jueves, 31 de julio de 2008

La religión como principio en la historia de sumisión

Rudolf Rocker se atrevió a afirmar que existe una oposición interna entre religión y cultura. Toda política tiene, en última instancia, su raíz en la concepción religiosa de los hombres; no se pueden vincular los factores político y económico, ya que éste último es de naturaleza cultural, íntimamente unido con todas las fuerzas creadoras de la vida social. Existen puntos de contacto entre los fenómenos religiosos y los culturales, ya que ambos manan de la naturaleza humana, pero es necesario examinar más a fondo la relación existente entre ellos. Si religión y cultura arraigan ambas en el instinto de conservación del hombre, una vez que han cobrado vida toman caminos diferentes, a no existir entre ellas vínculos orgánicos, e incluso divergentes.
No me gusta reducir el origen de la religión a la mera dominación, y el propio Rocker es cauto al respecto, y resulta practicamente imposible llegar al fondo de las concepciones religiosos mediante la especulación filosófica. Gracias a la ciencia, el hombre es más crítico a la hora de investigar el origen y desarrollo gradual de las religiones y tratar de comprender, así, los orígenes de la vida social y espiritual. El animismo y el fetichismo pueden considerarse como punto de partida de las concepciones religiosas, y están presentes en la raíz misma de las religiones principales que sobreviven en la actualidad. Los ritos, con los sacrificios que también persisten hoy en día de manera más o menos simbólica, suponen un paso más en la concepción religiosa con la expresión de la alianza del hombre y del "espíritu". "La religión es primeramente el sentimiento de la dependencia del hombre ante poderes superiores desconocidos. Para congraciarse con esos poderes y preservarse contra sus influencias funestas, el instinto de conservación del hombre impulsa a la búsqueda de medios y caminos que ofrezcan la posibilidad de conseguir ese propósito". Así, la religión se va externalizando, adopta un carácter social y surgen castas sacerdotales.
Debemos huir de ser reduccionistas, y de hacer un análisis simple, para tratar de indagar en cómo nació y se desarrolló la concepción religiosa, pero Rocker sí considera que la religión estuvo confundida desde el principio con la noción del poder, de la superioridad sobrenatural, de la coacción sobre los creyentes, con la dominación. Se llega así a la causa más profunda de todo sistema de dominio y se comprueba que toda política, en última instancia, es religiosa pretendiendo así mantener sumiso al espíritu del hombre. Pero ninguna dominación puede apoyarse, a la larga, únicamente en la fuerza bruta y en medios físicos, métodos que solo resultan inmediatos en la subyugación de los hombres; es necesario algo más, la creencia en los hombres de la inevitabilidad del poder, en su misión divina, que arraiga en lo profundo de los sentimientos religiosos del hombre y gana fuerza con la tradición. Todos los sistemas de dominio y dinastías de la antigüedad derivaron su origen de una divinidad, al comprender sus representantes que la creencia de los súbditos en el fundamento divino del amo resulta el sustento más consistente de todo poder.
La religión es el principio más vigoroso a lo largo de la historia, encadena el espíritu del hombre y limita su pensamiento a determinadas formas en las que se decantará habitualmente por soluciones conservadoras y tradicionalistas rechazando toda innovación. Los grandes precursores del moderno Estado constitucional insistieron, igual que los anteriores defensores del absolutismo, en la necesidad de la religión para la prosperidad del poder estatal. El Estado se adorna con atributos divinos y se hace del culto a la nación una religión nueva, utiizando no pocas veces el peso de la tradición. La sumisión del hombre, la negación de su virtud solo reconducida mediante la ley religiosa o del Estado, toma forma en el divino "¡Tú debes!" o en el estatal "¡Estás obligado!".

lunes, 28 de julio de 2008

Todo por hacer

Como afirma Rudolf Rocker, en su gran obra Nacionalismo y cultura, creo que puede decirse que la "voluntad de poder" es un factor poderoso a la hora de analizar las influencias políticas en la Historia de las sociedades humanas. Frente a la rigidez de Marx, que aseguró que era el factor económico el determinante en los acontecimientos políticos y sociales, se puede decir que es ésta una visión demasiado rígida y unilateral, aun teniendo en cuenta su importancia. Hay quien equiparó el "materialismo económico" con los grandes descubrimientos científicos y consideró que esa interpretación de la Historia, según la cual todo acontecimiento histórico es una consecuencia forzosa de un proceso económico naturalmente necesario, llevaba al socialismo a convertirse en una ciencia. Es una teoría, por supuesto errónea a mi modo de ver y creo que también observando la historia de manera rigurosa, que pretende equiparar las causas de los acontecimientos sociales a las causas de los fenómenos físicos (donde imperan las estrictas leyes de causa/efecto, sin cabida para ninguna casualidad ni arbitrariedad). Marx y otras cabezas pensantes llegaron a considerar que, observada la inmutabilidad del proceso cósmico y físico, los acontecimientos sociales están sometidos a las mismas necesidades férreas del proceso natural y que, por tanto, se pueden calcular e interpretar igualmente por métodos científicos.
No hace falta insistir demasiado, en aras de la máxima potencialidad de la condición humana, en que en la naturaleza habrá siempre una causalidad de necesidades físicas, pero en los procesos sociales se tratará siempre de una causalidad de fines humanos (manifestaciones de nuestra voluntad). Las prescripciones religiosas, los deberes éticos, las costumbres de la índole que sean, los hábitos de cualquier tipo, toda suerte de tradiciones y convencionalismos, las leyes jurídicas, la praxis política, el concepto de propiedad, los medios de producción... son resultado de nuestras finalidades preconcebidas y no condición necesaria de nuestra existencia. El cálculo científico queda al margen si hablamos de finalidades preconcebidas, las cuales son cuestión de fe, de creencia, donde existe la probabilidad del "puede ser", pero no es forzoso que ocurra. Todo acontecimiento social procede de intenciones y de propósitos humanos, y aunque pueda encontrarse en los límites de nuestra voluntad (debido a la costumbre, a la convención, a lo establecido), no está sometido al concepto de la naturalmente necesario. Esa visión de los acontecimientos sociales como manifestaciones forzosas de una evolución naturalmente necesaria puede llevar a los peores argumentos y hacer perder el entendimiento de los hechos históricos.
La creencia o afirmación de que el destino de las instituciones sociales puede reconocerse por las supuestas leyes de una "física social" es equiparable tal vez a la astrología o a la quiromancia (claro que, dada la sociedad en que vivimos, con el constante manejo de las necesidades humanas de forma pueril, a ver si se va a entender al revés lo que quiero decir: la astrología y la quiromancia, por poner solo dos ejemplos, no tienen ninguna base científica).
Por lo tanto, el hombre no está sometido incondicionalmente más que a las leyes de su vida física; toda concepción del hombre relativa a mejorar sus condiciones sociales es un deseo que se desarrolla en el terreno de la probabilidad, y ahí tiene su límite la ciencia. La conformación de la vida social no está sometida a una obligatoriedad de un proceso, ya que es resultado solo de la voluntad y da la acción del hombre. Aceptar las condiciones sociales como el mandamiento de una voluntad divina o como resultado de leyes inmutables (ajenas también a la voluntad del ser humano) lleva a paralizar la voluntad a admitir incluso con gusto las condiciones imperantes. En el caso contrario, puede convencerse de que la vida social posee tan solo un valor condicionado y puede ser modificada por la mano y el espíritu humanos. Así, intentará cambiar por otras las condiciones en que vive y abrir el camino, gracias a su acción, para una nueva conformación social. Así, todo estará por hacer en aras de las mejores condiciones sociales.

