Las concepciones utópicas del pasado, que fueron por lo general de un optimismo exacerbado, han dado paso en la modernidad a un escepticismo más bien obtuso y conservador. Cómo no ser optimistas cuando preconizamos un mundo exento, en la medida de lo humanamente posible (y ahí está el quid de la cuestión), de injusticia, miseria y opresión. Es en ese punto, cuando se alude a una política "realista" (realpolitik es el término acuñado ya en el siglo XIX) cuando topamos con toda suerte de justificadores de lo establecido (el estado, y no necesariamente con E mayúscula, aunque seguramente en primer lugar).
Blog integrado por reflexiones sobre el anarquismo, o mejor dicho, los anarquismos y sobre toda forma de emancipación individual y colectiva
Mostrando entradas con la etiqueta Utopía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Utopía. Mostrar todas las entradas
martes, 22 de febrero de 2022
jueves, 30 de enero de 2020
La literatura de Ursula K. Le Guin y el anarquismo
Ursula K. Le Guin, nacida en 1929 y fallecida en 2018, es sin duda una gran escritora, no solo con prestigio y éxito en el mundo literario, también en los ámbitos político, social y científico; para los que lo desconozcan, su obra es de una evidente y casi insultante influencia en la literatura y el cine contemporáneos, normalmente con obras mucho más ligeras y rebajadas de tono político y científico.
La obra de Le Guin está compuesta, tanto de ciencia-ficción, como es el caso del llamado ciclo de Ekumen (a la que pertenece la novela Los desposeídos, de las que nos ocuparemos más tarde), como de género fantástico, valga como ejemplo su saga de las Historias de Terramar. Es precisamente la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía, Estados Unidos, la que la ha reconocida como una gran maestra. Son conocidas las simpatías de Le Guin sobre las ideas anarquistas, a las que ha definido como las más humanas, complejas e interesantes de todas las teorías políticas. Por ejemplo, la novela El día antes de la revolución, que pertenece al mismo universo que Los desposeídos, está dedicada al imprescindible intelectual y anarquista norteamericano Paul Goodman. Del mismo modo, es obvia la influencia que Murray Bookchin y su ecologismo radical ha ejercido sobre la escritora. En gran parte de su voluminosa obra, Le Guin ha plasmado sus ideas libertarias de igualdad, cooperación, apoyo mutuo y rechazo de los abusos de poder. Se trata de una evidente renovación de la literatura utópica, dentro de la especulación social y política, por parte de una influyente autora con grandes conocimientos en antropología, no por casualidad su padre era el prestigioso antropólogo Alfred Kroeber.
La obra de Le Guin está compuesta, tanto de ciencia-ficción, como es el caso del llamado ciclo de Ekumen (a la que pertenece la novela Los desposeídos, de las que nos ocuparemos más tarde), como de género fantástico, valga como ejemplo su saga de las Historias de Terramar. Es precisamente la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía, Estados Unidos, la que la ha reconocida como una gran maestra. Son conocidas las simpatías de Le Guin sobre las ideas anarquistas, a las que ha definido como las más humanas, complejas e interesantes de todas las teorías políticas. Por ejemplo, la novela El día antes de la revolución, que pertenece al mismo universo que Los desposeídos, está dedicada al imprescindible intelectual y anarquista norteamericano Paul Goodman. Del mismo modo, es obvia la influencia que Murray Bookchin y su ecologismo radical ha ejercido sobre la escritora. En gran parte de su voluminosa obra, Le Guin ha plasmado sus ideas libertarias de igualdad, cooperación, apoyo mutuo y rechazo de los abusos de poder. Se trata de una evidente renovación de la literatura utópica, dentro de la especulación social y política, por parte de una influyente autora con grandes conocimientos en antropología, no por casualidad su padre era el prestigioso antropólogo Alfred Kroeber.
jueves, 27 de marzo de 2014
La huella anarquista en la historia
Vamos a repasar en el siguiente texto, de forma somera, el atisbo del ideal libertario en algunos autores y corrientes previos a la modernidad, época en la que nace estrictamente el anarquismo; se trata de una lucha histórica por la emancipación, a través de determinadas concepciones y experiencias, basada en la ruptura con la tradición autoritaria y por el establecimiento sólido de los más nobles valores humanos.
Max Nettlau comienza su obra La anarquía a través de los tiempos de la siguiente manera: "Una historia de la idea anarquista es inseparable de la historia de todos los desarrollos progresivos y de las aspiraciones hacia la libertad, ambiente propicio en que nació esta comprensión de vida libre propia de los anarquistas y garantizable sólo por una ruptura completa de los lazos autoritarios, siempre que al mismo tiempo los sentimientos sociales (solidaridad, reciprocidad, generosidad…) estén bien desarrollados y tengan expansión libre". Así, se considera la autoridad, en sus múltiples formas, propia de una sociedad poco desarrollada y la historia de la humanidad se contempla como una lucha permanente por liberarse de esas cadenas autoritarias y por asentar un contexto en el que florezcan los más altos valores humanos como garantes de la libertad. Los estudiosos del anarquismo, incluso en sus formas antiguas anteriores al siglo XVIII, han querido ver esa lucha por la emancipación en forma de rebeldes y movimientos enfrentados a los poderosos incluso en los mitos creados por los seres humanos: los Titanes que asaltan el Olimpo, Prometeo desafiando a Zeus, fuerzas oscuras que en la mitología nórdica ensombrecen el mundo de los dioses o Lucifer rebelándose contra el amo todopoderoso. La historia de la humanidad, gracias a sus clases dirigentes, han dado la vuelta a esos mitos y se ha visto a los rebeldes como seres inicuos en beneficio de los que obedecen y permiten un mundo de esclavitud. Son los escépticos y los osados los que, con su rebeldía, cuestionan el autoritarismo y desafían a las clases mediadoras.
En la historia de la humanidad, incluso en la Antigüedad, ha habido intrépidos pensadores que han cuestionado el estado de las cosas llegando a diversas conclusiones, alguno incluso de manera cercana al anarquismo. La especulación filosófica posibilitó reflexiones al margen de la tradición religiosa; por supuesto, el paso del mito al logos no se produjo de la noche a la mañana ni por individuos inexplicablemente dotados, fue una labor compleja que se dio durante varios siglos y en el que la religión tuvo también su papel. Pero el sueño de progreso y felicidad ya se estaba empezando a concebir. Rudolf Rocker, por su parte, consideró también que las ideas anarquistas habían aparecido en todos los periodos de la historia. Menciona al respecto al chino Lao-Tsé, a los filósofos griegos cínicos, junto a los hedonistas, y especialmente a Zenón, fundador de la escuela estoica.
Se suele hacer una analogía de la Antigua Grecia con el periodo que abarca hasta la Revolución francesa, siendo el siglo de las luces o Ilustración de los griegos el siglo V a.e. Pueden mencionarse varios nombres de aquellos tiempos: Aristipo, fundador de la escuela cirenaica, individualista radical que negaba toda independencia externa, redujo la virtud al placer (siendo el camino para ello la sabiduría) y consideró el origen de la sociedad (no enfrentada a sus ideas individualistas) en la búsqueda de ese placer con el prójimo; o Antifón, al que Nettlau le atribuye directamente ideas libertarias, perteneció a la segunda generación de sofistas y en el conocido antagonismo entre ley natural o ley por convención (apariencia) se mostró más partidario de la primera. Pero el gran nombre, como ya hemos dicho, puede que sea Zenón (342-270 a .e.), creador de la corriente estoica. Para Rocker, este filósofo de la Antigua Grecia es el punto culminante de la corriente espiritual que observa al ser humano como "la medida de todas las cosas".
