miércoles, 25 de marzo de 2015

Anarquía viva

LaMalatesta Editorial nos presenta la edición en castellano de la obra de Uri Gordon, Anarchy Alive! Políticas antiautoritarias de la práctica a la teoría, donde se demuestra que el anarquismo está vivo y coleando repasando lo ocurrido en los últimos años. Efectivamente, el movimiento anarquista ha tenido un auge desde finales de los años 90 como no se producía desde la década de los 30 del siglo XX. La anarquía se muestra en diversas experiencias a nivel global, bajo el lema "otro mundo es posible", aunque no siempre adquiera ese nombre; son prácticas que no llevan necesariamente la etiqueta de "anarquistas", pero que demuestran su coherencia libertaria al tener en sus seno rasgos autónomos, antiautoritarios y horizontales.

Uri Gordon llegó a Europa en octubre del año 2000, con intención de escribir su tesis doctoral sobre ética medioambiental, pero en ese momento las protestas anticapitalistas del movimiento global se estaban produciendo, algo que le invitó a la acción. Lo que Gordon hizo es no oponer su activismo a su línea de investigación y considerar sus experiencias prácticas como trabajo de campo. Aunque Anarchy Alive! analiza el desarrollo de los grupos, ideas y actividades anarquistas de los últimos años, basándose en que la práctica puede aportar mucho al debate teórico, los dos primeros capítulos repasan explícitamente la cultura y la ideología anarquistas en la actualidad. En cualquier caso, y en palabras del propio autor, las intenciones de este libro son las de hacer una aportación teórica al anarquismo actual sin caer en la apología.

El anarquismo, para Gordon, puede entenderse de tres maneras:
-En primer lugar, como un movimiento social en la actualidad compuesto de densas redes de individuos, grupos y colectivos de afinidad bien comunicados y coordinados entre sí, incluso a nivel global, que llevan a la práctica determinadas acciones y proyectos; por supuesto, hablamos de un movimiento ferozmente descentralizado, que a menudo funciona a través de redes, por lo que los límites militantes y organizativos son difusos.
-En segundo lugar, el anarquismo puede entenderse como un nombre para una cultura política que adoptan las redes anteriormente mencionadas, la cual les otorga un contenido y las orienta en la teoría y acción políticas; entre los rasgos de esta cultura política, podemos encontrar: acción directa, iniciativas de base, autonomía, descentralización, búsqueda del consenso, expresiones culturales muy amplias, antiautoritarismo general (no solo contra el Estado y el capitalismo)…
-En tercer lugar, y tomando como punto de partida el lenguaje anarquista, llegamos a entender el anarquismo como una colección de ideas; Gordon considera, como no podíamos entender de otro modo, que la ideas anarquistas son 'serias' y 'sofisticadas', al igual que 'fluidas y en constante evolución'.

Habrá quien, jugando con los términos filosóficos, considerará la visión anarquista planteada por Gordon como muy influenciada por la posmodernidad. Como ya hemos insistido en otras ocasiones, el anarquismo no necesita de etiquetas al no constituir un sistema rígido de ideas, sino un corpus tremendamente amplio a nivel histórico y permanentemente enriquecido por las nuevas prácticas generacionales. Sin que exista esencia originaria alguna en el anarquismo, son tres las cuestiones fundamentales que caracterizan el anarquismo actual, y que le vinculan inevitablemente con su pasado: el rechazo a cualquier forma de dominación (lo cual incluye la mayoría de las instituciones sociales), el valor de la acción directa (no mediada y clara alternativa al Estado y el capitalismo), y la confianza y respeto hacia la diversidad (lo cual no deja mucho margen para ideas revolucionarias cerradas o planificaciones previas de lo que puede ser la perfecta sociedad libertaria).

Como hemos dicho, estas ideas conectan con el movimiento anarquista de los siglos XIX y XX, que vivió un declive al término de la Segunda Guerra Mundial, aunque Gordon señala la influencia en las redes anarquistas actuales de los movimientos radicales de los años 60 del siglo XX no necesariamente anarquistas (ecologistas, raciales, antinucleares, antimilitaristas, LGBT, liberación animal…). Esa retroalimentación entre movimientos, junto al crecimiento de las redes, condujo a una convergencia de ideas políticas situadas a la cabeza de cualquier otra forma política de izquierdas. El renacimiento del anarquismo se produjo ya en el nuevo milenio con el contexto de las protestas anticapitalistas a nivel global y los movimientos de resistencia a la actividades militares de los Estados Unidos. Hay que decir que el estudio de Gordon llega hasta solo unos pocos años antes de los movimientos, claramente influenciados por el anarquismo, 15-M, Ocuppy Wall Street o la llamada Primavera Árabe, con el derribo ciertos regímenes autoritarios gracias a las protestas populares; es algo que confirma el análisis y las conclusiones presentes en Anarchy Alive!.