sábado, 26 de julio de 2008

La expansión de la Razón libertaria

Puede ser comprensible mirar hacia atrás con nostalgia y con deseo de recuperar algo del pasado, hacia esa potente organización obrera de influencia anarquista que hubo en España, dada la actual situación de cualquier movimiento revolucionario. El porqué de esa situación, de la tremenda atomización de los trabajadores (cuando su situación necesita, ahora igual que en el pasado, de una fuerte organización desapegada del poder, solidaria y de autodefensa) puede que haya que buscarla no tanto en el fracaso de las ideas, cosa que se pretende que cale en el ciudadano, sino en la misma dinámica del capitalismo, su consumismo alocado, los fuertes grupos mediáticos con capacidad para ajustar una determinada visión del mundo (y, frente a ello, lo que podamos hacer a nivel "propagandístico", por muy necesario que siga siendo, se convierte en prácticamente inocuo, además de permitir la apariencia de "libertad informativa"), la transformación del lugar de trabajo (con la deslocalización como característica más importante), los mecanismos de poder más sutiles, con una fuerte e imparable revolución tecnológica a su favor... Estas condiciones y muchas más han hecho que las condiciones para una transformación social sean ahora muy diferentes, por lo que las condiciones de "lucha" deban ser quizás acorde con estos nuevos tiempos, no necesariamente más dificultosas. Es cuestión de voluntad, inteligencia e imaginación, individual y colectiva, y nadie dice que sea sencillo. Seguir anclados en formas de pasado, como si el sistema y las propias ideas libertarias no estén sujetos a cambios, es situarnos en el inmovilismo y caer tal vez en un tipo de conservadurismo o incluso de reacción. Seguir insistiendo sin más en la perversidad intrínseca de Estado, Capitalismo y Religión, la triada maléfica para el anarquismo, sin hacer un análisis de cómo se ha transformado el mundo y cómo han calado esas tres vías políticas, económicas y espirituales en la humanidad es tal vez seguir insistiendo en la superioridad moral de unas ideas sin tener que demostrar nada en la práctica. No estoy seguro de que baste con preconizar las contradicciones y los males del sistema, como si éste fuera ajeno a nosotros debido a nuestras poderosas y bellas ideas, es necesario demostrar en el día a día nuestros principios y eso de que "otro mundo es posible" (frase que lleva camino de convertirse en un bonito eslogan oenegero que simplemente alivie conciencias, y a la que se le podría dar perfectamente una orientación libertaria). Es más, yo me atrevo a dudar de esa "superioridad moral", de esa poderosa Razón inamovible que nos acompaña (¡qué peligro tiene esto!); ¡por qué no!, es mi derecho a la disidencia dentro de un camino libertario. Esa Razón libertaria tiene que estar también constantemente ampliada, sujeta a nuevos planteamientos en lucha contra el dogma y el convencionalismo; construirla y reinventarla, en suma, constantemente como hicieron los anarquistas del pasado (al fin y al cabo, si rechazamos la religión y la trascendencia, hay que rechazar toda suerte de "idealismo metafísico"). Muchas veces, he bromeado dentro de las visiones anarquistas (también fuera, pero sobre todo no debería haber cabida para ello en el mundo libertario) sobre los "guardianes de la pureza", sobre los que practican la "ortodoxia", los que deciden lo que es y no es válido. Obviamente, hay unos presupuestos innegociables en el anarquismo que se deben tener muy claros (y que no debería hacer falta recordar), pero no soy nada amigo de purezas y de ortodoxias.

miércoles, 23 de julio de 2008

¿Cuánto podremos tragar?

Con este diseño de portada, del periódico anarquista Tierra y libertad de este mes de julio, traté de inspirarme en la obra de un excelente activista de la cultura como fue el artista Josep Renau. Hace pocos meses, pudimos disfrutar en Madrid de una estupenda muestra del trabajo de Renau con la exposición "Josep Renau (1907-1982). Compromiso y cultura", organizada por la Universitat de València. Naturalmente, la crítica a la sociedad de consumo (que hoy es tanto o más necesaria que en el tiempo que vivió Renau) se convierte en mis manos en mucho más obvia, con el añadido además de una frase dirigida a la conciencia del espectador (me causó muchas dudas incluirla, decidí dejarla a pesar de ser consciente de la pobreza de tener que dar una "explicación").

Qué necesario, para nuestra maltratada memoria histórica, es dar a conocer la obra de un artista como Renau. Al margen de sus ideas políticas y de la evolución que tuvieran a lo largo de su vida, se trató de un infatigable activista político, un artista comprometido con el progreso y un intelectual polemista que exploró múltiples facetas de su trabajo: la pintura, el cartel, el fotomontaje, el mural, toda suerte de grafismo... Como señaló Jaime Brihuega, comisario de la mencionada exposición, la inmensa obra de Renau "reclama una reinserción activa en la conciencia y el imaginario colectivos".