Estos primeros estoicos recogieron rasgos de la escuela cínica, especialmente en lo político y en lo moral, y se preocuparon enormemente de cuestiones lógicas y físicas (siendo sus concepciones sobre el destino y la aceptación las más matizables y cuestionables, y también las más conocidas hasta formar parte del habla popular). Los estoicos consideraron que la eudemonía (estado de satisfacción) se lograba en el individuo gracias al constante ejercicio de la virtud y a la propia autosuficiencia. Habría que vivir conforme a la Naturaleza, entendiendo "lo natural" como "racional". Zenón trato de eliminar toda coección externa y consideró que el impulso moral propio de cada individuo podía ser el regulador de sus propias acciones así como de la comunidad: "Fue un primer grito claro de la libertad humana que se sentía adulta y se despojaba de sus lazos autoritarios, y no hay que asombrarse de que ese trabajo fuese ante todo depurado por generaciones futuras, luego completamente dejado al margen para irse perdiendo". No obstante, Nettlau consideró que las exigencias de Zenón y del estoicismo dieron lugar al nacimiento del derecho natural, transmitido durante siglos como una concepción verdaderamente justa y equitativa. La doctrina del derecho natural será una decisiva herramienta contra el absolutismo en la historia; sus representantes razonaban que, si consideramos que las personas poseen derechos innatos e inalienables, ningún poder establecido puede arrebatárselos.
En la Antigüedad se produce el primer asomo libertario enfrentado al ideal autoritario, una lucha que después tendrá más de 2.000 años de protagonismo. Tanto Nettlau como Rocker, mencionan el nombre del gnóstico Carpócrates de Alejandría, que proclamó ya en siglo II de nuestra era la idea de un comunismo libre y que tuvo una gran influencia sobre sectas cristianas medievales objeto de grandes persecuciones institucionales. Otro autor que realiza una critica radical a Iglesia y Estado es Petr Chelcicky, en el siglo XV, desde un punto de vista cristiano y comunista cercano al que siglos después hará Tostói.
En el siglo XVI, François Rabelais, médico, escritor y gran humanista, que proclamó en su novela Gargantúa su ideal antiautoritario según la filosofía de vida natural de la Abadía de Thélème basada en la supresión de la autoridad y la máxima de "haz tu voluntad":
La autoridad, en cualquier de sus formas institucionales, procurará a la largo de la historia imponer el oscurantismo e impedir el pensamiento libre. Frente al intento de establecer pequeñas unidades locales, libremente federadas, se producirán también los intentos de unificación de grandes territorios, que darán lugar a los grandes Estados modernos. No obstante, hay que ser cautos con esas supuestas expresiones libertarias en la historia, ya que el deseo de dominar y extenderse se ha dado en toda forma de vida social, grande o pequeña. De igual modo, ha sido difícil encontrar visiones radicales que cuestionen verdaderamente la autoridad previas al anarquismo moderno; los que una vez se erigen como rebeldes, muy pronto son seducidos por nuevas formas autoritarias, algo que desgraciadamente también se produce en la era contemporánea.
Fuentes:
-José Ferrater, Diccionario de Filosofía (Alianza, Madrid 1980).
-Max Nettlau, La anarquía a través de los tiempos (Júcar, Gijón 1977).
-Rudolf Rocker, Anarcosindicalismo (Teoría y práctica) (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2009).
-Rudolf Rocker, Nacionalismo y cultura (Reconstruir)


Se suele hacer una analogía de la Antigua Grecia con el periodo que abarca hasta la Revolución francesa, siendo el siglo de las luces o Ilustración de los griegos el siglo V a.e. Pueden mencionarse varios nombres de aquellos tiempos: Aristipo, fundador de la escuela cirenaica, individualista radical que negaba toda independencia externa, redujo la virtud al placer (siendo el camino para ello la sabiduría) y consideró el origen de la sociedad (no enfrentada a sus ideas individualistas) en la búsqueda de ese placer con el prójimo; o Antifón, al que Nettlau le atribuye directamente ideas libertarias, perteneció a la segunda generación de sofistas y en el conocido antagonismo entre ley natural o ley por convención (apariencia) se mostró más partidario de la primera. Pero el gran nombre, como ya hemos dicho, puede que sea Zenón (342-270 a .e.), creador de la corriente estoica. Para Rocker, este filósofo de la Antigua Grecia es el punto culminante de la corriente espiritual que observa al ser humano como "la medida de todas las cosas".
Estos primeros estoicos recogieron rasgos de la escuela cínica, especialmente en lo político y en lo moral, y se preocuparon enormemente de cuestiones lógicas y físicas (siendo sus concepciones sobre el destino y la aceptación las más matizables y cuestionables, y también las más conocidas hasta formar parte del habla popular). Los estoicos consideraron que la eudemonía (estado de satisfacción) se lograba en el individuo gracias al constante ejercicio de la virtud y a la propia autosuficiencia. Habría que vivir conforme a la Naturaleza, entendiendo "lo natural" como "racional". Zenón trato de eliminar toda coección externa y consideró que el impulso moral propio de cada individuo podía ser el regulador de sus propias acciones así como de la comunidad: "Fue un primer grito claro de la libertad humana que se sentía adulta y se despojaba de sus lazos autoritarios, y no hay que asombrarse de que ese trabajo fuese ante todo depurado por generaciones futuras, luego completamente dejado al margen para irse perdiendo". No obstante, Nettlau consideró que las exigencias de Zenón y del estoicismo dieron lugar al nacimiento del derecho natural, transmitido durante siglos como una concepción verdaderamente justa y equitativa. La doctrina del derecho natural será una decisiva herramienta contra el absolutismo en la historia; sus representantes razonaban que, si consideramos que las personas poseen derechos innatos e inalienables, ningún poder establecido puede arrebatárselos.
En la Antigüedad se produce el primer asomo libertario enfrentado al ideal autoritario, una lucha que después tendrá más de 2.000 años de protagonismo. Tanto Nettlau como Rocker, mencionan el nombre del gnóstico Carpócrates de Alejandría, que proclamó ya en siglo II de nuestra era la idea de un comunismo libre y que tuvo una gran influencia sobre sectas cristianas medievales objeto de grandes persecuciones institucionales. Otro autor que realiza una critica radical a Iglesia y Estado es Petr Chelcicky, en el siglo XV, desde un punto de vista cristiano y comunista cercano al que siglos después hará Tostói.

