Al margen de la militancia política de su padre, digna de otro estudio, en las películas de Vigo existe una impronta claramente anarquista. Su primera obra será un mediometraje mudo llamado À propos de Nice (1930), donde se muestran las desigualdades sociales en la Niza de los años 20; por supuesto, el film supone una feroz crítica a la burguesía que veraneaba en el lugar. La que será una de sus grandes obras, Zéro de conduite, se inspira en gran medida en las experiencias personales del cineasta, que pasó gran parte de su infancia en internados; puede considerarse que la película recoge las propuestas pedagógicas de Ferrer y Guardia como base para un nuevo orden social antiautoritario, pero también se adelanta, en su vitalismo y espontaneísmo, y en su apuesta por la educación de los sentidos, a otras propuestas radicales en contra de la escolarización como serían las de Paul Goodman o Ivan Illich.
De hecho, Zéro de conduite
es un ejemplo de las amplias propuestas educativas anarquistas, donde
trata de vincularse la búsqueda de la espontaneidad en la infancia,
uniendo lo lúdico con la búsqueda de conocimiento, con las más bellas
aspiraciones sociales. En el film, puede verse una obvia analogía entre
escuela y prisión cuando se muestra un internado triste y espartano; la
conformidad, el gusto por el orden y la disciplina, así como una
permanente vigilancia institucional que causa pavor en los chavales,
obliga a contemplar el centro educativo como un trasunto del Estado en
una crítica claramente anarquista. Vigo emplea en la película un tono
claustrofóbico, lo que muestra de forma cristalina su opinión
burocrática acerca de la escuela, así como un distanciamiento respecto a
los personajes más autoritarios; existe además una férrea división
entre el aula, lugar del conocimiento, y el patio de recreo, espacio
para lo lúdico, algo que tratará de transgredirse en alguna
significativas secuencias a lo largo del film.
Los estudiosos han considerado Zéro de Conduite
un ejemplo y exposición de la pedagogía anarquista; no es extraño
entonces que el film sea muy poco benévolo con todo personaje que trate
de sofocar la espontaneidad en la infancia y se esfuerza en
contraposición por apostar por el antiautoritarismo, algo que el
director muestra con gran habilidad cinematográfica. La película
comienza con cierto desdén por las falsas virtudes de la uniformidad,
que pretenden los representantes de la autoridad, pero tiene uno de sus
puntos álgidos en una rebelión extrema contra el orden establecido (no
obstante, según los códigos de la infancia); en un acto formal para
celebrar el final del curso, al que acuden representantes del Estado y
de la Iglesia, los alumnos más radicales interrumpen con silbidos,
lanzamiento de zapatos y con armas de fabricación casera dirigidas a los
ilustres invitados, para después huir hacia la libertad. Como resulta
evidente, no se trata de una mera rebelión contra un centro escolar,
sino contra la propia institución educativa con una clara motivación
antiestatal y anticlerical. El final de la película, aunque
saludablemente abierto, recoge algunas propuestas comunitarias
anarquistas como alternativa a la escolarización represiva; no obstante,
como ya hemos dicho, también se muestra la duda sobre si hay
alternativa posible o si la respuesta es una "desescolarización" amplia
(solución que también ha tenido en cuenta la pedagogía libertaria). La
película de Vigo, a pesar de todo, resulta tremendamente eficaz en su
crítica a la pedagogía tradicional y autoritaria.
La otra gran obra de Vigo, L'Atalante, puede considerarse un complemento a Zéro de Conduite;
si esta realiza la propuesta de una pedagogía radical, lo hacía en
parte a través de una apuesta por la educación de los sentidos, algo que
también preconiza L'Atalante. La trama del film es,
aparentemente, muy simple: Jean, un indolente patrón de barco, se separa
de la vitalista Juliette y solo vuelven a unirse gracias a un antiguo
compañero cascarrabias de Jean, el entrañable tío Jules. La película
realiza una clara apuesta por el desarrollo personal, pero mostrando
también que las relaciones sentimentales resultan inseparables de las
particularidades del tejido social; Vigo se detiene, numerosas veces, en
aspectos que otros cineastas considerarían superfluos, como son el
paro, la delincuencia y la actitud implacable de la burguesía. L'Atalante
es una obra radical, por supuesto, pero también admirablemente compleja
en la ampliación de su discurso humanista. El personaje del tío Jules
tiene una fuerza vital de carácter anarquista, lo que se contempla en
varias secuencias donde se esfuerza en transgredir las convenciones
sociales, a veces de forma cómica; se trata de una personalidad donde se
fusionan un hedonismo vital con un radicalismo antiautoritario, algo
que resulta admirable y en cierto modo ejemplar en la narración. Como no
podía ser de otra manera, el legado anarquista que recoge Jean Vigo
muestra el espacio urbano en L'Atalante de forma ambivalente; lo
mismo puede ser un espacio represivo digno de ser eludido, como un lugar
a reivindicar gracias a la acción directa de carácter libertario, por
lo que en el film puede contemplarse convivir la pobreza y la sordidez
junto a aspiraciones utópicas. Tanto Zéro de Conduite como L'Atalante
son sobresalientes ejemplos de gran cine y de una pedagogía radical no
dogmática, que han resistido muy bien el paso del tiempo y que merecen
ser revisados, especialmente frente al numerosa banalidad
cinematrográfica actual.
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