domingo, 12 de octubre de 2025

En la fiesta nacional…

El autor de la genial canción “La mala reputación” fue Georges Brassens (1921-1981), muy reconocido en su país de origen Francia, a pesar de ser un ácrata declarado e irreductible tal vez el mayor representante de lo que algunos han denominado la trova anarquista; la letra es uno de los mayores alegatos contra el conformismo y, de forma más concreta, contra los que consideramos los males que enfrentan a la humanidad: el nacionalismo, la religión y la división de clases. La canción, aunque algunos la identificarán con el rockero Loquillo, fue traducida por Paco Ibáñez e interpretada por él primera vez en esa primera versión; existe también otra traducción de Agustín García Calvo. Si hay algún cantautor español que podamos comparar con Brassens ese es Javier Krahe, que también adaptó algunos temas del francés como “Marieta” o “La tormenta”, letras donde podemos comprobar la semejanza entre ambos.

domingo, 28 de septiembre de 2025

Eugène Lanti y el movimiento anacionalista

Eugène Lanti (1879-1947), pseudónimo de Eugène Adam, fue un anarquista, nacido en Normandía, vinculado al movimiento obrero esperantista y al concepto del anacionalismo, en el que profundizaremos en el siguiente texto.

Hay que decir que Lanti, término que deriva del apodo francés "L'anti tout" (el anti-todo), no es una figura demasiado conocida en la historia del anarquismo; del mismo modo, el movimiento político llamado "anacionalismo", que aspiraba a eliminar el concepto de nación (criticando con ello, incluso, al Internacionalismo obrero) no es recordado ni siquiera mencionado en las principales obras sobre cuestión nacional. Es por eso que hay que agradecer a Bernat Castany Prado, cuyos artículos seguimos para elaborar esta entrada, el dar a conocer a Lanti y sus ideas. Este autor, vinculado en un inicio al Partido Comunista Francés, no tardará en comprender que el comunismo soviético no era más que un capitalismo de Estado y un monstruo burocrático controlado por una nueva elite. Será después de la Primera Guerra Mundial cuando Lanti se una al movimiento esperantista, al considerar que esta lengua universal podría superar el concepto de nación, y llegará a fundar la Asociación Anacional Mundial (SAT, según sus siglas en esperanto: Sennacieca Asocio Tutmonda).

sábado, 13 de septiembre de 2025

Libertad, autonomía y solidaridad: el devenir constante del movimiento anarquista

Lanzamos unas cuantas reflexiones sobre lo que es, y ha sido, el anarquismo; mejor dicho, el movimiento anarquista, ya que se caracteriza por la diversidad de ideas y de acción, por el constante devenir y la permanente reflexión, en busca de las mejores prácticas, algo que le garantiza como alternativa a todo sistema unificador y coercitivo.

El anarquismo nunca ha sido, ni mucho menos podrá ser, un movimiento doctrinario de carácter cerrado, ya que sus rasgos de identidad se basan en la libertad y la autonomía, dos conceptos que se construyen en un devenir constante. Recordemos, a propósito de esa tensión entre modernidad y posmodernidad, que Bakunin, uno de los padres del anarquismo ya lo dejó muy claro: "Aborrezco todo sistema impuesto, porque amo sincera y apasionadamente la libertad". Al anarquista le debería ser ajena siempre toda tentación doctrinaria. Si indagamos en la historia del anarquismo, cuyo punto de partida podemos situarlo de forma concreta en el siglo XVIII, difícilmente podemos establecer unos contornos precisos; es más, incluso podemos hallar en su seno, no solo una obvia pluralidad de discursos, también incluso a veces ideas dispares y enfrentadas. Lo que en la modernidad han definido sus enemigos (es decir, todos los autoritarios) de forma despectiva como "debilidad teórica" (por supuesto, cuestionable), en la época de la crisis de los grandes relatos e ideologías se ha descubierto para el anarquismo como su principal fortaleza; lo que, con toda probabilidad, le asegura su perpetuidad. El anarquismo posee, en cualquier caso, un gran corpus histórico, tremendamente rico y plural; pero, por encima de estas propuestas teóricas, están sus prácticas sociales. Lo que incrementa la fortaleza del movimiento anarquista, por encima de sus discursos, es su permanente actividad social.

viernes, 22 de agosto de 2025

Modernidad versus posmodernidad: la tensión anarquista

No resulta tan fácil, a pesar de lo que nos han enseñado, establecer los límites de las diferentes etapas históricas; una de las señas de identidad de la modernidad es el de la racionalidad científica y, aunque suele hablarse de su inicio en la Ilustración del siglo XVIII, ya empezó a forjarse en la Europa del siglo XV con el descubrimiento de la imprenta, de las artes navegatorias y del Nuevo Mundo[1]. La modernidad, y la racionalidad científica con la idea de la objetividad, resultan impensables sin la representación gracias al libro impreso; por lo tanto, la ideología moderna cree que es posible trasladar el plano de lo real al plano del conocimiento de forma fiel y fiable. Otros rasgos de la modernidad es la confianza exacerbada en la razón y el progreso[2], la pretensión universal de los valores, la autonomía del sujeto, un humanismo que considera existe cierta naturaleza humana o, muy importante para la construcción de la comunidad política, el surgimiento del individualismo (los vínculos sociales se fundamentarán ahora en los derechos e intereses de los individuos). La modernidad, no cabe duda, constituye un proceso secularizador con adelantos evidentes que apartan el oscurantismo religioso. Pero, con la anunciada muerte del concepto de Dios no se destruye el trono, valga la metáfora, y en él se acaban asentando otros principios absolutos: la Razón, la Verdad, los Valores… Valga esta última aseveración para abrir boca sobre la controversia establecida por la posmodernidad donde se vincula la modernidad con otra forma de absolutismo.

