Historia de la FAI, de Juan Gómez Casas, es un libro fundamental para conocer y comprender la historia del anarquismo en España. En él se recuerda la evolución de lo organización obrera a principios del silgo XX, cuando por influencia del sindicalismo revolucionario francés la palabra societarismo es substituida por la idea nueva del sindicalismo y la sociedad obrera pasa a ser el sindicato.
El anarquismo realizaba una crítica al sindicalismo, primero por no dirigirse al ser humano en general, sino al trabajador, limitando así los horizontes intelectuales y filosóficos de las ideas; en segundo lugar, consideraba que el sindicalismo no era autosuficiente para resolver todos los problemas sociales. Así, el sindicalismo era solo un medio entre otros para lograr una sociedad nueva, ya que eran necesarias otras organizaciones libres de las actividades económicas, como las políticas o toda formulación libre en general. No obstante, a pesar de esta crítica, en aquellos tiempos se confunden el movimiento obrero libertario con las palabras sindicato y sindicalismo. En 1907, nace Solidaridad Obrera, federación local de las sociedades obreras de Barcelona, con la aspiración de emancipar a la clase trabajadora del sistema capitalista. Sus formulaciones son muy genéricas, pero recogen en gran medida el espíritu de la Primera Internacional. En el periódico homónimo de aquella organización participarán grandes personalidades del anarquismo español como Anselmo Lorenzo, Ricardo Mella, José Prat o Antonio Loredo. No tardaría en extenderse el ejemplo de Solidaridad Obrera por toda Cataluña y Andalucía, que en líneas generales tiene un espíritu anarquista, a pesar de estar abierta al conjunto de la clase obrera: antiautoritarismo e independencia de los partidos políticos.
En definitiva, la ilegalidad abrirá paso a la profundización ideológica, cribándose el movimiento de referencias inocuas como el republicanismo radical y de corrientes socialistas de tendencia parlamentaria. A diferencia de otros países, en los que el triunfo de los partidos socialdemócratas va unido a la consolidación del nacionalismo, en España se produce una perfecta simbiósis entre anarquismo y sindicalismo. Gómez Casas señala algo en lo que hay que insistir, frente al reduccionismo de tanto historiador, en la diversidad de posiciones que se dieron siempre dentro de forma natural dentro del anarquismo y del anarcosindicalismo, sin que ninguna de ellas renegara de los principios y finalidades. El Congreso de Sans, en 1918, fue un ejemplo de ello, con el que los sindicatos obreros de la CNT empezarían a estar en consonancia con el espíritu y la idea anarquista. El anarquismo en España, pues, es coherente desde sus inicios, a pesar de las diversas vicisitudes y de las continuas represiones. Sabe que la emancipación de los trabajadores solo puede ser obra de los trabajadores mismos, por lo que solo pude confiar en la iniciativa de estos. Como ejemplo de sus ideales ajenos a cualquier intermediario, instrumenta una táctica coherente: la acción directa, la cual no es más que la proyección o manifestación de un proletariado que no admite mediatizaciones. La lectura solo puede ser que el anarquismo es federalista y, tal y como lo expresa Gómez Casas (digno de elogio, ya que otorga dignidad a una palabra pervertida), democrático: los centros de decisión están en la base y las corrientes son siempre de abajo hacia arriba. Durante años, el anarquismo estudiará sus propios esquemas y alternativas a la sociedad capitalista, los cuales llevará a la práctica en las circunstancias precisas con numerosas dificultades y desigual fortuna. Tanto en Historia de la FAI, como en Historia del anarcosindicalismo español, Juan Gómez Casas refuta con gran acierto a historiadores como Gerald Brenan, tal vez el que inaugura cierta corriente, y a toda esa línea que desconoce y difama la historia del anarquismo en este país.
Pienso que son lectura obligada para los interesados en la historia, en las ideas y en los movimientos sociales. Los que deseen un ejemplar de Historia de la FAI, pueden pedirlo en esta dirección.
Si el 'defensor del pueblo' no es el pueblo mismo, entonces es un impostor.
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