martes, 22 de julio de 2008

Actos violentos

A propósito de que un atracador de bancos y asesino, en su juicio, se haya declarado anarquista, cosa a la que nadie con dos dedos de frente debería dar pábulo -y ya mi amigo Julián ha puesto las cosas en su sitio en su blog y en el diario Público-, me entristece comprobar la fascinación por la violencia que ejercen las más bellas ideas de transformación social en ciertas personas. No hablo de este tipejo apodado "El Solitario", individuo que nada tiene que ver con el anarquismo, hablo de los que lo justifican de una manera u otra. Tipos que deben soñar con ser un nuevo Durruti -figura que tiende a ser idealizada por más de uno, traicionando lo poco que gusta el "culto a la personalidad" en el anarquismo- y atracar bancos a mano armada (cosa que siempre coloca a personas en una situación de peligrosa violencia, no lo olvidemos, más allá de lo muy justificable que suena en boca de la mayoría lo de atracar bancos) en nombre de abstracciones colectivas escritas con mayúsculas (el Pueblo, la Humanidad, la Clase Obrera...) y mencionan la palabra expropiación (es curioso, para mí es un término que relaciono con el Estado). Por el camino, es posible que se causen un perjuicio a alguien o incluso que acaben con una vida, pero no importa, ya que estamos hablando de una acción en nombre del más bello ideal (algo casi metafísico, vamos). Además, como es el Estado el que concentra la violencia, como son los gobernantes los que deciden sobre la vida de miles de personas, cualquier crimen resulta justificable y todo asesinato minimizado. ¿Qué poca cosa resulta el homicidio de dos personas frente a los crímenes continuos contra la vida de poderosos como Bush o Chávez? Acaso el que acaba con la vida de alguien (no voy a caer en la trampa de hablar de "inocentes", ese calificativo se lo dejo a las odiosas estadísticas de los Estados y a los medios que los sirven) en un atraco a una perversa sucursal capitalista no está ejerciendo el más abominable uso del poder. Cualquier situación, en cualquier tipo de sociedad (no todo es justificable en un contexto jerarquizado y desigualitario, a pesar de que la degradación social genera delincuencia en individuos tal vez con poco margen de elección), merece una actuación moral; y cuando hablo de moral, no pretendo darle contenido, no pretendo ponerme "moralista" (aunque tampoco le tengo demasiado miedo a esto, me gusta hablar del bien y del mal tal como yo lo entiendo), solo digo que para mí ser anarquista es ser primero, como se ha dicho ya muchas veces, honesto. Y no me olvido de contextualizar los actos violentos, porque precisamente me resulta patético comparar estos individuos (que no son, en realidad, más que criminales burgueses o seudorevolucionarios) con aquellos que se vieron obligados a coger un arma por causa de las injusticias sociales y los abusos de poder.
Me la repanpinfla los calificativos que me pongan los amantes de las etiquetas: reformista, burgués (pequeño o grande, según gustos), gradualista, posibilista, pacifista...; la fascinación que tiene la violencia como motor de cambio social es otro mito más (otra cosa es la defensa frente a una agresión, y los que arrebatan el poder sobre sí mismos a los demás están ejerciendo una). Y pienso que al anarquismo no le gustan nada las mitificaciones. Yo al menos deseo una sobredosis de realidad, en aras de poder cambiarla.

domingo, 20 de julio de 2008

Control policial

Tropa de élite es una película brasileña que, siguiendo la línea de otra obra magnífica como Ciudad de Dios, recrea con una tremenda, y difícil de digerir, verosimilitud la cruda realidad de las favelas brasileñas. La narración se realiza, con el uso constante de la voz en off, desde el punto de vista policial; no una policía convencional (retratado como corrupta y sin actuación en los barrios marginales), sino un grupo de élite de formación militar (una instrucción, que riámonos de La chaqueta metálica), al que alude el título, que actúa usando métodos salvajes (torturas y asesinatos sistemáticos) al considerar la situación un "estado de guerra". En la película no hay una mirada amable para nadie (traficantes [aunque no hay personajes protagonistas ni mínimamente trazados], policías de diverso pelaje, ONGs, niños bien con seudoconciencia social y análisis superfluo de la realidad), no hay un punto de vista cómodo ni soluciones fáciles (quizá la principal virtud del film es que expone con inteligencia una realidad terrible en la que grupos armados se alimentan mutuamente con sus acciones), que puedan adoptar espectadores bienintencionados, en una situación social terrible en la que las fuerzas represivas del Estado actúan sin ningún respeto por los derechos humanos. Un viaje a Brasil de ese Papa reciente, al que tanto le gustaba moverse de sitio, en el que se empeña en dormir cerca de las favelas (cosas de los que aman tanto a los pobres, que desean su perpetua existencia para justificarse ante su Dios), lleva a que esa élite policial tenga que "limpiar" la zona para la protección del líder católico (no sé si la gente se parará a analizar esto, pero es de una valentía argumental tal, que ya justifica esta obra). Una ONG que opera en las favelas (haciendo no se sabe muy bien qué), con el consentimiento del que está al mando de los criminales (el director ha comentado que es una realidad que para ayudar a los chavales de la favela tienes que hacerte amigo de las traficantes), está integrada por niños bien que juegan a concienciados y se dedican más bien a consumir droga (quizá el retrato de estos personajes es la parte más floja de la película, pero insisto en que los personajes más destacados son policías). El principal protagonista, dueño de la voz en off y comandante del grupo de élite (para que nos hagamos una idea, van de negro y su símbolo es una calavera atravesada por un puñal), es uno de los personajes más siniestros que he visto recientemente en una pantalla; desequilibrado emocionalmente (va a ser padre y eso le hace cuestionarse su puesto, no es que se cuestione lo que hace), tremendamente eficaz en su profesión (los asesinatos y tortura de delincuentes, y cercanos a ellos, no le suponen un problema), humano a ratos (le obsesiona la muerte de un "cohetero", un chaval que ayuda a los traficantes avisando de la presencia policial), es un personaje muy, muy bien construido, lo que facilita que la película funcione extraordinariamente bien. Otro madero, inteligente y supuestamente idealista (aunque esto apenas se sostiene a lo largo del metraje, y su final no resulta tan sorprendente), se dedica a estudiar derecho (se debate entre la labor policial o jurídica) y tiene que hacer un trabajo con esos niños pijos sobre el análisis social de Foucault. Otro elemento valioso en el guión es la presencia de la imprescindible obra del filósofo francés Vigilar y castigar, en la que se concluye que no existen ningún contrato en la sociedad, que el Estado genera instituciones represivas para controlar y establecer una constante justicia punitiva (el madero entiende muy bien a Foucault y quizá esté de acuerdo con él, pero considerando necesaria esa situación [y, tal vez, parte de los espectadores, pero espero que invite al menos a la reflexión esta película sobre un barrio marginal de uno de los países más desigualitarios del planeta]).
El análisis de Foucault, tal y como apunta un profesor universitario en la película, va más allá del control estatal. Sugiere que existen en la sociedad moderna todo una serie de microcosmos (diferentes niveles sociales donde se ejecuta lo que él llama "prisión continua"), donde se llevan a cabo los sistemas de control de poder y conocimiento (dos términos interrelacionados). Desde las cárceles de máxima seguridad hasta nuestra vida cotidiana está presente esa "normalización" por parte de unos seres humanos sobre otros (de manera consciente o no).

