martes, 24 de julio de 2012

Dan Barker

Dan Barker es un tipo curioso que pasó de ser un predicador protestante (ya en su adolescencia), músico cristiano (parece que sigue siendo un excelente pianista) y misionero en México a convertirse en un ateo ferozmente combativo con la religión; según ha manifestado, fue la lectura la que le hizo convencerse de los errores del dogma religioso. También es un prolífico escritor, con obras como Quizás sí, quizás no: una guía para el joven escéptico (1990), Perdiendo la fe en la fe: de predicador a ateo (1992) (que puede descargarse aquí) o Quizás correcto, quizás errado: una guía para el joven pensador (1992).  Sus argumentos, sin ser excesivamente originales (lo que quiero decir, es que ya muchos otros en la historia señalaron lo evidente), son diáfanos, valientes y con esa agradecible perspectiva antiautoritaria. En este otro enlace, puede leerse su carta dirigida a los creyentes. Por cierto, cuando en el vídeo le dice a un musulmán, con mucho ingenio, que tienen mucho en común, está parafraseando a Stephen F. Roberts: "Me queda claro que ambos somos ateos. Yo sólo creo en un dios menos que tú. Cuando entiendas porqué tú rechazas todos los otros posibles dioses, entonces entenderás porqué yo rechazo el tuyo".



2 comentarios:

janusz dijo...

La actitud racionalista se caracteriza por la importancia que le asigna al razonamiento y a la experiencia. Pero no hay ningún razonamiento lógico ni ninguna experiencia que puedan sancionar esta actitud racionalista, pues solo aquellos que se hayan dispuestos a considerar el razonamiento o la experiencia y que, por lo tanto, ya hayan adoptado esta actitud racionalista, se dejarán convencer por ellos. Es decir que debe adoptarse primero una actitud racionalista si se quiere que una argumentación o experiencia dadas tengan eficacia, y esa actitud no podrá basarse, en consecuencia, ni en el razonamiento ni en la experiencia. (Y esta consideración es completamente independiente del problema de si existen o no argumentos racionales convincentes en favor de la adopción de la actitud racionalista). Pero esto significa que todo aquel que adopte la actitud racionalista lo hará porque ya ha adoptado previamente, sin ningún razonamiento, algún supuesto, decisión, creencia, hábito o conducta que caen dentro de los límites de la irracionalidad. Sea ello lo que fuere, podríamos darle el nombre de fe irracional en la razón. El racionalismo dista necesariamente de ser comprensivo o autónomo.
Karl Popper (La sociedad abierta y sus enemigos, 1945)

janusz dijo...

La auténtica existencia del hombre reviste un carácter trágico por estar atenazado entre dos instancias irreconciliables: la voluntad de ser y la sospecha de dejar de ser, la razón y la fe, la fe y la duda, la seguridad y la incertidumbre, la esperanza y la desesperación, el corazón y la cabeza, la vida y la lógica, lo irracional y la razón. En esto reside la esencia y motivo de vivir de la existencia humana. El hombre siente que su fe es incompatible con su razón, pero que no puede prescindir de ninguna de las dos. Aquí está el sentimiento trágico de la vida. No podemos prescindir de la razón porque, si no, haríamos de nuestra vida un sueño, ni podemos prescidir de lo irracional porque la razón común, la de las verdades universales y necesarias, ha sido definitivamente vencida. Aquí no existe victoria final: cuando el hombre se sumerge en la irracionalidad deleitándose en su propio sueño, viene la razón a despertarle advirtiéndole que el mundo de las abstracciones también tiene sus derechos. El hombre de carne y hueso, agitado por la tragedia, no es el que huye de la sinrazón para acogerse a la luz de la razón, ni el que ha escapado del universo racional para habitar el mundo cálido de la fe, sino el que oscila perpetuamente entre uno y otro, el que está constituido por el uno y por el otro; ambos constituyen los abismos y no los principios a partir de los cuales se construye una determinada existencia; el hombre unamuniano vive en guerra contra sí mismo, sin dejar por un instante de ansiar la paz.
J. Ferrater Mora (Unamuno. Bosquejo de una filosofía. 1957)