domingo, 29 de agosto de 2010

Viejas y nuevas luchas

Aunque hay cosas que parecen haberse superado si solo atendemos a la superficie, la vieja lucha contra la superstición religiosa creo que se mantiene más vigente que nunca. Soy consciente de la ambigüedad del término "religión", como dije en una entrada reciente, pero podemos fácilmente delimitar todo lo negativo que conlleve y situar así el escenario de la batalla (dicho sea metafóricamente, o al menos sin connotaciones violentas), el motivo por el que se apuesta por el ateísmo: librepensamiento, autonomía moral en el individuo, moralización también de la sociedad, rechazo de la subordinación a valores abstractos, traslación de los valores a un plano humano para potenciarlos al máximo, progreso en la racionalidad y en el conocimiento... Se me dirá que esas nociones tienen muchas lecturas, o que están sujetas a discusión, por supuesto, pero precisamente por eso hay que combatir toda pretensión de arrogarse una verdad con mayúsculas, máxime con el peligro constante de institucionalización, de generar una clase mediadora garante del "conocimiento" (y, naturalmente, esta lectura antiautoritaria no se hace únicamente sobre cuestiones sobrenaturales o metafísicas). La lucha contra los antiguos fundamentalismos, concretados en las religiones monoteístas (aunque consustanciales, en mayor o en menor medida, a cualquier "creencia"), se mantiene vigente en la llamada posmodernidad (concepto más que cuestionable, a nivel conceptual y cronológico). La Iglesia Católica sigue teniendo un gran poder en las sociedades estatalizadas (el laicismo, nadie lo ha visto de verdad, la aconfesionalidad enmascara una vez más el privilegio) y la teocracia es una realidad en algunos países.

En alguna ocasión, se me ha reprochado el uso del término anticlerical (por otro lado, solo es una parte de la apuesta por el ateísmo), en esa falacia seudointelectual de que "no podemos estar en contra de algo". Bien, yo estoy en contra de muchísimas cosas, la oposición es un garante del progreso a mi modo de ver las cosas, y una de esas cosas que rechazo está muy bien definida como "oposición a toda clase mediadora": el clero es una de ellas, pero podemos hablar de políticos o de científicos. Por lo tanto, hay que situar bien el contexto de ese combate contra viejos autoritarismos, por mucho que éstos se hayan transformado y pretendan formar parte de un mundo "tolerante" (la realidad es que toda institución religiosa se arroga la "verdad", incognoscible para el común de los mortales). Al margen de ello, y entrando en uno de los postulados de la posmodernidad, parte de la cual consiste en que hemos acabado con esos viejos autoritarismos (gran error); el trono está vacío, pero no destruido, y en él se cuela cualquier otra creencia (vieja o nueva). A ojos de los creyentes, podemos estar atravesando una época atea (que ellos calificarán, seguramente, de carente de valores en sus viejos e infantiles postulados que asocian ateísmo con inmoralidad), otros la califican de nihilista, pero ese término tiene connotaciones intelectuales y antiautoritarias demasiado poderosas para vincularlo a un tiempo simplemente vulgar y seudohedonista (en el caso de las clases privilegiadas, no podemos hablar de gran parte de la humanidad sumida todavía en una situación de necesidad). No tengo capacidad suficiente para asegurar que la religión ha sido, históricamente, una distorsión de la racionalidad, la elección de un camino equivocado; otros afirman, que si bien cumplió un papel histórico, ningún sentido tiene a estas alturas. El que la religión sea una etapa infantil no superada, como dijo Freud, o la conocida alusión a la "tranquilidad existencial" de Marx (aunque él la atribuía solo a las clases humildes, y creo que la cosa va un poquito más allá), o la consideración de otros anunciando el fin de toda creencia; todo ello son análisis interesantes, aunque algo reduccionistas, el término "religión" es algo demasiado amplio como para considerar su simple abolición.

