lunes, 20 de abril de 2009

De vigilantes enmascarados

Los que nos gustan los cómics, creo que puedo hablar generalizando, procuramos no tener prejuicios con ningún género (como le pasa también al cinéfilo). Además, de crío, fui un lector ávido y patológico del llamado género de superhéroes norteamericano y, ya casi adulto y con cierto desarrollo intelectual (o más o menos), me encontré con dos autores fascinantes que iban a "revolucionar" el panorama de la historieta allá en el imperio (y, por extensión, creo que aquí también, aunque ya había vida más allá de los superhérores). Se trataba de Frank Miller, de cuyo magistral visión de Batman tan deudoras son las películas de Christopher Nolan sobre el personaje (sin olvidar a la también magistral La broma asesina, de Moore, en la que se compara de manera inteligentísima la idiosincrasia de héroe y villano), y de Alan Moore, escritor de esa maravilla universalmente considerada llamada Watchmen, de la cual nos llega ahora una más que discutible adaptación cinematográfica (aunque tal vez no sea yo objetivo del todo). Más tarde, llegaría a la conclusión de que Miller es bastante más irregular de lo que me pareció en su momento, acusado de reaccionario en numerosas ocasiones (tal vez, por su gusto por la violencia, aunque es una etiqueta muy facilona para los que solo ven maniqueísmo ideológico en cualquier lugar), pero autor de un par de obras para mí magistrales (El regreso del Señor de la Noche y Ronin) y con una producción general que la considero siempre superior a la media estadounidense (en mi opinión, bastante mediocre en cuanto a guiones al menos, muy hermanada con la factoría hollywoodense). Curiosamente, Frank Miller ha dicho en alguna ocasión que su auténtica pasión ha sido siempre el género negro, algo que se nota bastante al llevar a dos personajes de universo superheroico (para terminar de vencer los prejuicios, vamos a considerarlos como una moderna mitología), como son Batman y Daredevil, a un terreno más oscuro y realista. Finalmente, vio colmada su ambición con la interesante serie de Sin City (víctima de otra adaptación fallida, perpetrada en parte por el propio escritor), en la cual llevaría a un límite excesivo y fascinante los códigos y estereotipos del género policiaco. El amigo Miller tiene también ambiciones como realizador cinematográfico y acabó adaptando la serie que sería su gran referente como escritor de historietas: The Spirit (que no he visto, pero que me han comentado por todos lados que es bastante impresentable). No soy un gran admirador de esta obra, iniciada en los años 40 por Will Eisner, a medio camino entre lo policiaco y lo superheroico, pero se la considera una especie de pionera en el lenguaje de los cómics como arte secuencial, algo así como si comparamos a Eisner con el director de cine D. W. Griffith (tan revolucionarios en lo artístico ambos como reaccionarios en sus temáticas). Miller y Moore marcarían un antes y un después en el cómic de superhéroes, pasando éstos de ser una especie de arquetipos unidimensionales (aunque ya habría habido una renovación que los hiciera más "humanos" con la llegada del universo Marvel en los años 60) insertados en la cultura norteamericana, por lo tanto muy utilizados en según qué épocas como simple propaganda política (dicho sea esto para los que defienden lo que yo considera una falacia, la evasión pura y dura de ciertos medios como el cine o su hermana la historieta, que también son sin duda arte). A diferencia de Miller, es imposible acusar a Moore de reaccionario o de abusar narrativamente de la violencia. Todo lo contrario, su análisis y profundidad sociopolíticos me parecen muy superiores a los de Miller y ha insistido en numerosas ocasiones en su ideología pacifista y anarquista. Recordemos que en otra de sus grandes obras, V de Vendetta, juega también con múltiples géneros, también el de los héroes enmascarados, siendo el protagonista un enigmático individuo de filiación anarquista (al que casi se despersonaliza, funcionando como representación de todos los oprimidos) cuyos actos "terroristas" podemos contextualizar sin ningún problema y cuyas aspiraciones antiestatalistas y plenamente humanistas resultan más que apasionantes. De su obra Watchmen, se ha llegado a decir que quiso tener una función similar al Quijote de Cervantes: acabar con un género (heroico o superheroico). Moore, al que le intuyo cierto respeto, a pesar de todo, por el género (el cual tal vez sitúa en su lugar en la historia de los cómics, en un mundo al que se consideraba mucho más simple y polarizado, y no le faltaría razón por supuesto), afirmaría que un superhéroe no deja de ser un individuo esquizoide de tendencias fascistas. Lo que hizo con Watchmen es inenarrable, creó una serie de individuos sin poderes especiales (excepto uno, que se convierte en una especie de todopoderoso al que la humanidad le importa un pimiento), cuyas referencias son más que reconocibles, que deciden hacer "justicia" por su cuenta, situados en una especie de ucronía (universo alternativo, en el que Moore lleva las cosas al terreno que le interesan) y que provocan en el ciudadano la gran pregunta pendiente en toda la historia del género, dentro de una cultura obsesionada por la seguridad y con una conciencia fiscal que les lleva a erigirse en policías del mundo: "¿Quién vigila a los vigilantes?". Recomiendo la lectura de esta obra, que yo disfruto por lo menos una vez al año para descubrir siempre cosas nuevas en su gran complejidad narrativa, de uso del metalenguaje, con sus múltiples referencias y análisis políticos, históricos, filosóficos o científicos, por no mencionar sus apasionantes apéndices exclusivamente literarios (que creo que no han sido respetados en ediciones posteriores). ¿Qué opino de la adaptación cinematográfica aún en las carteleras españolas? Léan el cómic, en serio.

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