sábado, 19 de julio de 2008

La filosofía gana la batalla

De la palabra "religión" existen dos interpretaciones etimológicas. Una viene de "religar", "vincular" o "atar", y en ella se considera como propio la subordinación y vinculación a la divinidad (estar "religado" a Dios). En la otra interpretación, ser religioso vendría a significar ser escrupuloso (en los deberes impuestos al ciudadano en el culto a los dioses del Estado-ciudad). Esta segunda acepción tendría más que ver con el concepto de "justicia" (con una interpretación muy amplia, tal y como la entendían los romanos). Interpretada exclusivamente como justicia, la religión puede acabar prestando atención únicamente a lo moral o viceversa, cuando la moral se sacrifica enteramente a la fe.
La interpretación de religión como "religación" resulta rechazable se mire por donde se mire: una dependencia que puede desembocar en "temor" o en "fascinación" (que también puede llamarse "papanatismo") o una consideración intuitiva de valores llamados supremos (la "santidad", tan abstracta y tan detestable a mi modo de ver). Se ha hablado también de la interpretación religiosa como un reconocimiento racional de una relación fundamental entre la persona y la divinidad, pero se me escapa aquí el significado con la presencia de tanto oxímoron.
En definitiva, se puede decir que la idea de vinculación llevaría al tipo de religión llamado "inmanente", en el que la realidad con la cual el hombre está vinculado (según una interpretación religiosa) se encuentra en el hombre mismo; no parece haber un objeto suficientemente distinto del que siente y piensa. Por el contrario, la religación lleva al tipo de religión llamado "trascendente", donde el objeto se hallaría a una distancia incalculable. Ambas interpretaciones parecen antitéticas desde un punto de vista filosófico.
No obstante, hay otros elementos considerados como propios de la religión que llevan a una oposición abierta desde un punto de vista libertario. La idea de la "revelación" o manifestación divina en un contexto histórico, ya sea a un hombre determinado o a todo un pueblo, que conduce a la "institucionalización". Se recurre constantemente, desde la laicidad, a considerar la religión como una cuestión privada (la libertad personal de cada cual), pero parece complicado no comprobar históricamente que ha tenido que ver con lo social y parece haber tenido siempre esa característica de "institucionalizada" o "institucionalizable". La llamada "religión natural", constituida por una serie de verdades, principios o normas, se ha querido ver independiente de la "religión revelada", pero considero que forman parte de la misma visión religiosa. Existen más tipos y modos de religión, pero pueden considerarse "doctrina" y "revelación" dos características interrelacionadas expuestas a un análisis crítico que debe conducir a superar cualquier tentativa religiosa (que lleva al dogma y a la esclerotización).
No es posible negar la importancia de la religión en la historia del pensamiento. El contenido de la religión ha sido, en gran medida, el tema principal de la especulación filosófica. Se corre el peligro de eliminar una en nombre la otra, y la filosofía debe ganar la batalla, en esa tensión y lucha permanente, ante su deseo persistente de seguir haciéndose preguntas. Las grandes armas de la filosofía son la descripción y el examen crítico y puede ocuparse perfectamente de, por ejemplo, la relación (o falta de ella) entre religión y valores morales o de la racionalización de las creencias religiosas.

miércoles, 16 de julio de 2008

No se habla de Colombia

Poco se habla de la situación en Colombia, más allá de la terrible situación de los secuestrados por las FARC. La realidad es que los enfrentamientos entre el ejército regular, los grupos paramilitares y las fuerzas rebeldes han llevado a que multitud de personas, la mayoría campesinos, abandonen sus hogares (se habla de una cifra de cuatro millones de desplazados). El conflicto entre Estado y aquellos que quieren convertirse en Estado (la demonización de la guerrilla es continua, pero poca diferencia parece haber para las víctimas) ha provocado muerte y miseria. Horror y violencia ha dejado una huella muy profunda en el pueblo colombiano, tanto en los que se han ido como en los que permanecen: el reclutamiento forzoso, la destrucción de sus hogares y la violación o el asesinato para aquellos sospechosos de colaboración con el enemigo. Cuando los niños cumplen 12 años son objeto de búsqueda por parte de los diferentes grupos armados; el ejército, aunque no recluta niños (sí es obligatorio el servicio militar a los 18 años), sí los utiliza como informadores o para transortar objetos; en el caso de los paramilitares, gracias a su vinculación al narcotráfico, pueden ofrecer suculentos sueldos a los chavales, que dada la crisis social del país resulta una atractiva alternativa. Son ya más de 50 años de conflicto armado interno, que ha producido una situación traumática con un futuro determinado para los jóvenes.
Resulta indignante que con la cantidad de titulares que ocupa Colombia en los medios de comunicación no se hable de esta situación, que millones de seres humanos no merezcan un miserable recordatorio (extrapolable a tantos lugares del planeta), es una muestra más del mundo en que vivimos plagado de miserias e hipocresia.
Hace ya más de diez años que las multinacionales han entrado en juego en Colombia, gracias a sus recursos naturales y a la represión de los derechos laborales y sociales. Casi la totalidad de las grandes empresas españolas tienen negocios en aquel país, siendo el sector energético y el de servicios financieros el que mayores inversiones concentra. Colombia entró así en la dinámica de globalización económica, en un contexto de violencia estatal y paraestatal del que las multinacionales no se han desmarcado y sí sacado todos los réditos que han podido. España se ha aprovechado, tanto como cualquier otro país, de la terrible situación del pueblo colombiano.
Grandes grupos mediáticos como Prisa o Planeta, con importantes negocios en Colombia, se han ocupado en los últimos meses de dar una buena imagen del presidente colombiano (que, parece ser, ha sido vinculado en más de una ocasión a asuntos turbios). Todo ello mientras se organizan marchas y se insiste en campañas contra las FARC (insisto, que nadie vea en mis palabras una mirada amable a semejantes "fuerzas armadas"; para empezar, me parece intolerable, también desde el punto de vista libertario, retener a alguien contra su voluntad).
Como en tantos otros países, con la excusa real o ficticia de los desmanes de la guerrilla (cuyo origen está en la exigencia hace décadas de una reforma agraria), se vende que es necesario más control, más policía, más ejército.

lunes, 14 de julio de 2008

Vídeos Jornadas de Librepensamiento

Conferencia "Fundamentos, actitudes y comportamientos de una organización criminal: la Iglesia Católica", impartida por Julio Reyero en las Primeras Jornadas de Librepensamiento, organizadas por el Grupo Anarquista Volia, que tuvieron lugar en el Teatro de las Aguas de Madrid los días 19, 20 y 21 de junio de 2008.
Son 8 vídeos en total, que se pueden ver buscando "Jornadas Librepensamiento", así como los de la otra conferencia de Elena Sánchez.



