"Melchor Rodríguez y Los Libertos" es un estupendo artículo que se ha publicado en el número 6 de Germinal. Revista de Estudios Libertarios (octubre de 2008). Su autor, Alfonso Domingo, estuvo ayer en la Libreria La Malatesta dando una pequeña conferencia sobre este legendario personaje, a propósito del mencionado texto. A pesar de la insistencia en lo controvertido del personaje, debido a su irreductible humanismo que le llevo a defender las vidas de los enemigos prisioneros en época de guerra (teniendo el cargo de Delegado de prisiones en Madrid), y en que representaba una supuesta corriente (que, en cualquier caso, sería mayoritaria), dentro del anarquismo, me gustaría insistir en que el humanismo, el sentido pleno de dicha palabra, es consustancial al anarquismo.
He mencionado la palabra "legendario" para definir a este personaje, y su increíble vida, dentro de la rica historia del anarquismo, tan poco amante de mitos y de personalismos. No es para menos. Poseedor de una innegable alegría de vivir (habiendo sufrido las peores épocas para España), chapista de profesión, miembro de la FAI en el grupo "Los Libertos", cenetista en una época convulsa para la organización, prisionero de las cárceles de dos regímenes (el republicano fue objeto de sus más feroces críticas, a pesar de hablarse de "república de trabajadores"), ex novillero (aunque detesto la llamada "Fiesta Nacional", hay quien quiere ver el origen de su temple y su gallardía en esta actividad), ávido consumidor de todo tipo de literatura, autor de numerosos textos en los que cantaba las verdades a los poderosos, irreductible ácrata que confiaba plenamente en la cultura como transformadora del ser humano y de la sociedad, honesto hasta la médula a pesar de su tozudez y su irascibilidad, exento de rencor a pesar de las numerosas infamias contra su persona ... Frente a los que llevaban a cabo atracos y otras acciones en el anarquismo, Melchor cuestionó siempre la violencia y la llamada "gimnasia revolucionaria", y fue partidario además de la alianza con la UGT. En un momento de guerra, donde se dejan ver los peores instintos del ser humano, este hombre fue capaz de conservar su férrea moral humanista y libertaria. Llevó a la práctica el convencimiento de que es posible morir por las ideas, pero nunca matar. El ministro de Justicia, Juan García Oliver, le nombró Inspector especial de prisiones en noviembre de 1936 (hasta marzo del año siguiente) y ese cargo le hará aplicarse en su convencimiento humanitario y proceder a detener las sacas y fusilamientos en la retaguardia madrileña. Paradójicamente, un anarquista que sufrió las cárceles, y que las detestaba, se vio obligado a potenciar el papel de los guardianes de las mismas en plena guerra para que recobraran la confianza en la justicia republicana. Me parece encomiable el valor y la actitud de este hombre, eligiendo siempre salvar vidas en las peores circunstancias para poner a prueba un bello ideal humano.
Recuperar la memoria de este país es una tarea esencial a pesar de aquellos que quieren lanzar tierra sobre ella en nombre del miedo y de la ignominia. El anarquismo es una parte incuestionablemente importante de esa historia reciente, que debe servir para brindarnos un futuro mejor. Melchor Rodríguez, el mito legendario que se acerca tanto a la realidad, y que se acrecienta con el tiempo gracias a estos trabajos de investigación, es un ejemplo impecable de esa alta aspiración de la humanidad.
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