lunes, 26 de mayo de 2008

Proudhon, un pensador a reivindicar (en casi todo)

Proudhon (1809-1865) fue un hombre que se educó a sí mismo con lecturas abundantes y desordenadas. Bebió del pensamiento de Hegel, Comte y Kant, así como de los socialistas utópicos franceses, entre otros. Marx alabaría primero su obra sobre la propiedad, pero atacaría posteriormente su Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria; se considera éste el punto de partida de la larga disputa entra las tradiciones anarquista (socialismo libertario) y comunista (socialismo autoritario). Proudhon es conocido sobre todo por la frase de su primera obra: "La propiedad es el robo"; pero matizaría después que se refería a la propiedad que no deriva del trabajo propio, es decir de los medios de producción que deberían ser comunes. Resulta legítimo poseer los bienes producto del trabajo, ya que en caso contrario peligraría la independencia del trabajador. La eliminación de la autoridad, de la tutela del Estado, es la condición necesaria para la independencia. La organización comunitaria de Proudhon es el mutualismo, que substituye al orden autoritario y al individualismo caótico. Consistiría la asociación mutualista en un sistema de fuerzas libres donde hay derechos iguales, obligaciones iguales, ventajas iguales y servicios iguales, es decir donde todos ellos se compensan unas a otros libremente. Se distingue este sistema de la competencia en que no busca la ventaja del más favorecido sino una situación de ventajas mutuas. El sistema política de Proudhon es el federalismo, donde se organizan las comunidades mutualistas. Tanto en el sistema económico (mutualismo) como en el político (federalismo) no existe transferencia de derechos a representantes (como en los sistemas democráticos de tipo liberal), ya que transferir o ceder derechos equivale a perderlos. El mutualismo es el sistema donde se respetan las libertades recíprocas, donde la asociación se da libremente y los compromisos resultan rescindibles; el federalismo tiene una función más reguladora de las relaciones socioeconómicas, asegura el pluralismo y la armonía entre los diferentes grupos con los acuerdos correspondientes (una suerte de contratos bilaterales y conmutativos). Éste es el camino para la autogestión social de Proudhon. En su Sistema de las contradicciones económicas el francés trazó incluso el proceso histórico que conduce a la sociedad libre (anarquista), explicando la función que van ocupando los procesos de división de trabajo, introducción de técnicas o máquinas, sistema de competencia, sistema de monopolios, créditos, propiedad, comunidad. En el pensamiento proudhoniano se dan dos ideas fundamentales: la de una justicia universal según la cual es inadmisible el dominio de ningún hombre sobre otro ni de ninguna sociedad sobre otra (el anarquismo nace como un iusnaturalismo) y la idea de un sistema de fuerzas en permanente tensión y contradicción en búsqueda de equilibrio. En su investigación sobre el origen de las desigualdades, Proudhon consideró que las injusticias políticas y sociales eran el resultado del desequilibrio que reina entre fuerzas opuestas. Era una negación de la dialéctica hegeliana (de la búsqueda de la síntesis), Proudhon busca la armonía entre opuestos (lo que le emparenta nada menos que con Heráclito, en los orígenes presocráticos de la filosofía). La práctica espontánea de intercambios e interrrelaciones neutralizarán los efectos desproporcionadores de los elementos opuestos. Existen dos principios irreductibles que se dan en todas la relaciones humanas: la autoridad y la libertad; si predomina alguno de ellos se produce desorden, opresión y miseria. Los principios organizadores del federalismo y del mutualismo son consecuencia en Proudhon de su negativa a resolver las contradicciones en una síntesis superadora; buscan la unidad, pero de abajo hacia arriba, estableciendo un vínculo sutil y necesario que suma libertad, organiza y ordena. Especialmente controvertidas (y sorprendentes, dado lo revolucionario que resulta el conjunto de su pensamiento) son sus ideas sobre la familia y la mujer, ampliamente superadas por el anarquismo posterior. Al negar la posibilidad de eliminar ninguna fuerza social (debido a la peculiaridad de su dialéctica), Proudhon reducía al mínimo el ámbito de la jerarquía, lo que suponía mantenerla en el contexto familiar. Es de suponer que cada pensador, por muy avanzadas que sean sus ideas, es de algún modo "hijo de su tiempo" y pretendemos ser muy consciente de ello aquellos que negamos cualquier suerte de dogma y de culto a la personalidad. Hay que insistir en muchos otros aspectos del pensamiento de Proudhon, rival coetáneo de un gigante como Marx y de su rigidez ideológica, y existen muchas cosas recuperables en el anarquista francés para la renovación del pensamiento libertario. Resulta de una valía enorme su negación de la utopía al considerar que jamás se llegará a un estado perfecto; sería la muerte de la sociedad, que necesita un constante movimiento y una continua negación de toda fórmula, por lo que Proudhon valora el riesgo y la capacidad creadora infinita. La palabra clave en Proudhon es "cambio": un cambio constante, una apertura constante a nuevos desarrollos, pero siempre con la protección de la independencia y de la libertad. La antropología de Proudhon cuenta con un hombre situado en la historia, cuya naturaleza se va transformando con ella; otra herencia proudhoniana, que influirá posteriormente en Bakunin y forma parte del bagaje libertario (y de, para mí, cualquier pensamiento libre, exento del dogma religioso), es la negación de una supuesta naturaleza humana. Todo está, pues, por hacer; el hombre no es bueno o inicuo por naturaleza sino que es libre para conformar fuerzas colectivas con sus propias reglas.

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