Pues seres humanos honestos, bien educados, sanos y tratables tienen por naturaleza una inclinación a lo bueno y sienten una repulsión hacia lo malo: en eso consiste su dicha. Pero la servidumbre y la coacción aguijonean la resistencia y la sublevación y son madre de todo mal. Codiciamos con intensidad mayor los frutos prohibidos.Puede haber muchos olvidos en este somero repaso a la huella anarquista en autores previos a la modernidad, pero no podemos dejar de mencionar a Étienne de la Boétie, también el siglo XVI, quizá el autor de la época que más profundizó en la raíces de la tiranía en su obra De la servidumbre voluntaria, la cual tuvo también un importante papel en la lucha con el absolutismo y ha adquirido importancia con el paso del tiempo siendo hoy un ensayo muy reivindicado por los anarquistas. Como es sabido, la tesis que se mantiene en el libro es que la tiranía se apoya menos en el uso de la fuerza bruta que en el sentimiento de dependencia de las personas:
¡Pero qué vergüenza y qué ignominia es -dice La Boétie- que un sinnúmero obedezca voluntariamente, si incluso servilmente, a un tirano! A un tirano que no les deja ningún derecho sobre propiedad, padres, mujer e hijos, ni siquiera sobre la propia vida ... ¿Qué clase de hombre es, pues, un tirano? ¡No es un Hércules, no es un Sansón! A menudo es un hombrecito, el cobarde más afeminado del pueblo entero ... No es su fuerza lo que le hace poderoso a él, que no es raro sea esclavo de la peor prostituta. ¡Qué mlseras criaturas son sus súbditos! Si no se rebelan dos, tres, o cuatro contra uno, es quizás por falta comprensible de valor. Pero cuando cien, mil no arrojan a un lado las cadenas de uno solo, ¿dónde queda un resto de voluntad propia o de dignidad humana? ... Para libertarse no hace falta emplear la violencia contra el tirano. Este cae cuando el país se ha cansado de él. El pueblo, que se deja expoliar y vejar, sólo debe negarle todo derecho. Para ser libre, sólo le hace falta la firme voluntad de sacudir el yugo ... ¡Decidíos a no ser más tiempo esclavos, y seréis libres! Rehusad al tirano vuestra ayuda y, como un coloso a quien se ha privado del pedestal, se derrumbará y se hará pedazos.Entre los ilustrados franceses del siglo XVIII, merece la pena mencionar al enciclopedista Denis Diderot, que para Rocker expresa en sus voluminosos escritos una inteligencia superior sacudida de prejuicios autoritarios. Será poco después, en el mundo británico, donde se conciba una filosofía que puede ya denominarse enteramente anarquista, a cargo de William Godwin, punto de partida para el anarquismo moderno.
La autoridad, en cualquier de sus formas institucionales, procurará a la largo de la historia imponer el oscurantismo e impedir el pensamiento libre. Frente al intento de establecer pequeñas unidades locales, libremente federadas, se producirán también los intentos de unificación de grandes territorios, que darán lugar a los grandes Estados modernos. No obstante, hay que ser cautos con esas supuestas expresiones libertarias en la historia, ya que el deseo de dominar y extenderse se ha dado en toda forma de vida social, grande o pequeña. De igual modo, ha sido difícil encontrar visiones radicales que cuestionen verdaderamente la autoridad previas al anarquismo moderno; los que una vez se erigen como rebeldes, muy pronto son seducidos por nuevas formas autoritarias, algo que desgraciadamente también se produce en la era contemporánea.
Fuentes:
-José Ferrater, Diccionario de Filosofía (Alianza, Madrid 1980).
-Max Nettlau, La anarquía a través de los tiempos (Júcar, Gijón 1977).
-Rudolf Rocker, Anarcosindicalismo (Teoría y práctica) (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2009).
-Rudolf Rocker, Nacionalismo y cultura (Reconstruir)
domingo, 16 de junio de 2013
Marcuse y la posibilidad de liberación
Herbert Marcuse (1898-1979), al que ya hemos mencionado como perteneciente a la primera generación de la Escuela de Frankfurt, fue un autor con un temprano interés por el socialismo y, por ello, conducido a profundizar en el marxismo. No obstante, y como también se ha dicho, no es posible unificar el pensamiento de todos los "frankfurtianos" y Marcuse elaboró su propia y original teoría crítica. A partir del 1967, y especialmente después de los hechos de Mayo del 68, colocaron el nombre de Marcuse en primer plano y en los años siguientes abundaron los estudios sobre su obra y los debates en torno a ella. Uno de los aspecto a destacar del pensamiento de Marcuse es el vínculo que estableció entre Marx y Freud; los elementos que podían faltar en Marx de sicología social quiso encontrarlos en Freud. El objetivo es la liberación de la represiones de cualquier tipo, ya que la represión sexual es concomitante con la social; el dominio social, algo que no supo ver Freud, supone una serie de represiones suplementarias a tener en cuenta en la sociedad burguesa.
Marcuse criticará tanto la praxis marxista soviética, como la llamada "concepción unidimensional" del hombre en las sociedades industriales avanzadas. Éstas, son falaces, ya que por debajo de la faz de la abundancia, la libertad y la tolerancia esconden la verdadera realidad de una sociedad unidimensional. Es esta la vía más conocida del pensamiento de Marcuse; donde el marxismo ortodoxo falla estrepitosamente es en considerar que las clases oprimidas y explotadas combaten de forma necesaria por su liberación; muy al contrario, y como se ha demostrado con el paso de los años, esas masas son incorporadas de alguna forma al sistema. Si entendemos la naturaleza humana como "libertad" y "autorrealización del sujeto histórico", la misma se encuentra alienada por la dominación desplegada por la llamada "racionalidad tecnológico o instrumental". La conciencia revolucionaria sí puede surgir en algunos grupos, incluso en aquellos que no son objetivamente explotados, pero si comprenden que la tolerancia puede ser represiva. Por lo tanto, la "sociedad de consumo", el "Estado del bienestar" o la llamada "sociedad de la abundancia", son nuevas formas de producción de alienación y en una forma que se ignora a sí misma. Esa crítica a la abundancia, que es en realidad al despilfarro, y a la sociedad tecnológica en Marcuse no esconde ningún deseo regresivo hacia un pasado puro; lo que se preconiza es una liberación en la tecnología de la irracionalidad. La emancipación, para Marcuse, se produce difícilmente dentro del sistema, ya que es necesario situarse fuera de la llamada "sociedad de la tolerancia represiva"; no obstante, ello no le hizo caer en derrotismo alguno.
Marcuse, como ya se ha dicho, fue un severo crítico del llamado "socialismo real", así puede verse en su obra El marxismo soviético; ese sistema, con su feroz estajanovismo y con el llamado "realismo soviético", supuso una subordinación del ser humano al trabajo y a la máquina, un nuevo tipo de servidumbre y de dominación. Unos años después de la muerte de Marcuse, acaecida en 1979, todo el sistema soviético se vendría abajo y se integraría en la economía mundial del capitalismo; en las islas donde se pretende que pervive el comunismo, China, Cuba, Corea del Norte y Vietnam, se han integrado cultural y productivamente a la globalización neoliberal y para nada cuestionan el sistema de dominación industrial; finalmente, en los diversos partidos socialistas y comunistas puede decirse que nada queda de la teoría crítica de Marcuse y de la Escuela de Frankfurt. El pensamiento de Marcuse entra también en contradicción con las pretensiones científicas de Marx y Engels; es más, hablando de la posibilidad de un sistema socialista y de la transformación social, Marcuse contradice directamente a esos autores: el camino no va de la utopía a lo científico, sino a la inversa, se trata de un proyecto es verdaderamente utópico cuando entra en contradicción con leyes científicas comprobadas y comprobables. Desde ese punto de vista, hay que poner en cuestión lo calificado como "irrealizable" en la historia, ya que un proceso revolucionario supone la superación de fuerzas y movimientos antitéticos.
