domingo, 30 de septiembre de 2012

La originalidad revolucionaria del magonismo

Continuando con la entrada anterior, me gustaría seguir indagando en el magonismo y su originalidad revolucionaria. Rubén Trejo, en Magonismo: utopía y revolución. 1910-1913, considera que la organización partidaria del magonismo demuestra la confluencia histórica del liberalismo y del anarquismo. Como dijimos con anterioridad, el Partido Liberal Mexicano evoluciona de posiciones liberales, por lo que adopta en un principio una dirección centralizada, a propuestas anarquistas. En cualquier caso, aunque Trejo considera que esa estructura se mantiene después de la conversión al anarquismo, la organización exhortaba a los militantes a pensar por sí mismos y no ser dirigidos por jefe alguno. A los propios hermanos Flores Magón no les gustaba el término "magonistas", ya que parecía que eso les convertía a ellos en dirigentes. A pesar de esto, la forma organizativa del partido entraba en contradicción con las ideas anarquistas, por lo que algunos libertarios internacionales creyeron ver en el PLM un partido más que luchaba por el poder. Hay que observar, insistiremos de nuevo, en la evolución que tuvo aquel partido (un término que, en aquellos tiempos, podía ser sinónimo de "movimiento") y comprender su organización desde ese punto de vista, desde una dialéctica entre liberalismo y anarquismo. Por las declaraciones de sus militantes, no cabe demasiada duda de que su propaganda y sus actos estaba dirigidos al bello ideal de la anarquía.

Con la ruptura con su pasado liberal, los magonistas propusieron nuevas soluciones para el problema agrario. No solo había que restituir las tierras a los pueblos y comunidades a los que se les había robado, se rechazó también la solución de la pequeña propiedad; se consideraba que la subdivisión de las haciendas en pequeñas parcela generaría una burguesía más egoísta y reaccionaria con la diferencia de una nueva esclavitud económica con más amos que antes. La propuesta magonista era la propiedad colectiva y el consumo en común de la tierra y sus frutos, ya que con el esfuerzo de todos los brazos reunidos se trabajaría menos y se cosecharía más; se quería evitar que la propiedad, con el tiempo, volviera a quedar en pocas manos en el caso de dividir la tierra. Considerando que el monopolio agrario era el problema fundamental de México, como es lógico, los anarquistas no iban a esperar a soluciones por parte del Estado y propiciaron la expropiación por parte de campesinos e indígenas (los sujetos de la revolución). Se consideró que la toma de la tierra iba a superar al capitalismo, de ahí el lema "Tierra y libertad", al igual que la toma de la fábrica, por lo que los magonistas trataron de juntar la acción revolucionaria del proletariado industrial y de los campesinos. Menos rígidos que los marxistas en sus análisis, los anarquistas consideraron la importancia de ambos sujetos en la revolución, el obrero y el campesino, dependiendo la mayor importancia de uno u otro de las condiciones históricas.

Los magonistas consideraron también la opresión de la mujer en un sistema injusto, por lo que debería ser liberada al lado del hombre. Flores Magón vio que las cadenas de la mujer eran, incluso, más pesadas e indignantes, ya que por mucho que se produjera el progreso en algunos sectores sociales la mujer seguía subordinada al hombre. Como es obvio, la lucha magonista  no se limitaba a una igualdad jurídica o al mismo derecho para votar, sino que proponían las mismas oportunidades para desarrollarse siempre regidos por el apoyo mutuo entre ambos sexos. Tal y como escribió Práxedis Guerrero: "Mujeres y hombres hemos de luchar por esta igualdad racional, armonizadora de la felicidad individual y la felicidad colectiva, porque sin ella habrá perpetuamente en el hogar la simiente de la tiranía, el retoño de la esclavitud y la desdicha social". La lucha magonista hay que verla también dentro de una contexto de rebeldía internacional, ya que todo pueblo que luche por su verdadera emancipación no puede contemplar solo al opresor de casa y debe recibir el aliento de todos los trabajadores mundiales.

La revolución mexicana deseaba garantizar a todo ser humano pan, tierra y libertad; al movilizar el gobierno de los EE UU tropas a la frontera, se consideró que la burguesía internacional estaba defendiendo sus intereses y se exhortó a los trabajadores del mundo a apoyar su lucha. Los magonistas establecieron comunicación y nexos organizativos con los asalariados que trabajaban en Estados Unidos; fue una lucha en común por el sueño emancipador de los International Workers of the Word que deseaba unir lenguas, razas y culturas para acabar con el dominio del capital. No era un apoyo de unos rebeldes de una nación a otros, sino una rebelión conjunta que asegurara la emancipación de todos los pueblos frente a la autoridad y el capital. Incluso, se quiso aprovechar el estallido de la Primera Guerra Mundial para denunciarla como un nuevo conflicto entre poderosos, en el que luchan y mueren los humildes, y convertirla en una revolución mundial antiautoritaria; para conseguir tal objetivo, había también que combatir el delirio patriotero que obnubilaba a las masas.

Flores Magón pensaba que había una concepción vulgar de la utopía, propia de los conservadores de todos los tiempos, que la consideraba un sueño irrealizable. Sin embargo, los magonistas consideraron que la utopía de hoy es la realidad de mañana. Solo gracias al esfuerzo de los utopistas, es posible el progreso de la humanidad; no ha existido ningún revolucionario o reformador social profundo que no haya sido atacado por las clases dirigentes de su tiempo. No obstante, como anarquistas, los magonistas no eran simples idealistas y soñadores, nunca abandonaron su tendencia al rigor científico: se trataba de la persecución de un ideal, no como una mera creencia, sino siempre atendiendo al análisis de la ciencia. El propio Flores Magón escribió: "¡Utopía, ilusión, sueños! ¡Cuánta poesía, cuánto progreso, cuánta belleza y, sin embargo, cuanto se os desprecia! (…) ¡Adelante! El insulto, el presidio y la amenaza de muerte no pueden impedir que el utopista sueñe".

