaparecer y, posiblemente, ser superado algún día. Es por eso que la conservadora tesis de Fukuyama (que creo que él mismo ha empezado a matizar) es una falacia más que tratan que interioricemos, en estas sociedades nuestras tan desmovilizadas a nivel político. Como decía, el diseño de utopías (lo irrealizable, según el paradigma actual) puede servir como faro, manteniendo las ideas libertarias como primordiales (que la libertad individual quede subordinada a los intereses colectivos es la acusación más recurrente, el anarquismo es el que más ha insistido en su defensa y en el equilibrio entre intereses personales y comunitarios). Naturalmente, si no hay debate ideológico (que niega la teoría de Fukuyama y, mayoritariamente, nuestra sociedad actual), no hay posibilidad de progreso. Soy el primero que se muestra contrario a la posibilidad de planificar y construir una sociedad ideal (otra cosa es la especulación sobre ello), sin el más mínimo resquicio para la disidencia. Pero defenestrar sin más las utopías del pasado y las venideras, vistas hoy en día casi como un género literario de anticipación, me parece caer en la ignorancia o en la lectura política interesada. Visto desde el punto de vista dogmático, me muestro contrario a la posibilidad de una utopía ya escrita; desde el punto de vista conservador, niego la crítica a una intención utópica que nos ayude a transformar la sociedad.

viernes, 9 de mayo de 2008

¿Ortodoxia libertaria?

¿Se puede ser anarquista y dogmático? Desde luego, la pregunta cae en una especie de oxímoron y no es mi deseo señalar simplemente una figura retórica que muestra contradicción. Eso sería lo mismo que dejar la reflexión en el ámbito de lo ideal o de lo deseable. Es decir, viendo algunos elementos que circulan por ahí reclamando el anarquismo (o, tal vez, la anarquía), la cosa es como para hacerse esta pregunta inicial y algunas otras. La amplitud de la palabra “anarquía” y su doble significado (positivo y negativo) hace que quepa demasiado en un término que ya tiene una poderosa historia detrás y que constituye un sistema de ideas y valores, con unas premisas básicas y con una ética robusta, pero intrínsecamente heterodoxo. Es decir, el que se reclame comunista libertario (por ejemplo) y piense que es el único camino para la humanidad, creo que es un primo hermano de cualquier clase de marxista. Para doctrinas científicas y deterministas, ya tenemos otras. La pluralidad, el debate, el enriquecimiento forman parte del movimiento libertario (deben formar parte de sus aspiraciones sociales). La teoría (no doctrinaria, no enfrentada a la praxis) es necesaria para el crecimiento de las ideas libertarias, para que huya de su anclaje en el pasado (el dogma). Naturalmente, el asunto no es tan diáfano, están aquellos que acusan frecuentemente de excesivo “intelectualismo” a los que promueven el conocimiento. Y se establece tal vez una paradoja. la de que los que piden mayor voluntarismo acaben acusando de quedarnos en el plano teórico (las acusaciones recíprocas son demasiado habituales, en un afán purista del que huyo hace mucho tiempo). La voluntad por sí sola (la misma palabra, “voluntarismo”, se usa despectivamente al respecto, tal vez por los que suelen detentar el poder) no parece efectiva, es necesario el entendimiento (el tan sano equilibrio entre dos polos opuestos), máxime en las sociedades humanas modernas tan complicadas. Voy a recapitular, ya que quizá me esté enredando. No se trata de hacer tábula rasa en la historia del anarquismo, se trata de tener claras unas convicciones libertarias (antiautoritarismo, coherencia entre medios y fines, ayuda mutua, máximo respeto a la libertad individual...), superar un pasado (con el debate, conocimiento y constante enriquecimiento), pero con cierto hilo conductor. Un hilo conductor que nunca se debe perder en la historia de la humanidad (a los padres de la filosofía los situamos, por supuesto, en su tiempo, pero cómo piensa en la actualidad el ser humano es la herencia que nos han legado), siendo el anarquismo una máxima aspiración (no determinista; palabra horrible “determinismo”, de raíz religiosa o dogmática). El asunto es complicado, pero nadie ha pretendido nunca que la empresa sea sencilla. ¿Doctrina?, ¿teoría económica?, ¿sociológica? Bueno, las respuestas serán nuevas (o renovadas, según modelos primigenios) para tratar de comprender la realidad y seguir manteniendo el anarquismo actual. Los conflictos sociales y la búsqueda de justicia, así como la tendencia humana a la máxima libertad, pienso que mantendrán las ideas libertarias siempre vivas. El purismo anarquista (en una actitud de “iluminados”, a nivel individual o colectivo, que traiciona el espíritu libertario, ayudada por cierta tendencia histórica que genera libros hagiográficos) no ayuda gran cosa a la renovación del movimiento; las acusaciones gratuitas de sectarismo, de ortodoxia, tampoco. La dicotomía entre revolución y reformismo (tal y como se encuentra hoy en día el movimiento libertario) me parece también baladí, condicionada por unas condiciones pasadas, por unos acontecimientos históricos, que hace tiempo dejaron de existir. La gran empresa es darle forma al anarquismo en la actualidad, no revivir el pasado (tratar de resucitar a un muerto, metáfora religiosa muy apropiada), sino aprender de él en busca de respuestas a los conflictos, que se dan en sociedades muy diferentes (y muy diversas, a pesar de la tendencia homogeneizadora del capitalismo). Las premisas del anarquismo (un legado de múltiples luchas contra la dominación y la explotación), su visión del poder por ejemplo, merecen un análisis serio en un mundo transformado por una moderna revolución tecnológica. La cuestión es cuándo vamos a comenzar a realizar todo esto (puro comentario retórico, muchos ya lo están haciendo), a abandonar idealizaciones y lloros por el pasado, a mirar hacia el futuro, a empezar hoy mismo la construcción de espacios libertarios que no se posponen para ninguna sociedad futura posrevolucionaria. La respuesta a la pregunta inicial es que un anarquista no puede ser dogmático, sería portar un cadaver (que, por muy bonito que parezca, hay que acabar enterrando).

