sábado, 22 de marzo de 2008

Cuba, quo vadis?

Estaba claro que la cesión de poderes definitiva a su hermano Raúl Castro por parte del anciano dictador caribeño iba a traer reformas en el régimen, en mayor o menor medida. Sin embargo, lo que no está nada claro es la prisa que se va a dar el nuevo dirigente en la "transición", ni el rumbo que va a tomar la misma. Fidel Castro, empecinado en la locura dictatorial, incapaz de asumir el fracaso de una revolución que fue esperanzadora para gran parte de la humanidad, confiaba todavía en el relevo por parte de cuadros de la vieja guardia. La petición por su parte de nuevos esfuerzos y sacrificios al pueblo -¿cuanto sufrimiento de cuantas generaciones son necesarios para llegar a ninguna parte?- para mantener vivo el régimen "revolucionario" supone más de lo mismo en un camino hacia el socialismo que nunca fue emprendido. Al menos, como yo entiendo el socialismo, con ausencia total de coerción y con todo tipo de libertades.
Las tempranas declaraciones de Raúl Castro sobre la necesidad de introducir "cambios estructurales y de concepto" pueden encubrir las peores medidas económicas, en un amplio historial ya de calamitosas decisiones por parte de la clase dirigente cubana. Si el Estado cubano toma el mismo camino que China, con un capitalismo de Estado feroz, ausencia de libertades y entrada en juego de las multinacionales, es posible que muy pocos, tal y como ocurre en la actualidad con el régimen chino, hablen de derechos humanos. Algunas pesonas cercanas a Raúl parecen tener claro que ésta es la opción del nuevo dirigente -curiosamente, apodado "el chino" por su aspecto físico-. Si la reforma es más apresurada y llegan las llamadas "libertades democráticas", tal y como las entienden las democracias liberales de economía de libre mercado, encubrirán nuevas calamidades y carencias para el pueblo cubano, engañados por la sociedad de consumo y su creación de la necesidad superflua. De nuevo nos encontramos con una reducción de la realidad política a dos vertientes, la inmovilista y la reformista, sin que el pueblo pueda tomar las riendas de su destino. La palabra "revolución" está tristemente desprestigiada por tantas décadas de horror totalitario. Los cubanos desean un cambio, anhelan un cambio económico, como es lógico, tras tantos años de desastre, pero la realidad en que les puede sumergir ese "cambio" que muchos denominan "apertura" puede ser de nuevo un camino autoritario y desesperanzador. La caída del llamado "socialismo real" estuvo marcada por la ausencia de libertades y por su empecinamiento en una equivocada economía planificada, así como por unos dogmas ideológicos que tuvieron una pobre traslación a la praxis. La alternativa no puede ser únicamente una apertura a un libre mercado que supone la conversión de los seres humanos en mano de obra barata o en meros consumidores con limitadas aspiraciones a convertirse en propietarios.
Pintan malos tiempos, de nuevo en un país donde se han aplicado las teorías de Marx, para un socialismo auténticamente libre y democrático, para la ausencia de un todopoderoso Estado y para la autogestión económica por parte de los mismos productores.

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