viernes, 28 de septiembre de 2012

Magonismo, anarquismo en México

El magonismo es una corriente de pensamiento que se ha definido como indígena-libertaria, y que inició como su nombre indica Ricardo Flores Magón, la cual impulsa al pueblo mexicano a hacer la revolución social. El propio Flores Magón, nacido en 1874 en San Antonio de Eloxochitlán (Estado de Oaxaca, México), tenía un origen indígena y humilde; sigue sus estudios en México D.F., donde se iniciará en la política a través de la lucha contra el dictador Porfirio Díaz junto a sus hermanos Enrique y Jesús. En 1900, crea el periódico Regeneración y será uno de los principales animadores de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. En 1904, se exilia a EE UU, sin que vuelva a pisar territorio mexicano; murió en circunstancias no aclaradas el 21 de noviembre de 1922 en el penal de Leavenworth (Kansas), en el que había sido recluido después de lanzar un manifiesto animando a la lucha a todos los anarquistas del mundo. El nacimiento del magonismo está determinado por dos factores: por el mencionado periódico Regeneración, a través del cual pudieron difundir sus ideas y establecer las praxis, y por el Partido Liberal Mexicano, nacido en 1905 y, a pesar de su nombre, inequívocamente anarquista. Puede decirse que las influencias del magonismo fueron principalmente tres corrientes: el liberalismo mexicano, el anarquismo europeo y la comunalidad indígena. Tal y como el propio Flores Magón señaló, en México vivían en aquel momento unos cuatro millones de indios, que unos años atrás se regían por el apoyo mutuo, no conocían autoridad alguna y tenían el derecho común a la tierra, al agua y, en general, todos los recursos naturales. Esas costumbres sencillas duraron hasta que la autoridad del Estado se hizo fuerte y se garantizaron los privilegios de la burguesía.

Si en un principio, los magonistas quisieron educar a la gente en el liberalismo para despertarla y que se enfrentara a la dictadura, cuando evolucionaron al anarquismo buscaron la libertad económica a través de la insurrección, auténtica emancipación para los humildes. Hay que atribuir al magonismo un pensamiento original, formado tanto por sus análisis teóricos como por su intención instrumentalizadora para la acción. El tránsito del liberalismo, de la confianza en el progreso y en el crecimiento económico, al anarquismo constituyó una verdadera revolución teórico-política. Por supuesto, no es que desapareciera su antigua formación liberal, sino que adoptará una nueva realidad teórica; frente a la revolución democrático-burguesa del maderismo y el constitucionalismo, se construirá una alternativa anticapitalista y libertaria. Los magonistas fueron conscientes de que los derechos políticos preconizados por los liberales poco significaban para el proletariado, obligado a vender sus fuerza de trabajo e imposibilitado para acceder a los medios intelectuales. La libertad política liberal, basada en la libertad de expresión o en el derecho a practicar un oficio propio, se convertía, por lo general, en ilusoria. El análisis magonista se convertirá en plenamente anarquista: para poder gozar de la libertad política, es necesario conquistar la libertad económica liberándose el proletariado del trabajo asalariado y apropiándose de la tierra y de los medios de producción.

Los magonistas considerarán la propiedad privada de la riqueza material e intelectual el origen de todos los males sociales. Así, es necesario subvertir este tipo de apropiación de la riqueza para dar lugar a nuevas y superiores formas de propiedad. El trabajo en común,  la propiedad colectiva de la tierra y la industria, la libre asociación de los productores y la distribución de lo comúnmente producido, según las necesidades de cada persona, harían posible la abundancia económica con un menor esfuerzo individual. En 1902, Flores Magón conocía ya los textos anarquistas, llegando a publicar ese año La conquista del pan; se notaba la influencia de Kropotkin, ya que el propósito del nuevo sistema sería distribuir la riqueza según las necesidades, y no según la capacidad, para no crear nuevos privilegios ni divisiones sociales. Del mismo modo, se deseaba igualmente subvertir esa contradicción social a la que daba lugar la división del trabajo entre las labores intelectuales y las actividades manuales. Como se ha dicho, no fue el anarcocomunismo la única influencia para los magonistas; las comunidades indígenas ofrecían un hermoso ejemplo vivo de propiedad común de la tierra, los bosques y el agua.

Se ha dicho que la concepción desarrollada por los integrantes del PLM sobre la revolución de 1910 es una de las más originales. Por la influencia anarquista, fueron conscientes que las grandes revoluciones en la historia no habían supuesto que sus principales actores fueran finalmente los usufructuarios, debido al nacimiento consecuente de una clase directora que no había tardado en regenerar la opresión y la explotación. Así, las revoluciones se habían visto integradas hasta entonces por tres actores principales: por cierta clases que hacen la revolución (que podía ser el proletariado junto a algunos sectores de la burguesía y de los intelectuales), por aquellas clases o sectores contra los que se empuñan las armas y, finalmente, por las clases directoras que acaban usufructuando los resultados de la tragedia social. Lo que se trataría de lograr entonces es que el actor que realiza la revolución fuera finalmente el mismo que obtuviera el beneficio de la misma. Los magonistas considerarán lo pernicioso en la revolución mexicana de la dirección burguesa del maderismo; una de las originalidades de la teoría revolucionaria magonista es haber comprendido la necesidad de una doble lucha: contra el gobierno de Díaz y contra el capital. Al contrario que algunos sectores socialistas del PLM, que priorizaban la lucha contra la dictadura para, después de un largo proceso educativo y organizativo, emprender la batalla contra el capitalismo, los magonistas deseaban orientar la rebelión hacía los dos objetivos; es una lucha en lo que insistirán los anarquistas en otros conflictos históricos, como es el caso de la Guerra Civil Española.

Recordaremos el análisis anarquista que vincula el Estado con el privilegio, por lo que hay que acabar con la autoridad para destruir el capital, y viceversa. Los magonistas, fieles a esta visión, consideraban que la conquista del poder se acaba volviendo un fin en sí mismo, ya que su ejercicio da lugar a intereses y corrompe a los hombres. Tal y como escribe Flores Magón: "Los hombres más sinceros cuando se han encontrado encima de los demás hombres se han sentido superiores y aunque antes de alcanzar el poder hubieran manifestado su respeto al pueblo y su deseo de ser un verdadero servidor de los demás, ya arriba no se han encontrado dispuestos a obedecer a nadie más que a sí mismos"; nada más ilustrativo para este análisis que la película ¡Viva Zapata! (Elia Kazan, 1952). Si los determinantes económicos y sociales del poder son la propiedad privada y el monopolio del conocimiento, los subjetivos son la sumisión de las masas y del individuo. Así, no se quieren solo cambios sociales y económicos, sino que cada individuo debe adquirir autonomía y ser consciente de su capacidad intelectual liberándose de toda una cultura de la sumisión. Estos principios éticos guiaron a los magonistas durante la Revolución Mexicana, el lema fue "¡Gobernaos por vosotros mismos!". La destrucción del poder, preconizada por los magonistas, iba pareja obviamente a una propuesta constructiva y organizativa de autogobierno y autogestión económica por parte de las clases humildes. Tal y como se ha dicho en la importante obra Magonismo: utopía y revolución, 1910-1913 (Rubén Trejo, Cultura Libre 2005), el magonismo es de una actualidad innegable por su teoría revolucionaria, como antecedente de la práctica autogestionaria en México, por su espíritu antiautoritario y, en general, por su afán emancipador de la clase trabajadora.

