sábado, 29 de junio de 2013

La búsqueda pueril de un propósito en el cosmos

 ¿Por qué el ser humano posee la tendencia a encontrar un propósito y un sentido en hechos cotidianos fácilmente explicables? ¿No son la ciencia y el arte disciplinas que pueden suplir de manera sólida esa inclinación a lo esotérico? Defendemos desde este texto, y tratamos de explicar en función de visiones religiosas y metafísicas, lo pernicioso de ese abandono pueril a lo "extraordinario", a buscar un sentido oculto en la existencia humana y en la creación del universo

A nivel cotidiano, podemos escuchar a algunas personas aludir, de una manera o de otra, a que las cosas que ocurren en nuestra vida tienen "algún sentido"; no serían, en cualquier caso y según esta interpretación, producto de la mera casualidad, pero revelando poco o ningún deseo de indagar y abandonándose con demasiada facilidad a interpretaciones más bien pueriles y simplistas. Quiere buscarse una asociación, en circunstancias muy concretas no demasiado difíciles de explicar si no nos evadimos con facilidad en busca de "algo extraordinario", para concluir en una especie de sentido o propósito en la existencia humana y en el conjunto del cosmos (me atrevo a expresarlo así, ya que hay una evidente conexión entre la interpretación de nuestra vida y algún tipo de cosmogonía).

¿Por qué esta tendencia del ser humano? Antes de nada, y como ya he insistido otras veces para que nadie se ponga a la defensiva, ya que el objetivo es hacer reflexionar, no es una simple cuestión de descalificar a las personas; el ser humano es, por lo general, racional e inteligente, pero también posee una peligrosa tendencia a entregarse a interpretaciones extraordinarias y (supuestamente) admirables. Una vez más, defenderemos aquí, frente a esa actitud, el deseo de hacerse preguntas y de profundizar en los asuntos humanos con miras a transformar la realidad; es tan sencillo como eso y, me temo, el abandono a una actitud sobrenatural en ciertos ámbitos de nuestra vida conlleva la mayor de las veces todo lo contrario. Nuestra propia condición de seres inteligentes y racionales nos conduce, a veces con demasiada facilidad, a proyectar en el universo algo similar; es decir, se quiere ver una inteligencia y un propósito superiores en la naturaleza y en el cosmos, algo a todas luces herencia del pasado.


Las visiones místicas o religiosas, al respecto, pueden reducirse a tres: la teísta, la panteísta y la llamada forma emergente. El teísmo es la forma más simple y ortodoxa, ya que considera que Dios creó el mundo y las leyes naturales previendo que en algún momento se desarrollaría algún bien; este propósito, obviamente, solo existiría en la mente de este supuesto Creador y es algo que permanece externo a la creación. Desde este punto de vista, se considerara que existe en el universo una racionalidad afín a la propia mente del ser humano; la conclusión sería que el proceso cósmico está dirigido por una mente superior. Así, la creación del hombre y de la civilización no es ninguna consecuencia incomprensible, ni improbable, sino el resultado de un propósito cósmico. Esta visión, propia de la religión tradicional, atribuye al ser humano unas capacidades morales y espirituales producto de la creencia en un propósito cósmico dirigido hacia fines inescrutables. Como es evidente, el teísmo y sus derivados introducen en no pocos problemas y objeciones; la más obvia es la existencia del mal en el mundo, que esta visión religiosa suele atribuir al hombre para exculpar a ese omnipotente ser supremo, cuando aquel lleva en la existencia muy escaso tiempo comparado con el conjunto del universo.

La concepción panteísta admite más complejidad y ha estado sujeta a muchas interpretaciones a lo largo de la historia. Según esta visión, Dios no es ya algo externo al universo, sino algo que forma parte de él; así, no hay ya acto de creación, sino que la fuerza creadora es el propio universo. Aunque esta forma panteísta conlleva menos objeciones que la teísta, hablamos de una supuesta conciencia divina presente en todo tipo de materia; en resumen, Dios está presente en el ser humano y, aunque éste desapareciera, la divinidad seguiría siendo eterna, por lo que la única realidad última es la espiritual o personal. La ciencia nos dice que no hay una gran separación entre lo que está vivo y lo que no lo está, ya que no existe ningún elemento vital especial ni sustancia química viva, ni "fuerza vital" misteriosa, en suma, que se distinga rígidamente de lo que está vivo. La biología dice, y hay que insistir en ello, que la materia viva es realmente un mecanismo físico-químico, no existe nada "espiritual" en juego. Otro asunto es la que la relación entre la fisiología y la sicología sea más compleja, aunque tampoco hay que establecer una rígida línea de separación entre ellas; lógicamente, tampoco hay que considerar al ser humano como un simple autómata totalmente determinado por leyes físico-químicas. En definitiva, hablamos de nuevo de una herencia mística del pasado, de la vieja y distorsionadora distinción entre cuerpo y alma. Tanto la física, como la sicología, deben evitar toda influencia metafísica; así, es posible que se dé lugar a una ciencia intermedia que se ocupe de las leyes casuales y de los efectos.

Si en el panteísmo, y sus divagaciones espirituales, la realidad del tiempo es difusa -se confunden no pocas veces el pasado, el presente y el futuro-, no así en nuestra tercera concepción: la doctrina emergente. Según esta visión, de la materia surge la vida y de ésta la sigue; no habría razón para pensar que el proceso se detenga y la cualidad final sería la divinidad. De esta manera, Dios no sería el creador, sino el creado; una supuesta fuerza misteriosa impulsa a la evolución hacia estadios cada vez mejores. Por supuesto, estamos de nuevo ante una visión esotérica, la cual toma prestados a su conveniencia elementos de la evolución y de la biología; la doctrina emergente, y sus derivados, no es más que una nueva forma de religiosidad que puede que rechace la idea de un Dios creador, pero sí se ilusiona rápidamente con la creación de la divinidad en el universo.

En definitiva, no hay razón alguna para pensar que existe un propósito en la existencia cósmica; desde este texto, defendemos lo pernicioso y pueril de seguir abundando en ello. El planeta Tierra y la especie humana son solo partes muy pequeñas del universo; si la creencia es que un espíritu ha de desarrollarse, resulta muy pobre comprobar lo poco que han conseguido en tanto tiempo. No tenemos todas las respuestas sobre la creación del universo y de la vida, pero ello no nos empuja necesariamente a esperanzas vanas ni a especulaciones absurdas; pensar que existe un propósito benévolo en el universo es, por decirlo suavemente, sumamente peculiar. Lo que no podemos negar es que nosotros somos producto de ese universo, pero es como para preguntarse, al menos, si somos verdaderamente tan especiales como para pensar que hay un propósito en nuestra existencia. Por supuesto, todo esto no está enfrentado con la perfección de los valores, todo lo contrario, pero siempre admitiendo que solo tienen sentido en una existencia real y humana, no trasladándolos a mundo imaginarios. Como alguien dijo, con envidiable buen humor, no existe soberbia en negar a un ser trascendente; existe soberbia en pensar que un ser omnipotente, omnisciente y totalmente bondadoso nos ha creado a nosotros (ya sea el Dios personal de las religiones tradicionales o sus derivados espirituales o metafísicos). Aceptar lo absurdo de esa visión es comenzar a mejorar el mundo terrenal.

jueves, 27 de junio de 2013

La Ruche. Una experiencia pedagógica

La experiencia de La Ruche (1904-1917) hay que considerarla un hito en la historia de la pedagogía moderna. En 1904, el anarquista Sébastien Faure (1848-1952) emprende esta aventura educativa a pocos kilómetros de Rambouillet y a unos 40 de París. Faure fue un incansable y notable militante libertario, autor de innumerables escritos, gran conferenciante, creo en 1895 junto a Louise Michel el periódico Le libertaire y fue un abanderado de la defensa de Dreyfus, entre muchas otras actividades; no hace falta decir que sufrió por todo ello persecución y prisión, víctima de numerosas injurias. Destacan títulos, entre su obra, como Mi comunismo, Doce pruebas de la inexistencia de Dios, la Enciclopedia Anarquista o Palabras de un educador. Faure, como los anarquistas en general, se mostraba convencido de que una verdadera revolución se preparaba antes que nada en las ideas, costumbres y sentimientos, en suma, en la conciencia más íntima. Antes de llevar a cabo su experiencia educativa, teorizó sobre la posibilidad de formar individuos completos con todas sus facultades desarrolladas armónicamente; todo ello en un ambiente fraternal donde se suscitara la cooperación y se procurara un ambiente racional en base a los métodos científicos más actuales del momento.
Tal y como escribe Faure en Il Pensiero, en 1903:
Todo esto con vistas a fines totalmente distintos de los del estado burgués, cuyas instituciones, empezando por la familia, corrompen al individuo desde la más tierna edad haciéndole egoísta, hipócrita y conformista y haciendo de él un instrumento pasivo; cosa que se verifica tanto en el régimen llamado "libertad de enseñanza" que considera al niño propiedad de los padres como en el de monopolio, donde se transforma en cosa del estado; la neutralidad escolar es solamente una hábil mentira.
La Ruche (la colmena) se inspiró en el ejemplo innovador del orfanato de Cempuis (1880-1894), la llamada "educación integral", y aprovechó el material didáctico heredado por su promotor Paul Robin, otro gran referente en la pedagogía libertaria. No hay que calificar de escuela a La Ruche, ya que tampoco puede hablarse de alumnos y profesores, se trataba de un planteamiento de verdadera igualdad en la que se ponían en práctica los métodos pedagógicos más innovadores. A pesar de las numerosas peticiones de ingreso, la colonia de La Ruche no tuvo nunca a más de 50 huéspedes, los cuales eran acogidos de forma gratuita; Faure ejerció tareas fundamentalmente administrativas, a pesar de figurar como director, y sus colaboradores recibían alojo y comida. Las actividades, entre las que se encontraban estudio, trabajo y ocupaciones sociales, recreativas y deportivas, eran decididas periódicamente por una asamblea en la que todas participaban; no existían programas rígidos ni normas disciplinarias impuestas, ni premios ni castigos. Los temarios científicos que se impartían no tenían el simple objetivo de aportar una notable cantidad de conocimiento, sino primordialmente de estimular la facultad de observación y el razonamiento. Existía, en definitiva, un gran respeto por la autonomía del niño y por su desarrollo integral. Desgraciadamente, la censura y la precariedad económica obligaría al cierre final del proyecto en 1917.

LaMalatesta Editorial y Tierra de Fuego nos presentan su edición de la obra de Faure La Ruche. Una experiencia pedagógica, donde se relata aquel impresionante proyecto convertido en una realidad tangible. Así, se rescata del olvido, en la historia oficial de la pedagogía, una experiencia llevada a cabo por un grupo de personas cuyo gran motor era la fuerza de sus ideas.

sábado, 22 de junio de 2013

El sujeto revolucionario y la transformación social

Dos de las grandes diferencias ente marxismo y anarquismo la establecen las diferencias en torno al sujeto revolucionario y a la vía de transformación social. Un interesante analista, Rudolf de Jong, desgraciadamente con escasa obra traducida al castellano, nos introduce en esas divergencias en función de las relaciones centro-periferia. Las calumnias, equívocos y distorsiones en torno al anarquismo, como insistimos muy a menudo, se remontan a los propios orígenes de la Primera Internacional; todavía hoy, por parte de personas con una (supuesta) cultura política, puede escucharse que el anarquismo es antiorganizativo, demasiado individualista y, en el mejor de los casos (y de manera significativa), demasiado amante de la libertad. Por más que haya transcurrido siglo y medio, con multitud de experiencias libertarias organizativas y de todo tipo, desde aquellas primeras injurias, es necesario aclarar una y otra vez lo lamentable de ciertas visiones sobre el anarquismo.

Como es obvio, la cuestión no es estar a favor o en contra de la organización, sino saber el para qué de la misma, qué forma ha de tener y cuál es su base y fundamento. Los anarquistas no solo han propiciado, por lo general, sus propias organizaciones específicas, sino que procuran que las personas se organicen para gestionar sus propios asunto en todos los ámbitos de su vida. En un contexto estatal y capitalista, la organización se hace de arriba abajo, dirigidas las personas por propietarios, jefes, burócratas o políticos. Lo que se propicia desde el anarquismo, lo diremos una y mil veces, es que las personas se organicen por sí mismos; por ejemplo, en el ámbito laboral, que los trabajadores gestionen ellos mismos la producción, ese es lo que se llama la conquista de la libertad y del socialismo. El anarquismo, por mucho que esté pleno de ideas y convicciones, recuerda siempre que la base organizativa es la realidad social; frente a otras concepciones, que priman la idea y los principios en el modelo organizativo, y que acaban por no ver más allá de la conquista del poder para poder realizar sus propuestas.

En cualquier caso, el anarquismo da por supuesto importancia a la forma organizativa, pero estableciendo siempre una estrecha relación con la base. Lo que se procura, algo que dota de una innegable actualidad a las propuestas libertarias, es que las formas organizativas no actúen de manera alienante con el individuo, que no afecte a la persona ni a circunstancias concretas: es por eso que se insiste en el pensamiento y la acción individuales, en la acción desde la base, en la autonomía, en la descentralización, el federalismo… Para obtener una coordinación óptima, y lograr acuerdos y afinidad, no se logra con mejores resultados desde la dirección y la coerción, sino desde la cooperación y la solidaridad práctica. Llegamos así a otro concepto anarquista, la acción directa, que no es más que aceptar la responsabilidad con todas sus consecuencias sin cargársela a un tercero; frente al infantilismo que supone en el ser humano la dejación de la responsabilidades, delegándolas en otros, se pide la madurez que supone el hacer y pensar por cuenta y riesgo propios. Acción directa es actuar por un mismo, pero no de manera aislada, sino como participante consciente en la comunidad.

Por lo tanto, frente a las inacabables calumnias al respecto, ya hemos apuntado algunas propuestas organizativas anarquistas. Ejemplos existen a lo largo de la historia, organizaciones sin aparatos centrales ni burocracia. Otro asunto es que el marxismo, y creo que puede generalizarse, haya propiciado todo lo contrario; la toma del poder en base a una dirección, con la necesidad de la centralización y de la disciplina desde arriba, así como de una jerarquización organizativa. Lenin fue el que llevó esta fórmula organizativa hasta sus extremos y consecuencias, de tal manera que solo sobrevive finalmente la dirección suprema. Cierto folleto comunista de hace tiempo ilustra muy bien, no solo las diferentes concepciones organizativas entre anarquismo y marxismo, sino la imposibilidad de aceptar una tesis contraria a las propias por parte de ciertas visiones rígidas; el texto del folleto rezaba así: "Centralización: dirigir desde un punto (…); Descentralización: lo contrario de centralización, luego dirigir desde varios puntos". Vemos que algunos son incapaces de pensar, siquiera, en la posibilidad de que la descentralización suponga la gestión propia, la autoorganización.

No es difícil de entender que a los partidarios de la jerarquización organizativa les cueste entender y aceptar las propuestas anarquistas; lo que no es inaceptable es que se siga vinculando anarquismo con desorden e indisciplina. Los anarquistas poseen sus propios principios organizativos y luego es la realidad la que aparece cargada de matices, de confusión o de abandono a la improvisación y espontaneidad de las personas. Recordemos esos principios y convicciones anarquistas, ya que hablamos también de una ideología, aunque recordando la importancia de la realidad y de los hechos (de ahí, que tantos hayan hablado del anarquismo como "algo más" que una ideología).

