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domingo, 6 de febrero de 2022

La moral, fundada en lo humano

Einstein dijo: "Si la gente es buena solo porque teme el castigo y espera una recompensa, somos efectivamente un grupo lamentable". Esa es la "moral" que está detrás de la tradición religiosa, por muchas vueltas o adornos que quieran poner los teólogos actuales, el comportamiento supuestamente correcto se realiza para obtener beneficios de la deidad de turno. No hay moralidad real, se trata de una especie de comportamiento conductista con una permanente vigilancia sobrenatural (ficticia) y/o terrenal (bien internamente, en la cabeza de la misma persona religiosa, bien externamente, mediante alguna clase mediadora).

 

martes, 10 de enero de 2012

Dawkins, la evolución y los memes

En la entrada anterior, mencioné Richard Dawkins, más como referente ateo que por su trabajo científico (aunque, hay que decir que ambas facetas se confunden). El caso es que he observado cierta animadversión (me refiero dentro de un público mínimamente crítico y librepensador, claro está) debido a que se trata de un científico "neodarwinista" (sic). He de decir, en primer lugar, que esta controversia científica, entre partidarios de la evolución y críticos de ella, se me escapa bastante. Si conozco a Dawkins, es principalmente por la lectura de dos libros suyos, El espejismo de Dios y Destejiendo el Arco Iris. Ciencia, ilusión y el deseo de asombro, que me parecen magníficas divulgaciones científicas y obras devastadoras con la irracionalidad. En cualquier caso, nunca me refiero a ningún autor empleando su discurso de forma categórica, al menos no es mi intención hacerlo, ya que mi sano escepticismo, junto a mi notable ignorancia, tratan de impedir permanentemente que haga tal cosa. Con la mera mención a Dawkins, he observado que solo mencionar su nombre produce esa crítica (se señala su condición "evolucionista" como un dogma y se le acusa también de determinista), aunque insistiré en que mis alusiones no implican que esté de acuerdo en todo con ese autor. Veamos si podemos arrojar algo de luz (sin sarcasmo) a un debate que, a priori, se me escapa un poco (seguro que bastante).

Antes de indagar en otros autores enfrentados al evolucionismo o neodarwinismo, veamos lo que sostiene Dawkins. Este biólogo considera que el gen es la principal unidad de selección de la evolución: "toda la vida evoluciona por la supervivencia diferencial de los entes replicadores (de su obra El gen egoísta). Esta visión, llamada genocéntrica, no implica según el propio Dawkins que la evolución no pueda seguir entendiéndose y estudiándose en términos de individuos y poblaciones. Además, Dawkins acuño el término meme (que sería análogo al gen) para explicar cómo se produce la difusión de ideas y fenómenos culturales. Según esta teoría, llamada memética, la replicación (al igual que ocurre con los genes en los cromosomas) se produce también en la cultura, aunque de forma diferente. Si los cromosomas son unidades naturales independientes de nuestras acciones, la cultura la construimos los seres humanos (no son meras formas conductuales, algo que ya escapa al determinismo). La controversia, junto a acusaciones de reduccionismo, no esperaron demasiado, ya que hablamos de una teoría que afirma que la replicación de unidades de información en el cerebro controla el comportamiento humano (y, por lo tanto, la cultura). ¿Defensa del statu quo?, ¿es Dawkins en realidad un conservador a ultranza? No lo era obviamente Marx cuando afirmó que la cultura era un producto de las condiciones económicas (equivocado o no, y es evidentemente una visión demasiado rígida), y no creo que lo sea Dawkins. Hay que decir que el autor de El gen egoísta, al menos en lo que yo conozco, no resulta categórico y reconoce que la visión darwinista no es la única aplicable a la realidad humana (de hecho, su teoría de los memes, análoga aunque no idéntica, va por ese camino).

