En otras ocasiones, hemos insistido en el desprestigio de la palabra
"ideología", esto es así hasta tal punto que la confusión al respecto es
enorme y parece calar ese discurso en gran parte de la gente, lo que
empuja al conformismo, a la falta de reflexión y a la dificultad para
generar una nueva conciencia. Lo que es cierto, poniéndonos ya en un
tono más intelectual, es que la noción de ideología ha llevado en las
ciencias sociales a mayores dificultades analíticas y conceptuales que
cualquier otra noción.
Determinados autores son partidarios, en la actualidad, de no abordar una idea demasiado confusa, por no hablar de los que insisten en que estamos en la época del "fin de las ideologías" y dicho concepto solo sirve para entender el pasado. Tomás Ibáñez, en su libro Municiones para disidentes, nos propone un interesante análisis de un concepto que nacería hace unos dos siglos, difundiéndose después con lentitud en los usos sociales y tomándose su tiempo para penetrar, tanto en el uso cotidiano como especializado. Ibáñez recuerda que, en las conversaciones cotidianas, al menos en las ajenas a los movimientos sociales, el término ideología no es frecuente y se prefiere acudir a la palabra "ideas" con frases como "no comparto las ideas de fulano"; en el caso de afrontar un discurso de tipo normativo, programático y repleto de fundamentos o convicciones, rara vez la gente se da cuenta de que está frente a un discurso ideológico y se prefiere expresar cosas como "eso son solo palabras" o "palabrería". Hay que aceptar que la ideología remite a convicciones, incluso creencias (que no tienen por qué ser "ciegas" ni dogmáticas), a una determinada forma de ver las cosas, pero también puede tener implicaciones con claras dificultades para afrontar la realidad.
Determinados autores son partidarios, en la actualidad, de no abordar una idea demasiado confusa, por no hablar de los que insisten en que estamos en la época del "fin de las ideologías" y dicho concepto solo sirve para entender el pasado. Tomás Ibáñez, en su libro Municiones para disidentes, nos propone un interesante análisis de un concepto que nacería hace unos dos siglos, difundiéndose después con lentitud en los usos sociales y tomándose su tiempo para penetrar, tanto en el uso cotidiano como especializado. Ibáñez recuerda que, en las conversaciones cotidianas, al menos en las ajenas a los movimientos sociales, el término ideología no es frecuente y se prefiere acudir a la palabra "ideas" con frases como "no comparto las ideas de fulano"; en el caso de afrontar un discurso de tipo normativo, programático y repleto de fundamentos o convicciones, rara vez la gente se da cuenta de que está frente a un discurso ideológico y se prefiere expresar cosas como "eso son solo palabras" o "palabrería". Hay que aceptar que la ideología remite a convicciones, incluso creencias (que no tienen por qué ser "ciegas" ni dogmáticas), a una determinada forma de ver las cosas, pero también puede tener implicaciones con claras dificultades para afrontar la realidad.