Hace años, cuando se estaban produciendo numerosas manifestaciones ciudadanas en Venezuela junto a una intolerable represión estatal, mandé una carta a un conocido periódico izquierdista presumiblemente alternativo, en cuya cabecera rezaba la frase “actualidad crítica”, el cual estaba manteniendo un inquietante silencio sobre lo ocurrido en aquel país. No solo jamás publicaron mi texto, encabezado por la frase “¿Qué está ocurriendo en Venezuela”?, sino que sacaron enseguida otro con un título calcado en el que se hacía una pertinaz defensa del chavismo culpando, claro, de los disturbios a la derecha. Ya comenté en su momento la práctica imposibilidad del debate sobre la llamada revolución bolivariana, como todavía ocurría con la Cuba castrista décadas después de un régimen obviamente fracasado con una intolerable represión de las libertades, y que dicha polarización obligaba a sospechar de ambos lados a poco que se tuviera algo de espíritu crítico. Antes de ver lo que está ocurriendo este año 2024, para los que piensen en alguna verdadera transformación social en el régimen que una vez encabezó Hugo Chávez, remitiré al libro de Rafael Uzcátegui Venezuela: la revolución como espectáculo, subtitulado Una crítica anarquista al gobierno bolivariano. La hipótesis de aquel libro, publicado en 2010, era que la revolución bolivariana había devenido en, efectivamente, un espectáculo tal y como desarrolló Guy Debord dicho concepto, pero sin mejoras reales a nivel estructural en la vida cotidiana de la gente y con meros cambios de actores en las transacciones capitalistas (a pesar de llenarse la boca el chavismo de socialismo). Aquel libro, tal y como yo lo veo, y a pesar de la obvias dificultades de distribución, fue un punto importante en la siempre necesaria reflexión crítica, desde una perspectiva verdaderamente transformadora a nivel social, ante el silencio y mirada acrítica de gran parte de la izquierda internacional.
El libro, en aquel momento, no hablaba de una dictadura en Venezuela aunque recientemente, con unas cuestionadas elecciones ganadas por el chavismo, el discurso que mantiene hoy su autor es muy claro al respecto. Aclararé que Rafael Uzcátegui, anarquista y activo defensor de los derechos humanos, tuvo que acabar abandonando su país y, hoy, está deseando volver para realizar algo que hoy considera imposible con el sistema que encabeza Maduro: poder ser crítico con cualquier forma de gobierno. Mantengo con él correspondencia, con la que procuro una información alternativa a la intolerable confusión mantenida por intereses de una u otra índole. En 1998, cuando Hugo Chávez llegó al poder democráticamente, el país estaba sumido en la pobreza y la exclusión. Chávez, no puede negarse, fue un gobernante carismático que logro capitalizar dicha condición para institucionalizar un nuevo sistema de apariencia transformadora. Con Maduro, convertido en un remedo del líder anterior, parece que solo se exacerbaron los males del chavismo: concentración del poder, elitismo de la clase dirigente sin conexión con la base social, represión de toda disidencia y corrupción generalizada. A ello se unió una devastadora crisis económica (lo que debería calificarse a mi parecer solo como un evidente fracaso de gestión revolucionaria), y la migración de millones de personas. El conocido como socialismo del siglo XXI acabó convertido en un significante vacío llenado de forma patética y desesperada por lo que una vez quiso proyectarse sobre él. Hay que recordar que el ascenso de Hugo Chávez coincidió en su momento con el triunfo de otros gobiernos afines de izquierda; con el tiempo, Maduro solo encontró un apoyo incondicional en los regímenes de Cuba y Nicaragua, lo cual resulta significativo.
Hace escasos días, se ha publicado un informe llamado “Crisis post-electoral y de derechos humanos 2024 en Venezuela” firmado por varias organizaciones no gubernamentales del país. En él se plasman diversas violaciones a los derechos humanos, antes y después de las elecciones de julio de 2024, y con acciones gubernamentales represivas dignas de ser consideradas terrorismo de Estado. Allá cada cual con lo que quiera creer al respecto, pero esa polarización entre chavismo y antichavismo debería ser ya solo una grotesca caricatura. Es nuestro debe atender a una información veraz, con toda la imposibilidad que ello supone en una sociedad del espectáculo con diversos actores interesados en juego. Aclararé algo que debería ser innecesario, no es este texto una defensa de la democracia representativa, que los anarquistas solemos ver como una forma sutil de dominación estatal, una apropiación del poder de gestión que consideramos propio de la sociedad. De hecho, Rafael ha denunciado igualmente siempre, algo que cierta oposición política al chavismo no está muy interesada, los mecanismos de anulación y represión de movimientos sociales de funcionamiento horizontal como una alternativa anticapitalista y antiestatista. Sí es este texto, por supuesto, una denuncia de un gobierno concreto, explícitamente autoritario, de apariencia además revolucionaria, una mistificación supuestamente alternativa a un nocivo capitalismo, que todavía hoy algunos desean mantener en pie*. Como libertario, considero mi deber no guardar silencio sobre ninguna de las injusticias cometidas en un mundo, desgraciadamente, excesivamente plagadas de ellas, y trabajar por la autogestión, libre, horizontal y solidaria, por parte de las personas donde todas y todos puedan expresar su voz.
*Como creo que es de sobra conocido, Juan Carlos Monedero ha estado en Venezuela haciendo campaña a favor de Maduro, lo cual ha tenido una grotesca culminación recientemente, en un encuentro en la redes junto a otro conocido youtuber con el ratificado presidente del país; ni un solo comentario crítico de ambos intelectuales hacia Maduro, más bien un nuevo lamentable enrocamiento en que toda oposición al chavismo proviene de la derecha reaccionaria (por no decir, abiertamente, el fascismo).
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