martes, 4 de octubre de 2011

Religión y política

Volvamos a Rocker y su monumental obra Nacionalismo y cultura, la cual sería recomendable en toda formación política y humanística que se precie. Este autor insiste en acercarnos al estudio de las sociedades humanas sin teoría preconcebida alguna, y mucho menos con algún afán interpretativo de la historia. Ello es debido a que resulta imposible equiparar los propósitos de los hombres con las leyes mecánicas presentes en el universo. Dos son los poderes que podemos observar en lucha permanente a lo largo de la historia: el político, o estatal, y el económico, al que también podríamos denominar factor social. Aquí establece Rocker su primera fractura entre lo político y lo cultural, ya que la vida social se ve truncada por el poder estatal. Incluso, en última instancia, puede observarse una estrecha relación entre el poder político y el religioso, por lo que el florecimiento de la vida social y cultural solo puede realizarse liberándose de aquéllos. Hablemos de política o de economía, o de religión o cultura, todo ello tiene su origen en la condición humana, por lo que hay que examinar con detenimiento todos estos fenómenos si queremos dar un auténtico sentido a la idea de progreso.

Rocker sitúa el origen, tanto de la religión, como de la cultura, en el instinto de conservación del hombre. Sin embargo, el desarrollo de ambos fenómenos toma vías divergentes. Aunque establecer el origen de la religión resulte complejo, la ciencia nos ha hechos ser más críticos y acudir a disciplinas como la sociología y la sicología para comprender los comienzos de los fenómenos sociales y espirituales. Es posible decir que la creencia en los espíritus y en algo llamado alma fuera uno de los primeros estadios de la religión, al que siguió el fetichismo, algo que pervive de alguna manera en las antiguas religiones y en las nuevas creencias. Rocker considera que la religión, como tal, nace con la alianza entre el hombre y el espíritu, con la consecuente llegada del culto y su expresión en forma de sacrificio. Merece la pena reproducir las palabras textuales de Rocker sobre los dos fenómenos determinantes de la evolución de la religión: "La religión es primeramente el sentimiento de la dependencia del hombre ante poderes superiores desconocidos. Para congraciarse con esos poderes y preservarse contra sus influencias funestas, el instinto de conservación del hombre impulsa a la búsqueda de medios y caminos que ofrezcan la posibilidad de conseguir ese propósito". Es importante recordar, y comprender en su justa medida, que las concepciones religiosas nacieron, casi con seguridad, en el ser humano de forma paralela a la razón, cuando comenzó a preguntar el porqué de las cosas. Desgraciadamente, el hombre acabó convirtiéndose en siervo de sus creaciones, terminó dependiendo de un poder superior al que solo dio vida su propia imaginación y su fuerza creadora.


Tal y como se han esforzado en hacer comprender los anarquistas, la religión estuvo desde sus mismo comienzos estrechamente vinculada a la noción de poder. La política, entendido en términos estatales, tiene mucho que ver con la religión y ambas mantienen el espíritu humano en una situación de permanente dependencia. La dominación no podría sostenerse eternamente sobre la mera fuerza bruta, por lo que hizo falta añadir la creencia en los hombres de la inevitabilidad del poder y de la existencia de algún propósito divino. Esta creencia tiene su origen en los antiguos sentimientos religiosos del ser humano y ha acabado fortaleciéndose gracias a la tradición. Todo sistema de domino en la historia tuvo su origen en alguna forma divina, manteniendo en los súbditos la creencia de algún vínculo entre el poder terrenal y el sobrenatural. Tal y como lo expresa Rocker, la religión es uno de los principios más vigorosos a lo largo de la historia, ya que subyuga el espíritu del hombre y constriñe su pensamiento a formas preestablecidas. Por su propia naturaleza, toda iglesia querrá ensanchar los límites de sus atribuciones constantemente y arraigar en el corazón humano un sentimiento cada vez mayor de dependencia. Aunque se denomine como "temporal", todo poder político se comportará de forma similar perpetuando la subordinación de sus súbditos. Incluso, en el moderno Estado constitucional se produce esa relación entre la religión y lo político. La diferencia estriba en que el poder político pretenderá llevar a su terreno la preservación del instinto religioso y guardará para sí la veneración de los ciudadanos.

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