Hay que decir que Dawkins, un furibundo detractor de la creencia sobrenatural llega a afirmar que si algo como la religión ha sobrevivido es porque debe conferir alguna ventaja (al igual que los genes no beneficiosos sobreviven). La idea darwinista nos dice que un replicador, el arquetípico sería el gen, es una unidad de información codificada que hace copias exactas de sí misma, junto con eventuales copias inexactas o "mutaciones". Recordemos que Dawkins busca una analogía cultural con los memes, los cuales pueden explicar el "éxito" repetido de cosas como la religión. Al parecer, es Susan Blackmore, en La máquina de los memes, la autora que más ha desarrollado la teoría de los memes. Así, se visualiza un mundo lleno de cerebros (u otro tipo de receptáculos) y de memes compitiendo para ocuparlos. Al igual que los genes, los memes que prevalecen serán los que resulten buenos en copiarse a sí mismos. Sin embargo, el éxito de la replicación no tiene que basarse en valores sólidos y racionales, ya que pueden tener un atractivo sencillo y directo (como es el caso de la inmortalidad); en otros caso, los memes florecen en presencia de otros que han llegado a ser numerosos en el fondo de memes (a esto, Dawkins lo llama "meme complejo" o "memeplex). Es decir, el memeplex sería un conjunto de memes que, sin ser necesariamente buenos por sí mismos, sí lo son en presencia de otros miembros del fondo. Es por eso que algunas ideas culturales (cuestionables para muchos, como la religión, pero atractivas superficialmente o por distorsión racional o por pereza intelectual) sobreviven según Dawkins por su compatibilidad con otros memes ya numerosos en el fondo memético (parte de un memeplex). Las diversas religiones pueden verse como colecciones alternativas de memes, florecientes en presencia de memes del mismo memeplex, pero incompatibles con los de las otras, y no necesariamente buenos en otros sentidos (como es el de la supervivencia, inherente a la evolución). No obstante, esta teoría cultural de Dawkins (muy criticada, por otra parte) no hay que verla de forma absoluta, ya que existen otros factores (sicológicos, manipuladores, políticos, económicos...).

De momento, para ir abriendo boca y defender el progresismo de Dawkins (en el sentido, también, social y político), diré que este autor piensa que la conciencia es progresivamente mejorable, aunque él se empecine en llevar todo al terreno de la "selección natural". De esa manera, la evolución no explicaría solo la vida, sino que también "mejora nuestra conciencia sobre el poder que tiene la ciencia para explicar cómo puede emerger algo completamente organizado a partir de comienzos simples sin ninguna guía deliberada" (El espejismo de Dios). Insisto, juzgo por lo que conozco y lo que sé de este hombre me gusta. Al menos, en los terrenos sobre los que tengo una mínima opinión, "suspendo el juicio" sobre cuestiones muy concretas de la genética. El determinismo, sea del ámbito que sea, es una idea rechazable; no obstante, es necesario indagar para saber hasta qué punto estamos condicionados.

martes, 3 de enero de 2012

Embaucados por lo sobrenatural

Puede decirse que el ser humano tiene avidez por lo "maravilloso". Es algo que debería ser alimentado por el conocimiento y la inteligencia; sin embargo, se apropia de ese apetito, o necesidad, toda suerte de charlatanes y proveedores de la superstición (habitualmente, por motivos crematísticos). Lo que puede proporcionarnos la ciencia es mucho más grande que cualquier cosmovisión aportada por las religiones y creencias, siendo siempre cautos con nuevas vías que conduzcan al ser humano a otras formas de reverencia y subordinación, por lo que una ética humana (y humanista) debe abarcar el campo cognitivo. Desgraciadamente, la decadencia de las religiones tradicionales dio lugar a un vacío ocupado por otra vías paranormales; el escepticismo y un pensamiento crítico, en aras de un conocimiento sólido, ha dejado lugar a nuevas formas de credulidad y superstición.