En general, la forma libertaria contempla las relaciones de dominio desde el centro a la periferia. La teoría y la práctica anarquistas concibe la transformación social como la búsqueda del fin de las relaciones centro-periferia; así, se produce una reflexión crítica sobre el Estado, el partido, el ejército y sobre cualquier posición de dirección o de vanguardia. Es esta concepción lo que hace divergir a anarquistas y marxistas, al menos a la gran mayoría de estos últimos.
Veamos las palabras de Rudolf de Jong:
Los revolucionarios marxistas, los reformistas sociales y, en general, la mayoría de los militantes de izquierda quieren siempre utilizar el centro como un instrumento – y en la práctica como el instrumento – para la emancipación de la humanidad. Su modelo es siempre un centro: Estado, partido o ejército. Para ellos la revolución significa, en primer lugar, la toma del centro y de su estructura de poder, o la creación de un nuevo centro, para utilizarlo como un instrumento para la construcción de una nueva sociedad. Los anarquistas no desean tomar el centro; desean su destrucción inmediata. Es su opinión que, después de la revolución, difícilmente habrá lugar para un centro en la nueva sociedad. La lucha contra el centro es su modelo revolucionario y, en su estrategia, los anarquistas intentan evitar la creación de un nuevo centro.
Otra gran diferencia estriba en la discusión, que se remonta también a los tiempos de la Primera Internacional, sobre quién sería el sujeto revolucionario; aquel sector de la población encargada de llevar a cabo la transformación social. Marx, como es sabido, según su análisis histórico e identificación de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, colocaba su confianza en este último, una clase trabajadora industrial y urbana que proliferaba en las regiones más desarrolladas económicamente. El autor de El capital consideraba que, antes de la dictadura del proletariado y del socialismo, debía producirse la revolución burguesa; ésta, consolidaría el capitalismo de manera plena, desarrollaría las fuerzas productivas y daría lugar el proletariado industrial: sería el sujeto revolucionario, en la visión marxista, que llevaría a la clase trabajadora a su emancipación. Burguesía y proletariado, según esta concepción, serían elementos de progreso, mientras que otras clases son desechadas en el papel revolucionario e incluso tildadas de fuerzas conservadoras. Bakunin tenía una visión más amplia y generosa del llamado sujeto revolucionario; la revolución podían llevarla a cabo también los campesinos e incluso su papel resulta fundamental junto al del proletariado. Esta concepción revolucionaria de Bakunin es incluso ampliada por otros autores anarquistas, como es el caso de Rudolf de Jong, en base a esas relaciones ente el centro y la periferia; eso nos ayuda a entender unas relaciones de domino más amplias. Así, puede decirse que para el anarquismo el sujeto revolucionario son todas las víctimas de esas relaciones de domino sin olvidar el análisis de clase ni renunciar a tratar de comprender las diferentes categorías sociales.

Recapitulando, recordaremos que el modelo de transformación social anarquista renuncia a toda organización del centro a la periferia y promueve la movilización de amplios sectores de la población para, de abajo arriba, conducir a la revolución social y tratar de crear una sociedad socialista libertaria. El Estado es substituido por estructuras autosugestionadas y federadas; la vía para lograrlo pasa por la potenciación de los movimientos sociales, además de las organizaciones anarquistas específicas, según el modelo libertario (que, insistiremos, pasa porque sean las personas las que gestionen sus propios asuntos sin centro directivo potenciando la autonomía y la individualidad consciente en la unidad social).

Por último, insistiremos en otra gran diferencia entre marxistas, especialmente los leninistas, y anarquistas; aquellos, insisten en la separación entre lo político y lo social, de tal manera que justifican las relaciones jerarquizada y de dominio; esto es, la vanguardia del proletariado, el partido, que acaba en lo alto de la pirámide y se convierte en una centro cuya base o periferia son los movimientos sociales. Los anarquistas, aunque tengan sus organizaciones específicas y constituyan una minoría activa, están de acuerdo en el desarrollo de los movimientos sociales por la base y desean establecer una relación ética entre lo político y lo social; la transformación revolucionaria es realizada desde la periferia hacia el centro.

miércoles, 19 de junio de 2013

Debate imaginario entre Marx y Bakunin

El 3 de noviembre de 1864, dos grandes personalidades se reunieron en Londres; dos hombres barbudos y canosos, un alemán y un ruso, de enorme intelectualidad, acuden para hablar de sus diferentes visiones sobre el socialismo y sobre la vida en general. Esa diferente concepción de las cosas estaría llamada a conmocionar la historia, y hay que insistir en que todavía lo está. La reconstrucción de aquel diálogo, en el contexto de una tarde fría y neblinosa, en la que ambos hombres tratarían de entrar en calor tomando una taza de té, la llevaría a cabo Maurice Cranston y se emitiría en octubre de 1962 en la BBC de Londres; meses más tarde, reproduciría el texto la revista Anarchy y, al año siguiente, sería traducido al castellano por José Peirats. En la conversación hay cabida para todo: la forma de vivir tranquila y familiar de Marx, las aventuras y la vida errante de Bakunin, los embustes fabricados por Marx contra Bakunin, Proudhon y el origen del anarquismo, el poder, el Estado, la libertad en el socialismo y el socialismo sin libertad…; todo ello con rotundidad, pero también con ironía y respeto mutuo, rasgos que caracterizan a dos grandes hombres con posturas divergentes por razones que la historia ha ido dilucidando.

BAKUNIN. - Mi querido Marx, puedo ofrecer­te tabaco y té. Temo, sin embargo, que mi hospitali­dad resulte frugal. En estos momentos me hallo em­pobrecido.

MARX. - Siempre he sido pobre, Bakunin. To­das las formas de la pobreza me son conocidas. Es el peor de los males.

BAKUNIN. - La esclavitud es el peor de los males, Marx, no la pobreza. ¿Una taza de té? Lo tengo siempre a punto; en este Londres las amas de casa son muy atentas. Cuando vivía en Paddington Green había allí una, llamada Gracia -una bonne à tout faire-, que subía y bajaba escaleras todo el día y parte de la noche con mi agua caliente azu­carada.

MARX. - Si la clase trabajadora llevase una vida dura en Inglaterra, sería la primera en suble­varse.

BAKUNIN. - Sería... ¿Pero lo será?

MARX. - Ella o los alemanes.

BAKUNIN. - Los alemanes no se insurgirán ja­más. Morirán antes de hacerlo.

MARX. - No es cuestión de temperamento na­cional, Bakunin; es cuestión de progreso industrial. Allí donde los obreros posean conciencia de clase...

BAKUNIN. - No hay conciencia de clase aquí en Inglaterra. La criada de que hablaba antes era completamente dócil, resignada, sumisa. Dábame pena verla tan explotada.

MARX. - Al parecer, tú mismo no dejabas de explotarla.

BAKUNIN. - La explotación reina en Londres por todas partes. En esta vasta ciudad, repleta de mi­seria, escuálidas, oscuras y sórdidas callejas, nadie se atreve a levantar una barricada. No, Marx éste no es un lugar para un socialista.

MARX. - Sin embargo, es casi el único lugar en que se nos admite. He permanecido aquí quince años.

BAKUNIN. - Lastima que no me conocieras en Paddington Green. Estuve allí mas de doce meses. Al examinar tú tarjeta ayer, recordé que nuestros cami­nos no se habían cruzado desde los viejos días de París.

MARX. - Tuve que abandonar París en 1845.

BAKUNIN. - Sí, antes del levantamiento de Dresde, cuando caí, por así decirlo, en manos del enemigo. Me mantuvieron encarcelado durante diez años. Después me desterraron a Siberia. Como sabes bien, conseguí escaparme para llegar a Londres. Aho­ra se me permite vivir en Italia. Regresare a Floren­cia la próxima semana.

MARX. - Muy bien, al fin vas a poder mo­verte.

BAKUNIN. - Yo siempre me muevo. No soy un revolucionario discreto como tú. Las coronas de Europa me mantuvieron siempre en movimiento.

MARX. - Las coronas de Europa me expulsa­ron a mí también de varios países. Y la pobreza me ha ido forzando a abandonar varios hogares.

BAKUNIN. - ¡Ah, la pobreza! Yo voy siempre sin un céntimo, siempre pidiendo prestado a los ami­gos. Debo haber vivido con dinero prestado largas etapas de mi vida; excepto en la cárcel. Y tengo 50 años. Pero nunca pienso en el dinero. Es de bur­gueses pensar en el dinero.

MARX. - Eres afortunado. No tienes familia que mantener.

BAKUNIN. - Debes saber que me uní con una mujer en Polonia. Aunque es cierto que no hemos tenido hijos. ¿Más té? Yo, sí. Un ruso no puede vi­vir sin té.

MARX. - Y sois muchos rusos, Bakunin; mu­chos los rusos nobles, para ser exacto. Debe ser difícil, dado vuestro temperamento, penetrar en la men­te del proletariado.

BAKUNIN. -¿Y qué opinas tú mismo. Marx? ¿No eres hijo de un próspero burgués? ¿No es tu mujer una von Westphalen, hija del Barón von West­phalen y hermana del ministro del Interior de Pru­sia? Confiesa que todo eso es de un dudoso origen plebeyo.

MARX. - El socialismo necesita de los intelectuales tanto como de la clase obrera. Además, supe mucho de persecuciones y de hambre en frías y des­veladas noches de exilio.

BAKUNIN. - La noche carcelaria es mas inter­minable y fría. Yo estoy tan acostumbrado al hambre  que casi no la siento ahora.

MARX. - Creo que la peor de las cosas es ver a los propios hijos perecer por carecer de dinero con que alimentarlos debidamente.

BAKUNIN. - Sí, lo creo; ser condenado a muer­te no es tan malo como podrías pensar. De cierta manera lo tomé más bien como algo hilarante.

MARX. - Desde que permanezco en Londres he vivido en apartamentos amueblados, baratos y sórdidos. He tenido que pedir prestado y comprar a crédito ; tuve que empeñar trajes para pagar el al­quiler. Mis hijos están adiestrados para esquivar a los acreedores diciéndoles que no estoy en casa. To­dos nosotros, mi mujer y yo, mis hijos y una vieja sirvienta, vivimos amontonados en dos piezas, y no hay en ellas un limpio y decente mueble. Yo trato de trabajar en la misma desvencijada mesa donde cose mi mujer y juegan mis hijos; y permanecemos horas sin luz ni provisiones por carecer de dinero para comprarlas. Mi mujer se siente a menudo en­ferma, y también mis hijos, pero no me arriesgo a llamar al médico ante la imposibilidad de pagar sus viáticos y los medicamentos de sus recetas.

BAKUNIN. - Pero mi querido Marx, ¿tampo­co tu colaborador Engels? Yo siempre he creído...

MARX. - Engels es sumamente, generoso, pero no siempre le ha sido posible ayudarme. Créeme, he sufrido toda clase de infortunios. Mi peor desgracia ocurrió hace ocho años, cuando mi hijo Edgar falle­ció a la edad de seis. Francis Bacon dice que, en realidad, las gentes importantes tienen tantos con­tactos con la naturaleza y el mundo, son tantas las cosas que las preocupan, que suelen pasar por en­cima de esas pérdidas. Yo, Bakunin, no soy una de esas gentes importantes. La muerte de mi hijo me afectó tan profundamente que siento su pérdida tan amargamente hoy como el mismo día del desenlace.

BAKUNIN. - Si es dinero lo que necesitas, Ale­xander Herzen lo tiene en abundancia. Yo he re­currido a él muchas veces. No veo por qué no te ayudaría a ti.

MARX. - Herzen es un reformador burgués de lo mas superficial. No tengo tiempo para tratar con cierta gente.

BAKUNIN. - A no ser por Herzen no habría podido traducir vuestro Manifiesto comunista al ruso hace de eso unos dos años.

MARX. - Una traducción tardía, pero te la agradezco. Tal vez tengas intención de traducirme ahora Miseria de la filosofía.

BAKUNIN. -- No, querido Marx, yo no situó éste al lado de tus más grandes trabajos. Por otra parte eres demasiado duro con P. J. Proudhon.

MARX. - Proudhon no es socialista. Es un ig­norante, un típico autodidacta de la clase baja, un parvenu en economía que hace gran ostentación de  cualidades que no posee. Su jactanciosa charlatanería pseudo-científica es verdaderamente intolerable.

BAKUNIN. - Admito que Proudhon es limita­do, pero es cien veces mas revolucionario que todos los socialistas doctrinarios y burgueses. Tiene el va­lor de declararse ateo. Por encima de todo salta a la liza por la libertad contra la autoridad, por el socialismo, que debe ser enteramente libre de toda clase de regulación gubernativa. Proudhon es un anarquista reconocido.

MARX. - En otras palabras, sus ideas son muy parecidas a las tuyas.

BAKUNIN. - He sentido su influencia, pero a mi entender Proudhon no va nunca lo suficiente­mente lejos. Se encoge ante la acción. No compren­de que, en determinadas circunstancias, la destruc­ción es en sí misma una forma de creación. Yo soy un revolucionario activo. Proudhon es un socialista teórico como tú.

MARX. - No comprendo to que quieres decir por socialista teórico, Bakunin; pero me aventuro a reclamarme tan socialista activo como tú.

BAKUNIN. - Mi querido Marx, no aludo a nada irrespetuoso. Por lo contrario, recuerdo que fuis­te expulsado de la Universidad de Bonn por duelo con pistola. Por lo tanto reconozco que serías un soldado de la revoluci6n si pudiéramos alguna vez arran­carte de la biblioteca del Museo Británico y Llevarte a las barricadas. Cuando me refiero a ti como socia­lista teórico quiero significar que eres tan teórico dcl socialismo como Proudhon. Yo no podría nunca es­cribir un extenso tratado filosófico de la importancia del tuyo y del de Proudhon. Yo no rebaso los lími­tes del panfleto.

MARX. - Tu eres un hombre educado. Tu no podrías escribir para el vulgo como hace Proudhon.

BAKUNIN - Bueno, es verdad que Proudhon es el hijo de un campesino y un hombre autodidacta ; pues bien, yo soy hijo de un gran terrateniente. aun­que estoy adivinando lo que estás pensando, Marx: que estudié filosofía hegeliana en la Universidad de Berlín.

MARX. - No podrías haber tenido mejor pre­paración. Y de un; socialista de tu Cultura habría que esperar algo mas--que empuñar un fusil en la barri­cada y pegarle fuego a la Opera de Dresde.

BAKUNIN. - Me estás supervalorando, Marx. Personalmente yo no prendí fuego a la Opera de Dresde. Y, además, yo no actué en Dresde como anar­quista. Los hechos en cuestión, como podrás recor­dar están relacionados con la Dieta Sajona, Cuando ésta votó una constitución federal para Alemania. El rey de Sajonia no quería saber nada con ninguna clase de unificación y disolvió la Dieta. El pueblo se sintió ultrajado y, en mayo de aquel ano, empezó a levantar barricadas en las calles de Dresde. Los lide­res del Parlamento, que eran, por supuesto, burgue­ses liberales, invadieron la Casa Consistorial y pro­clamaron un gobierno provisional.

MARX. - Precisamente, pienso yo, esta causa no podía inspirar a un hombre como tú, tan opuesto a todas las formas de gobierno.

BAKUNIN - El pueblo no había tomado las armas contra el rey, Se había solamente sublevado. Esto representaba algo. Como casualmente me encon­traba en Dresde, me puse al servicio de la revolución. Después de todo yo conocía la táctica militar. La burguesía liberal sajona no tenía ningún conocimiento de esta técnica. Con una pareja de oficiales polacos formé el Estado Mayor de las fuerzas insurgentes.

MARX. - ¿Soldados de fortuna, no? Sin embar­go, no fuisteis afortunados.

