viernes, 30 de octubre de 2009

Porque no soy marxista

Las interpretaciones de Marx son numerosas y diversas, lo que hace tal vez todavía más antipática la actitud subordinada y mesiánica de tantos de sus herederos. Por otra parte, mis interpretaciones seguro que están condicionadas por otras previas, por lo que me gustaría cuidarme muy mucho de resultar categórico en mis (modestas) argumentaciones acerca de Marx y del marxismo. Uno de los primeros factores por los que me resulta rechazable un legado filosófico, y contrario a las ideas libertarias tal y como yo las entiendo, es por su carácter anulador de la voluntad personal del sujeto. Si en Hegel era la "idea absoluta" la que se sobreponía a la subjetividad, en Marx son las fuerzas de producción y las condiciones económicas las que priman sobre la libertad del hombre.

Todo hay que decirlo, parece ser que no hay una negación radical en Marx de la praxis humana, simplemente se subordina a los factores objetivos y supraindividuales. El materialismo de Marx se aparta de la naturaleza idealista o espiritual de su maestro Hegel, pero en ambos subyace un sustancialismo en la concepción del mundo. Tal vez es ya un lugar común hablar de esto, y tal vez caigo en una visión excesivamente simplista, pero el determinismo presente en Marx resulta más que rechazable en aras de la libertad del hombre para realizar en el planto sociopolítico aquello que desee. La capacidad creadora del ser humano queda así muy reducida, según una visión en la que son las fuerzas de producción y la lucha de clases las que mueven la historia. El hombre queda inserto en un proceso global en el que imperan unas leyes intrínsecas ajenas a su voluntad, según las cuáles la transformación del mundo solo puede producirse por circunstancias exteriores a lo humano. Parece paradójico que las fuerzas de producción, tan importantes en el marxismo para mover la historia, sean un producto humano, pero Marx deja claro que resultan un factor objetivo separado de la voluntad subjetiva del hombre. Por otra parte, Marx decide que el proletariado será la clase que instaurará el socialismo en el mundo, pero siempre con la evolución de los fenómenos productivos como condición sine qua non, y con la voluntad del mismo proletariado subordinada al reconocimiento de las posibilidades objetivas. Puede decirse que la actitud del proletariado es más receptiva y pasiva, que dinámica o activa.

La dialéctica de Marx tiene mucho con ver con la categoría hegeliana de "necesidad" o de "libertad como reconocimiento de la necesidad". Sorel dirá lo siguiente, denunciando las coincidencias entre la visión marxista y el espíritu universal de Hegel: "Las consideraciones precedentes tienden a demostrar que la marcha hacia el socialismo no se producirá de una manera tan simple, tan necesaria y por ello tan fácil de descubrir de antemano como había supuesto Marx. Los recuerdos hegelianos le condujeron a admitir, sin que fuera generalmente consciente de ello, que la historia avanza bajo la influencia de la fuerza del misterioso Weltgeist... Como todos los románticos, Marx creía que el Weltgeist operaba en el cerebro de sus amigos. Hay una cierta parte de verdad en esta doctrina..., pero es preciso tener mucho cuidado en aceptar tales concepciones escolásticas como leyes que se impondrán en el futuro". Las bajes subjetivas (voluntad, ideología, rebeldía, espontaneidad, ética...) son negadas por Marx en la organización de la historia y le aparta, obviamente, de la impaciencia insurreccional y confianza en el espontaneísmo de un tipo como Bakunin. Según Marx, parece que el proletariado solo puede ser esperar que la profecía del advenimiento del comunismo se cumpla, algo determinado por las leyes productivas y económicas. La "necesidad" se impone a la capacidad creadora y el objetivismo sustancialista a la libertad subjetiva para actuar.

La originalidad de Marx no está en señalar los factores económicos y productivos como motor de la historia (algo ya subrayado por historiadores y economistas burgueses), sino en radicalizar esa visión sociológica y otorgarle una perspectiva dialéctico-revolucionaria. Las fuerzas productivas serían en sí mismas revolucionarias, están destinadas a crear una situación límite que dará lugar necesariamente a una revolución proletaria. Si en el pasado eran importantes conceptos metafísicos como Dios, substancia, causa primera o espíritu absoluto, ahora las fuerzas de producción adoptan una significación similar. Tal vez, fueron interpretadores posteriores los que llevaron a posiciones más simplistas el "reduccionismo" o "economicismo", pero no cabe duda de que esas tendencias estan presentes en la obra de Marx y Engels. Veamos la lúcida crítica de Bakunin a esa concepción de la lucha de clases como causa primera (e ignorando otros factores): "El Estado político de cada país... es siempre el producto y la expresión fiel de su situación económica; para cambiar ese estado es preciso solamente transformar esta última. Todo el secreto de las evoluciones históricas, según Marx, está ahí. Marx no tiene en cuenta en absoluto los otros elementos de la historia, como, por ejemplo, la reacción evidente de las instituciones políticas, jurídicas y religiosas sobre la situación económica. Marx menosprecia asimismo un elemento muy importante en el desarrollo histórico de la humanidad: es el temperamento y el carácter particular de cada raza y de cada pueblo, temperamento y carácter que son ellos mismos los productos de multitud de causas etnológicas, climatológicas y económicas, así como históricas, pero que, una vez dados ejercen, incluso al margen e independientemente de las condiciones económicas de cada país, una influencia considerable sobre su destino y aun sobre el desarrollo de sus fuerzas económicas. Entre esos elementos y rasgos que podríamos denominar naturales existe uno cuya acción es decisiva para la historia particular de cada pueblo: es la intensidad de instinto de rebeldía, y por ello mismo de libertad de que está dotado o ha conservado".

Puede decirse que en Marx prima la concepción sustancialista-causalista, aunque reconociese en algún texto la relativa importancia que pueden tener ocasionalmente los factores subjetivos. Parece ser que Engels, en los últimos años de su vida, trato de apartarse algo de una concepción economicista excesivamente rígida, pero manteniendo intacto el esquema esencial desarrollado por él y Marx. En 1890, en carta a Joseph Bloch, dirá: "Desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia, el factor decisivo de la misma es, en última instancia, la producción y reproducción de la vida propia. Más no hemos sostenido ni Marx ni yo. Si alguien ahora nos tergiversa y afirma que el factor económico es el único determinante, convierte aquel pensamiento en una huera, abstracta y absurda frase". Hay quien dice que esta "retractación obedeció a necesidades tácticas, era el momento en el que había hecho su aparición el ala derecha de la socialdemocracia alemana. Es por eso que resulta dudoso apartarse a destiempo, en un texto privado, de una visión excesivamente mecanicista de la historia. En mi opinión ello le otorga a la rígida teoría de Marx y Engels un enfoque ambiguo, lo que propicia su ambivalencia.
En entrada posteriores, trataré de ocuparme de la praxis del marxismo.

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