Hemos hablado de los capítulos 1 y 2, que repasan la cultura y las ideas anarquistas en el movimiento actual. Sin que Gordon desee hacer un mero libro de propaganda, el grueso de la obra lo constituyen los capítulos 3 al 6 donde puede entenderse que se asume la validez del anarquismo y donde se desea llevar el debate libertario todo lo lejos posible para aportar perspectivas a la transformación social antiautoritaria. Se repasan así los problemas organizativos en el seno del movimiento anarquista, con el permanente peligro de generar alguna forma de jerarquía en el seno del mismo; el controvertido uso de la violencia, aportando perspectivas pragmáticas que sorprenderán a buen seguro; el igualmente polémico papel de la tecnología y del desarrollo de la modernidad , por último, Gordon aporta diferentes visiones sobre el problema de la liberación de Palestina, otro capítulo que resulta tremendamente enriquecedor. Una obra fundamental, que a buen seguro su autor enriquecerá con un nuevo análisis sobre lo ocurrido en los últimos años en el movimiento anarquista actual.

sábado, 21 de marzo de 2015

El imaginario social

Entendemos por imaginario social, término que se usa habitualmente en las ciencias sociales, un concepto creado para designar las representaciones sociales en sus instituciones. No pocas veces, puede considerarse a este concepto con el mismo significado de mentalidad, cosmovisión, conciencia colectiva o ideología. Para Cornelius Castoriadis, autor que se considera que ha dado un significado moderno al concepto que nos ocupa, las instituciones sociales y la posibilidad de transformación no se explican únicamente por causas materiales (tal y como sostienen los marxistas más deterministas), sino que tiene un papel importante el imaginario social.

Toda sociedad existe según un doble modo: el modo de "lo instituido", una serie de instituciones con un cierto grado de estabilización, y el modo de "lo instituyente", que viene a ser la dinámica que lleva a la transformación social.
Para Castoriadis, existe una institución imaginaria de la sociedad, que estaría formada por tres términos:
-Institución: es decir, la sociedad no es natural, sino obra de la acción humana; la acción del ser humano está marcada por un propósito y mediatizada por un sistema simbólico, por lo que se trata de un proyecto irreducible al comportamiento animal y tampoco a simples causas (para comprender el proyecto social, hay que hablar más de razones que de causas).
-Imaginario: cuando decimos que dicha institución es imaginaria significa, en primer lugar, que se trata de un fenómeno del espíritu y, en segundo lugar, que las significaciones y valores que condicionan la sociedad son inventadas por los seres humanos; debe ser puestas, por ello, en relación con una capacidad de creación (por lo tanto, las significaciones sociales no son naturales y tampoco enteramente racionales).
-Sociedad/socia: cuando decimos que el imaginario es social significa que los fenómenos que lo constituyen no son reducibles a lo síquico e individual; la institución de la sociedad no es obra de ningún individuo o grupo de ellos en particular, sino de un colectivo anónimo e indivisible, que trasciende a las personas y se impone a ellas; este imaginario social provee a la sique de significaciones y valores, y a los individuos les da los medios para comunicarse y las formas de cooperación.
Así, para Castoriadis una sociedad es un conjunto de significaciones imaginarias sociales encarnadas en instituciones a las que animan.

Castoriadis concibe los fenómenos sociales e históricos partiendo del espíritu humano, lo que le aparta de toda interpretación naturalista o materialista. Las significaciones imaginarias serían constitutivas del ser mismo de la sociedad y de la historia; un espíritu objetivo, en palabras de Hegel. Pero Castoriadis realiza una propuesta original de ese espíritu objetivo al introducir la noción de imaginario; las manifestaciones sociales e históricas quedarían agrupadas bajo la expresión de imaginario social. Así, la potencia creadora de las sociedades descansaría, no solo en individuos excepcionalmente dotados, sino en las plenas realidades culturales e históricas. La imaginación no es meramente reproductora o superficialmente fantasiosa (por lo que sería una imaginación secundaria), sino que también existe una profunda y creativa (el imaginario radical). Por otro lado, frente a una visión excesivamente intelectual y estática, las significaciones sociales tienen un notable valor afectivo e intencional; de esta manera, el imaginario social no supone solo una visión del mundo, ya que se caracteriza por un impulso vinculado a una expectativa y a una intención, así como por una tonalidad afectiva dominante.