domingo, 13 de julio de 2008

Apartar la religión

Que las creencias religiosas son un obstáculo para el avance científico es, a pesar de todos los matices y de toda la palabrería que se emplea en la actualidad, algo evidente. La supuesta existencia de un ser ultraterreno, indemostrable científcamente clara está, impregna toda la historia de la humanidad, actúa como freno en el avance del conocimiento o, en el mejor de los casos, pospone la intervención divina cuando la ciencia no parece poseer respuestas. No podemos recurrir al tópico de gente inculta cuando recurren a la religión para explicar aquello que no comprenden, pero si hay que ser tajantes en la existencia o carencia de fuentes y de hipótesis contrastables para no seguir creyendo lo que no son más que mitos que beben de tradiciones anteriores. No es cuestión de pretender que todo el mundo sea ateo, pero sí de comprender que es necesario dejar a Dios y las creencias (es fácil hablar solo de monoteísmo, pero el fanatismo tiene muchas caras) al margen del conocimiento de una puñetera vez. A pesar de las fisuras que muestra la ciencia (que reconocerá para no caer en un nuevo fanatismo), determinados conceptos pueden darse por superados o, al menos, no volver a ellos de manera infantil e irracional. Cuesta creer que el "creacionismo", dando fecha y hora para la creación del mundo por parte de Dios (o del demiurgo, según la filosofía platónica, ya que nada hay de original en esto), haya tenido un auge en los últimos años (especialmente, en los Estados Unidos). Pero, ¿acaso no es creacionista la doctrina católica?. Así es, y por mucho que acepten con la boca pequeña las tesis evolucionistas, su explicación del mundo será así de pobre. La acusación religiosa está basada en que "vosotros, los científicos, no tenéis todas las respuestas"; lo auténticamente terrible es querer tenerlas reduciéndolas a la unidad (a Dios).
Como he dicho antes, el "creacionismo" es muy antiguo, afirma que tanto la creación del mundo como de las almas humanas tuvo lugar ex nihilo por la obra de Dios. Se opuso esta teoría a la afirmación platónica de que las almas son preexistentes; en diversas doctrinas, y especialmente en el neoplatonismo, está presente la idea de la "emanación", proceso por el cual lo superior (lo perfecto) produce lo inferior (donde existe degradación) diferente a la idea creacionista, ya que no hay creación de la nada sino despliegue del ser que se manifiesta. Pero la especulación filosófica no tiene fin, y el llamado "traducianismo" se opondrá también a la tesis creacionista al considerar que las almas humanas no son creadas de modo inmediato por Dios, sino que el alma espiritual se transmite a los hijos por los padres en el proceso de la generación. Muy pronto se establecerán dos teorías traducianistas: una más corporalista, y otra que acentuaba la supuesta espiritualidad de las almas. En cualquier caso, el traducianismo supondría casi con seguridad aceptar la idea platónica de la preexistencia de las almas. Parece ser que los traducianistas rechazaron esta tesis de la preexistencia y puede decirse que asentaron, avant la lettre, la moderna teoría del "emergentismo". Se trata de una de las teorías de la evolución, que afirma que cada nivel del ser es emergente respecto al nivel anterior, es decir que cada nivel del ser tiene respecto al anterior una cualidad irreductible. Cuando se habla de "niveles" o "capas" del ser, se entienden realidades tales como "materia", "organismo" o "vida", "conciencia", etc. Así, la concepción de la vida como evolución emergente se opondría a su concepción como una reagrupación de hechos físico-químicos. La vida se definiría así como una cualidad emergente de la materia (o del llamado "quimismo" de la materia). Los desarrolladores más complejos de esta teoría consideraron que el movimiento es una cualidad emergente del Espacio-Tiempo; de él, emerge el universo empírico, de éste, la materia mecánica; de ésta, la existencia físico-química; de ésta, la vida, y, finalmente, de la vida el espíritu o la conciencia.
Obviamente, en este breve repaso a ideas históricas, opuestas pero interconectadas, nos acabamos encontrando lejos del infantilismo creacionista (que sigue siendo la base de las creencias de origen hebráico) y se pone en cuestión la idea de un alma espiritual. De eso se trata, de seguir investigando y haciéndose preguntas sin establecer ningún dogma.

sábado, 12 de julio de 2008

Libertad e igualdad en Cuba

Raúl Castro se ha dirigido por primera vez al Parlamento cubano desde que su hermano Fidel le dejó el puesto de Jefe de Estado. El tono de su discurso parece más realista y menos retórico que en otras ocasiones, aun dentro del empeño en fortalecer la "revolución" y seguir construyendo el "socialismo", y se ha destacado el hecho de que no se hable ya de igualitarismo, rechazando la equiparación de salarios, y sí de igualdad de derechos y de oportunidades. La triste realidad, que una vez más se confronta con las palabras de los mandatarios cubanos, es que los sueldos en Cuba son de auténtica miseria; y no voy a ser yo el que insista en el trabajo asalariado en un sistema socialista, pero es algo que el Régimen cubano ha mantenido junto al centralismo feroz y a una burocracia desesperanzadora. Todo ello ha sido, tal vez, responsable de la terrible desidia que respira la sociedad cubana, con escasa conciencia social en una población más preocupada de su propia supervivencia (incluso, en los más fieles seguidores del régimen, me dio la impresión que lo de la "revolución" es ya una cuestión de fe sin conexión con la realidad). Raúl Castro habla ahora de descentralización (cuesta creer que vean ahora el fracaso de la acaparación estatal sin pensar en un mero apego al poder) y de otorgar las tierras a campesinos y cooperativas para que se incremente la producción de alimentos. En otras palabras, se piensa ahora en otorgar cierta libertad a los productores, poniendo los medios de producción a su disposición. Es ingenuo pensar que se llegará al deseable punto de la autogestión económica en manos de los propios trabajadores, sin ningún tipo de tutela estatal, pero la retórica de Castro parece al menos aceptar principios que no están alejados de las ideas libertarias (dicho sea para que se comprenda que los anarquistas no han estado alejados de la realidad en sus análisis y el tiempo parece darles la razón). Se insiste continuamente en la necesidad de libertad para Cuba, cosa con la que estoy de acuerdo (aunque cuando se mencionan países, y no personas, en cuestiones de "liberación" es para echarse a temblar), pero no una libertad reducida a la forma de entenderla del liberalismo económico; frente a ello, insistiremos en la necesidad de que sea el propio pueblo cubano el que se apropie de su futuro económico y político. No deseamos que la isla caiga en manos del capitalismo, pero la retórica "socialista" de los dirigentes cubanos encubre la realidad de un capitalismo de Estado que mantiene a los personas en la esclavitud.
Las reformas que llevaba anunciando Raúl Castro desde que está en el poder parecían simplemente "de cara a la galería" (como la suspensión de prohibiciones de adquisición de productos, que para las posibilidades del pueblo cubano le son prácticamente indiferentes, dependiendo siempre de factores externos); esperemos que estas medidas descentralizadoras sean efectivas, supongan mayor libertad y motivación para los productores, y no mera propaganda ni concesiones a un proceso liberalizador (que no libertario).