La posibilidad de eliminar la pobreza y la miseria, así como del trabajo alienado, no debería discutirse desde hace ya décadas; si a día de hoy continúan existiendo se debe enteramente al sistema sociopolítico. Marcuse, contradiciendo también a Marx, considera que esa posibilidad de erradicar lo injusto supone más una ruptura que una continuidad con el sistema anterior. Las necesidades humanas se encuentran determinadas históricamente, por lo que también son modificadas del mismo modo; así, se reivindica una ruptura con la continuidad de las necesidades que llevan en sus seno la represión. Marcuse pretende que las necesidades vitales humanas, consideradas como fuerza productiva social, supongan una transformación técnica total del mundo; en un mundo así transformado se hacen posibles nuevas situaciones humanas y nuevas relaciones entre los hombres. Es necesario eliminar los horrores de la industrialización y de la técnicas capitalistas, pero no para regresar a ninguna estadio romántico anterior al desarrollo tecnológico, sino precisamente para descubrir todo lo bueno que existe en la industrialización y en la técnica. Por lo tanto, el pensamiento de Marcuse supone una ruptura con la visión marxista del socialismo entendido como desarrollo de las fuerzas productivas, idea sobre la cual nació la falacia del "socialismo científico". De nuevo nos encontramos ante una visión que puede reivindicar rasgos de otros socialistas, etiquetados de forma despreciativa como "utópicos"; es el caso de Fourier y su visión del trabajo como un juego, algo que al parecer asustó al propio Marx. En un sistema libre y socialista el trabajo, incluso el trabajo socialmente necesario, puede estar organizado en armonía con las necesidades e inclinaciones instintivas de los hombres. La posibilidad de conquistar la utopía, según Marcuse, no es en absoluto utópica, sino negación histórico-social determinada de lo existente; ser consciente de las posibilidades de transformación y serlo al mismo tiempo de las fuerzas que la impiden.
Marcuse criticará tanto la praxis marxista soviética, como la llamada "concepción unidimensional" del hombre en las sociedades industriales avanzadas. Éstas, son falaces, ya que por debajo de la faz de la abundancia, la libertad y la tolerancia esconden la verdadera realidad de una sociedad unidimensional. Es esta la vía más conocida del pensamiento de Marcuse; donde el marxismo ortodoxo falla estrepitosamente es en considerar que las clases oprimidas y explotadas combaten de forma necesaria por su liberación; muy al contrario, y como se ha demostrado con el paso de los años, esas masas son incorporadas de alguna forma al sistema. Si entendemos la naturaleza humana como "libertad" y "autorrealización del sujeto histórico", la misma se encuentra alienada por la dominación desplegada por la llamada "racionalidad tecnológico o instrumental". La conciencia revolucionaria sí puede surgir en algunos grupos, incluso en aquellos que no son objetivamente explotados, pero si comprenden que la tolerancia puede ser represiva. Por lo tanto, la "sociedad de consumo", el "Estado del bienestar" o la llamada "sociedad de la abundancia", son nuevas formas de producción de alienación y en una forma que se ignora a sí misma. Esa crítica a la abundancia, que es en realidad al despilfarro, y a la sociedad tecnológica en Marcuse no esconde ningún deseo regresivo hacia un pasado puro; lo que se preconiza es una liberación en la tecnología de la irracionalidad. La emancipación, para Marcuse, se produce difícilmente dentro del sistema, ya que es necesario situarse fuera de la llamada "sociedad de la tolerancia represiva"; no obstante, ello no le hizo caer en derrotismo alguno.
Marcuse, como ya se ha dicho, fue un severo crítico del llamado "socialismo real", así puede verse en su obra El marxismo soviético; ese sistema, con su feroz estajanovismo y con el llamado "realismo soviético", supuso una subordinación del ser humano al trabajo y a la máquina, un nuevo tipo de servidumbre y de dominación. Unos años después de la muerte de Marcuse, acaecida en 1979, todo el sistema soviético se vendría abajo y se integraría en la economía mundial del capitalismo; en las islas donde se pretende que pervive el comunismo, China, Cuba, Corea del Norte y Vietnam, se han integrado cultural y productivamente a la globalización neoliberal y para nada cuestionan el sistema de dominación industrial; finalmente, en los diversos partidos socialistas y comunistas puede decirse que nada queda de la teoría crítica de Marcuse y de la Escuela de Frankfurt. El pensamiento de Marcuse entra también en contradicción con las pretensiones científicas de Marx y Engels; es más, hablando de la posibilidad de un sistema socialista y de la transformación social, Marcuse contradice directamente a esos autores: el camino no va de la utopía a lo científico, sino a la inversa, se trata de un proyecto es verdaderamente utópico cuando entra en contradicción con leyes científicas comprobadas y comprobables. Desde ese punto de vista, hay que poner en cuestión lo calificado como "irrealizable" en la historia, ya que un proceso revolucionario supone la superación de fuerzas y movimientos antitéticos.
La posibilidad de eliminar la pobreza y la miseria, así como del trabajo alienado, no debería discutirse desde hace ya décadas; si a día de hoy continúan existiendo se debe enteramente al sistema sociopolítico. Marcuse, contradiciendo también a Marx, considera que esa posibilidad de erradicar lo injusto supone más una ruptura que una continuidad con el sistema anterior. Las necesidades humanas se encuentran determinadas históricamente, por lo que también son modificadas del mismo modo; así, se reivindica una ruptura con la continuidad de las necesidades que llevan en sus seno la represión. Marcuse pretende que las necesidades vitales humanas, consideradas como fuerza productiva social, supongan una transformación técnica total del mundo; en un mundo así transformado se hacen posibles nuevas situaciones humanas y nuevas relaciones entre los hombres. Es necesario eliminar los horrores de la industrialización y de la técnicas capitalistas, pero no para regresar a ninguna estadio romántico anterior al desarrollo tecnológico, sino precisamente para descubrir todo lo bueno que existe en la industrialización y en la técnica. Por lo tanto, el pensamiento de Marcuse supone una ruptura con la visión marxista del socialismo entendido como desarrollo de las fuerzas productivas, idea sobre la cual nació la falacia del "socialismo científico". De nuevo nos encontramos ante una visión que puede reivindicar rasgos de otros socialistas, etiquetados de forma despreciativa como "utópicos"; es el caso de Fourier y su visión del trabajo como un juego, algo que al parecer asustó al propio Marx. En un sistema libre y socialista el trabajo, incluso el trabajo socialmente necesario, puede estar organizado en armonía con las necesidades e inclinaciones instintivas de los hombres. La posibilidad de conquistar la utopía, según Marcuse, no es en absoluto utópica, sino negación histórico-social determinada de lo existente; ser consciente de las posibilidades de transformación y serlo al mismo tiempo de las fuerzas que la impiden.