miércoles, 7 de mayo de 2008

Alegoría del anarquismo

Este montaje, que utiliza facilonamente la celebérrima (y mil veces usada para estas cosas) Creación de Adán, escena del Génesis de la Capilla Sixtina, lo realicé para una portada del periódico anarquista Tierra y libertad. De esta manera, insistía en el anarquismo como hijo de la Ilustración (el lugar que ocupe en la posmodernidad ya es otro cantar; las premisas son las mismas, las respuestas serán algo distintas), cambiando la figura divina por el pensamiento libertario (con la forma de sus obras más características).

lunes, 5 de mayo de 2008

Un antes y un después en el activismo en defensa de los animales.


El pasado día 4, seis miembros de Fundación Equanimal saltaron al ruedo de la plaza de las Ventas para protestar por la cruenta fiesta nacional. Las imágenes del vídeo, con los improperios de un publico "culto" y "civilizado", es una muestra más de esta España esperpéntica y triste, que subyace tras su presunta modernidad (y, tantas veces, no subyace tanto).

El amarillista y cada vez más vergonzantemente derechista diario El Mundo, por una vez y tal vez sin pretenderlo, elabora una frase objetiva en su crónica (seguramente, pretenderá que sea inquietante):
"Hasta ahora, las protestas de los llamados 'antitaurinos' se solían quedar a las puertas de la plaza."