Quedémonos con lo más importante en mi opinión, una constante tensión hacia el autoritarismo con las ideas anteriormente mencionadas, que trasladan los valores a un plano humano y posibilitan un fuerte compromiso con ellos. La idea de la divinidad no es más que una abstracción donde se traslada lo mejor y lo peor del ser humano a un nivel "superior", tratemos de que todo formación "espiritual" solo esté relacionada con una potenciación de esos valores humanos, con la mejora de las relaciones del hombre con sus semejantes, de la construcción de la mejor sociedad, y de la mejora del hombre con la naturaleza (hay leyes físicas que el hombre no puede cambiar, solo descubrir, aunque tenga la posibilidad de moldear su entorno). El creyente, viejo o de "nueva era", considerará que la espiritualidad es algo asociado a un nivel metafísico (pero, si es así, si resulta incognoscible para el ser humano, como es posible que exista una clase mediadora, qué clase de patología sufren, o tal vez sean solo simples falsarios). El aserto de Dostoiesvski en Los hermanos Karamazov, "Si Dios no existe, entonces todo está permitido", no es ni siquiera una idea que se pueda estimar, por lo que contiene de falsedad. La idea de dios lleva miles de años con la humanidad y las mayores barbaridades se han hecho en el nombre de esa abstracción, "todo estaba permitido en su nombre". Tiene bemoles que se acuse a una sociedad, supuestamente exenta de valores, de atea, cuando echamos la vista atrás y comprobamos el constante bloqueo a una moral y racionalidad humanas con mayor horizonte. Ni la existencia ni la idea de dios han impedido que el ser humano cometa toda suerte de horrores; todo lo contrario, la condición negativa, pecaminosa y restrictiva que la religión tiene del ser humano ha posibilitado la institucionalización del autoritarismo, responsable de la mayor parte de esos horrores, de innumerables guerras y masacres cometidas en nombre de esas grandes verdades que defender (sí, también se han realizado en nombre de grandes verdades políticas, copiando éstas todos los códigos de la religión). E insistiré una vez más en que no se trata de idealizar al ser humano, en ver solo su parte magnánima, sino en no determinarle ni a nivel social ni metafísico, en crear el contexto para que pueda desarrollar todos sus valores. Creer en la capacidad del hombre para desarrollar sus más nobles facetas no es ninguna creencia ingenua; Erich Fromm consideraba al amor una potencialidad primaria y la destructividad, igualmente enraizada en su existencia, pero secundaria. Puede estudiarse el camino que conduzca a una y no a la otra, la necesidad de trascendencia que a veces acompaña al ser humano puede esta relacionada con su lado más constructivo, y siempre en un plano humano y pragmático, comprometido con los más altos valores.

jueves, 26 de agosto de 2010

Fromm y el marxismo

Fromm es un peculiar sintetizador de la obra de Freud y de Marx, sus análisis son a la vez existenciales y sicológico-sociales. Una de las nociones presentes en sus obsesiones fue el autoritarismo y parece ser que, en su influyente obra, demostró que existen varios mecanismos que inducen al hombre a huir de la libertad. Fromm considera que esa huída, en el ser humano, es una huída de sí mismo y una de las formas que adopta el "instinto de muerte" freudiano. En sus trabajos, en los que se ha querido ver una especie "sicoanálisis humanístico", se subrayan los aspectos sociales y morales de la práctica del sicoanálisis, en gran medida por considerar que la enfermedad mental presenta características sociales y morales. Dedicaré futuras entradas a otros aspectos del pensamiento de Fromm, quisiera dedicar ésta a sus reflexiones sobre Marx y la praxis del marxismo.

Hay que decir que el análisis de Fromm es antiautoritario, a pesar de que no insiste demasiado en la gran bifurcación del socialismo iniciado en el seno de la Primera Internacional y sí en los objetivos similares de todas las escuelas socialistas: emancipar al hombre del dominio y la explotación por parte de otros hombres, liberarlo del predomino de la esfera económica e instaurar una nueva relación del hombre en la sociedad y con la naturaleza. Considera que Marx y Engels, en un optimismo ingenuo, sobreestimaron los factores políticos y jurídicos y considera su tendencia a la centralización como una influencia de la clase media arraigada en el siglo XVIII. Otros autores consiguieron liberarse de esa influencia, como los socialistas utópicos Fourier y Owen, o como los anarquistas Proudhon y Kropotkin. Desgraciadamente, los errores del pensamiento de Marx adquirieron mayor revelancia en la praxis posterior y por haber sido aceptados acríticamente, repetidos hasta la saciedad e incluso potenciados por gran parte del movimiento obrero europeo.

No obstante, veamos unos aspectos interesantes en el pensamiento de Marx, filtrados por el de Fromm. En El capital, Marx considera el socialismo como una asociación en la que el libre desenvolvimiento de cada individuo será la condición básica para el desenvolvimiento de todos, el principio directivo de la sociedad será el pleno y libre desarrollo de cada uno. Ese objetivo lo denomina Marx la realización del naturalismo y del humanismo; sin ser ni una idealismo ni un materialismo, tiene lo auténtico de cada una de las dos escuelas. El pensador alemán consideró que se había producido una cosificación del hombre en el seno del capitalismo, sus energías físicas se habían convertido en mercancía. Es por eso que la clase trabajadora, la que más sufre la alienación inherente al modo capitalista de producción, debería ser la protagonista de la definitiva emancipación. Para que el hombre se convierta en un participante activo y responsable dentro del proceso social y económico, es condición necesaria la socialización de los medios de producción. Si Rousseau pensaba que había que cambiar la naturaleza del hombre, quitarle sus fuerzas para otorgarle otras nuevas de carácter social, Marx consideró que cuando el hombre haya reconocido y organizado sus propias fuerzas como fuerzas sociales logrará la emancipación sin fundar el poder político. Vemos que se trata de una visión que firmaría cualquier anarquista, aunque las polémicas con Proudhon y Bakunin ya anunciaban que las formas para conseguir ese fin emancipatorio eran muy diferentes. El tiempo daría la razón a los anarquistas y la praxis marxista se bloquearía en sistemas totalitarias sin avance hacia nuevas formas sociales.