domingo, 3 de febrero de 2013
Bitácora de la utopía
Bitácora de la utopía: Anarquismo para el siglo XXI es una obra de gran popularidad, cuyo primer borrador empezó a circular en internet en el año 2000, escrita por Nelson Méndez y Alfredo Vallota, pero con posteriores revisiones fruto también de la colaboración de los lectores, y editada en varios países latinoamericanos. La primera reflexión presente en el libro, de forma obligada, es sobre el convulso siglo XX; una centuria en la que, junto a los más increíbles adelantos técnicos y científicos, se producen los hechos más aberrantes en la historia de la humanidad. La respuesta pasa, necesariamente, por el análisis de la organización social y política; la institución jerárquica y centralizada, el Estado en cualquiera de sus formas, incluso la revolucionaria, no ha dado respuesta a las necesidades y aspiraciones del ser humano y ha conducido a dos grandes guerras, a interminables conflictos y al empobrecimiento de grandes capas de la sociedad. Hoy, cuando el sistema capitalista se encuentra en una nueva crisis, gran parte de las personas parecen seguir confiando en la estructura estatal y, de manera consecuente, en nuevos partidos políticos (que reproducen siempre la organización jerárquica y se adecúan a los estrechos márgenes de lo establecido) que conduzcan las cosas a buen puerto; la solución solo pasa por la crítica radical al Estado y a su modo de organización extendido a otras instancias, como la empresa, la institución religiosa, la familia o la propiaa educación. La jerarquización social y política ha coartado siempre el desarrollo pleno de la humanidad, cuyo máximo ideal solo puede alcanzarse en un contexto de libertad e igualdad con el paradigma de la solidaridad por encima de cualquier otro. Con la perspectiva de siglo y medio, desde el momento en que fueron impulsadas las ideas anarquistas en Europa, Méndez y Vallota reflexionan sobre su historia y su actualidad; si el Estado ha conocido diversas formas desde hace siglos, el anarquismo también necesita su tiempo para conformarse, ninguna organización ni pensamiento nacen de una manera estática para siempre.
Si entendemos que la utopía es una necesaria compañera de la razón y de las aspiraciones humanas, Bitácora... es una buena oportunidad para emprender nuevos caminos en pos de la mejor organización social. Tal y como los mismos autores manifiestan, "el anarquismo exige de sus expositores afrontar el reto de reconstruirlo continuamente y estar prestos a adecuarlo a las cambiantes circunstancias humanas"; sin embargo, y como es lógico, existe siempre una conexión con el pasado, por lo que resulta necesaria la mirada al mismo a modo de aprendizaje. Es tal vez un lugar común decir simplemente que el anarquismo es la corriente política sobre la que más desinformación e injurias se han producido, por lo que nos esforzamos además en repasar la riqueza de pensamiento y de praxis en las ideas libertarias. Es por eso que Méndez y Vallota realizan ese análisis del pasado y constatan sin ningún ánimo de idealización: "La historia muestra como en los últimos 150 años el anarquismo ha sido el movimiento que con mayor pasión y solidez argumentativa se ha opuesto a los privilegios de los poderosos y a la degradación de la condición humana de millones de personas derivada de esos privilegios, sin hacer la menor concesión amparada en alguna circunstancia particular ni justificando de ninguna manera la más mínima debilidad a favor de cualquier estructura de autoridad jerárquica". Acabar con las innumerables falacias, interesadamente atribuidas, parece un deber para todo anarquista con el objetivo de que cualquier persona se acerque con la mente abierta y sin prejuicios al pensamiento libertario y a sus planteamientos radicales; es más, es precisamente "esa actitud de tender a la autonomía, de abandonar todo supuesto, prejuicio, opinión preconcebida, autoridad, revelación o reconocimiento a la primacía de vanguardias iluminadoras" lo que confirma en primer lugar, al menos en el aspecto intelectual, al anarquismo. Volvemos de nuevo a un planteamiento anterior, y es la cuestión de cómo es posible que haya personas que, después de innumerables normativas, intromisiones y abusos de poder (la corrupción existe siempre, de forma evidente o no), se siga confiando de nuevo en el aparato estatal y en la labor mesiánica de un (¿nuevo?) partido político; recordaremos también el fracaso de un planteamiento socialista a través del Estado en cualquiera de sus formas, democrática o totalitaria, y la subordinación del liberalismo a una organización económica igualmente jerarquizada y tremendamente desigualitaria.
Otros enlaces relacionados:
Entrevista a Alfredo Vallota en El libertario.
Entrevista a Nelson Méndez en Portal Libertario Oaca.
"Utopía colectiva y autonomía individual: la perspectiva anarquista de la autogestión", de Nelson Méndez y Alfredo Vallota; artículo publicado en el número 2 de Germinal. Revista de Estudios Libertarios.
"Reflexiones anarquistas", de Alfredo D. Vallota; artículo publicado en el número 3 de Germinal. Revista de Estudios Libertarios.
"El trabajo: una idea-fuerza debilitada", de Alfredo D. Vallota; artículo publicado en el número 7 de Germinal. Revista de Estudios Libertarios.
Si entendemos que la utopía es una necesaria compañera de la razón y de las aspiraciones humanas, Bitácora... es una buena oportunidad para emprender nuevos caminos en pos de la mejor organización social. Tal y como los mismos autores manifiestan, "el anarquismo exige de sus expositores afrontar el reto de reconstruirlo continuamente y estar prestos a adecuarlo a las cambiantes circunstancias humanas"; sin embargo, y como es lógico, existe siempre una conexión con el pasado, por lo que resulta necesaria la mirada al mismo a modo de aprendizaje. Es tal vez un lugar común decir simplemente que el anarquismo es la corriente política sobre la que más desinformación e injurias se han producido, por lo que nos esforzamos además en repasar la riqueza de pensamiento y de praxis en las ideas libertarias. Es por eso que Méndez y Vallota realizan ese análisis del pasado y constatan sin ningún ánimo de idealización: "La historia muestra como en los últimos 150 años el anarquismo ha sido el movimiento que con mayor pasión y solidez argumentativa se ha opuesto a los privilegios de los poderosos y a la degradación de la condición humana de millones de personas derivada de esos privilegios, sin hacer la menor concesión amparada en alguna circunstancia particular ni justificando de ninguna manera la más mínima debilidad a favor de cualquier estructura de autoridad jerárquica". Acabar con las innumerables falacias, interesadamente atribuidas, parece un deber para todo anarquista con el objetivo de que cualquier persona se acerque con la mente abierta y sin prejuicios al pensamiento libertario y a sus planteamientos radicales; es más, es precisamente "esa actitud de tender a la autonomía, de abandonar todo supuesto, prejuicio, opinión preconcebida, autoridad, revelación o reconocimiento a la primacía de vanguardias iluminadoras" lo que confirma en primer lugar, al menos en el aspecto intelectual, al anarquismo. Volvemos de nuevo a un planteamiento anterior, y es la cuestión de cómo es posible que haya personas que, después de innumerables normativas, intromisiones y abusos de poder (la corrupción existe siempre, de forma evidente o no), se siga confiando de nuevo en el aparato estatal y en la labor mesiánica de un (¿nuevo?) partido político; recordaremos también el fracaso de un planteamiento socialista a través del Estado en cualquiera de sus formas, democrática o totalitaria, y la subordinación del liberalismo a una organización económica igualmente jerarquizada y tremendamente desigualitaria.