A pesar de esta reflexión, sí hay que aclarar algunas cosas. Es fácil invocar con palabras a la ciencia, al conocimiento "verdadero", pero algunos se cuestionarán si podemos estar seguro que no lo es aquello que otros consideran mera superstición (seudociencia es el término que más me gusta, ya que creo que no debería herir susceptibilidades). Después de todo, hay cosas de nuestra vida cotidiana producto del desarrollo tecnológico, que las personas del pasado hubieran considerado tan improbables como, por ejemplo, una aparición sobrenatural. Al respecto, hay que recordar la llamada Tercera Ley del gran escrito de ciencia ficción: "Cualquier tecnología lo bastante avanzada es indistinguible de la magia" (con esta aseveración, jugaba en sus historias otro excelente narrador de lo fantástico, Richard Matheson). Con ello quiero decir que un escepticismo dogmático, acusación que se utiliza como argumento para defender la seudociencia frente a los que la cuestionan, puede ser tan pernicioso y ridículo como la mayor de las credulidades. Multitud de personas, negaron la posibilidad del progreso en el conocimiento y en la innovación, en nombre de un escepticismo que se muestra más bien como una postura obtusa y conservadora. Por lo tanto, por sí misma, la incredulidad dogmática ante lo que puede parecernos extraño o falto de explicación no es una virtud. Hay que diferenciar esa actitud de un escepticismo crítico y racional, plenamente justificado (claro está, si poseemos el conocimiento para no, simplemente, "suspender el juicio").

La respuesta para tener una actitud escéptica y crítica de peso es que tal cosa no es explicable por la ciencia. Naturalmente, ello solo vale para la ciencia que conocemos al día de hoy, por lo que el conocimiento científico nunca debería ser dogmático. Por supuesto, eso no es un argumento para legitimar lo que no es más que mera creencia metafísica, ni para creer cualquier cosa apelando a la Tercera Ley de Clarke. Tal y como razona Richard Dawkins, de esa ley no se deduce la contraria: "cualquier afirmación mágica que pueda hacer cualquiera en cualquier momento es indistinguible de un avance tecnológico futuro". Las más de las veces, las afirmaciones extraordinarias no han sido nunca legitimadas de modo alguno. Particularmente, cuando me topo con algún relato asombroso o milagroso, trato de indagar en primer lugar en la persona que lo aporta (por ejemplo, algún tipo de interés, creencia o condicionamiento que pueda tener). Al respecto, hay que recordar la prueba lógica expuesta por el filósofo David Hume: "...ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, a menos que el testimonio sea tal que su falsedad fuera más milagrosa que el hecho que trata de establecer". Detrás de todo testimonio, incluso de aquellas personas que puedan parecer una autoridad, pueden estar diversos factores: error honesto, embuste descarado, delirio, alucinación, ilusión... Por supuesto que no hay que ser dogmáticos con la ciencia, pero si lo que hoy conocemos como tal es derrocado o superado, lo será gracias a una investigación rigurosa y un método repetitivamente efectivo.

Desgraciadamente, como ocurre también en cuestiones políticas y morales, el control de los medios por parte de diversos intereses económicos (y, ojo, la diferencia entre unos intereses u otros es simplemente su mayor o menor alcance, no su validez cognitiva), conduce a que se primen ciertas supersticiones y falsedades e influyan sobre la conciencia popular (a pesar de lo que sostienen algunos autores, sigo considerando al conocimiento como el método subversivo más eficaz). De esa manera, ese apetito por lo maravilloso que mencioné al principio del texto queda cubierto de manera cuestionable, no por las maravillas que debe aportarnos la ciencia. Desgraciadamente, el combate contra la superstición no se realiza desde la educación, más bien todo lo contrario, por lo que los resultados pueden ser determinantes en los críos, los cuales son obviamente crédulos por su condición (y tienen que serlo, ya que al no tener capacidad de discernimiento deben fiarse del criterio de personas adultas, para lo bueno y tantas veces para lo malo). No hay diferencia entre la credulidad que muestra un niño acerca de un Papá Noel o la que tendrá si un adulto le asegura cualquier disparate sustentado en la fe. El niño tiene esa condición "crédula" por necesidad, siendo su principal nutriente los adultos que le rodean, ya que posteriormente deben convertirse en personas desarrolladas con capacidad para desenvolverse en una sociedad basada en el conocimiento. Ese desarrollo del niño, por supuesto, no se produce de golpe, sino gradualmente. Sin embargo, si bien la candidez confiada es buena y saludable en un niño, puede llegar a convertirse en una credulidad enfermiza y reprobable en un adulto. Sin ánimo de entrar con rigor en el terreno sicológico, es posible que la persistencia en los adultos de la credulidad esconda un deseo de recuperar las seguridades y comodidades perdidas en la niñez. Hay que recordar las palabras de otro gran escritor y divulgador científico, Isaac Asimov: "Inspecciónese cada una de las muestras de la seudociencia y se encontrará una manta de seguridad, un pulgar que chupar, una falda que agarrar".