martes, 25 de septiembre de 2012

El proyecto anarquista

Nunca esta de más, visto lo visto, aclarar muchísimas cosas acerca del anarquismo, por supuesto sin que mis palabras se tomen de modo definitivo (simples reflexiones basadas en un conocimiento, por supuesto limitado, pero siempre realizadas ante un horizonte libertario). Hay que aceptar que, si somos estrictos con la etimología de la palabra anarquismo ("ausencia de principio"), el tema parece invitar de entrada a la polémica. Como es lógico, el anarquismo no niega en ningún caso el poder, sino la concentración del mismo; ni siquiera puede decirse que se esté en contra del poder político, sino del Estado, es decir, de aquella concentración de poder que supone una división tajante entre el que manda y el que obedece. Lo mismo ocurre con la idea de autoridad, que no es negada por el anarquismo, ya que reconoce una autoridad natural basada en el saber y en la capacidad de los individuos. Por lo tanto, desmontamos esos tópicos (pobres o dirigidos a desprestigiar las ideas libertarias), en ningún caso se niega la autoridad y el poder porque sí. Recordaremos en primer lugar que en aquellas sociedades llamadas "primitivas", en las que no existía el Estado, existía el poder político y la autoridad, entendida ésta como simple competencia; el que más sabe sobre un tema, ejerce su autoridad, pero siempre de modo parcial, temporal y sin que exista derivación alguna sobre lo que significa la ejecución misma de la tarea social (es decir, la autoridad empieza y acaba en la propia tarea, como puede ser la caza o la construcción de una casa).

Dicho esto, viene al caso recordar que no existe ningún afán primitivista ni reaccionario en el anarquismo (a pesar de ciertas corrientes bizarras y sin auténtico calado social). Si el anarquismo observa las sociedades del pasado, es precisamente por su confianza en modos de vida y organización mejores, más humanos. Existe la confianza, el optimismo si se quiere definir así, de que las relaciones humanas pueden y deben mejorarse. Por lo tanto, existe un proyecto radical de cara a transformar la sociedad que nada tiene que ver, obviamente, con el autoritarismo. De hecho, es lógico pensar que muchos pensadores contemporáneos, a pesar de encontrarse cercanos al anarquismo, se han mostrado cautos a la hora de proclamarlo debido a la perniciosa influencia del socialismo autoritario. Éste, ha contribuido enormemente a que gran número de personas observen cualquier idea radical y utópica como un peligro para la humanidad; los reaccionarios y conservadores se han visto favorecidos por ello. No debe existir temor a que se nos tilde de ingenuos, o incluso de crédulos, a los anarquistas; lo auténticamente crédulo y penoso, amén de conformista y papanatas, es pensar que el mundo tiene que seguir estando en su estado actual. Los anarquistas han sido y son los grandes enemigos de todo autoritarismo, por lo que no hay que permitir que sea el liberalismo el que invoque ese peligro para justificar el statu quo. El anarquismo, a pesar de tener unas convicciones evidentes en relación a la humanidad, rechaza cualquier forma de dogmatismo, algo que se resume muy bien en esta frase de Malatesta: "Yo creo en la infabilidad de la ciencia, tanto como en la infabilidad del Papa". Es por eso que la vigencia del anarquismo es, podemos decirlo, intemporal; sus propuestas, entendidas como una elevada aspiración moral de las sociedades humanas, nunca pueden considerarse caducas. El anarquismo se basa, en gran medida, en la afirmación de valores éticos que son suprahistóricos.

El proyecto radical del anarquismo puede resumirse en el siguiente cambio de paradigma: la vinculación entre la ética y la política. En las sociedades contemporáneas, y desde los últimos siglos, existe una clara separación entre ambos campos. Es un proyecto difícil, muy difícil, nunca se ha negado, pero su construcción empieza aquí y ahora, en la sociedad en la que estemos, y no existen negociaciones de clase alguna que transgredan esos valores. Entiéndase, no estoy hablando de incoherencias, seguramente inherentes al ser humano e incluso muy saludables que se produzcan (dejemos la perfección y el fundamentalismo para otras ideas), sino de un proyecto ético y político con propuestas y convicciones muy nítidas. Aprovecho para señalar lo que considero una falacia idealista, y es la necesidad del "cambio interior" del ser humano para transformar la sociedad; el anarquismo no cae en ese idealismo y se esfuerza por el cambio en todos los ámbitos, ya que entiende un proceso de interacción (una vida ampliamente moral del invididuo solo es posible si se da la moralización de la sociedad). Rasgos anarquistas existen en muchos movimientos sociales y la ausencia de sectarismo ha hecho que no se haya limitado al mundo obrero (aunque, por supuesto, la autogestión económica sea un objetivo principal); si logramos conectar todos esos movimientos antiautoritarios, en los que la solidaridad puede convertirse en el valor principal, cualquier forma de autoritarismo puede encontrar verdaderos obstáculos para desarrollarse. A pesar del desprestigio de la palabra democracia, por motivos obvios, el anarquismo está dentro de una tradición democrática en un sentido muy profundo. La gran alternativa actual a lo hoy que se denomina democracia, que no es sino sumisión a las grandes oligarquías liberales, está en el anarquismo: si queremos, podemos llamarlo en lo económico socialismo autogestionario o libertario, pero sin perder de vista en el horizonte el ideal anarquista.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Decálogo de manipulación del poder

Existe un decálogo sobre las manipulaciones del poder y sus medios, atribuido a Chomsky, aunque no estoy seguro que sea de él (hoy en día, Internet difunde falacias con tremenda facilidad). En cualquier caso, y por mucho que detestemos a priori los decálogos, lo importante es profundizar en las cosas, por lo que echemos un vistazo a cada uno de sus puntos. No hay ánimo alguno de ser fiel a su desarrollo y añadiremos algunas cosas de cosecha propia.