El objetivo es que no existan "empleados" en la sociedad, cuando ello se consiga se transformarán la naturaleza y el carácter del proceso de trabajo del individuo. El trabajo pasará de ser una tarea sin sentido a una expresión significativa de las potencialidades humanas. Marx, junto a todos los socialistas, desea que el trabajo se convierta en algo atractivo para el hombre y se ajuste a sus necesidades y deseos. Es por ello que sugiere que se combata la excesiva especialización, el hombre podrá ocuparse de dispares tareas según su capacidad e interés. Aunque Marx insistiera en sus escritos en la transformación económica de la sociedad, para la consecución de la emancipación de los hombres, Fromm quiere subrayar que la actividad económica es solo un medio y no un fin en sí misma. El autor de El capital denominó como "comunismo vulgar" aquel que concede importancia exclusiva a la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, ya que ello no supondría cambiar la cualidad del trabajo, sino extenderlo a todos los seres humanos. Se critica aquí una sociedad comunista que niegue la personalidad del hombre, se pide una extensión de la emancipación a terrenos más allá de la mera propiedad material, una vez conseguida ésta. Es algo en lo que el socialismo anarquista insistirá, ocupándose siempre de raíz de la liberación en los diversos ámbitos humanos. Más ambigüedad y contradicción se puede encontrar en los escritos de Marx y Engels sobre el Estado, aunque afirmaran que la finalidad no era solo una sociedad sin clases, también sin poder político. Lo que sí parece claro es que Marx era partidario de la descentralización y del fin del Estado después, y solo después, de que la clase obrera hubiera tomado el poder político para transformar el Estado. Aunque alguna postura a favor de la descentralización parece formar parte de sus opiniones y teorías, el dogmatismo e intolerancia de Marx en la Primera Internacional contra todo el que discrepara de su teoria central, fue casi con seguridad el germen para las interpretaciones leninistas y el trágico desarrollo del socialismo en Rusia.

Resulta interesantísimo, y primordial para la teoría política moderna, la lectura que realiza Fromm de esas contradicciones de Marx. Por una parte, Marx junto al resto de los socialistas están convencidos de que la emancipación del hombre no es una mera cuestión política, sino también económica y social,. No había que buscar la libertad en un simple cambio de Estado, sino en la transformación económica y social de toda la sociedad. Por otra parte, a pesar de sus teorías, Marx y Engels no dejaban de estar condicionados por la visión tradicional del predominio de la esfera política sobre la socioeconómica, por lo que no pudieron liberarse de esa idea antigua que da importancia al Estado y al poder político. Esa primordial importancia del mero cambio político es característica de la clase media y propulsó las grandes revoluciones de los siglos XVII y XVIII. Es por eso que Fromm señala que Marx y Engels tenían una visión mucho más burguesa que hombres como Proudhon, Bakunin o Kropotkin y que resulta paradójico que el desenvolvimiento leninista del socialismo supusiera una regresión a los conceptos burgueses del Estado y del poder político. De igual manera, considera Fromm que la idea de la revolución política no es específicamente marxista ni socialista, es también la idea tradicional de la burguesía para alcanzar la libertad derrocando a la monarquía. Por lo tanto, la supervaloración del poder político y de la fuerza era una herencia del pasado, y Marx no supo librarse de ellas en la nueva concepción socialista.

El materialismo histórico es, probablemente, la mayor contribución de Marx a la historia de las ideas. La premisa fundamental es que el hombre, antes de poder dedicarse a cualquier otra actividad cultural, debe primero asegurarse los medios para su subsistencia física. Las condiciones materiales del hombre determinan su modo de producción y consumo, y éste, a su vez, determina la organización socio-política, su modo de vivir, de pensar y de sentir. La importancia que Marx da a la cuestión económica no tiene una base subjetiva ni sicológica (deseo de lucro, propio del capitalismo), sino que es un concepto sociológico en el cual el desenvolvimiento económico es la condición objetiva para el desenvolvimiento cultural. La gran crítica al capitalismo es que había mutilado al hombre por intereses económicos y la nueva sociedad supondría una liberación gracias a una organización económica más racional y productiva. Considera Fromm que el materialismo histórico hubiera sido una teoría aún más fecunda, si los herederos de Marx no la hubieran bloqueado con su dogmatismo. El primer punto sería reconocer que Marx y Engels solo establecieron el punto de partida al descubrir la correlación entre el desenvolvimiento de la economía y de la cultura. Fromm considera que subestimaron la complejidad de las pasiones humanas, ya que la naturaleza del hombre tiene sus necesidades y leyes propias, en constante interacción con las condiciones económicas que determinan el desarrollo histórico. Si el hombre es influido por la organización social y económica, él a su vez influye sobre ella. Es un margen para la subjetividad y la acción transformadora, con la que simpatizan plenamente los libertarios. Fromm rechaza una visión excesivamente ingenua sobre la naturaleza bondadosa del ser humano, considera que ha desarrollado una serie de necesidades y satisfacciones irracionales desarrolladas durante demasiado tiempo. Junto a la simple liberación de cadenas, debe también desembarazarse de esas fuerzas irracionales, de todo ansia de poder y destructividad, de ese "miedo a la libertad" al que aludía en el comienzo de este texto.