BAKUNIN. - No, no duró mas que unos pocos días. El rey consiguió refuerzos prusianos y hubimos de evacuar Dresde. Como dijiste, algunos de nuestros hombres prendieron fuego a la Opera. Yo era parti­dario de volar la Casa Consistorial con nosotros den­tro. Pero los polacos habían desaparecido en el en­tretiempo y el ultimo de los liberales sajones quiso trasladar su gobierno a Chemnitz. Yo no podía de­sertar y fui llevado como un cordero al matadero. En Chemnitz, el burgomaestre nos sorprendió en la cama.

MARX. - Así, pues, Bakunin, fuiste a la cár­cel por la causa de la unidad alemana; y por tratar de establecer por la fuerza un gobierno liberal burgués. La cosa tiene gracia.

BAKUNIN. - Pude haber sido fusilado por ello. Pero la experiencia hizo de mi otro hombre. Cierta­mente he aprendido mucho de ti, Marx. Discrepaba de tus opiniones en 1848, pero ahora reconozco que ibas mucho mas lejos que yo. Admito que las lla­mas del movimiento revolucionario europeo se me subieron a la cabeza, y me atraía el lado negativo de la revolución más que el positivo.

MARX. - Bien, me felicito de que aprovecharas debidamente los años de forzada reflexión.

BAKUNIN. - No obstante, hay un aspecto so­bre el cual yo tenía razón y tú estabas equivocado, Marx. Como eslavo yo quería la liberación de la raza eslava del yugo germánico. Y quería que eso se produjera por medio, de una revolución ; es decir, mediante la destrucción de los regímenes existentes en Rusia, Austria, Prusia y Turquía ; y por la reor­ganizaci6n del pueblo de abajo arriba, en completa libertad.

MARX. - Es decir, que no to has repuesto todavía de tu viejo paneslavismo. Eres el mismo viejo patriota ruso que eras en Paris.

BAKUNIN. - ¿Qué entiendes tú por "patriota ruso"? Sé franco, Marx. ¿Crees todavía que soy una especie de agente del gobierno ruso?

MARX. - Nunca he creído eso, y uno de los motivos por los cuales he acudido hoy a to cita fue para esclarecer completamente el mas remoto vesti­gio de esta infortunada sospecha.

BAKUNIN. - Pero este rumor fue publicado por primera vez en el Neue Rheinische Zeitung, cuan­do tú eras el director.

MARX. - Ya dejé aclarado eso hace tiempo. El rumor vino de nuestro corresponsal en París a quien George Sand dijo que eras un espía ruso. Des­pués publicamos la rectificación de George Sand y la tuya propia in extenso. No podíamos hacer mas. Yo también me he excusado personalmente.

BAKUNIN. - Pero no conseguiste matar el ru­mor, incluso después de que me hubieran transferido de una prisión austriaca a otra de Rusia, después de permanecer yo años y años en solitario confinamiento y de ser mas tarde deportado a Siberia. Tú nunca estuviste en la cárcel, Marx. Tú no sabes lo que es sentirse sepultado en vida; tener que confesarte a ti mismo, cada hora del día y de la noche: "Soy un esclavo, un aniquilado". Sentirse repleto de devoción y de heroísmo para servir la causa de la libertad y ver todo tu entusiasmo roto por cuatro muros des­nudos. Esto no es lo peor; lo peor de verdad es salir del encierro y verse perseguido por la infamante calumnia de que eres un agente del mismo tirano que te ha condenado.

MARX. - Vamos, ya nadie se acuerda de este asunto.

BAKUNIN. - Vamos, mi querido Marx. El ru­mor vuelve a circular fresco como una rosa, aquí mismo, en Londres. Ha sido impreso en uno de esos papeles publicados por Denis Urquhart, un ingles amigo vuestro, siento tener que decirlo.

MARX. - Urquhart es un monomaníaco, adora todo lo turco y odia todo lo ruso sistemáticamente. No anda del todo cuerdo.

BAKUNIN. - Pero tú escribes en su prensa y hablas en su tribuna, mi querido Marx.

MARX. - Parece un tanto excéntrico. Y, desde que comparte mis puntos de vista sobre Palmerston –o cree tal cosa-, me brinda la posibilidad de pu­blicar mis trabajos. Se trata de propaganda. Y paga algo, como hace el New York Tribune. Pero ten por seguro, Bakunin, que la reaparición de ese estúpido rumor me ha disgustado mas que a ti mismo. Permíteme que te prometa, de una vez para siempre, que nunca he tenido que ver con ese enojoso asunto. Nunca acabo de lamentarlo.

BAKUNIN. - Sinceramente acepto tus excusas, Marx.

MARX. - Pero hay algo que honestamente debo señalar. Tu paneslavismo lo considero completamen­te hostil a los intereses del socialismo y sólo puede conducir a un crecimiento siniestro del poder ruso en Europa.

BAKUNIN. - El paneslavismo -es decir, el paneslavismo democrático- forma parte del gran mo­vimiento europeo de liberación.

MARX. - Absurdo, absurdo.

BAKUNIN. - Pruébame ese desatino mi querido Marx. Justifica tú afirmación.

MARX. - El auge del paneslavismo fue en los siglos VIII y IX, cuando los eslavos del sur ocupa­ban todavía toda Hungría, Austria y amenazaban a Bizancio. Si no pudieron defenderse entonces y con­servar su independencia cuando sus dos enemigos, los alemanes y los magiares, se estaban destrozando mu­tuamente, ¿cómo podrían hacerlo ahora después de mil años de opresión y desnacionalización? Casi to­dos los países de Europa cuentan con minorías, dis­persas ruinas de gentes, vestigios del pasado arrum­bados por las naciones impulsoras del desarrollo his­tórico. Sabes que Hegel llamaba a esas minorías ho­jarasca étnica.

BAKUNIN - En otras palabras, tú consideras a estos pueblos como despreciables, indignos del de­recho a la vida.

MARX. - Yo no entiendo el lenguaje de los de­rechos. La verdadera existencia de tales pueblos es una protesta contra la historia. Y es por esto que son siempre reaccionarios. Fíjate en los gaélicos de Es­cocia, soporte de los Estuardos desde 1640 a 1745; fíjate en los bretones de Francia, partidarios de los Borbones desde 1792 a 1800. O en los vascos de España. Y contempla a la misma Austria en 1848. ¿Quiénes hicieron entonces la revolución? Los ale­manes y los magiares. ¿Y quiénes proporcionaron las armas que permitirían a los austriacos reaccionarios aplastar a la revolución? Los eslavos. Los eslavos atacaron a los italianos, entraron en tromba en Viena y restauraron la monarquía Habsburgo. Los eslavos mantuvieron en el poder a los Habsburgo.

BAKUNIN. - Si, pero eran eslavos de los ejércitos del emperador. Tu sabes bien que el movimien­to paneslávico es democrático y resueltamente opues­to a los Habsburgo, a los Romanoff y a los Hohen­zollern.

MARX. -  ¡Oh, ya leí vuestros manifiestos, Ba­kunin! Sé lo que quisiérais obtener.

BAKUNIN. - Entonces sabrás lo que me pro­pongo: la abolición de todas las fronteras artificiales de Europa y la creación de limites trazados por la voluntad soberana de los mismos pueblos.

MARX. - Esto suena muy bien. Pero simple­mente ignoras los verdaderos obstáculos que se yer­guen en el camino de cada uno de esos esquemas : los distintos niveles de civilización que los diversos pue­blos europeos han alcanzado.

BAKUNIN. - Siempre tuve en cuenta las difi­cultades, Marx. Y he afirmado que la sola manera de superarlas es por medio de una política de federa­ción. El eslavo no es enemigo de los alemanes y ma­giares democráticos. Les ofrecemos una fraternal alianza sobre la base de la libertad, la fraternidad y la igualdad.

MARX. - Eso son meras palabras. Carecen de sentido ante los hechos. Y los hechos son tan sim­ples como brutales. A excepción de vuestra propia raza y los polacos, y tal vez de los eslavos de Turquía, los demás eslavos carecen de futuro. Porque esos otros eslavos carecen de requisitos previos de inde­pendencia histórica, geográfica, económica, política e industrial. Carecen, en suma, de civilización.

BAKUNIN. - ¿La tienen los alemanes? ¿Es eso civilización? ¿Tú crees que su gran civilización otor­gar a los alemanes derecho de dominio sobre Europa y el de cometer crímenes contra los demás?

MARX. - ¿Qué crímenes? Cuanto más consul­to la historia más me convenzo de que el único cri­men cometido por alemanes y magiares contra los eslavos fue el de evitar que se convirtieran en turcos.

BAKUNIN. - Bien, mi querido Marx, yo siem­pre he dicho de Alemania lo que Voltaire decía de Dios: si no existiese, habría que inventarla. No hay nada mas efectivo para mantener vivo el panes­lavismo que el odio de Alemania.

MARX. - He aquí otra prueba de que tu infe­liz paneslavismo es reaccionario. Enseña a las gentes el odio a los alemanes en vez de a su verdadero ene­migo: la burguesía.

BAKUNIN. - Los dos van a la par. Esa fue mi evolución desde el burdo nacionalismo de mi juven­tud. Hoy sostengo que la libertad es una mentira para la gran mayoría de los pueblos si se les priva de  educación, ocio y pan.

MARX. - Como sabes, Bakunin, te considero un amigo, y no vacilo en llamarte socialista a pesar de que...

BAKUNIN. - ¿A pesar de qué?

MARX. - En fin, tú desdeñas resueltamente lo que yo llamo política.

BAKUNIN. - Ciertamente, no me interesan el Parlamento, los partidos, las asambleas constituyen­tes y las instituciones representativas. La humanidad necesita de algo mas elevado: un nuevo mundo sin leyes ni Estados.

MARX. - ¿La anarquía?

BAKUNIN. - Si, la anarquía. Debemos subver­tir el conjunto político y el orden moral del mundo presente. Hay que cambiarlo de arriba abajo. Es una quimera tratar solamente de modificar las institucio­nes existentes

MARX. - Yo no deseo modificarlas. Yo simple­mente digo que los trabajadores debieran tomar po­sesión de ellas

BAKUNIN. - Debieran ser completamente abo­lidas. El Estado corrompe tanto nuestros instintos y nuestra voluntad como nuestra inteligencia. El principio fundamental de todo socialismo valido es sub­vertir la sociedad.

MARX. - Yo llamo a eso una curiosa definición del socialismo.

BAKUNIN. - A mi no me interesan las defini­ciones, Marx. En esto diferimos completamente. Yo no comparto contigo la idea de que cualquier sistema prefabricado va a salvar el mundo. Yo carezco de sistema. Yo soy un investigador. Creo en el instinto mas bien que en el pensamiento.

MARX. - Pues nunca serás socialista sin una política.

BAKUNIN. - Desde luego no carezco de ella. Y si tenerla significa tener las cosas dispuestas punto por punto, te diré cual es mi programa: en primer lugar suprimir las leyes fabricadas por el hombre.

MARX. - Pero tú no puedes suprimir las leyes. Todo el Universo se halla gobernado por leyes.

BAKUNIN. - Naturalmente, no podemos supri­mir las leyes naturales. He de convenir contigo en que los hombres pueden ampliar su libertad extendiendo su conocimiento de las leyes naturales que rigen el Universo. El hombre no puede rehuir la naturale­za, y seria absurdo - proponérsnolo. Pero esto no es lo que propongo. Yo digo que debiéramos abolir las leyes hechas por la mano del hombre, las leyes arti­ficiales. En otras palabras: las leyes políticas y jurídicas.

MARX. - No puedes pretender seriamente que la sociedad no imponga leyes a sus miembros.

BAKUNIN. - La sociedad no tiene necesidad de imponer leyes. El hombre es por naturaleza un ser sociable. Fuera de la sociedad puede ser una bestia o un santo. Hay leyes en la sociedad capitalista por­que es competitiva, adquisitiva y, por lo tanto, enfrenta al hombre contra el hombre. La libertad sólo será posible cuando todos los hombres sean iguales. Razón por la cual no puede haber libertad sin so­cialismo.

MARX. - Aquí concuerdo enteramente contigo.

BAKUNIN. - Dices estar de acuerdo conmigo. Marx. Pero cuando digo que no puede haber libertad sin socialismo quiero también señalar que el socialis­mo sin la libertad es esclavitud y brutalidad.

MARX. - Yo nunca defendí el socialismo sin libertad.

BAKUNIN. - Sí, amigo Marx, sí. Tú defiendes la dictadura del proletariado.

MARX. - La dictadura del proletariado es también parte de la libertad, parte del proceso de libe­ración.

BAKUNIN. - Cuando hablo de libertad pienso en la sola libertad digna de este nombre ; libertad que consiste en el entero desarrollo de todas las potencias materiales, económicas y morales que laten en el hom­bre; una libertad que no debe admitir ninguna res­tricción excepto  las fijadas por las leyes de nuestra propia naturaleza. Defiendo una libertad que, lejos de ser detenida por la libertad de los demás, es, por lo contrario, confirmada y extendida por la libertad de todos. Quiero una libertad que triunfe de la fuerza bruta y del principio de autoridad.

MARX. - Escucho tus palabras, Bakunin, pero ignoro el significado que les atribuyes. Quiero dejar bien sentado que nunca conseguirás forzar el adveni­miento del socialismo, o realizar algo substancial en política, sin partir del principio de autoridad.

BAKUNIN. - El socialismo necesita del princi­pio de disciplina, pero no de la autoridad. No la clase de disciplina impuesta desde fuera, sino la disciplina voluntaria y reflexiva que el hombre se impone a si mismo, la cual se armoniza perfectamente con el prin­cipio de libertad.

MARX. -A lo que parece no has aprendido mucho de la experiencia de tus rebeliones, Bakunin. Tales movimientos no podrán prosperar sin un prin­cipio de autoridad. Tiene que haber capitanes hasta en los ejércitos del anarquismo.

BAKUNIN. - Naturalmente, en el momento de la acción militar, en plena batalla, los papeles se dis­tribuyen do acuerdo con las aptitudes de cada uno, evaluadas y determinadas por el movimiento en su conjunto. Unos hombres dirigen y mandan, y otros ejecutan lo mandado. Pero ninguna función perma­nece fija y petrificada. No existen órdenes jerárquicas ; el líder de hoy debe transformarse en el subordinado de mañana. Nadie se encumbra sobre los de­más y, si debo hacerlo por un corto tiempo, es sola­mente para descender después, como las olas del mar,. al nivel saludable de la igualdad.

MARX. - Bien, Bakunin, si admites que dicha dirección y mando son necesarios durante la batalla, entonces tal vez estaremos de acuerdo sobre lo demás. Yo siempre he sostenido que la dictadura del proletariado será solamente necesaria durante los pri­meros pasos del socialismo. Tan pronto la sociedad sin clases adquiera madurez no habrá necesidad del Estado. Por emplear un término de mi colaborador Engels, « el Estado se irá marchitando».

BAKUNIN. - No veo signos de marchitamiento del Estado en el Manifiesto comunista que tú y En­gels escribísteis. Se trata de un ingenioso panfleto y no lo hubiese yo traducido de no ser por esa admira­ción que me inspira. Pero el hecho persiste en que de los diez puntos del programa socialista trazados por vosotros en aquellas páginas, no menos de nue­ve, claman por el robustecimiento del Estado : el Es­tado debe poseer todos los medios de producción, controlar el comercio y el crédito, imponer el tra­bajo forzado y colectar los impuestos, monopolizar la tierra, dirigir los transportes y comunicaciones, y también regular escuelas y universidades.