1.La estrategia de la distracción o, lo que es lo mismo, desviar la atención del público de los problemas realmente importantes. En la actualidad, las nuevas tecnologías hacen sencillo inundar al gran público de informaciones diversas, así como de toda suerte de distracciones. Los cambios que deciden las élites políticas y económicas, donde se encuentra la raíz de los problemas, permanecen debidamente ocultos.Todo tipo de información banal o distorsionada, eventos deportivos, análisis políticos tremendamente superfluos y maniqueos...; en suma, cualquier cosa que impida profundizar en los problemas y desarrollar una conciencia en las personas, mientras se insiste en una visión superficial y sesgada que conduce a que, incluso los trabajadores y las clases humildes (más adelante, veremos otro concepto muy interesante como es el de la "indefensión aprendida"), den su apoyo a las oligarquías y a gobiernos de todo pelaje.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones, algo que también se ha denominado "problema-reacción-solución"; el poder crea un problema, una "situación" con la que se quiere causar cierta reacción en el público y de esa manera la gente será la que demande las medidas pertinentes previstas por los de arriba. Existen muy evidentes ejemplos de este punto en el sistema educativo, como es el desmantelamiento de la educación pública, la imposición de un modelo educativo autoritario o la distribución clasista y desigual de los recursos. Es obvio que se deja que se degrade la educación pública para que se demande una mejor gestión en otros centros educativos, mientras que lo que se busca es primar el beneficio económico por encima de la calidad en la educación. Hay que señalar que el análisis presente en estos puntos está muy vinculado a otros anteriores, como es el caso de la ilusión en la "libertad de elección" (inherente a las sociedades liberal-capitalistas).

3. La estrategia de la gradualidad, según la cual se aplica de manera dosificada una medida para que se acabe aceptando una medida que debería resultar inaceptable. El neoliberalismo lleva actuando desde hace décadas imponiendo privatizaciones, precariedad, flexibilidad laboral, salarios inaceptables... Gobiernos socialdemócratas, conservadores, o del pelaje que sean, han participado en esta situación, algo que no hay que olvidar (podemos llamarlo conciencia histórica) para no entrar en maniqueísmos ni en visiones infantiles que conducen a que la gente considere posible una solución milagrosa (paradójica e inaceptablemente, por parte de los mismos que nos causan los problemas). Gran parte de la sociedad ha acabado aceptando situaciones que, con seguridad, se remontan al menos a acuerdos de la llamada Transición democrática con actores de diversas condición.

4. La estrategia de diferir, que busca aceptar una decisión impopular presentándola como "dolorosa y necesaria" y trasladándola al futuro. Obviamente, es más fácil aceptar un sacrificio lejano en el tiempo que uno inmediato, también porque se crea la falsa ilusión de que tal vez todo irá mejor en ese futuro y tal vez se acaba evitando el esfuerzo. Se trata claramente de una estrategia para ir preparando al público para que acabe aceptando lo peor. Huelga decir que otra las despreciables características de las sociedades modernas es la búsqueda de la inmediatez, algo que ayuda a que este punto se desarrolle.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. En esto han insistido siempre los anarquistas, ya que consideran que ser gobernado es, de alguna manera, ser tratado como un crío. En este caso, hay que verlo como una estrategia en la que la propaganda o publicidad del poder usa discursos, argumentos y entonaciones abierta o sutilmente pueriles dirigidos a personas inmaduras o mentalmente deficientes para acabar creando individuos con esas características. Es otro punto que hay que ver vinculado a otros factores, sicológicos y sociales, ya que la excesiva tutela (o apariencia de tutela) acaba conduciendo a un debilitamiento del ánimo y del intelecto.

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Otro punto tremendamente interesante que arroja luz sobre las capacidades racionales del ser humano. La constante apelación a las emociones, en lugar de a la reflexión, lleva a ocasionar un cortocircuito en el análisis racional y a acabar neutralizando el sentido crítico de las personas. Se habla también del inconsciente en este aspecto, ya que el registro emocional permite abrir en él la puerta para terminar implantando determinadas ideas, miedos, temores e incluso comportamientos.

7. Mantener al pueblo en la ignorancia y la mediocridad. Se crea la ilusión en las personas de que deben ser gobernados, ya que esa tara está solo al alcance de unos pocos. Este punto se desarrolla en los diferentes niveles de una sociedad, cuando se desea que el público desconozca los métodos con los que son controlados, hoy eficazmente sutiles. Vemos que aquellas personas que logran escapar a esa situación, y se rebelan contra lo intolerable, sí son víctimas tantas veces de métodos de represión más expeditivos.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Hay quien definía este punto como inducir al público la idea de que ser vulgar está de moda, así como admirar a gente que no tiene talento alguno; es un punto interesante de una sociedad mediática y consumista, aunque la situación parece más compleja. Hay que decir que el poder necesita de gente ignorante, tal y como se veía en el punto anterior, sin inquietud alguna ni ganas de desarrollar ningún talento, por lo que esta situación es más bien consecuencia de un determinado tipo de sociedad (inconsciente, consumista y con una afán hedonista de bajo nivel). La educación es algo en lo que siempre insisten los que quieren construir una sociedad más libre, justa e inteligente, y es una formación que debería durar toda la vida de un individuo. Seres adecuadamente ignorantes (no se habla necesariamente de analfabetismo, sino de falta de conocimiento primordial y, especialmente, de conciencia) e infantiles (dependientes) son fácilmente manipulables, aunque afortunadamente las respuestas a esa situación son cada vez mayores. En lugar de ser complaciente con la mediocridad y la estupidez, habría que recordar que el ser humano, cada uno de ellos, merece más respeto que todo eso.