Lo que en infancia puede ser virtud, una credulidad necesaria para su desarrollo y la ulterior autosuficiencia, puede llegar a ser patológico en el adulto, siendo blanco fácil para toda suerte de charlatanes y seudociencia. Tal y como afirma Richard Dawkins, las facultades críticas que debe tener la persona desarrollada se producen a pesar de esas inclinaciones de la niñez, no debido a ellas: "Necesitamos sustituir la credulidad automática de la niñez por el escepticismo constructivo de la ciencia adulta". Hay que aclarar que los calificativos de "ingenuo" o "crédulo" no son estrictamente aplicables a los niños. Son algunos adultos los verdaderamente crédulos, cuando creen cualquier cosa que oyen o leen, a pesar de que contradiga lo que antes han oído o leído. Sin embargo, hay otra actitud devastadora originada en la infancia y es cuando se combina una credulidad temprana con la actitud opuesta, el tozudo mantenimiento de una creencia. Si la educación debería estar dirigida a crear personas libres y responsables, su desvirtuación controlada conduce a esa nefasta combinación entre credulidad y dogmatismo. Como decían aquellos viejos jesuitas, los cuales eran plenamente conscientes de la labor que realizaban: "Dadme al niño durante sus primeros siete años, y os devolveré al hombre".

sábado, 13 de agosto de 2011

El espejismo de Dios

Richard Dawkins es un reconocido científico, el cual se considera ateo, humanista y escéptico. Una de sus más conocidas obras, y conscientemente controvertida, es El espejismo de Dios (The God Delusion), publicada en 2006, en la que afirma la irracionalidad de la creencia en deidad alguna y el gran daño que la religión produce a la sociedad. Es un libro, en palabras de su autor, escrito para todas aquellas personas educadas en una religión, que se muestran indecisos a abandonarla al no ser siempre conscientes de que esa renuncia es una opción personal. Hace poco, discutía en un grupo ateo sobre la vinculación de la no creencia en algo sobrenatural con la moral; ciertas personas, en mi opinión con un ateísmo algo incompleto, negaban de alguna manera esa vinculación y consideraban a autores como Dawkins propugnadores de una renuncia a Dios desde un punto de vista meramente cognitivo. Nada más lejos de la realidad. El autor de El espejismo de Dios deja claro desde el inicio que considera el ateísmo como una mejora de la conciencia, como una opción no solo realista, sino además valiente y espléndida.

Para aquellos que consideran el agnosticismo una postura más razonable, alejado de todo ateísmo "dogmático" hay todo un capítulo dedicado a que cambien de idea. Dawkins considera que la hipótesis de Dios están tan sujeta a un análisis científico y al escepticismo como cualquier otra. Las razones históricas de filósofos y teólogos, bien endebles la verdad, para creer en Dios son repasadas en el capítulo 3. El capítulo llamado "Por qué es casi seguro que no hay Dios" está especialmente dedicado a aquellos que insisten en la existencia de un diseñador cósmico; la estética del mundo existente se explica de mucha mejor manera gracias a la selección natural darwiniana (y aquí podremos comprobar que tal vez no sepamos lo suficiente sobre ella). La teoría de Darwin, además, al tener lógicamente sus lagunas, en lugar de hacernos fantasear sobre nuestras necesidades y miedos, puede potenciar nuestra conciencia en aras de buscar una mejor explicación para el Cosmos. De esta manera, Dawkins propone también la selección natural como modo de mejorar nuestra conciencia. Segundo mensaje para los que afirman, de manera pobre, un mero ateísmo cognitivo. Los siguientes capítulos abundan en la raíces del pensamiento religioso, y tratan de desmontar la idea de que es omnipresente, desvinculan la moral de la religión e incluso invitan a dudar de que ésta sea algo mínimamente bueno.