Con frecuencia, se condena desde la filosofía la imaginación haciendo de ella la fuente de todo error e ilusión. Sin embargo, tal y como la concibe Castoriadis, la imaginación no se enfrenta a lo real y se le otorga un papel constructivo y positivo; para este autor, el imaginario es el propio elemento en el cual y por el cual se despliega lo social e histórico. La realidad humana no estaría nunca determinada, sino que tendría dos dimensiones; una racional y otra imaginaria. El sentido ontológico de Castoriadis descansa, obviamente, sobre una precedencia de lo social frente a lo individual, pero dando entrada a la existencia de la autonomía individual; otro gran valor de la visión de este autor es su negación de todo reduccionismo, dejando lugar para la pluralidad social y la diversidad de expresiones culturales.
De hecho, Castoriadis no promueve ejercitar la imaginación y sí el llevar a la práctica la autonomía. El imaginario no es un concepto político, sino teórico, surge espontáneamente del ámbito de lo socio-histórico, antes de ser recuperado o pensado explícitamente como acción creadora. Una idea fundamental del pensamiento político de Castoriadis es que la práctica precede siempre a la teoría y los proyectos políticos sólo se sostienen si recuperan y prolongan lo que ya está germinando en la realidad efectiva. Dentro del proyecto de autonomía, se trata de liberar la potencia del imaginario para rentabilidar su capacidad creativa; una herencia kantiana en Castoriadis es la idea de un doble juego, en el ámbito creativo de las formas culturales, entre los resultados de la imaginación creadora y las reglas de la razón.

Enlaces de interés: 
Castoriadis, la ruptura con el marxismo y el concepto de autonomía 
Cuestionar lo instituido

martes, 17 de marzo de 2015

El proyecto de la Democracia Inclusiva

Uno de los esfuerzos libertarios contemporáneos lo constituye la llamada Democracia Inclusiva, que parte de que la gran crisis que sufre el mundo en los últimos años tiene su origen en la alta concentración de poder. Así, en un análisis obviamente libertario, esta propuesta denuncia la distorsión que ha sufrido el concepto de la democracia, identificado únicamente con su vertiente representativa, de tal manera que viene a significar simplemente la existencia de un sistema oligárquico con la ilusión de estar elegido por los ciudadanos.

La Democracia Inclusiva reivindica, por lo tanto, el ejercicio directo de la soberanía por parte de los ciudadanos, de tal manera que tengan la posibilidad de decidir directamente sobre los asuntos que les afectan. Este proyecto parte de la concepción clásica de la democracia, aunque con un tinte libertario al incluir al conjunto de la población y al tener en cuenta, a diferencia de las concepciones previas, las cuatro dimensiones fundamentales de las sociedad: política, económica, social y ecológica; se trata de llevar la democracia a cada uno de estos ámbitos. Llama la atención que, en sus propuestas, no siempre se menciona al anarquismo, aunque recupera de forma evidente muchos de sus rasgos, autonomía, democracia directa o socialismo, para tratar de ofrecer una síntesis moderna de la visión libertaria y llevarla a los movimientos sociales. Otra manera de observarlo es considerar a la Democracia Inclusiva un añadido contemporáneo a la rica tradición anarquista. De esta manera hay que verlo cuando se esfuerza en acabar con la desigualdad en la distribución del poder político (Estado) y económico (Capital) y con las instituciones que los representan; además, al igual que el anarquismo, quiere acabar con las relaciones de dominio a nivel cultural, en cualquier ámbito humano, ya sea el hogar, la escuela o cualquier otro campo social. Todo ello pasa, de forma obvia, por un proceso de responsabilidad personal y colectiva de autogestión social. Es una concepción de la autonomía y de la libertad claramente ácrata, ya que se encuentra estrechamente vinculada a lo social, por lo que implica un alto nivel de consciencia y responsabilidad; la palabra solidaridad, tan distorsionada en un mundo jerarquizado profundamente desigualitario, resulta también clave.