La subestimación de Marx a las pasiones humanes se resume en tres aspectos erróneos: el olvido del factor moral en el hombre, la revolución no puede ser meramente económica, también requiere una orientación moral nueva; el segundo error fue su excesivo optimismo sobre el advenimiento del socialismo, su inmediatez, olvidando las advertencias de Proudhon y Bakunin sobre el peligro de monstruosas guerras y nuevas formas de autoritarismo; el tercer error, según Fromm, es el considerar que solo era necesaria la socialización de los medios de producción para transformar la sociedad, en esa línea demasiado simplista y optimista. Freud, después de la Primera Guerra Mundial, se percató de esas fuerzas destructoras e irracionales tan fuertes como sus contrarias, algo que Marx no pudo comprender. Otra gran crítica a Marx es no haber tampoco comprendido que lo verdaderamente revolucionario es cambiar las condiciones del trabajo, ya que para el ser humano resulta igual si la empresa es propiedad del Estado (con el subterfugio de la socialización), de una burocracia gubernamental o de una burocracia privada. La Rusia soviética tal vez demostró durante algún tiempo que una economía socialista puede ser eficaz, pero de ningún modo creo un espíritu de igualdad y cooperación, ya que la supuesta propiedad de los medios de producción "por el pueblo" enmascaraba una burocracia industrial, militar y política.

lunes, 23 de agosto de 2010

El verdadero socialismo

Otro autor, discípulo de Freud e interesado en acercar su teoría al marxismo es Erich Fromm, del que también he tenido oportunidad de leer algunos textos, recientemente, y me ha aportado nuevas y deseadas energías, humanas y políticas. Digo esto, porque hay determinadas palabras, parafraseando alguna de las reflexiones de Fromm, que causan cierto rechazo, de entrada y con toda suerte de prejuicios y temores a nuestras espaldas, y tal es el caso, en mi opinión, de términos como "marxismo" o "religión". Mi perspectiva es antiautoritaria y, como tal, rechazo algunos aspectos (de lo que conozco, nunca está demás admitir nuestra amplia ignorancia) del marxismo, pero resulta innegable la aportación de este gran autor al pensamiento e, incluso, su posible conexión en algunos aspectos con el anarquismo. En el caso de la religión, término de innegables connotaciones autoritarias y ligado a una corriente de pensamiento verdaderamente antipática (lo cual no quita que recordemos la polisemia de la palabra "espíritu" y su vinculo con cuestiones verdaderamente humanas), mi postura es el ateísmo, entendido como rechazo a toda institución que se arrogue la posesión de la verdad y que mantenga un estatus jerárquico y autoritario, y como potenciación de los valores humanos en reconocimiento de la perfectabilidad del hombre y de la sociedad (algo que la religiosidad acaba bloqueando, de una manera o de otra). Esa es la postura que, en mi opinión, asume el ideal libertario, aunque yo sería cauto a la hora de emplear una propaganda con la palabra "abolición", la cual posee para mi gusto demasiados aspectos autoritarios. Digo esto, porque hablaré a continuación de algunas ideas de Fromm sobre el socialismo, entendido en aspectos muy generales, y resulta lamentable que este bello término tenga también connotaciones tan rechazables para mucha gente, y no solo en personas de espíritu conservador. Alguien ha razonado que, en mayor o en menor medida, todo proyecto socialista tiene cierto prurito autoritario, algo que trataremos de demostrar, en la teoría y en la praxis, que no resulta necesariamente correcto (aunque es una advertencia que resulte asumible). La causa del desprestigio del socialismo, y por ende la pérdida de todos los valores humanos y sociales que conlleva, la tienen todas las prácticas estatistas (que han desembocado en el más rechazable totalitarismo) o su subordinación al capitalismo, y a un Estado presuntamente democrático, en la versión social-demócrata.

Fromm considera que las palabras asumen a veces una especie de "función mágica" y la reacción irracional de la gente. Frente a las ya mencionadas, no diremos las anécdotas que ha suscitado el término "anarquismo", la imposibilidad de razonar y de objetivar unas ideas, que estoy seguro que serían del agrado de gran número de personas si hubiera posibilidad de desprender toda esa carga negativa. No es solo producto de la ignorancia y de los prejuicios, las fuerzas reaccionarias abundarán en esa posición despectiva hacia todo socialismo (anarquismo incluido), vinculándolo únicamente al totalitarismo. No debería ser necesario recordar que fueron los anarquistas, como primeros interesados en una auténtica emancipación, en el ámbito del pensamiento en primer lugar (tanto Proudhon como Bakunin señalaron a Marx el germen dogmático y totalitario de sus ideas) y denunciando las posteriores y numerosas praxis socialistas de Estado en el siglo XX (fue una comisión de la CNT ibérica la que denunció, ya en 1920, la situación en la URSS), con su desarrollo burocrático y autoritario (que no dejaban de ser, con total seguridad, una desvirtuación de la teoría marxista o una potenciación de los aspectos más rechazables). Otro término con connotaciones dispares, tantas veces negativas, es el de "materialismo", éste de indudable anfibología (su sentido vulgar parece el opuesto al correspondiente a la filosofía). Las acusaciones al socialismo de materialismo (que llegan tantas veces de voces religiosas que, por el contrario, obvian o minimizan la crítica al capitalismo), en su acepción más mezquina, resulta una falsedad con un mínimo de análisis y solo al capitalismo puede acusárselo de fomentar el ánimo de lucro material en el ser humano. Ya he mencionado tantas veces a Bakunin en su idea del "verdadero idealismo", que pone su punto de partida en las condiciones materiales para llevar a cabo las más elevadas ideas.