Hay que pensar que todos somos, en mayor o en menor medida, un producto de la educación y circunstancias que hemos sufrido. Lo principal, para escapar a todo adoctrinamiento, es realizarse preguntas, y este libro resulta magnífico en ese aspecto. El capítulo 9 está dedicado a la infancia, a cómo los niños son instrumentalizados por la religión (también, como es obvio, por otras doctrinas) y no tarda demasiado en ponerse una etiqueta a personas que son demasiado jóvenes para decidir. Precisamente, como el objetivo es el aumento de la conciencia, hay que señalar este gran problema en la humanidad. Hay quien ha afirmado que la religión es un sentimiento con el que nunca se acabará, ya que se manifiesta de una forma o de otra; Dawkins propone que una comprensión adecuada de la grandeza del mundo real puede asumir el papel inspirativo que, históricamente y de manera distorsionadora, ha tenido la religión. Además, y como otro mensaje con la intención de mejorar la conciencia, el ateísmo es sinónimo de orgullo, de una vida saludable y de independencia mental. Para ello, hay que desprender definitivamente la condición atea de toda "estigmatización".

Hay que recordar que la situación de los no creyentes en la considerada como una de las naciones más poderosas y avanzadas (naturalmente, esto hay que ponerlo muy entre comillas) es comparable a la sufrida por los homosexuales no hace tanto tiempo (me refiero a nivel de invisibilidad, es evidente que todavía se sufre cierto apartheid en este aspecto). Recordaremos que en los orígenes de los Estados Unidos de América, trato de apartarse la religión de la política; sin embargo, su realidad fue pronto bien diferente. La siguiente frase, de John Stuart Mill, es esclarecedora: "El mundo se sorprendería si supiera qué gran proporción de su más brillantes próceres, incluso de aquellos que la opinión popular distingue como ejemplos de sabiduría y virtud, son completamente escépticos sobre religión". Por ello, es necesario que los ateos salgan a la luz, como así viene ocurriendo en los últimos años, y libros como éste ayudan a que estas personas empiecen a mostrarse. Naturalmente, los ateos son con seguridad mucho más difíciles de organizar que los seguidores de cualquier doctrina. La simpática analogía de que tratar de organizar un grupo de ateos es como tratar de hacerlo con un "rebaño" de gatos, casi imposible al no someterse a autoridad alguna y pensar cada uno de forma independiente. Aunque Dawkins no lo menciona, viene al caso señalar la vinculación del ateísmo con el anarquismo, y ya se sabe que existen formas de organización libertaria en la que trata de respetarse al máximo la individualidad. Jamás, los ateos seremos un "rebaño", pero igualmente queremos hacer oír nuestras voces a nivel, tanto individual, como colectivo.

Respecto al título del libro, Dawkins eligió la palaba "espejismo" al definirse como una "falsa creencia o ilusión". De manera significativa, se recuerda la cita de Philip E. Johnson: "El darwinismo es la historia de la liberación de la humanidad del espejismo de que su destino está controlado por un poder mayor que él mismo" (desgraciadamente, como recuerda el propio Dawkins, parece ser que la cita está sacada de contexto y Johnson es en realidad un fervoroso "creyente"; seguramente, esta cita demuestra los juegos dialécticos de los que son capaces los religiosos). Otra cita más esclarecedora, esta vez de M. Pirsig, autor de El Zen y el arte del mantenimiento de motocicletas, dice lo siguiente: "Cuando una persona sufre espejismos, eso se denomina locura. Cuando muchas personas sufren espejismo, se denomina religión." Creyente o no, cualquier "espíritu" verdaderamente libre debería atreverse a echar un vistazo a El espejismo de Dios.