9. Reforzar la autoculpabilidad manteniendo en el individuo la idea de que solo él es culpable de sus infortunios debido a su falta de esfuerzo, inteligencia o capacidad. Es una situación en la que tiene mucho que ver la atomización individual propia del capitalismo, en la que la libertad se produce solo como hecho aislado. No es de extrañar el éxito en los últimos años de superficiales libros de autoayuda, plagados de filosofía de baja intensidad, ya que gran parte de los individuos interiorizan que la salvación está únicamente en uno mismo y son incapaces de rebelarse contra el sistema político y económico. Como esa fantasía no está al alcance de la mayoría, se acaban produciendo estados depresivos, cuyo más visible efecto es que el individuo no actúe en ninguna dirección.

10. Conocer a los individuos mejor de lo que estos se conocen a sí mismos. De nuevo topamos con una brecha entre las élites de los que dirigen el mundo y las personas de a pie, a nivel de conocimientos. Se dice que en los últimos 50 años ha habido avances científicos acelerados que han contribuidos a hacer esa brecha aún mayor. Los conocimientos en biología, neurobiología y en psicología aplicada han llevado a que el sistema conozca mejor al ser humano que él mismo. Esta situación, supuestamente, ha llevado a que en gran parte de las situaciones el sistema ejerza un control y un poder sobre los individuos mayor que el que ellos mismos ejercen sobre sí mismos. Es posible que, sin ánimo de contribuir a paranoia alguna, visto lo visto, esta explicación se quede incluso corta.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Periódico El libertario

El Libertario es un periódico anarquista, que edita desde 1995 la Comisión de Relaciones Anarquistas de Venezuela (CRA); se trata de una publicación fundamental para comprender la política latinoamericana y sus problemas sociales. Es uno de los medios anarquistas de mayor difusión en Latinoamérica, en el ambiente libertario y en los movimientos sociales en general, y cada vez más se ésta difundiendo en América del Norte y en Europa. Huelga decir que El Libertario no recibe subvención alguna ni admite anuncios comerciales y se realiza de manera autogestionada. En su página web, http://www.nodo50.org/ellibertario/, puede descargarse el periódico en PDF o leerlo online; también están disponibles infinidad de textos imprescindibles, clásicos y actuales, por lo que es aconsejable mirar con calma este sitio web.
También existe un blog, http://periodicoellibertario.blogspot.com.es, de constante actualización en lo informativo, también con opciones de descarga de textos y enlaces directos a vídeos.
La CRA, editora de El Libertario, es una organización ácrata venezolana integrada por diversos colectivos y personas. A pesar de no ser un sindicato, esta organización cuenta con el respaldo de la Asociación Internacional de Trabajadores y de ahí que también se la denomine CRA-Amigos de la AIT; se han esforzado en promover las reflexiones y documentos que se realizan en la AIT y en otros movimientos anarquistas de todas partes del mundo. El objetivo, al igual que en el anarquismo clásico, es lograr que las personas interioricen los valores de solidaridad, igualdad y justicia, construir un mundo más humano a partir de la conciencia individual. Los anarquistas venezolanos que integran la CRA han denunciado la política hipócrita y mistificadora de Hugo Chávez, el cual ha desmontado los movimientos sociales y favorecido a la burguesía bajo consignas supuestamente revolucionarias. El funcionamiento de la organización es, obviamente, asambleario buscándose el consenso mediante el debate en lo que denominan "práctica de la democracia directa".

Una de las iniciativas de la CRA fue crear en 2006 un Foro Social Alternativo, de nítida orientación libertaria y en respuesta al FSM, el cual había perdido el espíritu asambleario, autónomo y horizontal de sus primeros momentos.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Luce Fabbri, entre la historia y la utopía


Luce Fabbri (1908-2000), hija del profesor y militante anarquista Luigi Fabbri, tuvo una infancia feliz gracias a una armonía familiar en la que no cabía la represión de la mayor parte de los hogares de aquellos tiempos.  En su hogar, Luce fue educada en un profundo amor por la libertad y en una aversión a toda desigualdad, a la violencia y al poder. A pesar de ello, le tocó vivir en una época en la que se sucedían las persecuciones contra los revolucionarios y los hechos más terribles, como la cruenta Primera Guerra Mundial y el nacimiento del fascismo. En Bolonia, la ciudad donde Luce residía, se produjo el principal centro de irradiación del fascismo; al contrario que tantos intelectuales, manifestaba Luce, los obreros y campesinos fueron conscientes desde el primer momento del carácter conservador y antisocialista del movimiento. Los "camisas negras" eran los principales enemigos de las cooperativas, los sindicatos, las autonomías municipales y del socialismo en general. Citando la conocida obra de su padre, Luce Fabbri consideró siempre el fascismo como "una contrarrevolución preventiva". Fue el ascenso del fascismo en los años 20 el que provocó la separación familiar y el exilio en el exterior: una corta estancia en Francia y después Uruguay. En 1928, al acabar el doctorado en Letras en la Universidad de Bolonia, Luce se reecontró con sus padres en París y de ahí a América, donde fueron recibidos en el puerto de Montevideo por compañeros anarquistas.

Además de militante anarquista, Luce se convirtió en profesor de historia de enseñanza secundaria, hasta que formó parte del cuerpo docente de la Universidad de la República en el área de literatura italiana. Tuvo una gran producción intelectual, iniciada ya en Italia con su tesis sobre Élisée Reclus y algunos artículos de filosofía política. Entre 1936 y 1945, publicó la revista Studi sociali, lo que contribuyó a enriquecer su militancia política, junto a otros periódicos que difundían las ideas anarquistas y ayudaban a resistir frente al fascismo. En 1943, también participó en la edición de Socialismo y libertad, experiencia periodística innovadora en la que socialistas, anarquistas y republicanos colaboraban en la resistencia frente al fascismo; tal y como la propia Luce dijo: "Queríamos demostrar que, aun pensando distinto, con una preocupación básica común se podía lograr una convergencia de esfuerzos". Luce Fabbri fue una incansable luchadora contra toda dictadura: el fascismo italiano que la hizo exilarse en Uruguay, la dictadura de Gabriel Terra, el régimen franquista... A pesar de vivir en un tiempo en que los anarquistas, y otras tendencias progresistas, fueron duramente reprimidos, ello no le agrió el carácter ni le convirtió en una persona pesimista. De manera lúcida y positiva, fue una mujer capaz de dirigir su mirada hacia aquellos espacios en los que eran posibles prácticas de libertad y posibilidades alternativas. La gran producción política e intelectual de Luce Fabbri está orientada hacia tres grandes temas: la crítica feroz a toda forma de totalitarismo, valorando siempre la libertad y las ideas democráticas, así como la implantación del proyecto anarquista; la literatura italiana, la lingüistica y la crítica literaria en un mismo bloque, y como última gran temática las cuestiones pedagógicas. Tal y como ya han señalado otros autores, se trata de una autora primordial que recogió el legado de los primeros pensadores anarquistas, junto al de su padre, y otorgó una profunda contribución teórica e ideológica al pensamiento libertario.