A propósito de esta reflexión acerca de la diferencia entre igualdad e igualitarismo, recuerdo un bello comentario de Ricardo Mella con el que trató de esclarecer el concepto y matizar que igualdad no supone homogeneización (acusación recurrente al socialismo, dirigida tal vez a una sola concepción del mismo):
"Igualdad de medios para realizar un fin no supone igualdad de resultados (…). De hecho, nadie trata de hacer a los hombres iguales, ni en inteligencia, ni en sentimientos, ni en desarrollo y satisfacciones materiales. De lo que se trata es de establecer condiciones iguales para que todos puedan desenvolverse líbremente en el orden físico y en el orden moral".

jueves, 10 de julio de 2008

Reportajes basura

El pasado 19 de junio se emitió un reportaje presentado por la inefable Mercedes Milá, parece que el programa se llama Diario de..., con el título "Los extremos se odian". Yo no vi el reportaje, pero sí escuché al día siguiente un comentario en el bar donde desayuno (donde se mueven personajes dignos de un guión de Azcona) con el que me hice una idea de lo que pudo ser aquello, algo así como que los grupos antifascistas utilizaban técnicas de secta para captar al personal. Mavi, madre de Carlos Palomino, el chaval asesinado por un militar ultraderechista en noviembre del año pasado, realizó unas incisivas declaraciones después de ver el reportaje en el que, supuestamente, se iba a emitir su larga entrevista. Mavi no habla de manipulación a priori, sino de haber omitido su entrevista, así como la de los amigos de Carlos, y denuncia el pábulo que le dan a un abogado militante de Nación y Revolución. Mavi no se mostró con pelos en la lengua e inculpó al gobierno, a la delegación del gobierno y al tribunal supremo, se atrevió a decir que los nazis no eran más que sicarios de los poderosos. También dejo claro esta mujer que terrorismo es asesinar a alguien por su ideología (sea cual fuere) y que la vida de su hijo parece no valer tanto como la de los asesinados por ETA, denunciando el inexplicable retraso en el juicio al asesino de Carlos. El reportaje omitió todo esto, tal vez porque se encontraron con un material que no podían manipular ni llevar a su terreno. Aquí se puede leer el manifiesto íntegro de Mavi. He de decir que la Milá, personaje que considero deleznable desde hace bastantes años, es un ejemplo de estos "reportajes de investigación" claramente manipuladores, sensacionalistas y ajustados a un pensamiento político correcto y reduccionista. Equiparar a fascistas y antifascistas es, sencillamente, y por mucho que se repita, una mentira malintencionada o fruto de la ignorancia. Excesos se producen a menudo en las manifestaciones, pero rara vez se habla de las cargas policiales desmedidas o de la violencia que produce ver a una panda de bestias con el brazo en alto gritando consignas salvajes. Solo estos chavales parecen reaccionar y ser absolutamente intolerantes con unas ideas políticas inadmisibles. En la manifestación ultraderechista que se produjo en el barrio madrileño de Tirso de Molina en la última campaña electoral hubo disturbios por parte de los antifascistas, es cierto, pero apenas salió en la prensa la indignacion vecinal ante la tolerancia gubernativa con el fascismo. Yo estuve allí y así lo escuché, eso también es parte de la realidad social.
La manipulación periodística, sobre todo en esta televisión vergonzosa que padecemos, es una realidad de la que debemos partir si queremos estar informados. Es imposible estarlo, sin contrastar, con este tipo de reportajes de investigación o con cualquier tipo de informativo. Es tan sistemática la manipulación que hasta está peligrosamente asumido, tanto por generadores de información como por espectadores, el hecho de sacar de contexto frases para dar un sentido diferente (es algo que se dispara en los llamados realitys shows, que pretenden beber de "lo real", por lo que se acaba confundiendo ficción con realidad). Malos tiempos, muy malos, éstos en los que existe tanto canal de comunicación, para acceder a una auténtica realidad social.