MARX. - Si no to place este programa es que no amas el socialismo.

BAKUNIN. - iPero si eso no es socialismo, Marx! Esto es la forma mas acabada de estatismo, el Estado elefantíaco de los germanos, inseparable del garrote. Socialismo significa el control de la industria y la agricultura por los trabajadores mismos.

MARX. - Un Estado socialista es un Estado proletario. Ambos deben controlar las cosas direc­tamente.

BAKUNIN. - Pero eso es la típica ilusión bur­guesa, la teoría democrática de que el pueblo puede controlar al Estado. En la práctica es el Estado el que controla al pueblo, y cuanto más poderoso es el Estado, más aplastante es su dominio. Observa lo que está ocurriendo en Alemania. A medida que el Estado crece, toda la corrupción que acompaña toda política centralista se apodera de la gente, por más honrada que sea. Más todavía: el monopolio capitalista crece tan aprisa como crece el Estado.

MARX. - El crecimiento del monopolio capita­lista pavimenta el camino por donde ha de Llegar el socialismo. La razón de que Rusia este tan alejada del socialismo consiste en que apenas empieza a emerger del feudalismo

BAKUNIN. - El pueblo ruso está más cerca del socialismo de lo que tú crees, mi querido Marx. En Rusia los labriegos cuentan con su propia tradición revolucionaria y tienen un gran papel a desempeñar en la liberación del genero humano. La revolución rusa se halla enraizada profundamente en el alma del pueblo. En el siglo XVII los campesinos se sublevaron en el Sudeste. Y en el siglo XVIII Pugachev dirigió una revuelta campesina en la cuenca del Volga que duró dos años. Los rusos no rehuyen la vio­lencia. Saben que el fruto vivo del progreso humano está regado con sangre. Tampoco le huyen al fuego. El incendio de Moscú que marcó el principio del desastre de Napoleón fue algo genuinarnente ruso. Son las hogueras en las cuales la raza humana debe pur­garse de la escoria de la esclavitud.

MARX. – Esto suena mucho a dramático, ami­go mío ; pero la cuestión concreta reside en que el socialismo depende del emerger de un proletariado con conciencia de clase. Y esto es algo que solo pode­mos esperar de países altamente industrializados como Inglaterra, Alemania y Francia. El campesinado es el menos organizado y menos dispuesto de todas las cla­ses sociales para la revolución. Los campesinos son más atrasados que el lumpenproletariat de las ciuda­des. Son puros bárbaros o trogloditas.

BAKUNIN. - Esto muestra nuestra profunda dis­crepancia, Marx. Para mí, la flor del proletariado no consiste, como tú crees, en las altas capas, en los ins­truidos artesanos de las factorías que son, en todo caso, semiburgueses, o pretendidos tales. He conocido a estas gentes en el movimiento obrero de Suiza, y puedo asegurarte que se hallan impregnados de todos los prejuicios sociales, de todas las aspiraciones y pretensiones estrechas de la clase media. Los técnicos son los menos socialistas de los trabajadores. A "mis" ojos, Marx, la flor del proletariado es la gran masa, la chusma, los millones de desheredados, desgracia­dos e iletrados desdeñosamente motejados por ti de lumpenproletariat.

MARX. - Evidentemente, no has ahondado mu­cho en el concepto de proletariado. El proletariado no son los pobres. Siempre ha habido gentes pobres. El proletariado es algo nuevo en la historia. No es la po­breza ni el infortunio que hace proletarios a los hom­bres. Es su indignación contra la burguesía, su reto, su valor, su resolución de poner fin a su, condición. El proletariado se crea solamente cuando esta última indignación, esta conciencia de clase se añade a la pobreza. El proletariado es la clase con finalidades re­volucionarias, la clase que apunta a la destrucción do todas las clases, la clase que no puede emanciparse ella misma sin emancipar al genero humano en su conjunto.

BAKUNIN. - ¡Pero si vuestro socialismo no eli­mina las clases, Marx, sino que crea dos: la de los dirigentes y la de los dirigidos! Tendrá que existir un gobierno con mucha mas tarea por delante que los conocidos hasta el presente. Y será el pueblo el llamado a ser gobernado. De un lado, habrá la «inteligentzia», la mas despótica, arrogante y auto­porfiada clase que jamás habrá existido y que man­dará en nombre de la experiencia ; del otro lado, habrá la simple masa ignorante que deberá obedecer.

MARX. - Los legisladores y administradores del Estado socialista serán los representantes del pueblo.

BAKUNIN. - He aquí otra ilusión liberal: y, en particular, que el gobierno resultante de una consulta electoral popular pueda representar la voluntad del pueblo. Incluso Rousseau constató el desatino de esa sugerencia. Los propósitos instintivos de las élites gubernamentales se encuentran siempre en oposición a los fines instintivos del hombre común. Mirando a la sociedad desde sus posiciones elevadas pueden aquéllos evitar realmente el adoptar una actitud de amo o de gobernante.

MARX. - La democracia falla porque las insti­tuciones políticas son siempre manipuladas por el po­der financiero de la burguesía.

BAKUNIN. - La sedicente democracia socialistas sería viciada por otras presiones. Un Parlamento compuesto exclusivamente de trabajadores, los mis­mos trabajadores, los mismos adictos socialistas de hoy, se transformaría en un Parlamento aristocrático de la noche a la mañana. Esto ha ocurrido siempre. Sitúa a los extremistas en los sillones del Estado y los convierte en conservadores.

MARX. - Hay razones para esto.

BAKUNIN. - La razón principal es que el Es­tado democrático es un contrasentido en función. El Estado es por esencia autoridad, fuerza, dominio y, por lo tanto, desigualdad. Por definición, democra­cia es igualdad. Por lo tanto, democracia y Estado no pueden coexistir. Proudhon nunca fue tan claro como cuando afirmó que el sufragio universal es contrarrevolucionario.

MARX. - Una media verdad ejemplar, un pro­ducto típico de la mentalidad periodística de Proud­hon. Es cierto que los trabajadores están con fre­cuencia demasiado oprimidos por la miseria y se dejan influenciar con demasiada facilidad por la pro­paganda de Ia burguesía para hacer el debido use del voto. Pero el sufragio universal puede ser explo­tado para fines socialistas. Podemos entrar en la po­lítica y ayudar a hacer cuanto es nominalmente democrático, realmente democrático. No podemos al­canzar todos nuestros objetivos por medios parla­mentarios. Pero podemos alcanzar gran parte de ellos.

BAKUNIN. - Ningún Estado, ni la República de rojo mas subido, puede dar al pueblo lo que más ne­cesita: La libertad. Todo Estado, incluido vuestro Estado socialista, querido Marx, está basado en la fuerza.

MARX. - ¿Qué otra alternativa tiene la fuerza?

BAKUNIN. - La instrucción, el esclarecimiento.

MARX. - El pueblo carece de instrucción.

BAKUNIN - Puede ser educado.

MARX. - ¿Quien va a educarlo si no es el Es­tado?

BAKUNIN. - La sociedad tiene que educarse a si misma. Desgraciadamente todos los gobiernos del mundo han dejado al pueblo en un tal estado de pro­funda ignorancia que seria necesario establecer escue­las no solamente para los niños sino también para los adultos. Pero estas escuelas deben ser libres de todo vestigio del principio de autoridad. No deben ser escuelas en el sentido convencional de la palabra debieran ser academias populares, en las que los alumnos con cierta experiencia pudieran también enseñar a sus maestros en varios aspectos y no solo de ser enseñados. De esta manera desarrollaran una suerte de fraternidad intelectual entre ellos.

MARX. -- Bien, al fin admires dos categorías de maestros y enseñanza. No creo que la enseñanza lle­gue a ser un gran problema una vez en pie la socie­dad socialista

BAKUNIN.- Sí, la primera cuestión es la eman­cipación económica; el resto vendrá por añadidura.

MARX. -- No vendrá nada por sí mismo a menos que el Estado socialista lo determine. Toda la eviden­cia histórica esta ahí para demostrarlo. La gente mas educada de Europa hoy -los franceses y los alema­nes- deben su educación a un sólido sistema estatal en el dominio de la instrucción publica. En los países donde el Estado no se ocupa de la educación escolar el pueblo es irremediablemente analfabeto.

BAKUNIN -- Aquí, en Inglaterra. los grandes colegios y Ias universidades escapan al control del Estado.

MARX.  Pero están dominados por la Iglesia anglicana, que es peor, y que, en todo caso, forma parte del Estado.

BAKUNIN - Los Colegios de Oxford y Cam­bridge se rigen por sociedades independientes y tra­dicionales.

MARX. - Conoces poco la vida inglesa, Baku­nin. Ambos Colegios han tenido que ser radicalmente reformados por leyes promulgadas por el Parlamen­to. El Estado ha tenido que intervenir para salvarlos de su completa decadencia intelectual. Con todo se hallan rezagados si los comparamos con las univer­sidades alemanas.

BAKUNIN. - Pero su existencia demuestra que los escolares pueden Llevar control de sus propios colegios. Tampoco existe razón alguna para suponer que los trabajadores no sabrían administrar sus pro­pias granjas y factorías por el mismo procedimiento.

MARX. - Llegara un día, no hay que dudarlo, en que ocurrirá de esta manera, pero, mientras, un Estado obrero debe reemplazar a los propietarios bur­gueses.

BAKUNIN. - Esta es la gran discrepancia entre los dos, Marx. Tu crees que hay que organizar a los trabajadores pare la conquista del Estado ; yo quiero organizarlos para destruirlo, o, si prefieres un térmi­no mas refinado, para liquidar el Estado. Tu quieres utilizar las instituciones políticas. Yo quiero que el pueblo se federe libre y espontáneamente.

MARX. - ¿Qué significa federarse espontáneamente?

BAKUNIN. - El trabajo se organizara por sí mismo. Asociaciones de productores basadas en el apoyo mutuo se organizaran por distritos, y estos dis­tritos se aliaran a su vez con unidades mas amplias. Todo el poder procederá de la base

MARX. - Tales proyectos son completamente quiméricos. Son la copia de los falansterios y una duodécima edición del Nuevo Jerusalén propuesto por los socialistas utópicos. Son disparates, pero desgraciadamente no inofensivos, porque introducen una espuria noción del socialismo que puede ocupar el lugar del verdadero. Y, al producir una divergencia en la atención de los hombres en cuanto al conflicto inmediato, su efecto es conservador y reaccionario.

BAKUNIN. - Si de alguna cosa no puedes re­procharme, Marx, es de que desvío la atención de los hombres del conflicto inmediato. Es mas, pienso como tú que hay sólo dos partidos en el mundo : el partido de la revolución y el partido de la reacción. Los socia­listas pacifistas, con sus sociedades en cooperativas y sus poblados-modelo pertenecen al partido de la reacción. El partido de la revolución desgraciadamen­te ya esta dividido en dos fracciones : los campeones del Estado socialista, al que tú representas, y los so­cialistas libertarios, entre los cuales me cuento. Tu fracción tiene muchos seguidores, naturalmente, en Alemania, y también aquí en Inglaterra. Pero los so­cialistas de Italia y España son completamente liber­tarios. Ahora bien, la cuestión es esta: ¿qué tenden­cia prevalecerá en el movimiento obrero interna­cional?

MARX. - La tendencia genuinamente socialista, creo, y no el ala anarquista.

BAKUNIN. - Llamáis al vuestro genuino socialismo porque os engañáis en cuanto a la naturaleza de la dictadura popular. No os dais cuenta del peligro que ha de llevaros a una nueva esclavitud siguiendo la pauta de otros Estados.

MARX. -- Tú supones que porque el Estado ha sido siempre el instrumento de la clase opresora con­tinuará siéndolo siempre. ¿No cabe imaginar la posi­bilidad de un tipo distinto de Estado?

BAKUNIN - Cabe imaginar uno tan diferente que no pueda responder a ese nombre. Hay lugar para este en las líneas propuestas por Proudhon : una simple oficina de negocios, un banco central al ser­vicio de la sociedad.

MARX. - Posiblemente sea esto lo que en de­finitiva ha de ser una sociedad socialista. Ha de lle­gar un día en que el gobierno del pueblo dejara paso a la administración de ]as cosas. Pero antes de que el Estado se marchite debe ser reforzado.

BAKUNIN. - Esto no sólo es paradójico, es con­tradictorio.

MARX. - ¡Qué  le vamos a hacer si es así! Tú conoces a Hegel tan bien como yo. Tú sabes que la lógica de la Historia es la lógica de la contradicción. Cuanto afirmamos lo negamos.

BAKUNIN. - El argumento es bueno en tanto que hegeliano. pero malo en tanto que histórico. Nun­ca conseguirás destruir al Estado ampliándolo. Yo soy tu discípulo, Marx. Cuanto más pasa el tiempo mayor certeza tengo de tu convicción en abrir la marcha por la gran senda de la revolución económica en invitar a otros a seguir tus huellas. Pero nunca comprendí ni acepte ninguna de tus proposiciones autoritarias.

MARX. - Si eres anarquista, no puedes ser mi discípulo. Pero tal vez sería preferible situar los gran­des detalles de tu error. En primer lugar, to refieres al principio de autoridad como si en todas partes y circunstancias hubiese sido erróneo. Este es un punto de vista superficial. Vivimos en una era industrial. Las modernas factorías y los talleres, en donde cen­tenares de trabajadores supervisan complicadas ma­quinas, han suplantado a los modestos tenderetes de los artesanos individuales. Incluso la agricultura esta cayendo bajo el dominio de la máquina. La acción combinada desplaza a la acción individual indepen­diente. La acción combinada significa organización y organización implica autoridad. En el mundo medie­val el pequeño artesano podía ser su propio amo. Pero en el mundo moderno tiene que haber dirección y subordinación. Si te propones resistir a toda clase de autoridad, te condenas a vivir en el pasado.

BAKUNIN. - Yo no resisto a toda clase de autoridad, Marx. En materia de zapatería me atengo a la autoridad del zapatero; en matera de construcción a la del arquitecto. En cuanto a la salud, a la autoridad de los médicos. Pero no puedo permitir al zapatero, al arquitecto o al médico que impongan su autoridad sobre mí. Acepto sus consejos amigable­mente; respeto su experiencia y sus conocimientos, pero me reservo el derecho de critica y censura. No me contento con consultar a una sola autoridad; consulto varias y comparo sus puntos de vista. A na­die considero infalible. Reconozco que no puedo sa­berlo todo. Nadie puede conocerlo todo. Razón por la cual no existe hombre omnisciente y universal. Mi razón me prohíbe aceptar una autoridad fija, cons­tante y universal.

MARX. – Pero si suprimes la autoridad de la vida económica y política, nada puede realizarse nun­ca de forma eficiente ni de ninguna manera. Por ejemplo, ¿cómo podría marchar el tren si no hubiese alguien con poder para despejar las líneas, nadie que decidiera a que hora deben salir los trenes? Nadie que estableciera los horarios, nadie que evitara los accidentes, nadie que dispusiese quiénes deben ocupar los vagones?

BAKUNIN. - Los ferroviarios pueden elegir a los guardias y guardaagujas y obedecer a sus instruc­ciones libremente. En cuanto a quiénes deben con­ducir las maquinas y a quiénes deben ocupar los vagones de primera clase, esta es una cuestión que cada socialista debe plantearse. Según mi socialismo, el publico podría turnarse en el trabajo y gozar de las comodidades por mutuo acuerdo. Pero, según tu cla­se de socialismo, Marx, me imagino ver a los fogo­neros de las arcaicas locomotoras atizando las ma­quinas y a una nueva clase de pasajeros privilegia­dos, los administradores del Estado socialista, fu­mando un imponente puro en los vagones de pri­mera clase.