El anarquismo impregnó la vida de Luce Fabbri: el combate permanente contra todas las manifestaciones del autoritarismo, venga de donde venga, así como contra los micropoderes que a todos nos constituyen, tal y como enseñó Michel Foucault. Luce vivió muchas experiencias que confirmaban la visión anarquista, una organización social "desde abajo" a partir de la libre asociación de individuos en cooperativas de producción, consumo, viviendas y educación; tal y como ella mismo dijo en su conferencia "Una utopía para el siglo XXI": "El centro crea cierto orden, en apariencia muy sólido y en realidad muy endeble: basta atacarlo para que el orden se convierta en caos. Existe otro orden mucho más vital que se crea desde abajo, por asociación y que subsiste en las otras partes si una parte resulta dañada. Por las mismas razones, es sólo aparente la identificación del orden con el centro y con el poder central". Lúcidamente, Fabbri recordó que el capitalismo nunca fue una utopía, ya que no surgió de programa alguno, sino de los hechos aprovechados por una clase social sin excesiva conciencia en ascenso; el único programa del capitalismo es el de llegar al poder por medio de la riqueza, y es por eso que cambia de forma y estructura acomodándose a los diferentes regímenes políticos, según convenga puede proclamar la total libertad de mercado o puede burocratizarse alrededor de un Estado protector. Esta mutación del capitalismo le había llevado en las últimas décadas hacia la forma de las multinacionales, que se habían convertido en verdaderos estados transnacionales tejiendo sus redes a nivel global.

La solidaridad debe convertirse en herramienta de los oprimidos y constituir una fuerte respuesta a las crisis periódicas del capitalismo. Allá donde prevalece la solidaridad frente al ánimo de lucro, surgen formas espontáneas de socialismo; Luce consideraba que la muerte del socialismo estatal, en su doble vertiente totalitaria y socialdemócrata, nunca se produjo, ya que jamás existió. La utopía del siglo XXI puede y debe ser el socialismo libertario, federalista y autogestionario, que se muestra tantas veces en formas alternativas multiplicándose en la base social. Las habituales criticas al anarquismo de ser incapaz de dar soluciones a la sociedad de masas contemporánea no tienen demasiado recorrido, ya que el federalismo es la respuesta a dicha objeción; si entendemos que una comunidad pequeña es donde el individuo se desarrolla más libremente, estas comunidades pueden articularse en una gran variedad de unidades mayores hasta llegar incluso a la escala mundial. Luce consideraba que las nuevas tecnologías facilitaban enormemente esas relaciones y la descentralización, y los ilusionantes tiempos que vivimos con nuevos movimientos sociales así lo confirman. El anarquismo de Luce Fabbri estaba muy vinculado a la confianza en la tecnología para desarrollar la democracia directa y llegar a la conquista popular de su propia voz. "El socialismo libertario -afirma con serena certeza Luce Fabbri- que, a diferencia de los demás proyectos no centra su victoria en la conquista del poder, es acaso la única utopía que no ha sido derrotada, en terreno teórico, por los acontecimientos. En la práctica, en lo concreto del acontecer diario, el proyecto anarquista está acostumbrado a las derrotas. (…) El siglo XXI no va a ser fácil. Desde estos últimos años del milenio, los que no hemos perdido la fe en la solidaridad le lanzamos este mensaje de socialismo en la libertad, que viene de una experiencia muy amarga y muy larga, pero que da frutos de serenidad interior y esperanza, la esperanza que se necesita para afrontar los desafíos que se acercan".

martes, 11 de septiembre de 2012

Alex Comfort

Alex Comfort (1920-2000) fue un hombre de múltiples facetas, con seguridad más conocido y valorado como científico que como escritor. Una de sus obras más conocidas es The Joy of Sex (El placer del sexo, según una de las últimas ediciones, aunque al parecer ha tenido otras traducciones), escrito en 1972, ingenioso y liberador manual para el placer sexual. Es posible que a Comfort se le llevaran los demonios al descubrir que ha sido más conocido por una obra de esas características, la cual tuvo una importante repercusión en su momento, ya que su producción científica y literaria es enorme. Su militancia anarquista y pacifista es el hilo conductor de muchos de sus libros, y es de agradecer que se vea la revolución sexual como una parte (primordial, hay que deicir) de la social; es el juego y el erotismo como una parte primordial de la libertad y del desarrollo del ser humano. No es posible no acordarse del conocido comentario de Woody Allen acerca de que, tal vez, lo mejor del mundo es el sexo con amor, pero lo segundo mejor es sin duda el sexo sin amor.

Después de El placer del sexo, Comfort escribiría también sobre los efectos sicológicos y sociológicos del amor libre en una revisión posterior llamada More Joy of Sex en la que confirma la intención liberadora de la primera obra y denuncia la cantidad de absurdos y barreras que el ser humano ha construido sobre la cuestión sexual. En esta cuestión de la liberación sexual, parece evidente que los ácratas también han llevado una considerable ventaja a otras tendencias revolucionarias. Comfort, además de en el comportamiento sexual, era experto en biología y en siquiatría, y en concreto se le consideró una eminencia en gerontología, ya que dedicó gran parte de su vida al estudio del envejecimiento en hombres y animales; dos obras suyas recogen esta temática: La biología de la senescencia y Una buena edad. La tercera edad (Debate, Madrid 1978). En sus estudios, Comfort observa a las personas mayores como una clase oprimida, por lo que trata de combatir todos los acomodos políticos, sociales y morales que contribuyen a esa situación. Otras obras suyas destacables son: El comportamiento sexual en la sociedad, Autoridad y delincuencia en el Estado moderno, La novela y nuestro tiempo, Naturaleza y naturaleza humana (Proyección, Buenos Aires).