miércoles, 9 de julio de 2008

Ser progresista

El término "progre", que aparece como término nuevo en la RAE y de forma nada despectiva, es empleado en la actualidad por la derecha, especialmente en la red, de forma tan simplona y con tan poca gracia, que poco peso argumentístico, o más bien ninguno, le queda. Porque no entiendo yo la hondura filosófica que puede tener llamar a alguien "progre" como argumento ideológico. Yo para esto del lenguaje, herramienta fundamental en la polémica ideológica, echo mano todo lo que puedo del diccionario, y la cantidad de sorpresas que se lleva uno de lo mal que hablamos y lo ignorantes que somos (con perdón por la generalización, pero me incluyo yo el primero). Yo trabajo con periodistas, y soy de los que más insisten en partir de unas normas lingüisticas para generar un manual de estilo (somos una pequeña editorial de revistas técnicas). Las acusaciones a la RAE de institución conservadora y de no atender la evolución del lenguaje "en la calle" me parecen muchas veces gratuitas. Quizá alguien esté buscando ya la paradoja, en este blog que pretende tener el anarquismo tan presente, de un supuesto ácrata que parte del respeto institucional. Bien, diré en primer lugar que yo opino que para subvertir un orden injusto es imprescindible conocerlo primero y deconstruirlo. En el caso de la cultura, y del lenguaje en concreto, me parece una herramienta fundamental de liberación (aunque su instrumentalización nacionalista como elemento de identidad haga que se nos lleven los demonios), sujeta por supuesto a un continuo cambio (que marca su uso en la calle y en otros ámbitos), por lo que es importante saber usarlo con propiedad y partir de unas normas establecidas para dicha evolución (lo de revolución es más delicado en este aspecto). La gracieta esa (que creo que dijo por primera vez nuestro casi perdido filósofo Savater) de "soy un anarquista que respeta un semáforo en rojo" es, sencillamente, innecesaria. Alguien dijo antes de eso que "para ser anarquista es necesario primero ser honesto"; bien, yo respeto los semáforos (metafóricamente hablando, claro, la disposición urbana impuesta es tan criticable como cualquier otra cosa) y respeto, a priori, las normas de la RAE, lo cual no creo que me contradiga en ningún sentido ideológico. Bueno, perdón por el rollo y volvamos al término "progre". La RAE nos remite a "progresista" (aclarando antes que significa "con ideas avanzadas"); la primera acepción de "progresista" pone "Dicho de una persona o de una colectividad: Con ideas y actitudes avanzadas". ¿Hay alguien entonces que puede no considerarse "progresista"? Claro que sí, los conservadores y los reaccionarios (que, normalmente, lo que pretenden es "conservar" privilegios y "reaccionar" ante la extensión de derechos para los demás). Pero no es el caso de esta derecha "moderna", multiplicada en los medios por obra y gracia de "ideólogos" de la talla de Pedro J., César Vidal y Jiménez Losantos. Ellos hablan de "derecha", sin mencionar ya "conservadurismo", pero pretenden vincularla exclusivamente a su manera de entender lo "liberal" (que, según su modo de ver el mundo, se aplica con exclusividad a las fuerzas económicas, partiendo de una realidad desigualitaria). Curiosa y esclarecedoramente, en la segunda y tercera acepción de la RAE, "progresista" se refiere en la historia de España a un sector de liberales que acabaron formando partido político. ¡Vaya, vaya, cosas veredes! En Estados Unidos lo tienen muy claro, cuando alguien se declara "liberal" es porque se define de izquierdas. Pero, claro, la visión maniquea e indignante de esta pléyade incalificable, que ha acabado formando su propio imperio mediático (que se mete tanto con PRISA quizá porque son más poderosos), pretende que las ideas avanzadas las poseen ellos y la izquierda la reducen a totalitarismo liberticida (usan habitualmente también el calificativo de "estalinista", aplicado también al gobierno de Zapatero  supongo que muy pronto también a Rajoy, que se les ha quedado a la izquierda]). Es el mundo ideológico reducido al maniqueísmo más irrisorio y a un uso del lenguaje que deja chico al universo orwelliano. Puede que haya alguna izquierda obtusa, dogmática, incluso reaccionaria, pero el pensamiento político es (debe ser) un universo amplio y el progresismo (las ideas avanzadas) ha tenido siempre muchas vertientes. Otra cosa es que la propia noción de progreso pueda ser muchas veces cuestionable en el mundo en que vivimos, pero eso es otro debate. En mi manera de entender el anarquismo, que mira hacia delante por supuesto, se encuentra todo aquello bueno del liberalismo (principalmente, en lo que atañe a la libertad y tolerancia en las relaciones humanas), sin vincularlo a una clase privilegiada y sin enfrentarlo a una forma libertaria de entender el socialismo. Se trata de que no se reduzcan los significados de bellas palabras ni se las instrumentalice por parte de "monitos de repetición" (los cuales repiten algo que ni siquiera en origen tenía peso).

lunes, 7 de julio de 2008

Conferencia "La religión en la filosofía. El lugar de Dios en el pensamiento"



Fue una brillante conferencia, impartida por Elena Sánchez, que tuvo lugar en las Primeras Jornadas de Librepensamiento, organizadas por el grupo anarquista Volia, que tuvieron lugar en el Teatro de las Aguas los días 19, 20 y 21 de junio. Aconsejo escucharla íntegra y con gran atención, puede provocar más de una reflexión acerca de lo que nos han enseñado y de la importancia de rechazar el pensamiento único (se presente como se presente).







Muy pronto subiré el resto del interesante debate, y también la conferencia del día 21: "Fundamentos, actitudes y comportamientos de una organización criminal: La Iglesia católica".

domingo, 6 de julio de 2008

La necesidad de la movilización (política, se entiende)

No temo ser excesivamente criticado si afirmo que la democracia, tal como la conocemos en la actualidad, es un sistema de dominación (más sutil y condescendiente que las dictaduras, pero sistema de dominación al fin y al cabo). El conservador o el reaccionario dirá que la "mano dura" es es necesaria en cualquier sistema (por lo que ni se plantea lo de la "dominación", ya que la considera necesaria), y solo un ingenuo (u otras cosas menos amables) considerará que la democracia que vivimos es auténticamente una intervención del pueblo, o predominio del mismo, en el gobierno. Nadie duda que la democracia que nació hace un par de siglos constituye una ventaja respecto a regímenes anteriores (aunque aquí, en este país con tantas especificidades, sufrimos involuciones evidentes y, como contrapunto, a punto estuvimos de asentar una revolución social de tintes libertarios hace décadas). Esta democracia morirá, como muere todo sistema político generado por el hombre, y lo que venga después, sin ánimo de hacer futurología, estará encadenado con nuestra actitud del presente (que, dada la desmovilización política de este pais no es para hacerse muchas ilusiones, pero en fin). Lo que quiero decir es que ni la democracia, ni el Estado, ni el capitalismo son inmanentes al ser humano, ni a la sociedad, ni a nada de nada. Todo puede ser válido para fraguar un futuro mejor y un sistema políico y social muy diferente, por lo que quiero pensar que nuestras acciones y nuestro manera de entender la vida (solidarias, racionales, constructivas, orientadas hacia "lo libertario", que pretende la emancipación definitiva) son un valioso peldaño hacia algo mejor. Una actitud pasiva que adoptamos en ciertas ocasiones (base de la desmovilización, que mencionaba antes, o el acomodamiento) está sustentada en el "nosotros no vamos a vivir una sociedad mejor", que viene a decir algo así como que la sociedad progresará (o tal vez progrese), pero de forma que se nos escapa al común de los mortales. Es una suerte de determinismo de origen providencialista (donde, no me cabe la menor de la dudas, están todos los males). Y yo me niego a aceptar ningún determinismo que se escape a la voluntad de los seres humanos, tampoco el de ese marxismo cuasi-religioso que prometía el advenimiento del paraíso socialista cual tierra prometida (que, ya deberíamos saber, no existe a no ser que nos la construyamos nosotros mismos). "Socialismo" es una palabra a la que continuo teniendo mucho respeto, pero a la que seguro le tengamos que dar mucho oxigeno; una causa de su fracaso ha sido, me caben pocas dudas, su búsqueda o fe en la tutela estatal. Frente a ese pensamiento y actitud conservadores y acomodaticios, yo diría "nosotros somos capaces de vivir ya una realidad mejor, de transformarla continuamente". Obviamente, si además de las cadenas que nos impone el sistema político y económico (que me digan si una hipoteca no es una cadena de aupa), permanecemos en nuestro tiempo libre sentados frente al televisor (o en cualquier otra situación pasiva y anestesiante), pues mejor no decir nada. Nadie puede saber cómo será la sociedad del futuro, tal vez especular sobre ella según unos parámetros realistas, pero todo está por construir, no hay ningún determinismo en la historia, la cual tiene sus altibajos y está cargada de sorpresas. Volviendo a mis palabras iniciales, seguimos viviendo en un sistema jerarquizado (sigue habiendo clases, a pesar de lo que digan, por lo que sigue habiendo oprimidos), con una sutil dominación, cuya principal baza es mantener a las personas adormecidas, en la creencia de que nada mejor es posible (o, si lo es, escapa a nuestra voluntad). Yo sigo confiando, sin ningún asomo de fe, en que las palabras y las acciones pueden cambiar el mundo, y mi manera de entender un mundo mejor está encaminada hacia lo libertario.