Como dice Fromm, los que estudian con detenimiento el socialismo no pueden llegar negar que resulta consustancial a él el desarrollo de los valores más idealistas y morales. Por lo tanto, resulta primordial un fomento de la cultura política en las personas (y asumir, para combatir dicha situación, también el desprestigio de la propia idea "política"). Parecen malos tiempos para esta labor, con el escepticismo y el nihilismo vulgares propios de la posmodernidad, peores incluso que el medio siglo que nos separa de Fromm (hombre que ya se mostró pesimista en su tiempo y denuncio la perversión del socialismo debida a su asociación el estalinismo). Por lo tanto, existen socialismos y socialismos, aunque Fromm quiera ver más elementos en común que diferencias entre los diversos autores. Recordaré que la historia ha dado la razón a los valores anarquistas, solo en un contexto de libertad, de espontaneidad y de permanente cooperación, pueden desarrollarse los más nobles valores humanos y sociales. En todas las teorías socialistas pueden encontrarse elementos válidos (algunos autores observaban incluso su socialismo como el advenimiento de una nueva religión), aunque resultan rechazables los aspectos más autoritarios y de subordinación a la objetividad. Puede decirse que todo socialismo, que pueda llamarse libertario, subordina la política a la ética y cree profundamente en la posibilidad de la autonomía moral en los individuos, y de reconocimiento de la del prójimo, de la posibilidad de perfeccionar esa individualidad en un contexto de libre cooperación (ideas que pueden aclarar las cosas a cualquiera sobre las intenciones "espirituales" del anarquismo, ya plenamente identificado con su íntima condición socialista). Como dice Fromm, el análisis de la sociedad y del proceso histórico deberán partir del hombre, no de una abstracción, sino del hombre concreto y de sus posibilidades fisiológicas y psicológicas. Es un punto de partida en la subjetividad, frente a los aspectos más objetivos y deterministas que parecen dominar la teoría marxista. Desgraciadamente, parece (y, tal vez, solo parece) que el marxismo (junto a sus praxis) ha sido la escuela predominante en las corrientes socialistas, aunque ello lo que haga en realidad es sacar a la luz el carácter ecléctico, antidogmático y pluralista de las teorías y prácticas anarquistas (sin perder nunca de vista su condición "socialista", un término que sigue siendo tremendamente bello y necesario es colocarlo en el horizonte político desprendida toda idea estatista).

viernes, 20 de agosto de 2010

La revolución sexual de Wilhelm Reich

Las ideas de Wilhelm Reich, que tantas veces se han querido ver como una síntesis entre el sicoanálisis freudiano y el marxismo, resultan de una indudable revitalización, a pesar de haber sido tan denostadas en su momento (por unos y por otros). Como autor innovador y adelantado a su tiempo, Reich pone sobre el tapete las relaciones del sicoanálisis con el materialismo dialéctico (en el terreno teórico, en el práctico tampoco le faltó compromiso político ni actividad siquiátrica). Frente a la insistencia de la ortodoxia marxista de que solo la necesidad material era origen de neurosis, Reich respondió brillantemente: "¡Como si la necesidad "sexual" no fuera también una necesidad material!". Hay que decir que Reich fue expulsado del Partido Comunista en 1933 debido a sus controvertidas teorías sobre sexo y sociedad, así como por su libro acerca de la sicología de masas del fascismo. Para mí resulta irrefutable, desde la perspectiva de una crítica a una sociedad de clases, la siguiente afirmación de Reich: "Las neurosis de la clase trabajadora sólo se diferencian de las restantes por una ausencia de refinamiento cultural. Tienen el sentido de una rebelión más cruda y menos disfrazada contra la muerte psíquica a que cad auno es sometido. El ciudadano rico lleva su neurosis con dignidad o la supera de un modo u otro. Entre los individuos de la clase trabajadora muestra el aspecto de la grotesca tragedia que en realidad es". De igual manera, los sicoanálistas más ortodoxos, tal vez con un grave condicionamiento burgués, se opusieron también a Reich. Las ideas y los proyectos que llevó a cabo fueron siempre objeto de polémica, a la que Reich se enfrentó siempre con memorable energía, ya que fue tildado tantas veces de iluso e incluso de impostor. Si hoy en día, sus ideas cobran actualidad es principalmente por la conexión que realizó entre represión política y represión sexual; es un terreno más controvertido (y de ahí las acusaciones de ser un seudocientífico) su reiterada propaganda a favor de la liberación de energías político-sexuales.