Comfort se educó en el Trinity College, en Cambridge, y en el London Hospital; en los años 40, tuvo una gran actividad en el mundo británico, en el grupo en torno a la publicación Freedom, uno de los más importantes del pasado siglo, junto a otros anarquistas como Marie Louise Berneri, Nicholas Walter, Herbert Read, Vernon Richards o George Woodcok. Comfort fue un beligerante pacifista, valga el oxímoron, y son muy conocidas sus disputas con George Orwell sobre la intervención en la Segunda Guerra Mundial. La primera toma de posición pública sobre la libertad sexual la hizo precisamente en un libro publicado en 1948 por Freedoom Press, Barbarism and Sexual Freedom, basado en unas conferencias que impartió en el London Anarchist Group. Tal y como contó en cierta ocasión Colin Ward, el cual valoraba especialmente la faceta sociológica de Comfort, no hay lector que pueda hacerse una idea exacta de lo asfixiante que resultaba el clima sexual de la época; es de agradecer la inteligencia sutil de Comfort, el cual usaba la ironía para desmontar y denunciar los comportamientos autoritarios. Se le atribuye una frase muy bella, una especie de imperativo que el anarquista puede hacerse a uno mismo, acerca de la obligación de dejar este mundo con menos dolor del que había cuando lo encontró.

sábado, 8 de septiembre de 2012

A vueltas con la ideología

El debate sobre las ideologías se ha visto peligrosamente contaminado por la naturaleza autoritaria de algunas de ellas. En realidad, la diferencia entre los gobiernos de los países capitalistas, se denominen socialdemócratas o liberales, son mínimas. Se nos quiso vender hace ya décadas el fin de las ideologías y el triunfo del capitalismo, aunque más de dos terceras partes de la población mundial pasen necesidades de primer orden por causas, tanto políticas como económicas, producto de un sistema globalizado que traspasa las estructuras nacionales. El socialismo, que no se reduce obviamente al marxismo, acabó demonizado después del fracaso de los regímenes del siglo XX supuestamente inspirados por él (que no dejaban de adoptar, paradójicamente, la lógica capitalista desde el Estado). El capitalismo fue asumido por gran parte de la población, como si fuera algo así como parte de la naturaleza humana, a pesar de los desmanes que produce; tal vez, si se colocaran esos desastres frente a los ojos de cada ser humano, si se indagaran en las causas reales de los problemas del mundo, el panorama podría ser muy distinto y la gente no adoptaría el "sálvese quien pueda" refugiado detrás de sus propiedades materiales y de sus (algunas, al menos) distorsionadas necesidades "espirituales". Hay quien considera que los desastres sociales son producto de la maldad del ser humano (mencionado, así, en general y sin que el que afirma tal cosa se incluya, supongo); yo diría que el resultado de que el mundo esté como esté es de, en primer lugar, de los que toman las decisiones, una ínfima minoría (legitimados o no por una supuesta voluntad popular, ¿es el horror más tolerable si lo elige una mayoría en las urnas?). Sin embargo, otra cosa a tener en cuenta, una faceta también propia de la condición humana, y también despreciable, aunque mucho más comprensible si indagamos en sus causas: el papanatismo fundado en la subordinación, en la enajenación y en una conciencia bien poco estimulada.

Está ya muy usado el cuento de que si un extraterrestre, dueño de una impagable lógica, visitara nuestro planeta, alucinaría de lo lindo. No tardaría en darse cuenta de que los gobiernos de los países industrializados, a pesar de los esfuerzos que harían en mostrarle lo contrario, apenas poseen diferencias, simplemente los vería ajustados a una economía de mercado con demasiada gente fuera de juego; a pesar del desastre político y económico, observaría que no habría un gran cuestionamiento de la palabra "democracia" que legitima el poder, y que gran parte de los movimientos de resistencia al statu quo lo haría desde dos perspectivas igualmente alienantes: con una lógica nacionalista de autodeterminación o con intención de crear estructuras supranacionales de cohesión, fórmulas constitutivas tal vez peores que las actuales. El extraterreste, no obstante, observaría al menos que el ser humano ha creado teorías y prácticas de fraternidad y solidaridad, y ha combatido todo instrumento de enajenación para enfrentarse a una realidad concreta y estimular su conciencia; y así siguen alimentándose los movimientos sociales, que suponen una gran esperanza para el mundo. Es falso lo que se dice que el movimiento 15M no tiene ideología alguna (lo que no tiene es partidismo alguno ni le gustan las etiquetas, en mi opinión); lo que no posee es ninguna naturaleza autoritaria, se mueve por la horizontalidad y el principio de solidaridad. Esos rasgos no dejan de ser ideas-fuerza que pueden cambiar el mundo; si hoy existe un poderoso paradigma de competencia en la actuación social, mañana puede primar el de la cooperación y el apoyo mutuo. Es más, yo diría que las ideologías son (en parte, al menos), para bien y para mal, un poderoso motor de evolución humana; no se trata de caer en un idealismo ingenuo, sino precisamente de escapar a tanto determinismo económico que jamás va a traer la emancipación social por sí solo y tratar de desarrollar nuestras potencialidades.

Las ideologías pueden estar dirigidas hacia un lugar o hacia otro, su condición puede ser reformista, revolucionaria o incluso reaccionaria; así, pueden ser elementos de control social (todo sistema político tiene unos presupuestos que acepta de una manera u otro el ciudadano, por lo que existe alguna ideología imperante) o poderosos instrumentos de emancipación, precisamente, si se reconoce lo que pueden tener de pernicioso y distorsionador. En cualquier caso, las ideas y las convicciones son parte de la condición humana, en un terreno que hay que arrebatar a las fantasías propias de la religión, por lo que pueden funcionar como instrumento de transformación del mundo, si encontramos a los suficientes compañeros de viaje, con la aspiración de una fraternidad universal (concepto más necesario que nunca, despojado de la perversidad globalizadora capitalista). Si la ideología pretende representar a la sociedad con perfiles diferentes a lo conocido, con la intención de substituir los modelos imperantes, para huir de toda tentación autoritaria solo puede ser enriquecido con praxis de horizontalidad y pluralidad (que tantas veces cuestionarán una teoría que constriña la acción, por lo que los críticos de las ideologías se quedarán sin argumentos). Han existido grandes críticos de los grandes ideales, entendidos como promesas que dan sentido a nuestra vida junto a armonía, paz y justicia social, ya que consideran que ello conduce a rechazar a los escépticos y perseguir a los descreídos; considero que esa visión, autoritaria y totalitaria, es propia de aquellas ideologías fundadas en dos de los elementos que han hecho enfrentarse a los hombres: la religión y el nacionalismo. No es fácil establecer una definición de lo que es una ideología, lo mismo que no creo que nadie sepa establecer cómo la filosofía da el paso a ella; del mismo modo, mucha gente rechaza la filosofía por abstrusa, cuando puede y debe acercarse a cualquier persona para ayudar a transformar su vida. Es por eso que hay, en primer lugar, que escapar de toda visión vulgar, reduccionista y manipuladora de según que términos, que contribuyen al inmovilismo más alienante y empujan a dejar las decisiones sobre nuestra vida en manos ajenas.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Los nuevos ateos