MARX- Escucha, Bakunin, yo no estoy más enamorado del Estado que tú. Todo socialista está de acuerdo en que el Estado político desaparecerá tan pronto como el triunfo del socialismo lo haga innecesario. Pero tú quieres que el Estado político desaparezca bruscamente, para dejar a los obreros sin ninguna clase de dirección, disciplina o con­trol responsable. El quid de la cuestión es que voso­tros, los anarquistas, carecéis de todo plan para el futuro.

BAKUNIN. - Precisamente porque no podemos prever exactamente lo que nos deparara ese futuro, desconfió, Marx, de los esquemas detallados. Cuan­do los instintos egoístas dejen lugar a los instintos fraternales, creo que los problemas técnicos de pro­ducción y distribución serán resueltos de común acuer­do y por la buena voluntad del mismo pueblo.

MARX. - Tus dudas, Bakunin, son en parte psicológicas y de orden moral. Son también intelec­tuales. Te hallas bajo el error de que el Estado ha creado el capital, o que los capitalistas lograron el capital gracias al Estado. Esto acentúa la simplicidad de tus puntos de vista. Tú crees que basta con apartar el obstáculo del Estado para que el capitalismo desa­parezca por si mismo. La verdad es muy distinta, suprimamos el capital, suprimamos la concentración de los medios de producción en manos de unos po­cos y el Estado no tardará en dejar de ser un mal.

BAKUNIN. - El mal reside en la verdadera na­turaleza del Estado. Todos los Estados son la nega­ción de la libertad. .

MARX. - Adoptando esta extrema y emotiva actitud hacia el Estado perjudicas enormemente la cause de los trabajadores. Utilizas tu influencia, Ba­kunin, para aconsejar la abstención electoral a los obreros.

BAKUNIN. - Yo aconsejo a los obreros hacer algo mas que intervenir en las elecciones. Les im­pulso a la lucha.

MARX. - Les llevas a la lucha en la incertidum­bre de la victoria. Y esta es otra suerte de responsa­bilidad. Acabo de decir que tus errores eran particu­larmente de tipo moral. Uno de ellos es que careces de calma. Te complaces en luchar en las barricadas, hasta por causas en las cuales no confías, porque ello satisface tu inveterada inclinación a la acción violenta, por pura excitación. Desdeñas la actividad política verdadera porque requiere paciencia, orden, re­flexión.

BAKUNIN. - Toda mi vida la dedico a la acti­vidad política

MARX. - Dedicas tu vida a la conspiración política, que no es la misma cosa.

BAKUNIN. - Paso toda mi vida entre los obre­ros. Organización, propaganda, educación.

MARX. - ¿Educación para qué?

BAKUNIN. - Para la revolución. Ciertamente no concibo que los trabajadores gasten sus energías en las falaces instituciones representativas del llama­do gobierno.

MARX. - Puedo comprender que tales ideas en­cuentren adeptos en Italia. y en España, entre aboga­dos, estudiantes y otros intelectuales. Pero los traba­jadores no querrán persuadirse de que los asuntos políticos de sus respectivos países les son ajenos. De­cir a los trabajadores que deben abstenerse de la política es lanzarlos a los brazos de los curas y de los burgueses republicanos.

BAKUNIN. - Mi querido Marx, si has leído mis escritos públicos sabrás que cotínua y apasionada­mente arremeto contra ambos. La Iglesia y los repu­blicanos. Tus propias opiniones, comparadas a las mías, son mas moderadas.

MARX. - Mi querido amigo, ni por asomo he querido poner en duda que odias sinceramente a am­bos: al cura y a los republicanos, pero no compren­des que puedes terminar por hacerles el juego.

BAKUNIN. - Estas de broma, mi querido Marx.

MARX. - No, hablo en serio. En primer lu­gar, examinemos tu propaganda sobre la libertad. Está más que claro que la sola libertad en la cual crees es la libertad individual. De hecho la misma libertad invocada por los teóricos burgueses como Hobbes, Locke y Mill. Cuando piensas en la libertad, crees que nadie debiera ser mandado por nadie. Concibes a cada hombre por separado, en posesión de todos sus derechos, amenazado por instituciones so­ciales y colectivas como el Estado. No llegas nunca a pensar, como piensa todo verdadero socialista, en la humanidad formando un conjunto, o bien en el hombre en tanto que criatura inseparable de la so­ciedad.

BAKUNIN. - Una vez mas, Marx, demuestras que no me has escuchado, que no has entendido lo que me has oído decir.

MARX. - Pretendo haberte entendido mejor de lo que has sido capaz de entenderte tú mismo. Al no concebir el Estado de otra manera que como aparato generador, de opresión, demuestras tú inca­pacidad para concebir al hombre de otra manera que como unidad aislada, cada cual con su voluntad privativa, sus deseos e intereses. Esto es lo que creen los teóricos del pensamiento liberal burgués. Y voso­tros, los anarquistas, tenéis la misma concepción del ser humano en la sociedad. Vuestro anarquismo es puro liberalismo llevado a] extremo, llevado a un histérico extremo, podría añadir. Vuestra filosofía es esencialmente egoísta. Tenéis una concepción del yo, y de la libertad del yo, emparentada con la metafísica del capitalismo.

BAKUNIN. - No me interesa la metafísica.

MARX. - Y, sin embargo, el anarquismo llega a conclusiones metafísicas por cualquier lado que lo tomes. Tienes inclusive la misma ética, muy parecida a la ética cristiana: "Apoyo mutuo", os oigo repetir. Puesta en términos convencionales cristianos, podría ser traducida por "Ama a tu prójimo", "Sacrifícate por los demás". Sin embargo, el verdadero socialismo no necesita de preceptos porque no reconoce el aislamiento del individuo. En una sociedad socialista el hombre ya no es enajenable de su vecino o de sí mismo.

BAKUNIN. - Dado que el Estado es la causa de la enajenación, es. obvio que el remedio consiste en eliminarlo.

MARX. - Pero no podemos eliminarlo hasta que hayamos cambiado las condiciones que hacen del Estado una necesaria excrecencia de la sociedad.

BAKUNIN - Tan pronto como los trabajadores reúnan el suficiente poder para removerlo, el Estado cesará de ser necesario.

MARX. - ¿Admites que es una necesidad en el presente?

BAKUNIN. - Es necesario para una sociedad basada en la propiedad privada. Cuando la propie­dad privada haya sido distribuida, Cuando haya triun­fado el socialismo...

MARX. - Un socialismo preocupado por la redistribución de la propiedad es un verdadero modelo de vulgaridad. Espero, Bakunin, que no serás de los que piensan que socialismo consiste en un libre re­parto individual.

BAKUNIN. - Este es, en realidad, uno de sus objetivos.

MARX. - Amigo mío, las finalidades del socia­lismo son mucho más radicales que todo eso. Su fi­nalidad consiste en, producir una completa transfor­mación de la naturaleza humana, una transformación del yo, la creación de un nuevo hombre. La vo­luntad individual fundida en la sociedad. Cada cual liberado de su auto enajenación. Dices que tú propia finalidad es la libertad. El socialismo nos dará una libertad casi desconocida en la pasada experiencia del género humano.

BAKUNIN. - Haces de la vida una cosa dema­siado misteriosa.

MARX. - Y tú la conviertes en una cosa vulgar. Contemplando el mundo, Bakunin, te imaginas que cierta gente es hoy libre y otra gente oprimida.

BAKUNIN. - Yo no me imagino eso. Es la rea­lidad. Los menos son los libres: los ricos.

MARX. - Debo decirte que nadie es libre en el mundo actual.. Ni siquiera los burgueses más ricos. Moralmente hablando, el capitalista, en tanto que hombre, es tan esclavo del sistema como los traba­jadores. Es lo que nos permite afirmar, haciendo ho­nor a la verdad, que la emancipaci6n del proletaria­do representa la emancipación del género humano.

BAKUNIN. - Pero lo principal queda en pie. El rico puede hacer lo que le place, mientras que el pobre carece de lo más necesario.

MARX. - Pero la opción del rico se halla go­bernada y restringida por la cultura burguesa, por el sistema que niega la benevolencia de cada uno. Además, la teoría de la libertad definida por el "haz lo que te plazca" es muy estrecha.
 

BAKUNIN. - En todo caso, es mejor que la teoría de la libertad definida por el "haz lo que de­bes hacer". Es lo que dicen los curas: la perfecta libertad es servir a la iglesia. O lo que dice Hegel: la perfecta libertad es la obediencia al Estado. Personalmente prefiero la noción humana plena de que la libertad significa: "haz lo que quieras".

MARX. - Acabas de definir la libertad como la realización plena de los potenciales del hombre. Y esto esta mucho mas cerca del socialismo. El ente socialista será libre en tanto que hombre transfor­mado.

BAKUNIN. - Pero, si al hombre no le es permi­tido desarrollarse él mismo, no conseguirá manifestar lo mejor que hay en él.

MARX. - En términos burgueses y liberales, Bakunin, estas traicionando tu filosofía liberal bur­guesa. Pues, ¿no es acaso esto lo que Adam Smith y sus acólitos dicen? Dejad a los hombres solos y cada uno dará de sí lo mejor. El hombre económico con propio incentivo para la autoperfección. ¿Qué es la frase "Laissez-nous faire..."?

BAKUNIN. - Desde luego, siempre que quieras ignorar el hecho de que los liberales se aferran a la propiedad privada y a la competencia económica, mientras que yo mantengo que todo debe ser puesto en común...

MARX. - Pues, si partes del principio de que cada hombre debe contar con su preciado derecho privado a la libertad irrestringible, llegaras a la con­clusión de que habrá siempre quienes querrán sustraer algo del bien común reclamándolo como suyo pro­pio. No podrías tener al mismo tiempo completa li­bertad individual sin reclamar la propiedad indivi­dual. ¿Qué responderías al hombre que reclamase el derecho a la propiedad? Más que responder, ¿qué harías en defecto de un Estado u otro instrumento de autoridad socialista capaz de restringir a los recalci­trantes o antisociales?

BAKUNIN. - ¡Pero si tú mismo, Marx, has afirmado que el hombre socialista sería un hombre nuevo, cambiado! Este habría abandonado sus anti­naturales impulsos egoístas y adquisitivos, degenera­dos por la sociedad burguesa.

MARX. - Mi hombre socialista se habría trans­formado, Bakunin. Pero no reconozco de ninguna ma­nera a tu hombre socialista, Tú concibes a los hom­bres como individuos, cada cual con su pequeño im­perio de derechos. Yo pienso en la humanidad formando un conjunto. La libertad, como yo la concibo, es la liberación del género humano ; no la libertad del individuo.

BAKUNIN. - Otra vez el punto de vista de He­gel sobre la libertad ; la idea de que obrar libremente es obrar moralmente y obrar moralmente es obrar de acuerdo con la razón de Estado.

MARX. - Hegel no estaba del todo equivocado. Sólo un ser racional puede ser libre, porque sola­mente un ser racional puede decidir ante una alterna­tiva. Una opción irracional no es una decisión libre. Obrar libremente es obrar racionalmente. Y obrar racionalmente implica conocer la necesidad de la na­turaleza y de la historia. Verdaderamente no hay, antítesis entre la necesidad y la libertad. 

BAKUNIN. - No estamos debatiendo sobre la cuestión del libre albedrío, Marx. Estamos tratando de la libertad política. No hay ninguna dificultad metafísica en esto. La libertad política depende del hecho de suprimir la opresión política. Ninguna cla­se de iniciación filosófica es necesaria para  esto. Un niño de nueve anos puede observar el mundo y ver quién es el oprimido y quiénes son los opresores.

MARX. - Y un niño de nueve anos podría su­poner que la situación no podría remediarse brusca­mente suprimiendo el Estado. Podría también con­vertirse en anarquista. Pero su tierna edad le excusaría de esta locura.

BAKUNIN. - Hay una locura del filósofo como hay una locura de la niñez. Todo tu abstruso razona­miento sobre la libertad puede sólo conducirte adon­de llegaron Rousseau y Hegel: a la creencia de que los hombres pueden ser forzados a ser libres.

MARX. - En efecto, a los hombres podemos forzarlos a ser libres, en el sentido de que puedes forzarlos a obrar racionalmente. O, en todo caso, a evitarles que obren irracionalmente.

BAKUNIN. - Una libertad que pueda ser im­puesta al hombre no es digna de llamarse libertad.

MARX. - Es la realidad lo que importa, no los hombres.

BAKUNIN. - Bien, mira pues a la realidad. Si hablas de obligar a los hombres a ser libres, tienes que pensar en dos -clases de gentes: los que fuerzan y los que son forzados. Y ahí tienes los dos tipos que componen la supuesta sociedad sin clases del socialismo autoritario : los dirigentes y los dirigidos, los que están arriba y los que están abajo.

MARX. - Por supuesto, ciertas gentes deben ser superiores a los demás. Como antes te decía, una sociedad socialista debe ser regulada, especialmen­te en sus primeros pasos. La alternativa es la Torre de Babel, un mundo en el que nadie sabe qué hacer, o qué esperar ; un mundo sin orden y sin se­guridad, sin confianza en un orden fijo., Anarquía significa caos, y el caos me horroriza. Si el caos te llama, Bakunin, es porque eres propicio al encanto de la vida bohemia o gitana. Tras la rigidez de tu vida juvenil, en el seno de una familia privilegiada y en las escuelas militares, se comprende que el desor­den bohemio te atrajera. Pero, si piensas esto, verás que la bohemia es en verdad un primoroso tributo al ethos burgués, retándolo estudiadamente, ultrajándolo.. Pero a mi me parece que el ethos burgués no merece tal atención. Los socialistas tenemos cosas más serias de que ocuparnos.

BAKUNIN - Hablas, Marx, de "socialismo vul­gar", pero tú mismo tienes una noción vulgar de lo que significa el anarquismo. Para las mentes no pre­paradas, la palabra "anarquía" significa caos y desor­den. Pero un hombre educado debe saber que la pa­labra "anarquía" es una traducción fonética del grie­go, que significa simplemente oposición al gobierno. Es una pura superstición la creencia de que la ausen­cia de gobierno significa el caos y el desorden. Las naciones más ordenadas de la Europa actual no son aquellas en que el gobierno pesa más fuertemente sobre el ciudadano, sino aquellas en que tal presión ha llegado al mínimo grado. No alcanzo a compren­der lo que dices de los bohemios. La verdad es que no me atrae en absoluto el desorden.

MARX. - Tú hablas, con vehemencia, de san­gre, fuego y destrucción.

BAKUNIN. - Es un mero celo por la lucha. Soy tal vez más impaciente que tú por el adveni­miento de la revolución; pero puedo asegurarte que los anarquistas anhelamos tanto como tú el orden socialista.

MARX. - Es inútil ese anhelo, pues, fuera del Estado socialista, no podréis encontrarlo. Vuestra suerte de revolución traerá sangre, fuego y destruc­ción, seguramente ; pero no mucho más.

BAKUNIN - Y tú clase de revolución, Marx, habrá de acarrearnos algo infinitamente peor: la es­clavitud.

MARX. - Bien, amigo mío, imagino que es una buena cosa haber sido ambos perseguidos por la bur­guesía; de lo contrario, de prolongar más esta char­la, podríamos los dos dejar de ser socialistas.