La Democracia Inclusiva, a nivel político, apuesta por asambleas municipales para tomar las decisiones, muy en la línea de la visión de Bookchin y su municipalismo libertario, organizadas federativamente desde lo local hasta lo global; los delegados de las asambleas locales, obviamente, se coordinarán para trasladar las decisiones a una escala mayor y podrán ser revocados en cualquier momento. A nivel económico, se apuesta por la socialización de la riqueza social y por la autogestión por parte de las asambleas de ciudadanos; así, la economía irá dirigida a satisfacer las necesidades de la población y se sustituirá la sociedad de mercado por un sistema democrático planificado en el que se asegurará la libre elección de las personas en lo que atañe al trabajo y al consumo. La propuesta de la Democracia Inclusiva en el ámbito social pasa por la creación de instituciones autogestionadas en cualquier campo educativo y cultural; de nuevo debe ser la asamblea local de ciudadanos la que decida los objetivos a establecer. Finalmente, la cuarta dimensión democrática es la ecológica, que implica que las instituciones creadas aseguren la reintegración de la sociedad con la naturaleza; será una relación armoniosa en la que se buscará la satisfacción adecuada de las necesidades sociales y no, como en el capitalismo, un crecimiento económico descontrolado de consecuencias nefastas.

La Democracia Inclusiva ofrece sus propuestas de una manera alternativa, pero también de forma realista y deseable; sus objetivos a largo plazo son una nueva organización social, aunque también tiene un programa a corto plazo para ir avanzando hacia ese tipo de sociedad. Apuesta por lleva este proyecto a un movimiento social de masas para transformar la sociedad con una profundización democrática aquí y ahora. Insistiremos en que estas propuestas pasan por una nueva concepción de la política identificada con la autogestión y la democracia directa; además, la alternativa a la economía de mercado es una socialización de los recursos productivos, que conecta de forma obvia con las propuestas libertarias habituales. Resulta curiosa la jerga empleada en las propuestas de la Democracia Inclusiva, cuando apela a todos los grupos sociales y apuesta por un nuevo sujeto revolucionario que denomina "emancipador"; se trata, tal vez, de huir las concepciones socialistas demasiado rígidas, que continúan apelando al proletariado como el protagonista de la revolución social, por no hablar de su obcecación en la conquista del poder político. No podemos más que simpatizar con la apelación a cualquier persona que sufra las penurias de un sistema de economía de mercado, con el paradigma de la explotación, y de Estado, con el de la dominación política; el anarquismo suele apelar a ambos, aunque considera el paradigma de la dominación (a la fuerza, clasista y discriminatorio) como el que engloba de forma más amplia a los que sufren el sistema estatal y capitalista.
El punto de partida de la Democracia Inclusiva pasa por la acción de grupos locales autónomos, que lleven a cabo intervenciones políticas y actividades culturales atractivas para la gente, con el fin de trabajar en esta conciencia alternativa (que podemos llamar democrática o libertaria, la terminología importa menos que los hechos).

Enlace a sitio web de la Democracia Inclusiva.





domingo, 1 de marzo de 2015

La sociedad anarquista según Michael Taylor

¿Existe de verdad una alternativa anarquista? ¿Tenemos que decidir entre la dominación estatal y la desigualdad del capitalismo? En la práctica, la realidad es mucho más compleja, dándose en las sociedades modernas una mezcla de rasgos de mercado, estatales y auténticamente comunitarios. Michael Taylor nos recuerda que, no solo es deseable, sino posible, una sociedad sin poder político ni desigualdad económica; el concepto de comunidad, integrado por individuos mayoritariamente libres, conscientes y responsables, es plenamente identificable con el de la anarquía

Michael Taylor (1942-…), científico e investigador de teoría política y económica, considera que es posible un orden social sin Estado, con vínculos totalmente comunitarios. Un modelo social dinámico, opuesto a uno estático que considere que es necesaria una autoridad central para sostener el orden social, abre la posibilidad a la cooperación social, requisito indispensable para nuestra deseable sociedad anarquista. Taylor considera que existen tres soluciones para el problema del orden social de carácter externo (esto es, que afectan a lo interno, a las decisiones, preferencias y creencias de los integrantes de la sociedad): el Estado, que sería la solución centralizada por antonomasia; el mercado, que vendría a ser una presunta solución semidescentralizada, y por último la comunidad, que hace las veces de una solución externa descentralizada.