domingo, 3 de agosto de 2025

Bertrand Russell y el marxismo

Bertrand Russell, seguramente ya en oposición al marxismo, consideraba que el socialismo no era una doctrina estricta y definible. Así, una aproximación al mismo consiste en el derecho a la propiedad colectiva de la tierra y del capital; naturalmente, esa propiedad puede aludir a un Estado o, en el caso de los anarquistas, a la propiedad en común por la libre asociación de hombre y mujeres sin la intervención de gobierno alguno. Como es sabido, y tal como Russell indica, existe gran diversidad de escuelas dentro del socialismo.

Para Russell, las aportaciones esenciales de Marx pueden reducirse a tres: la interpretación materialista de la historia, la ley de concentración del capital y la lucha de clases.
Según la interpretación materialista de la historia, los fenómenos de la sociedad tienen su origen en las condiciones materiales; éstas, según esta visión, están incorporadas a los sistemas económicos. En términos generales, para Marx la política, las leyes, la religión o la filosofía son expresiones del régimen económico de la sociedad en que se han producido. No hay que hablar de que el motivo económico sea consciente, sino de que las condiciones económicas forman el carácter y la opinión, constituyen la fuente principal de multitud de hechos aparentemente inconexos. El materialismo histórico observa dos revoluciones: la de la burguesía contra el feudalismo, del pasado, y la que vendrá, el proletariado contra la burguesía, que dará lugar al sistema socialista. Se trata de una interpretación inevitable de la historia que conducirá finalmente hacia lo bueno, el socialismo; los capitalistas son también víctimas, en la sociedad burguesa, de esa necesidad histórica hasta que la posesión privada de los medios de producción pasen a ser comunales. 

jueves, 24 de julio de 2025

La lucha de clases hoy y el anarquismo

¿Qué podemos decir hoy sobre la lucha de clases? La propia aclaración, por parte de algunos anarquistas, de que ellos sí están a favor de la lucha de clases es una invitación ya al debate, siempre saludable desde la perspectiva libertaria.

Desde sus orígenes, el anarquismo se ha opuesto a la sociedad de clases, y ha combatido cualquier forma de alienación y explotación; es así, por ser una variedad del socialismo, que confía plenamente en la libertad y espontaneidad de las personas, lo que le diferencia de otras corrientes. La cuestión es si esta visión tradicional sobre la explotación y la lucha de clases se ha visto tan influenciada por el marxismo, y su visión de que los trabajadores se vuelven inevitablemente revolucionarios, que hoy es un obstáculo primordial para la transformación social. El anarquismo no se limitó nunca a señalar solo la explotación económica, por lo que el antagonismo de clase bien se podría sustituir (o, mejor, extender) a la lucha por acabar con la dominación. Es cierto que este análisis, tal vez demasiado elemental, lo realiza a priori la mayor parte de los anarquistas, pero bien merece la pena insistir en ello una vez más.

sábado, 12 de julio de 2025

Una dosis de nihilismo para el anarquismo

Los motivos por los que tantas personas se entregan a causas trascendentes (póngase aquí el término que se quiera, todos trasuntos de la vieja idea de Dios), ajenas en mi opinión a todo valor libertario, se nos antojan tan abstrusos como irritantes; por ello, tal vez el anarquismo necesite siempre de cierto nihilismo, la permanente reflexión crítica con los valores instituidos con el objeto de que germine un nuevo horizonte libertario.

Empecemos, una vez más, con que consideramos que el anarquismo no se reduce a ideología o doctrina alguna, y si así lo consideramos caemos en los viejos errores dogmáticos (autoritarios), quizá incluso de forma aún peor al adornarse con una retórica libertaria. Así, cada vez estoy más convencido de que las ideas libertarias necesitan de una buena dosis de nihilismo. Aunque haya quien, seguramente dogmáticos de diverso pelaje, insista en que  los nihilistas son seres sin ningún principio moral, ni de tipo alguno, que pretenden seguramente la mera destrucción de la civilización, de nuevo nos encontramos con visiones reduccionistas, superficiales o, directamente, falaces. El nihilismo, tal y como lo veo y sin entrar en densas disquisiciones filosóficas, no es casualidad que a veces se la haya confundido con un escepticismo radical, ya que se trata en mi opinión de la negación de que haya una esencia en la realidad humana. Así, puede entenderse como el rechazo de principios absolutos, lo que consideramos uno de los grandes males que ha llevado al enfrentamiento de la humanidad, y todo se encuentra en movimiento, poco o nada permanece en ese cambio.