En este blog, en no pocas ocasiones, se ha mencionado (pero no, necesariamente, seguido al dedillo) el nuevo ateísmo de un Dawkins, de un Hitchens o, aunque yo no lo situaría en el mismo saco que los anteriores por sus rasgos más filosóficos y posmodernos, de un Onfray. En todas las obras de los autores mencionados, algo menos en la de Daniel Dennett, he encontrado cosas de valor para el pensamiento libre y para el progreso social.

Hay quien sitúa ese neoateísmo en el mundo post-11S, algo que no sé si es del todo cierto y que tampoco resulta muy sostenible si observamos que el objeto del ataque es la creencia religiosa de un modo general, y la tradición judeocristiana no sale mejor parada que la islámica. A los autores neoateos, especialmente a Dawkins, se les acusa de atacar la teología desde una inadmisible arrogancia. Esto me recuerda aquel chiste en el que un creyente acusa a un ateo, precisamente, de arrogancia y éste le responde algo así como lo siguiente: "Y esto lo dices tú, que piensas que un ser eterno, omnipotente y absolutamente bueno te ha creado". Tampoco me convencen las criticas a los neoateos cuando simplemente argumentan que "no saben de lo que están hablando"; las acusaciones en ese sentido las he oído por parte de toda suerte de creencias sobrenaturales, terapias alternativas y otras inefables propuestas seudocientíficas, y que suele traducirse ante la falta de evidencias, de la clase que fuere, como algún tipo de apelación al misterio.

No obstante, y a pesar que es de agradecer que prolifere el pensamiento ateo (algo que, insistiré una y otra vez, para mí es principalmente sinónimo de librepensamiento), siempre he mantenido una reserva para todo discurso solo en parte subversivo, y ese puede ser el caso de los autores que nos ocupan. El ateísmo es, para el que subscribe, una parte de la cultura antiautoritaria, por lo que las críticas se dirigen a todo tipo de dominación (religiosa, política y económica). También se ha acusado a Dawkins y Hitchens, desde posiciones ciertamente izquierdistas como es el caso de Terry Eagleton (el cual se dirige a ellos como "Ditchkins" y utiliza alguna gracieta más de dudoso gusto), de defender el statu quo. No diré para nada que esos nuevos ateos tengan un prurito libertario (tal vez Onfray algo más), pero no considero que sus posiciones sean conservadoras bajo ningún concepto, ni siquiera que hayan defendido alguna forma de Estado (al menos, en las obras que nos ocupan). Otro asunto es el manido reduccionismo científico del que también se les acusa, algo así como mantener que "la ciencia tiene todas las repuestas"; de una u otra forma, se esté o no de acuerdo con ellos, en sus obras han aparecido preocupaciones por la moral, por lo que esa acusación nuevamente me parece una caricatura. En cualquier caso, insistiremos, la crítica a la creencia religiosa no es meramente intelectual o cognitiva; por supuesto, se la considera una mera proyección o fantasía, pero se la combate (que es quizás lo intolerable para muchos, que la crítica adquiera un horizonte muy amplio) en aras del progreso, especialmente social y moral (no meramente científico, el cual ha demostrado un lado demasiado oscuro).

Estoy muy de acuerdo con Erich Fromm cuando dice que la religión desaparecerá, de acuerdo, pero que algo debe ocupar su lugar. Ese algo puede ser el humanismo y el socialismo, y utilizo esas palabras con una intención plenamente libertaria, por lo que de nada sirve criticarlas de modo estrecho, tal y como considero que se hace habitualmente. Eagleton, en Razón, fe y revolución, parece reconocer que el balance histórico final sobre la religión se desborda hacia el lado negativo, pero dirige su critica, en mi opinión sin demasiado recorrido, hacia esos nuevos ateos, ferozmente reduccionistas para él, los cuales define como racionalistas liberales. Eagleton tiene una análisis claramente marxista, nos recuerda que incluso el fanatismo religioso tiene bases materiales y recuerda la responsabilidad del Occidente capitalista al respecto. Es de agradecer, en cualquier caso, que se recuerde esto, aunque me resulta dudoso que alguien pudiera negarlo. Más de una vez, menciona a Marx en una cita que alude a la religión como "alivio de los afligidos"; creo que se trata de una semejante a la mucho más utilizada de "opio del pueblo", que tal vez no se entienda del todo bien, ya que alude igualmente a consuelo y no tanto a "anestesia", como creo que se suele interpretar. Es posible que Marx tuviera en gran parte razón (aunque siempre estemos tentados, a nuestra vez, de acusarle de reduccionista), pero en cualquier caso el objetivo es combatir todo tipo de aflicción, lo mismo que tratar de que todas las personas tengan un horizonte amplio a la hora de acceder al conocimiento (es eso, ya tan añejo, pero más necesario que nunca que llamamos revolución social). Es posible que sea inherente a la condición humana el afligirse, de una forma o de otra, pero da la sensación de que los dogmas religiosos (ideas inmutables, no lo olvidemos) juegan con ello en su beneficio, en lugar de tratar de combatirlo. La fe, e incluso los mitos, tienen muchas lecturas, es cierto, y no hay que contraponerlos siempre de manera simplista frente a la lógica y el positivismo, sino tratar de comprender los diversos factores que los alimentan. El objetivo es hacerse preguntas, mostrar un escepticismo, precisamente frente a todo conservadurismo y pensamiento fijo, con intención de mejorar el conocimiento y la acción humana. Es por eso que las preocupaciones morales y sociales forman también parte de ese proceso, no quedan subordinadas a una ciencia y una razón desprovistas de humanidad.