domingo, 13 de julio de 2008

Apartar la religión

Que las creencias religiosas son un obstáculo para el avance científico es, a pesar de todos los matices y de toda la palabrería que se emplea en la actualidad, algo evidente. La supuesta existencia de un ser ultraterreno, indemostrable científcamente clara está, impregna toda la historia de la humanidad, actúa como freno en el avance del conocimiento o, en el mejor de los casos, pospone la intervención divina cuando la ciencia no parece poseer respuestas. No podemos recurrir al tópico de gente inculta cuando recurren a la religión para explicar aquello que no comprenden, pero si hay que ser tajantes en la existencia o carencia de fuentes y de hipótesis contrastables para no seguir creyendo lo que no son más que mitos que beben de tradiciones anteriores. No es cuestión de pretender que todo el mundo sea ateo, pero sí de comprender que es necesario dejar a Dios y las creencias (es fácil hablar solo de monoteísmo, pero el fanatismo tiene muchas caras) al margen del conocimiento de una puñetera vez. A pesar de las fisuras que muestra la ciencia (que reconocerá para no caer en un nuevo fanatismo), determinados conceptos pueden darse por superados o, al menos, no volver a ellos de manera infantil e irracional. Cuesta creer que el "creacionismo", dando fecha y hora para la creación del mundo por parte de Dios (o del demiurgo, según la filosofía platónica, ya que nada hay de original en esto), haya tenido un auge en los últimos años (especialmente, en los Estados Unidos). Pero, ¿acaso no es creacionista la doctrina católica?. Así es, y por mucho que acepten con la boca pequeña las tesis evolucionistas, su explicación del mundo será así de pobre. La acusación religiosa está basada en que "vosotros, los científicos, no tenéis todas las respuestas"; lo auténticamente terrible es querer tenerlas reduciéndolas a la unidad (a Dios).
Como he dicho antes, el "creacionismo" es muy antiguo, afirma que tanto la creación del mundo como de las almas humanas tuvo lugar ex nihilo por la obra de Dios. Se opuso esta teoría a la afirmación platónica de que las almas son preexistentes; en diversas doctrinas, y especialmente en el neoplatonismo, está presente la idea de la "emanación", proceso por el cual lo superior (lo perfecto) produce lo inferior (donde existe degradación) diferente a la idea creacionista, ya que no hay creación de la nada sino despliegue del ser que se manifiesta. Pero la especulación filosófica no tiene fin, y el llamado "traducianismo" se opondrá también a la tesis creacionista al considerar que las almas humanas no son creadas de modo inmediato por Dios, sino que el alma espiritual se transmite a los hijos por los padres en el proceso de la generación. Muy pronto se establecerán dos teorías traducianistas: una más corporalista, y otra que acentuaba la supuesta espiritualidad de las almas. En cualquier caso, el traducianismo supondría casi con seguridad aceptar la idea platónica de la preexistencia de las almas. Parece ser que los traducianistas rechazaron esta tesis de la preexistencia y puede decirse que asentaron, avant la lettre, la moderna teoría del "emergentismo". Se trata de una de las teorías de la evolución, que afirma que cada nivel del ser es emergente respecto al nivel anterior, es decir que cada nivel del ser tiene respecto al anterior una cualidad irreductible. Cuando se habla de "niveles" o "capas" del ser, se entienden realidades tales como "materia", "organismo" o "vida", "conciencia", etc. Así, la concepción de la vida como evolución emergente se opondría a su concepción como una reagrupación de hechos físico-químicos. La vida se definiría así como una cualidad emergente de la materia (o del llamado "quimismo" de la materia). Los desarrolladores más complejos de esta teoría consideraron que el movimiento es una cualidad emergente del Espacio-Tiempo; de él, emerge el universo empírico, de éste, la materia mecánica; de ésta, la existencia físico-química; de ésta, la vida, y, finalmente, de la vida el espíritu o la conciencia.
Obviamente, en este breve repaso a ideas históricas, opuestas pero interconectadas, nos acabamos encontrando lejos del infantilismo creacionista (que sigue siendo la base de las creencias de origen hebráico) y se pone en cuestión la idea de un alma espiritual. De eso se trata, de seguir investigando y haciéndose preguntas sin establecer ningún dogma.

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