sábado, 5 de julio de 2008

Orgullo

Las opiniones frívolas de gran parte del personal, al haberse reconocido ciertos derechos para los homosexuales, llevan a considerar que no es necesario un Día del Orgullo Gay. Los que opinan tan a la ligera son los mismos, tal vez, que cuestionaron en un principio la necesidad de reconocer esos derechos. Como si reconocer derechos esenciales para gran parte de la población fuera una cuestión baladí o vaya usted a saber qué. Son los mismos, quizá, que tienden a generalizar a la menor de cambio (el estereotipo amanerado suele ser su preferido, y desconozco también qué tiene de malo ser amanerado), los que se asombran de la mala intención o sectarismo de algún gay. Cuando escucho estos comentarios, de semejante altura intelectual, respondo tajantemente con una frase que me fascina: ¡Imbéciles e hijos de puta hay en todos lados! Volviendo al Día del Orgullo, y dejando al margen lo sumiso al poder o acomodaticio al sistema económico que pueda tener el evento en la actualidad (me han comentado los que los vivieron hace años, cómo suponía jugarse el tipo frente a la policía y los fachas), yo sí considero que merece celebrarse como le salga al personal de los cojones: de manera hortera, frívola, exagerada... Pero considero también, tal como me dijeron hace tiempo amigos libertarios lamentándose de las ocasiones perdidas, que hay que volver a dotarle de connotaciones políticas, reivindicativas y transformadoras. No soy amigo de las estridencias, ni siquiera de las excesivas celebraciones (patologías de cada uno), pero sí considero que hay que espabilar a la sociedad, despertar algo, y si es con una fiesta enorme pues bienvenida sea. Si esa celebración está a punto de ser absorbida por el sistema, acaparada por la clase política, con mayor motivo para hacerla nuestra. Sigue existiendo un apartheid sociológico, es evidente a pesar de las apariencias; mientras no haya igualdad de oportunidades y mientras se discrimine a cualquier persona por su condición la lucha seguirá y seguirá la conmemoración de los disturbios de Stonewall que supusieron un decir ¡basta! Me gusta el concepto de LGTBQ (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales y queers), donde no se deja fuera a nadie (lo de queer me incluye también a mí), y me gusta la intención ética del filósofo desaparecido Paco Vidarte, según la cual la solidaridad entre oprimidos es básica (entre cualquier clase de oprimidos, nada de sectarismo ni de clasismo, ¡eh, mis "intelectuales" amigos!) Que un gay quiera tener las mismas oportunidades de un hetero de medrar en la sociedad, pisando y explotando a sus semejantes, es igual o más repugnante que aquello contra lo que estamos luchando. Es el mismo caso de ese feminismo burgués que busca que las mujeres ocupen el mismo espacio de los hombres dentro de una sociedad injusta. De nada sirve que se creen ministerios de la "igualdad" o de la "homosexualidad" (o, para ser todavía más ridiculos, ¡y por qué no!, de la "fraternidad" o de la "libertad") si seguimos dejando la base del sistema político y económico igual. Es duro luchar contra la reacción, pero hacerlo contra progresistas de salón (o incluso de cartera) requiere una fortaleza y una lucidez fuera de lo común. Bienvenido sea el reconocimiento de ciertos derechos, pero la verdadera transformación será social.

miércoles, 2 de julio de 2008

Reivindicación de un federalismo libertario

A pesar de lo ambiguo que resulta hoy en día, en términos políticos, el federalismo, es obvio que resulta de lo más reivindicable desde la óptica libertaria (por no decir que va indiscutiblemente unido al código genético del anarquismo). Pero la libertad no es, necesariamente, así hay que decirlo, el objetivo de este sistema político per se; muchos países se rigen por un sistema presuntamente federal, como los Estados Unidos o Alemania, cuyo respeto a priori por sus particularidades, costumbres o derecho pueden esconder una represión o conservadurismo superior (siempre en forma de Estado o con aspiración a ello) que la subordinación final a un Estado central. Por otra parte, el federalismo también es acaparado por el capitalismo y sus intereses económicos, y las empresas multinacionales se rigen por un sistema federal supranacional en busca de sus propios intereses. Como se muestra en sus siglas (Federación Anarquista Ibérica, Confederación Nacional del trabajo...; confederación sería, en este caso, una federación de federaciones), el federalismo está plenamente asumido por la tradición anarquista, la supresión del Estado puede ser concebible sustituida por un sistema federal (político y económico-administrativo), cuya unidad y última celula sería el propio individuo. Es evidente, hoy en día, el problema que supone la administración de los grandes países y no es deseable ni la unidad por una fuerza coercitiva ni una fragmentación en microcosmos aislados. Ya Proudhon advirtió sobre el enfrentamiento de "autoridades" que supondría un autoritarismo federalista, en el que el hombre perdería su soberanía individual y las diferentes grupos reclamarían la suya frente a la soberanía general. Es un problema similar al del sistema político español, aunque no reciba el nombre de "federal"; la tensión continua, sin principio de solidaridad, entre los nacionalismos generados por los deseos soberanos periféricos (con sus aspiraciones de Estado, por si no tuviéramos bastante con uno) y un Estado central generador de su propia fuerza (que no sé por qué diablos no llamamos por su nombre: nacionalismo español) supone el sacrificio último del ciudadano (o trabajador, para ser más concreto y seguir hablando de clases de una puñetera vez). Proudhon no tenía ningún miedo a hablar de nación y de centralización, basadas en un contrato (ya hablé en otra ocasión del peculiar contractualismo proudhoniano) de hombres libres (los políticos de este país se llenan la boca de palabras similares, que no esconden gran cosa), con lazos de derecho, contratos de mutualidad y pactos de federación, organizada la sociedad desde la periferia hacia el centro. Esta forma de unidad, según la visión anarquista, puede sobrevivir al Estado, fortalecerse y ser mucho más viva y poderosa.