Blog integrado por reflexiones sobre el anarquismo, o mejor dicho, los anarquismos y sobre toda forma de emancipación individual y colectiva
domingo, 12 de abril de 2009
Reflexión algo anárquica
Volviendo un poco a la visión materialista de Bakunin, que él consideraba como el verdadero idealismo a realizar en la vida terrenal (o en la "realidad", o como se le quiera llamar a lo que vemos y sentimos), voy a insistir en algo que me produce algo de inquietud (lo cual no es extraño en mí, ya que mi vida es una inquietud permanente). Creo que soy recurrente, una vez más (¡soy bastante pesadito, pretendo muchas veces dejar huella por repetición!), al insistir en esa acusación tan habitual de lo "utópico" del anarquismo. Si me siento atraido por el anarquismo, no es porque lo considere ninguna verdad revelada ni principio trascendente alguno que la historia nos hará realidad en forma de Revolución Social, sino porque considero que es el modelo de pensamiento y de organización social que considero más justo. Mencionaré también que resulta apasionante rastrear rasgos libertarios en la historia y en la filosofía. No me siento a gusto con doctrina alguna, ni sistema cerrado, más o menos dogmático, que niegue la posibilidad de desarrollo de cada persona ni su iniciativa individual en todos los ámbitos de la vida. Idem para la cuestión social y la expansión de valores cooperativos y contrarios a la dominación de unos seres humanos con otros. Todos los sistema estatales (autoritarios, en mayor o menor medida), mejores o peores, generan excesivas penurias, asfixian la creatividad humanay los valores culturales, y sostienen lo económicamente injustificable en un mundo que tiende a la globalización (ese viejo sueño, que nunca toma el rumbo debido). En cuestiones religiosas, también comulgo (perdón por el chiste) con la visión libertaria, a la que añado una tradición filosófica que creo que se remonta hasta el principio de los tiempos en nombre de la libertad humana y de potenciación de la vida terrenal. La religión, como el Estado, es producto de la mano del hombre y la mejor de ellas no puede impedir que tratemos de perfeccionarnos en lo ético y en lo político. No se trata de hacer tabla rasa, se trata de aprovechar la historia, el conocimiento y los valores (las religiones, con toda la basura que han generado, muestran también las idealizaciones de las diversas culturas) para llevarlos a las ideas libertarias. Aclarado esto, y volviendo a la manida cuestión utópica, insistiré en que tampoco confío en la definitiva perfección de ningún sistema libertario, que puede adoptar la forma de organización social más justa y tratar con ello de desterrar toda suerte de dominación y de violencia, pero que se va a encontrar con la imposibilidad práctica de hacerlo debido a la complejidad de la convivencia y de la naturaleza humana (imperfecta, al fin y al cabo). En otras palabras, que no creo en ninguna utopía más que como un ideal a perseguir en aras de obtener algo mejor en lo sociopolítico. Desecho la posibilidad de que esa supuesta revolución social se convierte en una cuestión de fe, en una etapa de plena justicia que está por llegar, y que se muestra algo incierta dadas las circunstancias actuales (en los que las ideas libertarias vuelven a tener interés, pero en las que no hay una cohesión libertaria demasiado nítida), lo que entraría más en el terreno de observarla como una nueva religión. Me gusta, también de forma habitual, poner en cuestión ciertos términos que creo que acabaron convirtiéndose en dogmas y que merecen ser revisados, tales como la propia concepción de "revolución" (opuesto a "reforma" o "posibilismo", lo siento pero tampoco creo en la pureza, lo que no impide que jamás haga uso de ciertos usos del Estado o de la democracia parlamentaria) o de "solidaridad" (tradicionalmente se oponía a la "caridad" cristiana, hipócrita y sustentadora de la pobreza, pero creo que se le puede dar un significado más amplio). Yo pienso, y que me llamen ingenuo por ello (alguno también me llamarán "idealista", pero me hace gracia cómo se equivocan), en que cualquier bello gesto solidario con otro ser humano, algo que las ideas libertarias admiten como una cotidianidad, es infinitamente más revolucionario que la creencia ciega en un ideal alejado de la realidad.
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