Según Reich, la teoría del orgasmo se funda en la noción de potencia orgásmica (y también de la idea antagónica: la impotencia orgásmica), la cual está vinculada, a su vez, a la idea de una energía psíquica y de una posible reducción o degeneración de esa energía. Hay que decir que esta exposición no está lejos de las ideas primeras de Freud, las cuales vinculan la potencia e impotencia sexuales con las manifestaciones de neurosis. Resulta importante en Reich la investigación de las bases fisiológicas de la neurosis, estando en ello de acuerdo también con Freud, aunque no tanto con los sicoanalistas posteriores. En su etapa más madura, Reich radicaliza el sicoanálisis y saca a la luz sus limitaciones burguesas (a pesar de haber supuesto, en su momento, una ruptura), conduce la crítica de la moral tradicional (sexualidad-familia) hacia los barrios obreros y transforma la pesimista crítica freudiana de la civilización en una profunda crítica de la sociedad (necesariamente política). Distanciándose ya de Freud, Reich no consideró que la eliminación de los síntomas neuróticos por medio de la manifestación de las represiones supusiera ni una curación del paciente ni una modificación sustancial del carácter. Reich destaca la posibilidad de una "inmunización" del neurótico mediante una especie de "autoconstrucción" de su carácter. Vendría ser un cambio de carácter de la persona enferma, lo cual se realiza según Reich restituyéndole su energía sexual (con la conjunta potencia orgásmica). Así, se acaba con lo que Reich llamaría "la armadura del carácter", la cual es susceptible de ser penetrada gracias a la técnica del análisis, provocando cambios cualitativos y liberando los pensamientos y sentimientos patológicos.

Aunque Reich realizó detalladas investigaciones concernientes a los movimientos musculares, tratando de dar un fundamento biológico a sus teorías, no pretendía defender un materialismo tradicional que presta atención únicamente a ese asunto. En último término, son las estructuras sociales las responsables de las patologías de cada individuo, por lo que es la sociedad en realidad la que está enferma. Reich pretendía una liberación de las inhibiciones sexuales (vamos a llamarlo con el atractivo nombre de "revolución sexual") gracias a una radical liberación político-sexual-cultural. Por lo tanto, Reich realizaría una notable interpretación sexual de los fenómenos políticos de masas, tanto del fascismo como de otros autoritarismos, en los cuales las represiones sexuales van unidas a las represiones políticas. Consecuentemente, las teorías de Reich pueden considerarse una inteligente reinterpretación, tanto de Freud, como de Marx, considerando que la ortodoxia de unos y otros olvida las originarias intuiciones de estos dos autores y la posibilidad de vincular ambos pensamientos con el fin de que no resulte insuficiente una revolución puramente sexual o puramente política (o político-social-económica). Aunque es cierto que Reich parece dar predominancia a una revolución sexual, lo es por que previamente ha vinculado los impulsos sexuales con los políticos.

Es la última etapa del pensamiento de Reich la más controvertida y la que ha sufrido acusaciones de ser seudocientífica. El intento de fundamentar su pensamiento condujo a Reich al desarrollo de que denominó "física orgónica", basada en una supuesta energía cósmica que puede "almacenarse" y controlarse. La física de Reich se basa en la conjetura de que existen "efectos orgónicos" experimentalmente comprobables, con una energía orgónica concebida por analogía con la energía biológica, que puede llevar al hombre a identificarse con el cosmos. Las acusaciones de misticismo, aun pretendiendo tener una justificación biológica, no se hicieron esperar, a pesar de la oposición que Reich tuvo a toda religión organizada y a su lucha contra el propio misticismo. En el libro que he leído recientemente, Introducción a Wilhel Reich. Ensayo sobre el nacimiento del freudo-marxismo, su autor Jean-Michel Palmier afirma que en Reich no existió continuidad entre la ciencia y la vida, entre el profesional y el hombre. De ahí, que puede considerarse que el autor alemán se condujo hasta llegar a convertir todo cuanto pensaba en delirio (con todo lo ambiguo de esta palabra y todo lo que conlleva de rebeldía contra una realidad impuesta). No obstante, ello no invalida en absoluto algunas de sus geniales visiones, increíblemente adelantadas a su tiempo y dignas de ser revitalizadas en una organización político-social de mayor calado e inteligencia, y con unas miras más elevadas.

sábado, 14 de agosto de 2010

La filosofía pluralista

Los expertos aseguran que la denominación de pragmatismo, para la filosofía de William James, no es exclusiva y a veces emplean el nombre de "empirismo radical". En cualquier caso, se puede hablar de los siguientes rasgos en este pensamiento: antideterminismo, contingentismo, pluralismo y temporalismo. Hay que decir que, si bien James se inspiró claramente en Pierce, éste no estuvo de acuerdo siempre con el desarrollo que se hizo de su filosofía y prefirió emplear el nombre de "pragmaticismo" para su propia teoría. Una de las primeras definiciones de pragmatismo que elaboró James, con intenciones más amplias que en el pensamiento de Pierce, fue la siguiente: "la prueba última de lo que significa una verdad es, sin duda, la conducta que dicta o que inspira. Pero inspira semejante conducta porque ante todo predice alguna orientación particular de nuestra experiencia que extraerá de nosotros tal conducta". Con su filosofía deductiva y empírica, de método análogo al usado por la ciencia naturales, James se enfrentó a los métodos absolutistas y aprioristas de inspiración hegeliana. La verdad no sería algo rígido y establecido para siempre, sino que puede cambiar e incluso crecer; una proposición sería verdadera si funciona, lo cual nos permite orientarnos en la realidad y llevarnos de una experiencia a otra.

