domingo, 24 de agosto de 2008

Sobre las medicinas complementarias y alternativas (2)

A pesar de la constante acusación de estar subordinados a intereses económicos, o tal vez debido a ello también en este caso, la mayoría de los medios de comunicación, con escaso rigor y ninguna precaución, han contribuido a difundir las medicinas alternativas y complementarias (recientemente, en el diario más vendido en este país, se pudo comprobar la afirmación frívolamente periodística, y no publicitaria, de que en una clínica madrileña se práctica con éxito una técnica oriental de "toque terapéutico").
Estudios en sicología concluyen que las personas tienden a ajustar sus actitudes, creencias y comportamientos de acuerdo con un "todo" armonioso. Si existe información perturbadora que no puede ser ignorada con facilidad, la distorsionaremos con cierta habilidad para aminorar la desavenencia. En otras palabras, es necesario ser consciente, para luchar contra ello, de que el ser humano tiende a adoptar creencias tranquilizantes y placenteras y a aceptar, acríticamente, aquello que refuerza nuestras actitudes y nuestra autoestima. Nos referimos aquí a las medicinas alternativas, pero puede aplicarse a cualquier ámbito sociopolítico. Los pioneros de la revolución científica fueron conscientes del peligro del razonamiento informal unido a esa tendencia de la persona a asumir conclusiones compatibles con su visión del mundo, y trataron de prevenirlo con el análisis y el estudio sistematizado, así como con la eliminación de variables perturbatorias. Desgraciadamente, estas precauciones se encuentran con el problema de la toma de decisiones en función de las cuestionables anécdotas personales de clientes satisfechos; desgraciadamente, la lógica humana se muestra débil en situaciones complejas, con numerosas variables en juego y con la existencia de presión social. Con frecuencia, para distinguir causas verdaderas de las falaces es preciso la observación controlada y la abstracción sistematizada de grandes volúmenes de datos, labor que escapa a la capacidad cognoscitiva del ser humano. Partir del entorno propio para establecer correlaciones con cierto valor puede ser razonable para una análisis de mayor envergadura en la búsqueda causal, pero nunca debería ser el punto final para su aplicación en un uso terapéutico. Los defensores de la medicina alternativa ignorarán estas precauciones y explotan esa otra tendencia humana a depositar más fe en la experiencia e intuición personales que en estudios estadísticos controlados.
Otro factor con fuerto peso es la presión sicológica para encontrar cierto valor a un tratamiento alternativo después de haber invertido tiempo considerable y elevadas sumas de dinero. La teoría de la disonancia cognitiva considera que si una información innovadora entra en conflicto con nuestras actitudes, creencias y conocimientos derivará en una angustia mental que solo se aliviará reinterpretando la nueva entrada perturbadora. Es imposible que cualquier persona admita su creencia en cosas absurdas, más bien tenderá a una seguridad firme y esencial en su propia virtud e inteligencia, con frecuencia distorsionando la realidad y, tal vez, malinterpretando los datos de su memoria. Sin un archivo riguroso y estadísticas fiables, se dará cierta memoria selectiva que magnificará los éxitos aparentes y marginará los fracasos.
Es cierto, seguramente, que la mayor parte de los terapeutas creen sinceramente en sus teorías y en estar ayudando a sus pacientes, por lo que no es desdeñable cierta "norma de reciprocidad" que puede darse en un escenario terapéutico. Los clientes desearán, tal vez de manera involuntaria, complacer a su vez a la persona que les está ayudando y sobredimensionarán los beneficios recibidos. De nuevo, sería necesario paliar este tipo de relaciones con ensayos clínicos rigurosos.
Lane distingue entre los términos de "enfermedad" y "dolencia", para nada intercambiables. "Enfermedad" sería un estado patológico de un organismo, debido a una infección, degeneración de un tejido, contusión, exposición a algún tóxico o carcinogénesis, entre otros. "Dolencia" se refiere a sentimientos subjetivos de malestar, dolor, desorientación o disfuncionalidad que acompañan un estado patológico. Los sintomas y la percepción subjetiva de estar enfermo quedan determinados por construcciones cognitivas complejas (creencias, prejuicios, sugestiones...) y por ciertos factores sociales y económicos, por lo que los simples testimonios personales son una base insuficiente para verificar si una terapia ha curado o no. Lane apuesta por los ensayos clínicos doble ciego (donde ni el paciente ni el médico saben si están recibiendo el tratamiento o un placebo).