¿Qué es el Anarquismo (también llamado Socialismo Libertario o Acracia)? Es una filosofía social, centrada en un enfoque que concibe a la libertad e igualdad plenas - ejercidas en un contexto de solidaridad - como condiciones indispensables para el progreso humano en lo individual y lo colectivo. Esta filosofía ha sido expresión ideológica y política asumida por diversos grupos sociales e individualidades en distintas coyunturas socio-históricas de todo el planeta, particularmente desde mediados del S. XIX a la actualidad.Es una definición, corta y adecuada, con la que podemos estar muy de acuerdo. La expresión "socialismo libertario" produce alguna que otra objeción, pero solo es una cuestión de matices, ya que el término socialismo parece demasiado pervertido por lo actividad política del pasado siglo. Por otra parte, muchas personas en la actualidad, provenientes de otros corrientes y aparentemente desencantadas de ciertas prácticas, gustan de adoptar esa etiqueta de "socialista libertario", tal vez para eludir cualquier referencia ácrata; nada que objetar, siempre que adopten un horizonte antiautoritario amplio y no terminen por caer en los mismos errores estatales del pasado. En Bitácora de la utopía se hace un repaso a nivel social, histórico y antropológico de la posibilidad de una sociedad libertaria descartándose la crítica, tan habitual como poco consistente, de observar el anarquismo simplemente como un bello ideal o una quimera intelectual. Precisamente, el movimiento anarquista nace y se desarrolla de modo práctica, por las necesidades de la gente oprimida, y es en sus propuestas donde se confirma ese pragmatismo activo basado en la discusión y en el consenso. Esta obra es, por un lado, una perfecta introducción al anarquismo para aquellos profanos que deseen liberarse de ideas preconcebidas y, por otro, una reflexión libertaria sobre su vigencia que deberíamos adoptar como permanente.
DEFINICIONES FUNDAMENTALES DEL ANARQUISMOBitácora de la utopía: Anarquismo para el siglo XX: obra online y PDF para descargar
- Justificación de la utopía racional y posible de un orden social autogestionario, con democracia directa, sin burocracia autoritaria ni jerarquías permanentes.
- Cuestionamiento radical al Estado, por ser la expresión máxima de concentración autoritaria del poder; crítica a la delegación de poder en instituciones fijas y sobre-impuestas a la sociedad.
- Llamada a un cambio revolucionario -producto de la acción directa consciente y organizada de las mayorías- que conduzca a la desaparición inmediata del Estado, reemplazado por una organización social federal de base local.
- Defensa del internacionalismo e impugnación al concepto de “patria”, en tanto se ligue a la justificación del Estado-nación.
Otros enlaces relacionados:
Entrevista a Alfredo Vallota en El libertario.
Entrevista a Nelson Méndez en Portal Libertario Oaca.
"Utopía colectiva y autonomía individual: la perspectiva anarquista de la autogestión", de Nelson Méndez y Alfredo Vallota; artículo publicado en el número 2 de Germinal. Revista de Estudios Libertarios.
"Reflexiones anarquistas", de Alfredo D. Vallota; artículo publicado en el número 3 de Germinal. Revista de Estudios Libertarios.
"El trabajo: una idea-fuerza debilitada", de Alfredo D. Vallota; artículo publicado en el número 7 de Germinal. Revista de Estudios Libertarios.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Socialismo y utopía
Recordaré que el socialismo político puede definirse como una filosofía social y política de ciertos autores posteriores a la Revolución francesa. El foco de atención lo pondrían en los problemas sociales y económicos, proponiendo una modificación radical de la propiedad privada. La gran preocupación de los autores denominados "socialistas utópicos" estaba en describir la forma de organización de la sociedad futura, confiando seguramente cada uno de ellos que llegaría tarde o temprano por medios pacíficos y educativos.
Saint-Simon es situado por algunos historiadores como el más importante de estos filósofos, su carisma y atractivo personal supuso que lograra una escuela con multitud de discípulos, los cuáles llevaron a la práctica no pocas veces sus postulados. Se dice que, en el campo de la sociología, tanto Proudhon como Marx, e incluso Comte, le deben numerosos análisis y conceptos. Es más, puede decirse que Saint-Simon es el primer autor que realiza un estudio de la evolución histórica en función de la lucha de clases y las condiciones económicas (sin ánimo de ser exhaustivo ni de negar su brillantez, ¿qué hay de original en el autor de El Capital?). El francés distingue por primera vez entre trabajadores y ociosos, y no entre nobles y siervos, convirtiéndose en el preconizador de una nueva era basada en la industria y el trabajo. Es también Saint-Simon el primero que habla de substituir la política por la administración de la economía, en una sociedad industrial y de exhaltación del trabajo en la que no existiría ya antítesis entre obreros y patronos. Hay que decir que Saint-Simon no es cercano al anarquismo en el aspecto en que no niega la jerarquización social ni económica, aunque el gobierno que pretende no está basado en el autoritarismo y sí en la dirección asociada al pueblo. La expansión de la industria, según el francés, aseguraría la cohesión social y las luchas políticas y los derechos del ciudadano pasarían a un segundo plano. La armonía de la utopía saintsimoniana no podría llevarse a cabo sin la solidaridad y el amor, algo en lo que el francés realizará especial hincapié fundando casi con su pensamiento una religión laica basada en una moral industrial y socialista, la cual ocuparía el lugar del cristianismo.
Robert Owen tuvo posiciones bastante distanciadas de las de Saint-Simon. Lejos de tener como éste una confianza enorme en el sistema industrial, Owen persiguió la realización de pequeñas comunas en las que fuera posible una vida integral. Parece que llevó a la práctica una fábrica en la que las condiciones de los obreros mejoraron notablemente, la cual sirvió de modelo para importantes conquistas sociales logradas a lo largo del siglo XIX. Es muy importante en Owen, en la línea de Godwin, su confianza en una educación integral, potenciadora de los aspectos más cooperativos y solidarios de la persona y que comenzaría ya en el jardin de infancia, sin distinción entre trabajo manuel e intelectual, así como su consideración de que son las circunstancias las que modelan a los seres humanos.
Tal vez el más original de estos tres utópicos principales es Fourier, con una aportación de elementos más originales y estando más cerca de un modelo libertario. Como Owen, rechaza el sistema industrial de la época, conocedor de las miseras que producía, y con una confianza enorme en un movimiento comunal capaz de servir de modelo a toda la humanidad. También como el británico, poseyó una gran fe en la doctrina sicológica de la motivación, un rechazo de la acción revolucionaria y una importante valoración del papel de la pedagogía infantil. La forma de la comuna sería el falansterio, y hay que recordar el excesivo afán normativo en que se esforzó Fourier (aplicando una gran imaginación y dejando pocos cabos sueltos) para asegurar sus principios sociales. Su optimismo hacia el progreso no es tan grande como el de los otros utópicos, y tampoco creía que la armonía social fuera conseguible a perpetuidad, ya que los conflictos forman parte también de las pasiones humanas (no serían, entonces, enteramente negativos). Puede decirse que Sade es un predecesor de Fourier, al considerar que la civilización es una enorme maquina opresora de lo mejor que lleva dentro el ser humano. El autoritarismo es superable mediante una armonia lograda mediante la liberación de las pasiones humanas. Es el aspecto más original e interesante de este autor es cuando habla de un insatisfacción social generalizada, con las pasiones insatisfechas, los sentidos apaciguados y las emociones amorosas doblegadas. Los canales para escapar a dicha situación son limitados y, habitualmente, lamentables. Resulta paradójico que la visión acerca del "amor libre" de Proudhon, uno de los padres del anarquismo, fuera tan conservadora, a diferencia de Fourier. En este sentido, el anarquismo en la actualidad le debe mucho al segundo y creo que nada al primero (los dos nacieron, por cierto, en Besançon). Los falansterios de Fourier tratarían de potenciar los instintos naturales y darles satisfacción, en los cuales se integraría el trabajo manual e intelectual y la evolución de la vida y la pluralidad sean una realidad social. Se busca, en definitiva, una liberación total y plena del ser humano, algo asumido por el anarquismo, sin que una tendencia tan feroz por la sistematización y la normativa haya estado en ningún autor libertario ni en ninguna práctica.