"Las verdaderas ideas son las que podemos asimilar, validar, corroborar y comprobar", dijo James, por lo que se entiende que la verdad no es algo que una idea posea de forma permante, más bien es algo que acontece a una idea, "lo que pude llegar a ser verdadero". Por otro lado, James también insistió en que una proposición solo es aceptable si posee un valor para la vida concreta: "la verdad es el nombre de cualquier cosa que pruebe ser verdadera en cuanto a la creencia, y también buena por razones definidas y bien precisables". Tratando de sintetizar estas maneras de concebir la verdad en el pragmatismo, puede concebirse la verdad como algo "abierto", en constante "movimiento", no sería algo "hecho" o "dado", sino algo que se hace dentro de una totalidad que, a su vez, se mantiene también en proceso de hacerse constantemente. Para James, el mundo es "experiencia pura", no un mundo de principios racionales ni de "datos" organizados por "categorías" a priori o definitivamente fijadas. La pura experiencia sería una continuidad en permanente cambio, en la cual se articulan el sujeto y el objeto (partes del mismo "continuo de experiencia"). Como bien insiste James en sus conferencias, las cuales componen la obra El pragmatismo, su filosofía empírica es radicalmente opuesta al racionalismo, el cual destaca la importancia de los universales y considera que los todos son anteriores a las partes (tanto en cuestiones lógicas como ontológicas). El empirismo de James, por el contrario, destaca "el carácter explicativo de la parte, del elemento, del individuo, y trata el conjunto como una colección y el universal como una abstracción".

Por lo tanto, opuesta tanto al rígido y compacto monismo de tantos autores racionalistas como al dualismo de los espiritualistas, la filosofía de James es eminentemente pluralista. Las cosas estarían una "con" otra de muy diversos modos, pero "nada incluye todas las cosas o predomina sobre todas las cosas". Puede decirse que cada cosa está "abierta" a las demás, relacionada de forma externa y combinadas de muy distintas maneras ("experimentables" y, de alguna manera, "imprevisibles"), sin que esté ligada a ellas por factores internos. Como queda claro, es un pensamiento contrario a todo determinismo e, incluso, al realismo como concepción del universo como una realidad única y compacta. James escribió del siguiente modo, de forma vehemente en contestación a sus críticos: "El mundo del pluralismo es vulnerable, de manera que sus partidarios están sometidos en cierto grado a la inseguridad. Incapaces de soportar esta tensión interior, las 'almas enfermas' se refugian en el dogmatismo y en el absolutismo; en cambio, el pragmatismo o pluralismo que yo defiendo, acepta hasta cierto punto a vivir sin seguridades ni garantías". James afirmó que, lo que hoy podemos creer, la verdad que supuestamente hemos alcanzado, mañana deberemos ponerla en duda y aceptarla como error. Es una continua mirada hacia adelante, la negación de quedarse anclados en supuestas verdades eternas.

El deseo de conocimiento absoluto queda reemplazado en el pensamiento de James por la indagación y la experimentación, y el descubrimiento de la verdad por la confianza en un mundo edificado continuamente mediante conexiones parciales. Borges alabaría la superioridad ética del pragmatismo, frente a su aparente inferioridad estética al lado de otras filosofías. Si los valores empiristas y científicos se imponen a la superstición y a la intransigencia, James afirmó siempre que detrás de toda teoria científica debería siempre existir una intención de volver inteligible el mundo, el sentimiento de racionalidad. Las emociones se encuentran detrás de la vida práctica y moral, pero también ayudan a las certezas de la vida intelectual.

jueves, 12 de agosto de 2010

Pragmatismo

Se conoce como pragmatismo, dejando a un lado sus precedentes históricos (que, seguramente, forman toda una escuela o corriente principal dentro del pensamiento), a un movimiento filosófico desarrollado sobre todo en el mundo anglosajón, aunque con repercusión en otros países y con otras denominaciones (como son las llamadas corrientes anti-intelectualistas). Incluso, un autor como Nietzsche hay veces que se le ha etiquetado como pragmatista, debido a sus ideas sobre "la utilidad y perjuicio de la historia para la vida" o su concepción de la verdad como equivalante a lo que resulta útil para la especie y su conservación. Siendo rigurosos, hay que hablar de un pragmatismo explícito casi de forma exclusiva en esas corrientes anglo-americanas, o al menos fueron las que tuvieron una mayor repercusión e influencia. Es en Estados Unidos, en el seno del Metaphysical Club de Boston (1872-1874), donde puede decirse que surgió el pensamiento pragmatista, con figuras como Chauncey Wright , Francis Ellingwood Abbot, Charles Sanders Pierce o William James. Sobre estos autores, puede observarse una influencia de Alexander Bain con su definición de la creencia como "aquello sobre lo cual el hombre está preparado a actuar". En cualquier caso, los propósitos de las numerosas figuras asociadas al pragmatismo pueden resumirse en que "toda la función del pensamiento es producir hábitos de acción" y de que "lo que significa una cosa es simplemente los hábitos que envuelve". La llamada "máxima pragmática" reza: "Concebimos el objeto de nuestras concepciones considerando los efectos que pueden ser concebibles como susceptibles de alcance práctico. Así, pues, nuestra concepción de estos efectos equivale al conjunto de nuestra concepción del objeto".