BAKUNIN. - Voy a pedir más agua caliente. El té se nos ha enfriado.

domingo, 16 de junio de 2013

Marcuse y la posibilidad de liberación

Herbert Marcuse (1898-1979), al que ya hemos mencionado como perteneciente a la primera generación de la Escuela de Frankfurt,  fue un autor con un temprano interés por el socialismo y, por ello, conducido a profundizar en el marxismo. No obstante, y como también se ha dicho, no es posible unificar el pensamiento de todos los "frankfurtianos" y Marcuse elaboró su propia y original teoría crítica. A partir del 1967, y especialmente después de los hechos de Mayo del 68, colocaron el nombre de Marcuse en primer plano y en los años siguientes abundaron los estudios sobre su obra y los debates en torno a ella. Uno de los aspecto a destacar del pensamiento de Marcuse es el vínculo que estableció entre Marx y Freud; los elementos que podían faltar en Marx de sicología social quiso encontrarlos en Freud. El objetivo es la liberación de la represiones de cualquier tipo, ya que la represión sexual es concomitante con la social; el dominio social, algo que no supo ver Freud, supone una serie de represiones suplementarias a tener en cuenta en la sociedad burguesa.

Marcuse criticará tanto la praxis marxista soviética, como la llamada "concepción unidimensional" del hombre en las sociedades industriales avanzadas. Éstas, son falaces, ya que por debajo de la faz de la abundancia, la libertad y la tolerancia esconden la verdadera realidad de una sociedad unidimensional. Es esta la vía más conocida del pensamiento de Marcuse; donde el marxismo ortodoxo falla estrepitosamente es en considerar que las clases oprimidas y explotadas combaten de forma necesaria por su liberación; muy al contrario, y como se ha demostrado con el paso de los años, esas masas son incorporadas de alguna forma al sistema. Si entendemos la naturaleza humana como "libertad" y "autorrealización del sujeto histórico", la misma se encuentra alienada por la dominación desplegada por la llamada "racionalidad tecnológico o instrumental". La conciencia revolucionaria sí puede surgir en algunos grupos, incluso en aquellos que no son objetivamente explotados, pero si comprenden que la tolerancia puede ser represiva. Por lo tanto, la "sociedad de consumo", el "Estado del bienestar" o la llamada "sociedad de la abundancia", son nuevas formas de producción de alienación y en una forma que se ignora a sí misma. Esa crítica a la abundancia, que es en realidad al despilfarro, y a la sociedad tecnológica en Marcuse no esconde ningún deseo regresivo hacia un pasado puro; lo que se preconiza es una liberación en la tecnología de la irracionalidad. La emancipación, para Marcuse, se produce difícilmente dentro del sistema, ya que es necesario situarse fuera de la llamada "sociedad de la tolerancia represiva"; no obstante, ello no le hizo caer en derrotismo alguno.

Marcuse, como ya se ha dicho, fue un severo crítico del llamado "socialismo real", así puede verse en su obra El marxismo soviético; ese sistema, con su feroz estajanovismo y con el llamado "realismo soviético", supuso una subordinación del ser humano al trabajo y a la máquina, un nuevo tipo de servidumbre y de dominación. Unos años después de la muerte de Marcuse, acaecida en 1979, todo el sistema soviético se vendría abajo y se integraría en la economía mundial del capitalismo; en las islas donde se pretende que pervive el comunismo, China, Cuba, Corea del Norte y Vietnam, se han integrado cultural y productivamente a la globalización neoliberal y para nada cuestionan el sistema de dominación industrial; finalmente, en los diversos partidos socialistas y comunistas puede decirse que nada queda de la teoría crítica de Marcuse y de la Escuela de Frankfurt. El pensamiento de Marcuse entra también en contradicción con las pretensiones científicas de Marx y Engels; es más, hablando de la posibilidad de un sistema socialista y de la transformación social, Marcuse contradice directamente a esos autores: el camino no va de la utopía a lo científico, sino a la inversa, se trata de un proyecto es verdaderamente utópico cuando entra en contradicción con leyes científicas comprobadas y comprobables. Desde ese punto de vista, hay que poner en cuestión lo calificado como "irrealizable" en la historia, ya que un proceso revolucionario supone la superación de fuerzas y movimientos antitéticos.

La posibilidad de eliminar la pobreza y la miseria, así como del trabajo alienado, no debería discutirse desde hace ya décadas; si a día de hoy continúan existiendo se debe enteramente al sistema sociopolítico. Marcuse, contradiciendo también a Marx, considera que esa posibilidad de erradicar lo injusto supone más una ruptura que una continuidad con el sistema anterior. Las necesidades humanas se encuentran determinadas históricamente, por lo que también son modificadas del mismo modo; así, se reivindica una ruptura con la continuidad de las necesidades que llevan en sus seno la represión. Marcuse pretende que las necesidades vitales humanas, consideradas como fuerza productiva social, supongan una transformación técnica total del mundo; en un mundo así transformado se hacen posibles nuevas situaciones humanas y nuevas relaciones entre los hombres. Es necesario eliminar los horrores de la industrialización y de la técnicas capitalistas, pero no para regresar a ninguna estadio romántico anterior al desarrollo tecnológico, sino precisamente para descubrir todo lo bueno que existe en la industrialización y en la técnica. Por lo tanto, el pensamiento de Marcuse supone una ruptura con la visión marxista del socialismo entendido como desarrollo de las fuerzas productivas, idea sobre la cual nació la falacia del "socialismo científico". De nuevo nos encontramos ante una visión que puede reivindicar rasgos de otros socialistas, etiquetados de forma despreciativa como "utópicos"; es el caso de Fourier y su visión del trabajo como un juego, algo que al parecer asustó al propio Marx. En un sistema libre y socialista el trabajo, incluso el trabajo socialmente necesario, puede estar organizado en armonía con las necesidades e inclinaciones instintivas de los hombres. La posibilidad de conquistar la utopía, según Marcuse, no es en absoluto utópica, sino negación histórico-social determinada de lo existente; ser consciente de las posibilidades de transformación  y serlo al mismo tiempo de las fuerzas que la impiden.

viernes, 14 de junio de 2013

Karl Korsch y la crítica a la ortodoxia marxista

Karl Korsch (1886-1961) fue un teórico del marxismo, que en sus últimos años abandonó toda ortodoxia y se mostró especialmente crítico en sus Diez tesis de 1950:
1. Actualmente no tiene sentido preguntarse hasta qué punto las enseñanzas de Marx y Engels son teóricamente asumibles y prácticamente aplicables a nuestra época.
2. Todos los intentos de restablecer íntegramente la doctrina marxista en su función original de teoría de la revolución social de la clase obrera son hoy utopías reaccionarias.
3. A pesar de ser básicamente ambiguos, existen, sin embargo, importantes aspectos de la enseñanza marxista que, en su función cambiante y en su aplicación a diferentes situaciones, siguen teniendo hasta la fecha su eficacia.
4. El primer paso que hay que dar para reiniciar una teoría y una práctica revolucionaria es romper con la pretensión del marxismo de monopolizar la iniciativa revolucionaria y la dirección teórica y práctica.
4. Marx es hoy simplemente uno de los muchos precursores, fundadores y continuadores del movimiento socialista de la clase obrera. No menos importantes son los socialistas llamados utópicos, desde Tomás Moro a los actuales. No menos importantes son los grandes rivales de Marx, como Blanqui, y sus enemigos irreconciliables, como Proudhon y Bakunin. No menos importantes, en cuanto al resultado final, los desarrollos más recientes tales como el revisionismo alemán, el sindicalismo francés y el bolchevismo ruso.
5. En el marxismo son particularmente críticos los puntos siguientes: a) haber estado prácticamente subordinado a las condiciones económicas y políticas poco desarrolladas de Alemania y de los demás países de la Europa central y oriental donde llegó a adquirir una importancia política; b) su adhesión incondicional a las formas políticas de la revolución burguesa; c) su aceptación incondicional de la situación económica avanzada de Inglaterra como modelo para el desarrollo futuro de todos los países y como condición objetiva preliminar de la transición al socialismo. A lo que se añaden: d) las consecuencias de los intentos repetidos, desesperados y contradictorios del marxismo por escaparse de esos condicionantes.
7. Resultado de esas circunstancias es lo siguiente: a) la sobrestimación de la importancia del Estado como instrumento decisivo de la revolución social; b) la identificación mística del desarrollo de la economía capitalista con la revolución social de la clase obrera; c) el ulterior desarrollo ambiguo de esta primera forma de la teoría marxiana de la revolución mediante el injerto artificial de una teoría de la revolución comunista en dos fases; esta teoría, dirigida en parte contra Blanqui y en parte contra Bakunin, escamotea del movimiento presente la emancipación real de la clase obrera y la difiere a un futuro indeterminado.
8. Aquí se inserta el desarrollo leninista o bolchevique; y en esa forma nueva es como el marxismo fue transferido a Rusia y a Asia. Así el socialismo marxista se transformó de teoría revolucionaria en pura ideología que puede subordinarse y de hecho estuvo subordinada a objetivos diversos.
9. Desde este punto de vista conviene juzgar con espíritu crítico las dos revoluciones rusas de 1917 y de 1928. Y desde este punto de vista hay que determinar las funciones diversas que el marxismo cumple actualmente en Asia y a escala mundial.
10. El control de la producción por los trabajadores de sus propias vidas no podrá ser fruto de la ocupación de las posiciones abandonadas en el mercado internacional y en el mercado mundial por la competencia autodestructiva y supuestamente libre de los propietarios monopolistas de los medios de producción. Ese control no podrá resultar más que de la intervención concertada de todas las clases actualmente excluidas en una producción que, ya hoy, tiende en todos los sentidos a la regulación monopolista y planificada.
Nota: Traducido por J. A. T. G. a partir de las versiones inglesas de Douglas Kellner (Karl Korsch revolutionary theory, University of Texas Press, 1977, pp.281-282) y Andrew Giles-Peters (Telos, nº 26, 1975-1976, p. 40-41) y la versión francesa de Maximilien Rubel y Louis Evrard (Marxisme et philosophie, París, Les Editions de Minuit, 1964).
La obra de Korsch forma parte de una época de duras polémicas dentro del campo marxista por tratar de definir la "verdadera" teoría; este autor consideró que la teoría marxista se estaba "vulgarizando", su validez y precisión había que ponerlas ya en cuestión. Desde sus primeros escritos, obviamente alejándose ya de lo que era la praxis marxista, Korsch fundamenta su concepción del socialismo en el pleno control del objeto y proceso del trabajo por los propios trabajadores. Si en un primer momento, él mismo forma parte de ese intento junto a otros autores de "volver a Marx" para tratar de clarificar lo auténtico de sus tesis, al final de su vida considerará esa labor algo reaccionario. En su obra Marxismo y filosofía, a pesar de que existe todavía ese intento de encontrar el aspecto científico de la obra de Marx, hay ya un ataque frontal al leninismo y a la función del partido comunista como único portador de la "verdad". Korsch sitúa al marxismo en su contexto histórico, sería en primer lugar la expresión de una práctica histórica, por lo que le arrebata la pretensión de ser una "teoría acabada" de la que puede desprenderse una "verdad"; como vemos, es un ataque frontal contra esa pretensión absolutista de la praxis leninista, según la cual el partido es el portador de la conciencia de clase y de la teoría revolucionaria.

Resulta muy interesante las concepciones y críticas de Korsch, que al contrario que otros no acabó reculando ante los ataques ortodoxos y, como hemos dicho, caminó hacia una visión totalmente contraria a toda rigidez marxista. Korsch criticará el desarrollo centralista y estatista de la praxis marxista, recordando incluso que esa concepción es una herencia directa de la clase burguesa; del mismo modo, y recordando la gran influencia de Hegel en Marx, que luego recogerá Lenin, criticará la falta de fundamento de una verdadera revolución proletaria y el dejar el campo abonado para el jacobinismo y la burocracia. Puede hablarse de una denuncia de un dualismo en Marx: por un lado, existe la pretensión de tener una validez científica para cualquier tiempo y lugar, y por otro no deja de mostrarse como una concepción teórica dependiente del contexto histórico en que se elaboró. No obstante, hablamos de Kosch como un teórico marxista que trató de recuperar lo válido de la obra de Marx buscando una alternativa a la legitimación que se hizo a través de él del centralismo y la burocracia.

Korsch, en su visión heterodoxa, rechaza cualquier interpretación de Marx que redunde en cualquier forma de "determinismo económico" (como sí hace, por ejemplo, el socialdemócrata Karl Kautsky), en la subordinación de la acción revolucionaria a factores objetivos; así, apostará por un mayor protagonismo de la lucha de clases. De ese modo, se elude cualquier forma teleológica o "finalista" en la historia y en la sociedad, que evolucionaría según los cambios motivados por el desarrollo de la fuerzas productivas. Aquí también Korsch denuncia que se trata de una idea de progreso similar a la defendida por la burguesía para afirmarse en el capitalismo (y que recogerán Kautsky, Lenin y otros). Otro punto donde Korsch se muestra crítico es en la relación entre la teoría y la práctica, invirtiendo incluso la relación al considerar que ninguna teoría es una verdad acabada.

Insistiremos en que Korsch no parece en algunos momentos romper con el marxismo del todo, mostrando cierta ambigüedad en sus concepciones positivas extraídas del mismo; la parte más interesante de su obra, que considera al marxismo como una ideología más producto de una experiencia histórica, no parece llevarse hasta las últimas consecuencias y puede desprenderse de alguna de sus obras (es el caso de Karl Marx) una aceptación de la interpretación histórico-filosófica del marxismo, y con ello de cierta esencia positiva en el mismo. No obstante, con sus Diez tesis mencionadas antes, parece romper con esa visión: " El primer paso que hay que dar para reiniciar una teoría y una práctica revolucionaria es romper con la pretensión del marxismo de monopolizar la iniciativa revolucionaria y la dirección teórica y práctica". Tampoco puede comprenderse la obra de Korsch sin conocer su práctica militante comunista, con el feroz burocratismo emergente y con el desarrollo de una nueva e intolerable aristocracia obrera. Quedémonos que, para entender la obra de Marx, hay que observar la teoría como resultado de una determinada práctica histórica, arrebatando así a los partidos comunistas la legitimación del centralismo y la burocracia que acabaron realizando.

viernes, 7 de junio de 2013

El grupo en torno a la publicación anarquista Freedom en el mundo británico

Algunos de los textos que dieron origen a este artículo se publicaron ya hace tiempo en este mismo blog. Constituyeron la base para un estudio ampliado sobre uno de los grupos anarquistas más importante del pasado siglo. El texto completo, tal y como aparece ahora en esta entrada, ha sido publicado en la revista Erosión núm. 2, correspondiente a este primer semestre de 2013; esta publicación es editada por los compañeros chilenos del Grupo de Estudios José Gomez Rojas, una más de las magníficas labores que llevan a cabo

El colectivo anarquista creado en torno al semanario Freedom y a la editorial Freedom Press, ambos aún en activo, es uno de los grupos de intelectuales libertarios más importantes del pasado siglo; en él participaron figuras tan importantes como Vernon Richards, Marie Louise Berneri, Nicholas Walter, Herbert Read, George Woodcock y Alex Comfort, entre otros. Durante toda su historia, este colectivo ha sido un ejemplo de como reunir a personas que expresaban diferentes tendencias dentro del anarquismo. El primer número del periódico Freedom se publicó en 1886, existiendo en la cabecera el subtítulo de "A Journal of Anarchist Socialism" hasta junio de 1889 en que se utilizó el de "A Journal of Anarchist Communism", mientras que en la actualidad se presenta con la frase "Anarchist News and Views"; Charlotte Wilson, perteneciente al ala anarquista del movimiento británico socialista Sociedad Fabiana, se puso en contacto con Kropotkin y con su mujer Sophie pidiéndole que se trasladara a Inglaterra para editar una revista que recogiera las experiencias ginebrinas y parisinas del anarquista ruso en diversas publicaciones. Ese mismo año nace también, fundada por Willson, Kropotkin y un grupo de amigos, la que es la casa editorial anarquista mas antigua del mundo, Freedom Press. El primer número de Freedom estaba compuesto por cuatro páginas con artículos, noticias, breves notas y un poema, además de una manifiesto en el que se exponían las ideas de Kropotkin, el cual trabajará en la publicación durante los veintiocho años siguientes. No todos los colaboradores de Freedom eran explícitamente anarquistas; entre ellos, cabe destacar en esos primeros años al socialista Edward Carpenter, hombre muy adelantado a su tiempo en cuestiones relativas a la libertad sexual o en la actitud social ante el delito. Hubo una primera etapa en Freedom que duró hasta 1927, manteniéndose a pesar de la represión policial y las encarcelaciones durante la Primera Guerra Mundial. Su director desde 1907 era Tom Keell, que a diferencia de Kropotkin se mantuvo fiel a sus principios antibelicistas durante el gran conflicto, por lo que fue arrestado en 1916. Fue ese año en el que Keell abandonó Londres, junto a su compañera, la también anarquista Lilian Wolfe, para buscar refugio en Whiteway Colony, comunidad de inspiración tolstoiana situada en la Inglaterra occidental y convertida desde su fundación en 1898 en refugio hospitalario para multitud de anarquistas. Hasta poder retomar la actividad ácrata, Keell siguió publicando un boletín llamado igualmente Freedom para aquellos abonados que se mantuvieron, buscando siempre la manera de retomar la actividad anarquista. La publicación fue revitalizada gracias a Vernon Richards, fundador de la revista Free Italy, sustituida en 1936 por Spain and the World, la cual acogió las ideas y opúsculos que Keell había conservado. Cuando terminó el conflicto en España, la revista pasó por los nombres de Revolt! y de War Commentary hasta recuperar la cabecera original de Freedom en 1945 y mantenida hasta la actualidad.

