miércoles, 16 de julio de 2008

No se habla de Colombia

Poco se habla de la situación en Colombia, más allá de la terrible situación de los secuestrados por las FARC. La realidad es que los enfrentamientos entre el ejército regular, los grupos paramilitares y las fuerzas rebeldes han llevado a que multitud de personas, la mayoría campesinos, abandonen sus hogares (se habla de una cifra de cuatro millones de desplazados). El conflicto entre Estado y aquellos que quieren convertirse en Estado (la demonización de la guerrilla es continua, pero poca diferencia parece haber para las víctimas) ha provocado muerte y miseria. Horror y violencia ha dejado una huella muy profunda en el pueblo colombiano, tanto en los que se han ido como en los que permanecen: el reclutamiento forzoso, la destrucción de sus hogares y la violación o el asesinato para aquellos sospechosos de colaboración con el enemigo. Cuando los niños cumplen 12 años son objeto de búsqueda por parte de los diferentes grupos armados; el ejército, aunque no recluta niños (sí es obligatorio el servicio militar a los 18 años), sí los utiliza como informadores o para transortar objetos; en el caso de los paramilitares, gracias a su vinculación al narcotráfico, pueden ofrecer suculentos sueldos a los chavales, que dada la crisis social del país resulta una atractiva alternativa. Son ya más de 50 años de conflicto armado interno, que ha producido una situación traumática con un futuro determinado para los jóvenes.
Resulta indignante que con la cantidad de titulares que ocupa Colombia en los medios de comunicación no se hable de esta situación, que millones de seres humanos no merezcan un miserable recordatorio (extrapolable a tantos lugares del planeta), es una muestra más del mundo en que vivimos plagado de miserias e hipocresia.
Hace ya más de diez años que las multinacionales han entrado en juego en Colombia, gracias a sus recursos naturales y a la represión de los derechos laborales y sociales. Casi la totalidad de las grandes empresas españolas tienen negocios en aquel país, siendo el sector energético y el de servicios financieros el que mayores inversiones concentra. Colombia entró así en la dinámica de globalización económica, en un contexto de violencia estatal y paraestatal del que las multinacionales no se han desmarcado y sí sacado todos los réditos que han podido. España se ha aprovechado, tanto como cualquier otro país, de la terrible situación del pueblo colombiano.
Grandes grupos mediáticos como Prisa o Planeta, con importantes negocios en Colombia, se han ocupado en los últimos meses de dar una buena imagen del presidente colombiano (que, parece ser, ha sido vinculado en más de una ocasión a asuntos turbios). Todo ello mientras se organizan marchas y se insiste en campañas contra las FARC (insisto, que nadie vea en mis palabras una mirada amable a semejantes "fuerzas armadas"; para empezar, me parece intolerable, también desde el punto de vista libertario, retener a alguien contra su voluntad).
Como en tantos otros países, con la excusa real o ficticia de los desmanes de la guerrilla (cuyo origen está en la exigencia hace décadas de una reforma agraria), se vende que es necesario más control, más policía, más ejército.

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