Hay que decir que el socialismo utópico fue breve en el tiempo, en una época en que la velocidad de los acontecimientos suponía la superación consecuentemente fugaz de toda tendencia. Con mayor razón, si estos autores hacían una defensa tan grande del cambio gradual y pacífico, no hubo apenas sitio para su pensamiento en la generación siguiente. En gran medida, fue la visión marxista tan rígida, científica, y negativa hacia la concepción utópica, la que supuso que se echara tierra sobre estos autores socialistas; pero hay que recordar, para ser justos, que Bakunin también les tachó de ingenuos y criticó su minuciosa labor de diseño de la sociedad futura (algo que, por otra parte, es algo también asumido por la visión libertaria general, la crítica al tratar de "encorsetar" la práctica social de las generaciones futuras). No obstante, el anarquismo no se ha cerrado nunca a ninguna idea emancipatoria y ha asumido una importante tradición al respecto; su búsqueda de una educación y de una liberación integrales creo que le debe mucho a los "utópicos".
Saint-Simon es situado por algunos historiadores como el más importante de estos filósofos, su carisma y atractivo personal supuso que lograra una escuela con multitud de discípulos, los cuáles llevaron a la práctica no pocas veces sus postulados. Se dice que, en el campo de la sociología, tanto Proudhon como Marx, e incluso Comte, le deben numerosos análisis y conceptos. Es más, puede decirse que Saint-Simon es el primer autor que realiza un estudio de la evolución histórica en función de la lucha de clases y las condiciones económicas (sin ánimo de ser exhaustivo ni de negar su brillantez, ¿qué hay de original en el autor de El Capital?). El francés distingue por primera vez entre trabajadores y ociosos, y no entre nobles y siervos, convirtiéndose en el preconizador de una nueva era basada en la industria y el trabajo. Es también Saint-Simon el primero que habla de substituir la política por la administración de la economía, en una sociedad industrial y de exhaltación del trabajo en la que no existiría ya antítesis entre obreros y patronos. Hay que decir que Saint-Simon no es cercano al anarquismo en el aspecto en que no niega la jerarquización social ni económica, aunque el gobierno que pretende no está basado en el autoritarismo y sí en la dirección asociada al pueblo. La expansión de la industria, según el francés, aseguraría la cohesión social y las luchas políticas y los derechos del ciudadano pasarían a un segundo plano. La armonía de la utopía saintsimoniana no podría llevarse a cabo sin la solidaridad y el amor, algo en lo que el francés realizará especial hincapié fundando casi con su pensamiento una religión laica basada en una moral industrial y socialista, la cual ocuparía el lugar del cristianismo.
Robert Owen tuvo posiciones bastante distanciadas de las de Saint-Simon. Lejos de tener como éste una confianza enorme en el sistema industrial, Owen persiguió la realización de pequeñas comunas en las que fuera posible una vida integral. Parece que llevó a la práctica una fábrica en la que las condiciones de los obreros mejoraron notablemente, la cual sirvió de modelo para importantes conquistas sociales logradas a lo largo del siglo XIX. Es muy importante en Owen, en la línea de Godwin, su confianza en una educación integral, potenciadora de los aspectos más cooperativos y solidarios de la persona y que comenzaría ya en el jardin de infancia, sin distinción entre trabajo manuel e intelectual, así como su consideración de que son las circunstancias las que modelan a los seres humanos.
Tal vez el más original de estos tres utópicos principales es Fourier, con una aportación de elementos más originales y estando más cerca de un modelo libertario. Como Owen, rechaza el sistema industrial de la época, conocedor de las miseras que producía, y con una confianza enorme en un movimiento comunal capaz de servir de modelo a toda la humanidad. También como el británico, poseyó una gran fe en la doctrina sicológica de la motivación, un rechazo de la acción revolucionaria y una importante valoración del papel de la pedagogía infantil. La forma de la comuna sería el falansterio, y hay que recordar el excesivo afán normativo en que se esforzó Fourier (aplicando una gran imaginación y dejando pocos cabos sueltos) para asegurar sus principios sociales. Su optimismo hacia el progreso no es tan grande como el de los otros utópicos, y tampoco creía que la armonía social fuera conseguible a perpetuidad, ya que los conflictos forman parte también de las pasiones humanas (no serían, entonces, enteramente negativos). Puede decirse que Sade es un predecesor de Fourier, al considerar que la civilización es una enorme maquina opresora de lo mejor que lleva dentro el ser humano. El autoritarismo es superable mediante una armonia lograda mediante la liberación de las pasiones humanas. Es el aspecto más original e interesante de este autor es cuando habla de un insatisfacción social generalizada, con las pasiones insatisfechas, los sentidos apaciguados y las emociones amorosas doblegadas. Los canales para escapar a dicha situación son limitados y, habitualmente, lamentables. Resulta paradójico que la visión acerca del "amor libre" de Proudhon, uno de los padres del anarquismo, fuera tan conservadora, a diferencia de Fourier. En este sentido, el anarquismo en la actualidad le debe mucho al segundo y creo que nada al primero (los dos nacieron, por cierto, en Besançon). Los falansterios de Fourier tratarían de potenciar los instintos naturales y darles satisfacción, en los cuales se integraría el trabajo manual e intelectual y la evolución de la vida y la pluralidad sean una realidad social. Se busca, en definitiva, una liberación total y plena del ser humano, algo asumido por el anarquismo, sin que una tendencia tan feroz por la sistematización y la normativa haya estado en ningún autor libertario ni en ninguna práctica.