Hay que destacar a dos figuras en el entorno de Freedom Press, a Vernon Richards (1915-2001), cuyo auténtico nombre era Vero Ricchioni, y a su compañera Marie Louise Berneri (1918-1949), ya que ambos tenían un gran conocimiento del movimiento anarquista internacional, de sus tendencias y de sus principales exponentes, y hablaban además varios idiomas para poder transmitir sus conocimientos. Marie Louise era hija de los también anarquistas Camillo Berneri y Giovanna Berneri; aunque nació en Arezzo (Italia), vivió gran parte de su vida en Inglaterra y allí ejerció su mayor actividad como anarquista. En los años 30, se graduó en sicología en la Universidad de la Sorbona, ya que ella y su familia marcharon al exilio francés por su oposición al fascismo; muy pronto, tomará parte del movimiento anarquista editando un periódico con Luis Mercier Vega, Revisión. Ya en el año 1936, y encontrándose todavía en París, recaudará junto a Vernon Richards fondos para publicar Spain and the World, que tendrá como objetivo primordial la solidaridad con los anarquistas españoles. Después del asesinato de su padre Camillo, a manos de los estalinistas españoles, Marie Louise se trasladará a Inglaterra donde trabajará, junto a Richards, en la publicación sucesora de Spain and the World, Revolt!, en 1939, y posteriormente en War Commentary. Cuando se recupera la cabecera original de Freedom, para el periódico inglés, ya forman parte de su entorno figuras como George Woodcock y Herbert Read, entre otros; el colectivo anarquista se ganará un gran respeto en el mundo progresista gracias a su intensa actividad en defensa de las libertades civiles. La gran cultura y los enormes contactos de la pareja formada por Marie Louise y Vernon les otorgaron gran autoridad en el movimiento anarquista; dice mucho de la integridad de Berneri, el hecho de que después de que fuera absuelta en un juicio contra los editores de War Commentary, en 1945 por instigación a la rebelión, mientras que tres compañeros fueron encarcelados, asumiera la responsabilidad de mantener el periódico durante los años de posguerra. En 1948, asistió a la primera conferencia anarquista internacional, en París, como miembro de la delegación inglesa. Desgraciadamente, falleció prematuramente en 1949 junto al bebé que iba a dar a luz, por una infección vírica. George Woodcock e Ivan Avakumovic, en su biografía de Kropotkin El príncipe anarquista, pondrán la siguiente dedicatoria:
Para Marie Louise Berneri, auténtica discípula de Kropotkin, que murió el 13 de abril de 1949.
Otro de los rasgos sobresalientes del colectivo Freedom fue su actitud libre y aperturista en los debates sobre el sexo sin que existiera ningún otro programa semejante en movimiento político alguno. El texto de Maie Louise Berneri Sexuality and Freedom, publicado en la revista Now de George Woodcock en 1945, fue de los primeros en introducir las teoría de Wilhelm Reich en Inglaterra. En 1944, Freedom Press publicó otra importante obra de Marie Louise Berneri, Workers in Stalin's Russia (Trabajadores en la Rusia de Stalin), reeditado en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el cual recogía el argumento de que para juzgar cualquier régimen político es necesario saber en primer lugar en qué condiciones se encuentran sus trabajadores; según este criterio, el sistema soviético era un desastre con no menos desigualdades sociales que en el mundo capitalista. Tal y como contaba Colin Ward, otra destacada figura del mundo anarquista británico recientemente desaparecido, este libro se publicó en un momento en el que existía un acuerdo tácito en la prensa británica para no criticar a la URSS; consideraba Ward que la influencia marxista y estalinista sobre las teorías de los intelectuales europeos sería muy difícil de entender para las generaciones posteriores. Se trataba de un apasionamiento político casi religioso, que George Orwell definió como "patriotismo desplazado", ya que aquellos autores que habían abjurado de la lealtad incondicional a su país de nacimiento se la habían ofrecido a la nación que se consideraba "patria del proletariado". Tras el desencanto de la URSS, desplazarían su patriotismo a regímenes como la Yugoslavia de Tito o la Cuba de Fidel Castro. Los anarquistas, una vez más, fueron los primeros en denunciar el fracaso de estos regímenes desde una perspectiva libertaria y auténticamente socialista.

Vernon Richards nació en Londres en 1935 y se formó como ingeniero civil en el King's College de esa ciudad. Junto a su padre Emidio Recchioni, fue otro activo militante antifascista colaborando también con Camillo Berneri en publicaciones libertarias; durante la Segunda Guerra Mundial fue objetor de conciencia. Richards también ejerció como fotógrafo, siendo muy famosas en los años 40 sus instantáneas sobre George Orwell, del que también fue amigo personal. Después de 1951, continuó editando el semanario Freedom, publicando en él hasta 23 entregas que formarán posteriormente su muy conocida y reeditada obra Enseñanzas de la revolución española (publicada por Freedom Press en 1953; como curiosidad, ese mismo año apareció en Tokio una edición en japonés). El propio Richards afirmó que la inspiración de esta obra estuvo en La CNT en la revolución española, de José Peirats; en 1957, surgió la posibilidad de revisar y ampliar el libro con material procedente del tercer tomo de la obra de Peirats, que después de otras ediciones en diversos países, publicaría definitivamente Freedom Press en 1972 en su versión inglesa. Hasta 1964, Richards formo parte del colectivo Freedom y fue uno de los grandes sostenedores de la editorial Freedom Press, aunque posteriormente volvería a ocupar un rol similar; ayudó a la creación de la imprenta cooperativa Aldgate Press, en 1981, en la que todavía hoy se imprimen las publicaciones de Freedom Press. Una de las mayores influencias ideológicas de Vernorn Richards fue Errico Malatesta, figura a la que dedicó su obra Malatesta, vida e ideas. Enseñanzas de la revolución española (Campo Abierto, 1977) está precedida de la siguiente cita de Marie Louise Berneri:
Desde el ángulo anarquista y sin que nos estorben seudolealtades ni consideraciones de oportunidad, pero a la vez con modestia y compresión, así es como deberíamos proponernos deducir las enseñanzas de la revolución española. Estoy convencida de que más desmoralizaría y debilitaría nuestro movimiento una admiración ciega y carente de espíritu crítico que la franca admisión de nuestros pasados errores.
En el prólogo a esta edición de su obra en español, Richards denunciaba igualmente la ceguera a la que a veces conduce la pasión y partidismo hacia unas ideas. Lúcidamente, consideraba que los trabajadores no son necesariamente revolucionarios per se, mostrándose no pocas veces desconfiados y hostiles hacia lo innovador, por lo que la tarea de hacer que acepten las ideas anarquistas es a la fuerza larga y lenta, exenta en cualquier caso de atajos ni heroicidades. Se trata de otro anarquista que reclama constante innovación y oxigenación en el movimiento libertario, ya que bajo ningún concepto la historia se repite siendo las situaciones políticas y económicas diferentes en cada momento. A pesar de ello, existen obviamente ciertas similitudes y es importante que las nuevas generaciones aprendan enseñanzas históricas de las anteriores.

Otro miembro que contribuyó enormemente al colectivo Freedom fue George Woodcock (1912-1995), activo escritor canadiense que tocó, prácticamente, todos los géneros literarios. Como militante libertario, se esforzó en la escritura de panfletos que aplicaran las ideas anarquistas en aspecto concretos de la sociedad. Aunque Woodcock nació en Winnipeg, Manitoba (Canadá), se trasladó a Inglaterra junto a su familia a corta edad; gracias a una beca, ya que su confición familiar era muy humilde, podría haber asistido a la Universidad de Oxford, algo que rechazó al tener que reconocer forzosamente una filiación religiosa para ingresar. Será en su trabajo en el Great Western Railway donde se empezará a interesar por el anarquismo; al respecto, es muy conocida su obra Anarchism: a history of libertarian ideas and movements (Anarquismo: una historia de las ideas y los movimientos libertarios), escrita en 1962, primera historia de las ideas libertarias realizada después de la Segunda Guerra Mundial, junto a The Anarchist Reader (El lector anarquista), editada en 1977, y varias biografías de William Godwin, Proudhon, Oscar Wilde y Kropotkin. Especialmente valorada es la obra, coescrita junto a Ivan Avakumovic en 1972, The Anarchist Prince: A Biographical Study of Peter Kropotkin (El príncipe anarquista: un estudio biográfico de Peter Kropotkin). Woodcock, al igual que otros autores vinculados a Freedom, fue un pacifista a ultranza también durante la Segunda Guerra Mundial; fue muy sonada su polémica, en las páginas de Partisan Review, con George Orwell, cuando éste escribió que el pacifismo en una guerra contra el fascismo venía a ser "objetivamente profascista" A pesar de ello, ambos autores se convirtieron en muy buenos amigos; en 1966, Woodcock escribirá un estudio crítico de Orwell y su obra, que ganará un Governor General's Award. El ideal de Woodcock de cooperación entre los pueblos, superando la barrera de las naciones, se tradujo en la creación de Canada India Village Aid, que promueve proyectos de autogestión en zonas rurales del país asiático.

Otro anarquista británico de renombre es Alex Comfort (1920-2000), que fue un hombre de múltiples facetas, tal vez más conocido como científico que como escritor. Una de sus obras más conocidas es The Joy of Sex (El placer del sexo, según una de las últimas ediciones, aunque ha tenido otras traducciones en su título), escrito en 1972, ingenioso y liberador manual para el placer sexual. Es posible que a Comfort se le llevaran los demonios al descubrir que ha sido más conocido por una obra de esas características, la cual tuvo una importante repercusión en su momento, ya que su producción científica y literaria es enorme. Su militancia anarquista y pacifista es el hilo conductor de muchos de sus libros, y es de agradecer que se vea la revolución sexual como unida a la social; es el juego y el erotismo como una parte primordial de la libertad y del desarrollo del ser humano. Después de The Joy of Sex, Comfort escribiría también sobre los efectos sicológicos y sociológicos del amor libre en una revisión posterior llamada More Joy of Sex. En esta cuestión de la liberación sexual, parece evidente que los ácratas también han llevado una considerable ventaja a otras tendencias revolucionarias. Comfort, además de en el comportamiento sexual, era experto en biología y en siquiatría, y en concreto se le consideró una eminencia en gerontología, ya que dedicó gran parte de su vida al estudio del envejecimiento en hombres y animales; dos obras suyas recogen esta temática: The Biology of Senescence (La biología de la senescencia) y A Good Age (Una buena edad). En sus estudios, Comfort observa a las personas mayores como una clase oprimida, por lo que trata de combatir todos los acomodos políticos, sociales y morales que contribuyen a esa situación. Comfort se educó en el Trinity College, en Cambridge, y en el London Hospital; en los años 40, tuvo una gran actividad en el mundo británico, especialmente en el colectivo en torno a Freedom. Fue un beligerante pacifista, valga el oxímoron, y son muy conocidas también sus disputas con George Orwell sobre la intervención en la Segunda Guerra Mundial. La primera toma de posición pública sobre la libertad sexual la hizo precisamente en un libro publicado en 1948 por Freedoom Press, Barbarism and Sexual Freedom, basado en unas conferencias que impartió en el London Anarchist Group. Tal y como contó en cierta ocasión Colin Ward, el cual valoraba especialmente la faceta sociológica de Comfort, no hay lector que pueda hacerse una idea exacta de lo axfisiante que resultaba el clima sexual de la época; es de agradecer la inteligencia sutil de Comfort, el cual usaba la ironía para desmontar y denunciar los comportamientos autoritarios. Se le atribuye una frase muy bella, una especie de imperativo que el anarquista puede hacerse a uno mismo, acerca de la obligación de dejar este mundo con menos dolor del que había cuando lo encontró.

Nicholas Walter (1934-2000) es otro de los intelectuales anarquistas vinculados a la publicación Freedom y a la editorial Freedom Press. Walter nació en Londres y estudiará historia en el Exeter College de Oxford, aunque después se convertirá en periodista; a pesar de que se unió al Partido Laborista en la Universidad, lo abandonará por el anarquismo y por un activismo pacifista en 1959. Como pacifista, formó parte de The Comitte of 100 (el comité de los 100), grupo británico antibélico creado en 1960, del que también formó parte Bertrand Russell; los objetivos del grupo eran promover la resistencia no violenta y la desobediencia civil en contra de la carrera armamentística. Entre la diversas maneras que existen de militancia anarquista, Walter consideraba indispensable la participación activa en movimientos plurales, como era el caso del comité de los 100 o de muchos otros que luchan por los derechos civiles y por la resistencia a la autoridad; tal participación con personas no anarquistas iba unida para él, de manera obvia, con cierto compromiso respecto a los principios libertarios, ya que de otro modo se corría el riesgo de abandonar definitivamente las ideas. Aceptando esa integridad de principios, su forma de ver la contribución de los anarquistas a la militancia en dichos grupos era doble: por un lado, se acentuaba el fin de una sociedad libertaria y, por otro, se insistía en la utilización de medios libertarios para lograrla. Walter formó parte también de otro grupo vinculado al comité de los 100, Spies for Peace (espías por la paz), encargados de divulgar documentos gubernamentales que se adelantaban a lo ocurrido después de una guerra nuclear; Walter se convertirá en el único miembro identificado de este colectivo, algo que únicamente se desvelará después de su muerte. En 1966, será encarcelado durante dos meses por un acto de protesta, en contra de la guerra de Vietnam, frente al primer ministro laborista Harold Wilson. En su actividad como anarquista, destaca el libro About Anarchism, publicado por primera vez en 1969 y traducido después a varios idiomas; en 2002, hubo una edición revisada con un prólogo de la hija del autor, la periodista y escritora Natasha Walter, muy conocida también por ser activista por los derechos humanos. Como se ha dicho, Nicholas Walter estuvo prácticamente toda su vida vinculado a Freedom Press y fue un colaborador asiduo de Freedom y de otras publicaciones. Una recopilación de estos escritos fue publicada en 2007 con el título de The Anarchist Past and Other Essays, editada por David Goodway. Muy conocida es igualmente su labor como humanista ateo, tal vez su faceta más conocida en Gran Bretaña; será editor durante casi una década de New Humanist (febrero de 1975 a julio de 1984), publicada por la Rationalist Press Association, y estará unido en general durante toda su vida al movimiento racionalista y laico. También fue Walter un prolífico escritor de cartas a periódicos y revistas, y se estima que se publicarán unas 2.000 a lo largo de su vida firmadas con su propio nombre o bien con los seudónimos de Jean Raison, Arthur Freeman y Mary Lewis. En 1989, después de que Salman Rushdie sufriera la fetua, pronunciamiento desde el Islam instando a su ejecución, por su libro Los versos satánicos, Walter formó un comité para luchar contra la ley que persigue la blasfemia en Reino Unido, todavía vigente en la actualidad; logró una declaración firmado por 200 figuras públicas y su libro posterior, Blasphemy Ancient and Modern (blasfemia antigua y moderna), colocó la controversia sobre Rushdie en su contexto histórico.

