En el anarquismo, y en abierta contradicción con el liberalismo (el cual solo reconoce la libertad individual), la libertad tiene un carácter social. Ya Bakunin consideraba que el hombre solo se humaniza y se emancipa en el seno de la sociedad, la cual sería anterior a su pensamiento, su palabra y su voluntad. Esa emancipación no puede realizar más que por los esfuerzos de todos sus miembros, pasados y presentes.
Se deduce de ahí el conocido aserto de Bakunin, según el cual la realización de la libertad individual, así como la personalidad, se completa con todos los individuos que la rodean. Es decir, solo somos libres en la medida en que lo son todos los que nos rodean. Llegamos así a un concepto de la libertad, fundamentado en la sociabilidad del ser humano, que implica el de la solidaridad. Tantas veces, hemos dicho que los anarquistas son los liberales dentro del socialismo o que el anarquismo es la gran síntesis entre esas dos grandes corrientes: socialismo y liberalismo. A pesar de ello, hay que distinguir entre esas dos concepciones de la libertad, ya que para el liberalismo es un don que precede a la existencia social, según lo cual el hombre viene a ser un ser absoluto y entero al margen de la vida social e histórica. Tal y como dice Bakunin, los liberales se aferran a un supuesto contrato social que realizan los individuos como un dogma religioso. Se establece así en el liberalismo, base de la producción capitalista, una sociedad dividida en dos ámbitos: el de lo público y el de lo privado Así, el individualismo y la privacidad serían la justificación moral de la sociedad, mientras que el mercado sería el principio organizativo; el pluralismo social solo se entiende, dentro del liberalismo, como fragmentación. La gran diferencia es que el anarquismo, el cual defiende igualmente el principio de individuación, solo lo acepta como proceso; cada personalidad es irrepetible y se constituye en relación con los demás mediante elementos universales y comunes. Para Bakunin, la concepción liberal de la libertad es metafísica, sería una especie de don divino semejante al alma inmortal de tal manera que el hombre aislado de la sociedad sería un ser completo y absoluto.
Se deduce de ahí el conocido aserto de Bakunin, según el cual la realización de la libertad individual, así como la personalidad, se completa con todos los individuos que la rodean. Es decir, solo somos libres en la medida en que lo son todos los que nos rodean. Llegamos así a un concepto de la libertad, fundamentado en la sociabilidad del ser humano, que implica el de la solidaridad. Tantas veces, hemos dicho que los anarquistas son los liberales dentro del socialismo o que el anarquismo es la gran síntesis entre esas dos grandes corrientes: socialismo y liberalismo. A pesar de ello, hay que distinguir entre esas dos concepciones de la libertad, ya que para el liberalismo es un don que precede a la existencia social, según lo cual el hombre viene a ser un ser absoluto y entero al margen de la vida social e histórica. Tal y como dice Bakunin, los liberales se aferran a un supuesto contrato social que realizan los individuos como un dogma religioso. Se establece así en el liberalismo, base de la producción capitalista, una sociedad dividida en dos ámbitos: el de lo público y el de lo privado Así, el individualismo y la privacidad serían la justificación moral de la sociedad, mientras que el mercado sería el principio organizativo; el pluralismo social solo se entiende, dentro del liberalismo, como fragmentación. La gran diferencia es que el anarquismo, el cual defiende igualmente el principio de individuación, solo lo acepta como proceso; cada personalidad es irrepetible y se constituye en relación con los demás mediante elementos universales y comunes. Para Bakunin, la concepción liberal de la libertad es metafísica, sería una especie de don divino semejante al alma inmortal de tal manera que el hombre aislado de la sociedad sería un ser completo y absoluto.