Hay que decir que el socialismo utópico fue breve en el tiempo, en una época en que la velocidad de los acontecimientos suponía la superación consecuentemente fugaz de toda tendencia. Con mayor razón, si estos autores hacían una defensa tan grande del cambio gradual y pacífico, no hubo apenas sitio para su pensamiento en la generación siguiente. En gran medida, fue la visión marxista tan rígida, científica, y negativa hacia la concepción utópica, la que supuso que se echara tierra sobre estos autores socialistas; pero hay que recordar, para ser justos, que Bakunin también les tachó de ingenuos y criticó su minuciosa labor de diseño de la sociedad futura (algo que, por otra parte, es algo también asumido por la visión libertaria general, la crítica al tratar de "encorsetar" la práctica social de las generaciones futuras). No obstante, el anarquismo no se ha cerrado nunca a ninguna idea emancipatoria y ha asumido una importante tradición al respecto; su búsqueda de una educación y de una liberación integrales creo que le debe mucho a los "utópicos".
jueves, 16 de octubre de 2008
La conquista de la utopía


lunes, 12 de mayo de 2008
El utopista Fourier y la exhaltación de las pasiones
Fourier tenía, al menos, dos cosas en común con Proudhon: ambos nacieron en Besançon y fueron autodidactas; donde sí se distanció el "socialista utópico" del "protoanarquista" fue en su predicamenteo del amor libre. Fourier especuló y fantaseó enormemente acerca de la Naturaleza y sobre la historia de la sociedad humana; tenía una concepción benévola de la existencia y consideraba que los hombres no habían seguido las leyes naturales (establecidas por la Providencia, consideraba que la naturaleza humana era inmutable, pervertida por una sociedad inadecuada). La consecuencia de ello, y ahí encontramos uno de los puntos más interesantes de este concienzudo pensador, ha sido la represión de las pasiones, de la libertad y de la personalidad. Las soluciones "utópicas" del bueno de Fourier sí pueden ser objetos de nuestra más feroz disidencia, aunque nada desdeñable resulta su aportación a la historia de la filosofía política y del socialismo (el apelativo de "utópico" lo establecería Marx, al llegar con él la verdad del "socialismo científico"). Fourier propuso una sociedad constituida por grupos no muy numerosos (la obsesión de este hombre por la precisión matemática hizo que considerara un número de la falange entre 1.500 y 1.600 personas e incluso una determinada superficie para su comunidad con determinadas condiciones naturales), el llamado "falansterio", donde los individuos desarrollarían al máximo sus capacidades y lograrían la felicidad, sin que se eliminara del todo la discordia que debería servir de equilibrio en el grupo. Uno de los aspectos que más atrajeron a posteriores libertarios como Kropotkin o William Morris fue la cuestión educativa pensada por Fourier, en la que se pretendía guiar a los chavales de manera no coercitiva en buenos hábitos y actitud social para hacer, de manera espontánea y gozando en la acción, tanto lo que demandaban sus propios deseos como el bien social. Empresa complicada que merece por sí sola una lectura de las obras de este buen hombre. Su análisis de la alienación en el trabajo, tal vez uno de las primeros que se hicieron, y su concepción de la ejecución laboral como algo agradable también merece una amplia revisión. En 1969 volvió a aparecer, gracias a jovenes revolucionarios "situacionistas", sobre el pedestal vacío de la parisina plaza de Clichy una estatua de Charles Fourier, ausente durante años y desalojada inmediatamente por las autoridades. Poco después de aquello, Savater diría que el gran utopista era el inspirador directo, tras años de falta de vigencia, de algunas de las formas de pensamiento más críticas en Europa y en Estados Unidos. Para comprender aquel fenómeno era necesario volver a esa sociedad deseable, imaginada por Fourier, que consideraba que el trabajo por sí solo no acabaría con la miseria., fundada en la exhaltación de las pasiones (y no solo en un mejor reparto de la producción). Fourier consieraba que la verdadera riqueza estaba constituida por las pasiones, y en la nueva sociedad debían multiplicarse y combinarse, presumió de haber descubierto las "leyes de la atracción" del ser humano, donde las pasiones no son meramente productivas sino la base del sistema societario. Era una crítica demoledora a las teorías morales y políticas anteriores, considerando por ejemplo que las condenas a la homosexualidad o a las llamadas "perversiones" sexuales se habían producido por ser improductivas estas formas de sexualidad. Fueron descubrimientos sicoanalíticos, en aras de transformar la sociedad no solo a nivel económico, de primer orden. El anarquismo pretende una revolución para transformar también la vida, la cotidianidad, alcanzar la plenitud, y gran parte del legado de Fourier (con esta teoría de la represión de las pasiones a la cabeza, pero siendo muy críticos con su afán calculador) no es en absoluto desdeñable. La adhesión que produjo en los estudiantes del Mayo del 68, conscientes de que las revoluciones inspiradas en el socialismo científico prometían poco y otorgaban menos, no es casualidad.
domingo, 11 de mayo de 2008
Defensa y crítica de la utopía
La palabra "utopía", al igual que "anarquía", tiene dos acepciones que aparecen como antagónicas. No exactamente es eso técnicamente, si nos atenemos a lo que dice la RAE. Para "anarquía", aparecen hasta tres significados: "ausencia de poder público"; "desconcierto, incoherencia, barullo"; "la doctrina política del anarquismo" (que, no necesariamente, digo yo, se identifica con la primera, al menos no sin muchos matices). En cambio, para "utopía" aparece una única acepción que, para mí, aclara lo que tal término acuñado por Tomás Moro viene a significar: "plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación". El propio Moro jugó con la referencia a dos términos griegos para mostrar esa ambigüedad sobre una sociedad irrealizable (o no): ou y topos/topia (ningún lugar) y eu y topos/topia (buen lugar). Los liberales (adoradores del mercado) defenestran el concepto de "utopía", acusándole de nacer ya maldito y ser el germen de sistemas totalitarios. La simpleza de tamaña acusación (acusación que habría que concretar, situándola en el momento histórico, en todas y cada una de las utopías diseñadas desde la República platónica) no esconde más que la justificación de un sistema político estatal subordinado a una economía de libre mercado (la libertad que reclama el liberalismo o neoliberalismo para la libre empresa supone la esclavitud para la mayor parte de la población). La visión de una sociedad ideal puede servirnos de guía para huir de toda clase de conformismo. Y conformismo es lo que esconde la postura de Fukuyama en su tesis sobre "el fin de la historia". Dicha teoría, de ambicioso contenido dogmático comparable al marxismo (lo de dar respuestas firmes en el plano social, económico e histórico es como para echarse a temblar), afirmaba que la lucha ideológica había concluido (substituida por la economía) y la única opción posible era la democracia liberal. Es decir, el determinismo marxista que preconizaba el advenimiento de la utopía socialista es substituido por otro determinismo más pragmático que se aprovecha del fracaso del "socialismo real" para decirnos que lo único posible es lo que hay. Creo que todo ser humano razonable comprenderá que todo sistema político (una manifestación humana más) está diseñado para desaparecer y, posiblemente, ser superado algún día. Es por eso que la conservadora tesis de Fukuyama (que creo que él mismo ha empezado a matizar) es una falacia más que tratan que interioricemos, en estas sociedades nuestras tan desmovilizadas a nivel político. Como decía, el diseño de utopías (lo irrealizable, según el paradigma actual) puede servir como faro, manteniendo las ideas libertarias como primordiales (que la libertad individual quede subordinada a los intereses colectivos es la acusación más recurrente, el anarquismo es el que más ha insistido en su defensa y en el equilibrio entre intereses personales y comunitarios). Naturalmente, si no hay debate ideológico (que niega la teoría de Fukuyama y, mayoritariamente, nuestra sociedad actual), no hay posibilidad de progreso. Soy el primero que se muestra contrario a la posibilidad de planificar y construir una sociedad ideal (otra cosa es la especulación sobre ello), sin el más mínimo resquicio para la disidencia. Pero defenestrar sin más las utopías del pasado y las venideras, vistas hoy en día casi como un género literario de anticipación, me parece caer en la ignorancia o en la lectura política interesada. Visto desde el punto de vista dogmático, me muestro contrario a la posibilidad de una utopía ya escrita; desde el punto de vista conservador, niego la crítica a una intención utópica que nos ayude a transformar la sociedad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)