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domingo, 4 de mayo de 2008

Luto nacional

Tras el fallecimiento del que fue presidente del Gobierno durante el intento de golpe de estado de 1981, todo son loas a su figura y a la "modélica" Transición de este país. La pérdida humana siempre es lamentable, y nada tiene que ver la desaparición de este hombre con la mirada crítica hacia alguien que tuvo una tremenda relevancia política y hacia un periodo que constituyó un nuevo fraude en la historia de España. Si alguien de "a pie" palma y se empeñan en repetir una y otra vez lo buena persona que era (siendo muy cuestionable la mayor parte de las cosas que hizo en vida), allá ellos. Pero hay que tratar de poner al mismo nivel el tono crítico de nuestra historia reciente con el pelotilleo mediático, cuando estamos hablando de una figura política (cuestionable per se), que encima se utiliza para legitimar un sistema político, constituido por una seudodemocracia (así hay que decirlo, una democracia electiva, que ni siquiera cumple con lo que pretende formalmente), una monarquía anacrónica (parece que, según declaró recientemente el fallecido ex-presidente, los trasnochados eramos los críticos con la figura de un rey) y una Constitución votada hace treinta años (entonces, ni siquiera eran una mayoría de españoles, ahora, ni te cuento). Calvo Sotelo fue otro residuo del franquismo (sí, repito, así hay que decir las cosas, de forma clara y radical, basta de tapujos) y es característica su figura en un país que ha pretendido pasar "modélicamente" y sin traumas del oscurantismo dictatorial a la tecnocracia "democrática". Leopoldo Calvo Sotelo fue un hombre que pasó por altos cargos, en la empresa privada y en la política, y presumió de no haberse contagiado de poder; cualquier analista, con una mínima visión libertaria, sabe que eso es una simple falacia encubierta de retórica. El que presume de no haberse "emborrachado" de poder encubre una aceptación apriorística de cualquier sistema de dominación (que será más o menos evidente, dictatorial o presuntamente democrático). Calvo Sotelo, insisto, era un ejemplo perfecto de la deriva política de este país; capaz de recordar sin vergüenza su admiración por el fascista Jose Antonio o abrazar a partes iguales, según convenga, el intervencionismo estatalista o el liberalismo capitalista. Que las personas cercanas a Leopoldo Calvo Sotelo lloren su pérdida, y valga mi más sentido respeto. Pero, por favor, basta de utilizar su recuerdo para idealizar una Transición en la que pocas cosas cambiaron para que siguieran los de siempre, basta de fraudes históricos y un poquito más de memoria. Es la única forma de no seguir ocultando nuestras excesivas miserias y construir un futuro mejor.

viernes, 2 de mayo de 2008

Nación, ¿qué nación?

A propósito del segundo centenario del 2 de mayo (como me comentó un compañero de curro, dan ganas de salir a la calle con una bandera gabacha), oigo a cierto historiador reflexionar sobre la nación española y mencionar la frase atribuida a Renan "la nación es un plebiscito diario". Bueno, apartándome de la antipatía que me provoca el término "nacional" y sus derivados, creo que el pensamiento anarquista podría subscribir dicha frase. Una nación (entendida, a priori, como conjunto de personas con un origen y una tradición comunes) debe ser un constructo sujeto a continua revisión (nada de identidades raciales ni lingüísticas ni demás mierdas), que fomentará la universalización del concepto (la fraternidad, concepto socialista decimonónico que seguimos aceptando como aspiración universal, en necesario equilibrio con los otros dos valores de la tríada). Como yo no conozco ninguna nación que pretenda tal cosa y no se encierre política y socialmente en sí misma, derivando en algún odioso "ismo", pues me permito seguir luchando contra el concepto y reclamar también los valores internacionalistas del socialismo fundacional (antiautoritario, ojo). Sí, sé que estamos en el siglo XXI, pero si aquí las "cabezas pensantes" reivindican ahora el supuesto liberalismo (defenestrado enseguida) que pretendía la Constitución nacida de las Cortes de Cádiz, a mí me da la gana de señalar la hipocresía que esconden estos modernos liberales (el capitalismo traiciona el respeto a la libertad individual al generar desigualdad, dos conceptos que la tradición libertaria siempre ha reclamado como entrelazados socialmente), recuerdo el liberalismo radical que anida en el anarquismo, equilibrado con su raíz socialista (un socialismo sujeto, por supuesto, a revisión, pero con unos presupuestos válidos). El concepto de propiedad, que el liberalismo reclama como necesario para el desarrollo personal, no tiene una lectura única en los diferentes anarquismos. Se trata de aspirar a la plena justicia social, es decir al libre desarrollo de cada individuo, por lo que los límites de la propiedad privada (al igual que los de la libertad) solo pueden estar establecidos por los derechos del otro. En definitiva, parafraseando a Renan, "la sociedad (nos olvidamos de la nación y sus celebraciones) debe ser un plebiscito diario".