Es cierto que la medicina convencional utiliza frecuentemente tratamientos eficaces más dirigidos a eliminar los síntomas y reforzar los mecanismos de recuperación del propio cuerpo que a atacar el proceso de la enfermedad en sí mismo. Las medicinas alternativas no presentan una base sólida para asegurar que son eficaces en este sentido, pero sí han provocado una considerable controversia y estimulado la investigación dentro de la biomedicina convencional para buscar métodos más eficaces en los procesos naturales de recuperación. En cualquier caso, son necesarios unos medios de investigación a los que se cierran habitualmente los "alternativos".
Muchas enfermedades son cíclicas, tienen fases agudas o leves, y otras pueden estar sujetas a ciertas remisiones (inhabituales, pero posibles), por lo que un falso tratamiento (que se buscará en el momento crítico) tiene muchas posibilidades de coincidir en la fase de mejoría y será confundido con una eficacia, asumida de modo acrítico ante la ausencia de estudios clínicos y de grupos de control.
Por otra parte, tampoco resulta desdeñable el análisis que indica la notable cantidad de hipocondría y de factores sicosomáticos presentes en nuestra sociedad. Ello es un caldo de cultivo adecuado para que los "sanadores alternativos" sean el recurso de cantidad de personas convencidas erróneamente de que padecen de enfermedades orgánicas o con temor a perder su buena salud. Procurar un diagnóstico médico a dolencias sicológicas da pábulo a la seudociencia y potencia los éxitos de falsos médicos. Desgraciadamente, la aceptación de un malestar sicológico puede ser todavía un estigma social, por lo que la actitud, consciente o no, del paciente influye muy mucho al no aceptar que no posee ninguna patología física y estar dispuesto a aceptar la incapacidad del médico convencional para sanarle.
Resulta muy común también, por parte de los practicantes de las terapias alternativas (que, a veces, también se denominan "complementarias"), repetir que la medicina convencional alivia síntomas específicos sin tratar la causa real de la enfermedad. En caso de haber un tratamiento conjunto, de la medicina científica y la complementaria, los practicantes de esta última consiguen magnificar su eficacia en caso de que exista alguna mejoría. La medicina ortodoxa diagnostica en ocasiones que no existen indicios de ninguna enfermedad, por lo que los pacientes acaban derivando a practicantes alternativas que encontrarán algún desequilibrio "energético" o nutricional; si se da alguna mejoría sobre una enfermedad física inexistente, se produce un nuevo converso. La personalidad fuerte y carismática que pueda tener el terapeuta marginal acaba destapando un aspecto mesiánico de la medicina alternativa y deslumbrando al paciente, que puede tener alguna mejora sicológica derivada en alivios sintomáticos a corto o largo plazo.
En conclusión, los clientes potenciales de ciertas terapias deberían averiguar si éstas tienen el apoyo de investigaciones médicas sólidas. Los testimonios personales de apoyo carecen de valor para decidirse por determinada terapia, cuyos defensores tendrían que proporcionar pruebas empíricas definitivas. El escepticismo debería producirse ante terapeutas que manifiestan ignorancia u hostilidad hacia la medicina científica (sin refutar las crítica que ésta haga a su práctica), que no son capaces de explicar razonablemente sus métodos, aludan a "fuerzas espirituales" o "energías vitales" (o similar jerga mística), mantengan poseer ingredientes o procesos secretos, apelen a conocimientos ancestrales u otras formas de conocimiento, hablen de la persona como un "todo" (en lugar de tratar enfermedades) y estén formados en instituciones de dudoso origen.
Como dije al inicio, la medicina, concretada en ciertas terapias, se aprovecha de la debilidad de las personas, y una falsa esperanza de curación suplanta con relativa facilidad al sentido común y la disposición a exigir pruebas.

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