Queremos, en esta y en sucesivas entradas, valorar lo que es el anarquismo en el siglo XXI, sin entrar en una valoración categórica de sus pros y de sus contras y sin apostar de modo definitivo sobre un determinado paradigma organizativo; para ello, podemos dividir las organizaciones, colectivos y proyectos, entre los directamente influenciados por el "anarquismo clásico" y los que podemos considerar más en una línea neoanarquista o posmoderna (sin gustarnos estas etiquetas, ya que son reduccionistas, son simplemente para comprender ciertas tendencias).
Este artículo pretende lanzar unas cuantas reflexiones sobre lo que es el anarquismo hoy, para nada juzgar si uno u otro paradigma organizativo, o actitud individual, es el más adecuado o eficaz para llevar a cabo la muy deseable transformación de la sociedad. Desgraciadamente, es una tendencia muy humana considerar que las ideas y actitudes propias son las correctas, y que únicamente el resto de la humanidad tiene que llegar a semejante punto de lucidez para que las cosas mejoren o, ya en el colmo del paroxismo, para que la sociedad sea definitivamente perfecta. Esto último, ni es lógicamente posible, ni deseable a mi modo de ver las cosas. Algunas personas de las organizaciones libertarias, como es natural, tampoco escapan siempre a estas tendencias que conducen no pocas veces al simple y mero aislamiento; sin embargo, uno de los motivos por el que me considero anarquista es precisamente porque no existen razones absolutas, ni verdades definitivas que no haya que verificar constantemente con la realidad (y la realidad es demasiado tozuda a veces yendo por vericuetos que no nos gustan nada, pero que tampoco nos pueden ser ajenos).
Este artículo pretende lanzar unas cuantas reflexiones sobre lo que es el anarquismo hoy, para nada juzgar si uno u otro paradigma organizativo, o actitud individual, es el más adecuado o eficaz para llevar a cabo la muy deseable transformación de la sociedad. Desgraciadamente, es una tendencia muy humana considerar que las ideas y actitudes propias son las correctas, y que únicamente el resto de la humanidad tiene que llegar a semejante punto de lucidez para que las cosas mejoren o, ya en el colmo del paroxismo, para que la sociedad sea definitivamente perfecta. Esto último, ni es lógicamente posible, ni deseable a mi modo de ver las cosas. Algunas personas de las organizaciones libertarias, como es natural, tampoco escapan siempre a estas tendencias que conducen no pocas veces al simple y mero aislamiento; sin embargo, uno de los motivos por el que me considero anarquista es precisamente porque no existen razones absolutas, ni verdades definitivas que no haya que verificar constantemente con la realidad (y la realidad es demasiado tozuda a veces yendo por vericuetos que no nos gustan nada, pero que tampoco nos pueden ser ajenos).