Hay que decir que ha habido grandes críticos de la filosofía pragmatista, entre ellos algunos marxistas que la vinculan con los intereses particulares del capitalismo norteamericano. Como en tantas nociones, existe una versión distorsionada y vulgarizada, meramente utilitarista, con la denuncia de unas intenciones de reducir la filosofía a un simple plan de acción y de medir la verdad solo por su éxito externo. Bien, como en todo, hay que aceptar muchos puntos de vista, asumir críticas que pueden contener ciertas verdades (en la práctica, valga como homenaje al punto de vista pragmatista), pero tratemos de separar el grano de la paja y otorgar el peso filosófico debido a una importante forma de pensar enemiga del absolutismo. Como sostuvo Pierce, al que puede considerarse fundador del pragmatismo, "la duda viva constituye la vida de la investigación", cuando el hombre conoce que existen opiniones distintas de la suya es cuando comienza esa duda (distinta a la creencia, cuya tentación será imponer una verdad abstracta). Se trata de una confianza en la viabilidad de una praxis humana que renuncia al dogmatismo, pero no a los valores humanos y al progreso. Si su vulgarización ha sido instrumentalizada por un liberalismo sucumbido ante el capitalismo y el estatalismo, es otra denuncia que tenemos presente. Trataré aquí, como siempre, de mostrar un punto de vista antiautoritario (por otra parte, creo que inherente a la propia filosofía pragmatista, bien entendida) en todos los campos de la praxis humana.

Una de las obras seguidas para confeccionar este texto es Pragmatismo, con el significativo subtítulo de "Un nuevo nombre para viejas formas de pensar". El libro está compuesto por varias conferencias de James, con un estilo claro y coloquial, aunque no exento de polémica y mordacidad, que pretende acercar la filosofía al hombre común. Lo que me gusta de este modo de pensar, opuesto a todo absolutismo, es el tratar de abrir horizonte en todos los ámbitos humanos sin, necesariamente, establecer conclusiones (que, tantas veces, es tratar de poseer verdades). Parece ser que James careció de instrucción formal en filosofía, lo que tal vez le salvó de caer en la utilización de un lenguaje acorde con aquello que trataba de criticar, lo que es seguro es que su labor se volcó en usar el lenguaje común para otorgarle una mayor eficacia en la práctica. Hay que huir de toda abstracción originada en el mundo práctico e invertir los términos, poner las nociones en circulación y buscar su verifación en la acción. Se trata de desmitificar las grandes nociones de la filosofía escritas con mayúsculas: Verdad, Realidad, Dios... Aunque la palabra anarquismo, al menos en el terreno intelectual, se emplea en varias ocasiones en la obra de James (y la filosofía pragmatista, seguramente, pivota sobre ella), no tenía intención James de construir una filosofía necesariamente atea, pero la renuncia a grandes verdades conduce inevitablemente a la traslación de todas las cuestiones a un plano humano (de hecho, "humanismo" era una palabra del agrado de James para su filosofía).

Porque, aunque los deseos de James no fueran los de epatar en la sociedad de su tiempo, es imaginable el revuelo que tuvo que causar una filosofía que sostenía que no hay demasiadas cosas que decir sobre la verdad en términos abstractos o especulativos, si la llevamos al ámbito de la acción humana. James se apoyó en la sicología, renunciando a la tiranía de la lógica y a la trascendencia, para considerar que la adecuación de una creencia se reconoce gracias a ciertos signos, aun aceptando la vaguedad y diferentes significados que puedan tener los mismos: estabilidad, congruencia, desenvoltura, previsión, satisfacción... Como diría después Paul Feyerabend, un autor con muchos puntos en común con William James, contestando a la gran pregunta sobre qué es la verdad: "Pues, unas veces una cosa y otra otra". La renuncia a grandes verdades, o a una verdad general, no supone un ataque ni a la racionalidad ni a la reflexión, más bien al contrario, el deseo de indagación (la búsqueda de nuevas verdades concretas, en la práctica) está detrás también de un pragmatismo vigoroso que no renuncia jamás a la ética ni a los valores humanos. No podemos más que simpatizar con los autores que vinculan la labor filosófica con las preocupaciones del hombre de la calle, las cuales no tienen que caer en ninguna vulgaridad y sí proclamar su querencia al conocimiento, que se comprometen con lo particular (sacrificando toda abstracción y generalidad que pretenda que los seres humanos nos subordinemos a ellas). James se erigió como una de las figuras más significativas de una filosofía vinculada a la modernidad (sí, ese gran proyecto de emancipación que seguimos teniendo pendiente), una concepción de la vida que exaltaba la acción, que confiaba en el progreso técnico y científico, pero mostrándose muy crítico con las nuevas tiranías que podrían generar, amparada en los valores humanistas y románticos.