En About Anarchism, Nicholas Walter consideraba que el anarquismo podía verse, tanto como un desarrollo del liberalismo o del socialismo, como de ambos a la vez. La libertad que desean los liberales y la igualdad por la que luchan los socialistas no son incompatibles, sino complementarias; se trata de la gran contribución del anarquismo a la teoría política. Para los anarquistas, no es posible ninguna polarización hacia ninguno de los dos conceptos y no es posible una sin la otra. Otro rasgo para Walter, que convierte al anarquismo en indudablemente actual, es su concepción escéptica del progreso. Los liberales observan la historia como "un desarrollo lineal que parte del salvajismo, la superstición, la intolerancia y la tiranía, y llega a la civilización, la ilustración, la tolerancia y la emancipación; por su parte, los socialistas suelen ver la historia como "un desarrollo dialéctico a partir del salvajismo, a través del despotismo, el feudalismo y el capitalismo, hasta llegar al triunfo del proletariado y a la abolición del sistema de clases". En ambos casos, aunque existan reacciones y revoluciones, se parte de un pasado malo para llegar a un futuro benévolo. Walter definía la visión anarquista del progreso como un proceso dualista: una oposición permanente entre dominadores y dominados, entre el principio de autoridad y la libertad, entre el Estado y la sociedad. Así, los anarquistas son conscientes de que no siempre hay progreso ni se resuelve la antinomia; solo se puede estar seguro de que el mundo está mejorando, y nunca en un sentido lineal y determinista, cuando las personas vayan percatándose de que pueden resolver sus asuntos sin necesidad de autoridad alguna. Si la socialdemocracia puede verse como una simple mezcla de socialismo y de liberalismo, necesitada aún de la institución del gobierno, Nicholas Walter, en la línea de Rudolf Rocker, consideraba el anarquismo como una superación de ambas teorías políticas, rebatiéndolas al mismo tiempo al ir más lejos en sus propuestas y lograr la síntesis entre libertad e igualdad.

Herbert Read (1893-1968), sin ser un autor excesivamente conocido en el mundo de habla hispana (aunque, afortunadamente, parece estar empezándose a paliar), es otro nombre importante en el anarquismo de la primera mitad del siglo XX. Hombre de múltiples facetas, experto en arte, crítico, poeta, ensayista filosófico y político, novelista, equiparado en alguna ocasión en calidad literaria a sus coetáneos T.S. Elliot y a George Orwell, autor en total de unos 1.150 títulos. A la lectura en Read, a temprana edad, de Proudhon, Tolstoi y Kropotkin, se unió la de William Morris, Oscar Wilde y Edward Carpenter, lo que le hizo confiar en la posibilidad de un socialismo humanista compatible con la libertad. De orígenes humildes, nació en el seno de una familia de granjeros en Yorkshire e ingresó en un orfanato a los 11 años al perder a su padre, ingresará como estudiante de Economía en la Universidad de Leeds en 1912. En 1919, se editará su primer libro, Naked Warriors, colección de poesías que exponen sus vivencias en la Primera Guerra Mundial. Dos obras en los años 30 consolidarán su prestigio en el mundo literario y artístico: Reason and Romanticism y The Meaning of Art (El significado del arte), donde también deja impronta de una visión libertaria; en esa década, se dedica a múltiples actividades, donde destacan también sus escrito filosófico-políticos decididamente anarquistas, algo que le acarrerá problemas en el mundo académico y profesional. En los años posteriores, su participación y prestigio en el panorama cultural británico e internacional se incrementarán; en 1943 se edita una de sus obras más influyentes e innumerables veces reeditada, Education throught Art (Educación por el arte). En 1947, funda junto a Roland Penrose el Instituto de Artes Contemporáneas de Londres, de gran importancia en la evolución del arte británico. Entre sus obras abiertamente anarquistas, destaca la colección de lúcidos ensayos Anarchy and Order, cuya primera edición es de 1945 para agregar en 1954 nuevos textos, todo ellos de gran claridad y enorme calidad literaria; era un momento en que se consideraba, desde las altas esferas, que la única revolución socialista posible era marxista. Como colaborador de publicaciones anarquistas, además de Freedom, destacan sus aportaciones a Tierra y libertad, editada por los exiliados españoles en México; fue también un activista en favor de los perseguidos por el estalinismo y por cualquier tipo de totalitarismo

Read denunció pronto el fracaso de la praxis marxista como alternativa al capitalismo. Para erigir un mundo nuevo no era necesario solo abandonar ciertos conceptos económicos, habría que primar los valores de la libertad e igualdad por encima de la riqueza personal, el poder técnico o el nacionalismo. Consideraba Read que la filosofía del anarquismo se había mantenido pura a lo largo de la historia de la humanidad y que multitud de personas sostenían ya "inconscientemente" esas ideas, y podrían aceptarlas definitivamente si se les expusiera claramente. Como buen ácrata, Read indagaba en las cuestiones vitales para la humanidad y en su interrogante acerca de la medida del progreso hay una brillante respuesta en el siguiente párrafo: "El progreso se mide por la riqueza e intensidad de la experiencia, por una más amplia y profunda comprensión del significado y perspectiva de la existencia humana". La complejidad de la existencia surge de la relación entre el individuo y el grupo, y la conciencia y la moral nacen de esa relación. Para Read, la moral antecede a la religión y a la política, las cuales intentarán determinar la conducta natural del grupo. La experiencia bélica de Read en la Primera Guerra Mundial le llevaría a desconfiar de la disciplina y a apostar por la iniciativa y la libre asociación, cualidades individuales que acababan destruidas por la rutina cuartelaria, como esenciales en el esfuerzo de la acción. Read quería ver en la naturaleza una ley de equidad, un orden natural en el universo regido por los principios de igualdad y rectitud. A pesar de esta visión, que podría caer en lo místico, su crítica al derecho consuetudinario o al derecho positivo del Estado en nombre de una ley justa (que él también llamaría "natural") parece perfectamente acorde con un espíritu libertario. Frente al socialismo moderno, tendente a extender el derecho positivo hasta aplastar el principio de equidad, el anarquismo debería apostar por ese principio hasta reemplazar al derecho positivo. Es una importante aportación la de Read también en el terreno del derecho; consideraba, por supuesto, que un método de arbitraje sería necesario en la sociedad libertaria, el cual apelaría a los principios universales de la razón, en nombre de la equidad, desprendiéndose de todo prejuicio legal o económico. Entramos aquí en un campo polémico, ya que Read criticará el materialismo estricto y apelará a cierto idealismo y, incluso, misticismo; la religión vendría a ser una necesidad social, sin la cual ninguna civilización puede sobrevivir, y la aparición del racionalismo y del escepticismo vendría a ser un síntoma de decadencia. El fracaso de la experiencia comunista en Rusia, no exenta a su vez de cierto componente religioso (concretado en cierta deificación de la figura de Lenin), había demostrado que el no suministrar una nueva religión a la sociedad provocará una regresión hacia creencias antiguas. Lo verdaderamente original e interesante de la visión de Read es que consideraba a la religión una autoridad natural dejando a un lado toda creencia sobrenatural y opuesta a la autoridad artificial y coercitiva del Estado. Read dejará claro que no es un restaurador de la religión, que no recomendaba ni creía en ninguna en concreto, que se limitaba a observar su necesidad orgánica. Considera que el anarquismo podría ocupar el espacio de esa nueva religión ("ser" esa nueva religión), alejado de los intentos estatales de cierto socialismo de substituir la creencia religiosa en nombre de toda suerte de subterfugios, para la creación de un nuevo modelo de sociedad humana.

Otros nombres que pueden destacarse dentro del grupo Freedoom son: John Hewetson (1913-1990), que llegó al anarquismo pasando por el Forward Movement, creado a partir de la escisión de la asociación pacifista Peace Piedge Union, y empezó en 1942 a escribir en War Commentary, ejerció como médico generalista en los barrios pobres de Londres y fue de los primeros en defender la contracepción gratuita y el aborto, muy interesado también en la innovadoras teorías de Wilhelm Reich; Philip Sansom (1916-1999), que descubrió el movimiento anarquista en 1942 y se ocupó de los temas sindicales en War Commentary y en la posterior Freedom, además de dibujar viñetas de gran fuerza satírica, y John Olday (1904-1977), otro destacado miembro de la redacción de Freedom Press, que era de origen alemán y debido a su gran actividad antinazi tuvo que refugiarse en Inglaterra en 1938. Finalmente, para terminar con esta relación incompleta de brillantes figuras ácratas del mundo británico, un hombre cuyo compromiso con el anarquismo fue activo hasta el final de sus días fue Colin Ward (1924-2010); arquitecto, urbanista, pedagogo, autor de numerosos ensayos (aunque, de nuevo hay que decirlo lamentablemente, escasea su obra publicada en castellano) y colaborador incansable en el grupo vinculado a Freedom. El mismo Ward, hablando de los orígenes de sus ideas libertarias, afirmó en alguna ocasión cómo logro inmunizarse en los años 30 contra el dogmatismo y la idolatría por Stalin que afectó a gran parte de la izquierda. Ello se produjo gracias a las lecturas de Emma Goldman y Alexander Berkman, provenientes de la librería anarquista de Glasgow, por un lado, y a las de Arthur Koestler y George Orwell, por otro. Ward subscribía la famosa definición para anarquismo realizada por Kropotkin en 1905 para la Enciclopedia Británica. Podía denominarse tanto socialista como anarcosindicalista, aunque consideraba que existían diversos caminos para desembocar en el anarquismo, como se había demostrado en el colectivo de Freedom Press. Su crítica era evidente hacia aquellos que empleaban tiempo en tratar de denostar otra facción ácrata.

La forma de entender el socialismo de Ward, dentro del anarquismo, pasaba por un movimiento cooperativo que supusiera una multiplicidad de formas de propiedad colectiva de los medios de producción, de distribución y de intercambio. No hay cabida, por supuesto, en esta concepción para nada parecido a un Estado, para la actividad de un gobierno central o local, por lo que es perfectamente distinguible de las formas de socialismo más extendidas. Aunque la palabra "sindicalismo" suscita demasiadas connotaciones dudosas, Ward resolvía perfectamente la cuestión cuando afirmaba que el control obrero de la producción era el único acercamiento compatible con el anarquismo. No obstante, recordaba que existía demasiado romanticismo histórico dentro del sindicalismo, una sobrevaloración de la presencia de las grandes fábricas fordianas, organizadas con eficacia militar, cuando la mayor parte de los puestos de trabajo son una pequeña oficina (algo ya señalado por Kropotkin hace un siglo). Reclamaba hacia los sindicalistas una explotación de las nuevas tecnologías de la comunicación para luchar contra el capitalismo internacional a nivel global. Resulta curiosa, y digna de reflexión, la afirmación de Ward sobre que las personas más individualistas que conoció eran partidarios del comunismo anarquista. No parecía una aseveración producto de sus creencias, ni tampoco una interpretación, suponía para él una observación cotidiana. Respecto al pacifismo, propio de forma irreductible en tantos autores del grupo Freedom, su posición parecía igualmente lúcida; recomendaba la lectura del libro de su amigo Michael Randle, Civil Resistance, en el que se reflexiona sobre los límites y la potencialidad de la acción pacifista.

La cabecera Freedom y la casa editorial Freedom Press, con sus altibajos a lo largo de la historia, pero revitalizadas a partir del año 36 del siglo XX gracias a Vernon Richards y su publicación Spain and the World, continúan vigentes en la actualidad. Freedom es una publicación quincenal, la única anarquista a nivel nacional hoy en día en Gran Bretaña. En la sede de la editorial, situada en 84b Whitechape High Street, en Londres, se encuentra también un grupo anarquista de carácter autónomo, un lugar de socialización para todos los interesados en la ciencia y en las nuevas tecnologías, un archivo y una librería; de las publicaciones se encarga Aldgate Press, imprenta cooperativa creada también gracias en gran medida a Vernon Richards. Fue gracias a aquella simiente de Richards con Spain and the World, publicación que luego recuperaría la cabecera de Freedom, que el movimiento ácrata inglés pudo reanimarse y convertirse finalmente en una esperanzadora realidad, con las importantes figuras de las que se ha hablado en este artículo, junto a muchas otras, llegando hasta lo que ha sido el desarrollo en los últimos años del anarquismo en aquel país con todas sus ramificaciones.
Capi Vidal

Fuentes documentales y bibliográficas:
Alex Comfort, entrada en Wikipedia (en inglés): http://en.wikipedia.org/wiki/Alex_Comfort
Alex Comfort, Naturaleza y naturaleza humana, Editorial Proyección, Buenos Aires 1969.
Colin Ward, Esa anarquía nuestra de cada día..., Tusquets Editores, Barcelona 1982.
Colin Ward, obituario de Vernon Richards en The Guardian (en inglés): http://www.guardian.co.uk/news/2002/feb/04/guardianobituaries.books
David Goodway, "La mirada anarquista", entrevista a Colin Ward: http://www.theyliewedie.org/ressources/biblio/es/Goodway_David_-_La_mirada_anarquista_conversacion_con_Colin_Ward.html
Freedom Press (sitio en internet): http://freedompress.org.uk/
George Woodcock e Ivan Avakumovic, El Príncipe Anarquista, Ediciones Júcar, Madrid 1978.
Herbert Read, Al infierno con la cultura, Ediciones Cátedra, Madrid 2011.
Herbert Read, Anarquía y orden, Editorial Tupac, Buenos Aires 1959.
Luis Mercier Vega, Anarquismo ayer y hoy, Monte Ávila, Caracas 1970.
Nelson Méndez, "Herbert Read: esbozo biográfico y de introducción a su obra" en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.8 (octubre de 2009).
Nicholas Walter, "Acerca del anarquismo": http://www.filestube.com/cpbeclFWXfvMDcHJI7V5U6/Anarquismo-hoy-Nicolas-Walter.html
Nicholas Walter, entrada de Wikipedia (en inglés): http://en.wikipedia.org/wiki/Nicolas_Walter
Vernon Richards, Enseñanzas de la Revolución Española, Campo Abierto, Madrid 1977.