sábado, 6 de septiembre de 2008

Educación, rebelión, liberación… nadie dice que sea sencillo

Está claro el rechazo del Estado que tiene el anarquismo, incluso en la construcción del socialismo denunciando avant la lettre lo que serían posteriormente los regímenes totalitarios consecuencia de la praxis marxista. El anarquismo puede entenderse como una filosofía de la libertad y la liberación, indisociable de la igualdad social, en la que la práctica inmediata será fundamental. La historia nos demuestra una y otra vez que una rebelión contra una injusticia, una revolución de la magnitud que fuere, acaba derivando en una inversión de los papeles en la que el oprimido puede convertirse en opresor, una accción acaban conviertiéndose en reacción al desarrollar un nuevo poder que buscará su legimitación basándose en su antigua lucha contra la injusticia. El anarquismo tiene esto muy en cuenta desde sus orígenes, la rebelión solo puede ser liberadora y debe acabar con el poder (identificado con el Estado, pero también con otras formas de autoridad). El concepto de "acción directa" tan propio del anarquismo significa, no solo rebelión, también construcción, una filosofía de vida (liberadora en todos los ámbitos de la existencia, cuyas soluciones vitales son, en gran medida, propias de cada persona) que se llevará a la práctica en la medida en que la situación lo permita, la edificación de la sociedad futura empezará aquí y ahora (de ahí, que las acusaciónes de "utópicas" a la ideas libertarias no tengan cabida). De hecho, se puede decir que el concepto de utopía, "elaboración en abstracto de sociedades de laboratorio", es algo rechazable; puede utilizarse como hipótesis, pero nunca como dogma, puede decirse que el análisis social y la reformulación permanente es otra característica del anarquismo.
La cuestión educativa, como ejercicio directo de la libertad y de la igualdad, es también esencial y algo complejo. Puede entenderse como "educación negativa", como lucha constante contra el dogma y el prejuicio, nunca como difusión de nuevos dogmas. Así lo entendieron los primeros anarquistas, Proudhon, Bakunin y Kropotkin, en un contexto filosófico que tantas veces contradecía tal propuesta (dialéctica, materialismo, cientificismo, positivismo...). Valga esta supuesta contradicción como muestra de la gran empresa que tiene por delante el anarquismo, que respeta sus orígenes pero debería estar sometido a una renovación constante en su afán liberador.

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