Blog integrado por reflexiones sobre el anarquismo, o mejor dicho, los anarquismos y sobre toda forma de emancipación individual y colectiva
domingo, 17 de mayo de 2009
Las diferentes vertientes de la moral anarquista
En lo concerniente a la moral, de nuevo hay que decir que el anarquismo en general, y los pensadores libertarios españoles, en concreto, toman elementos que consideran positivos de las más diversas corrientes. La vertiente racionalista de lo moral, algo con mucho peso pero equilibrado con otros aspectos sentimentales y sociales, llevaría a José Sanjurjo a afirmar que los anarquistas practican el bien por el bien mismo. Juan Montseny, en esa línea, diría que la moral surge de su belleza propia y del gozo que proporciona practicar la bondad. José Famades, autor de El catecismo de la doctrina humana, considera que si la fuerza es la base de la moral religiosa, la razón lo es de la natural. Se consideraba, en definitiva, la razón como un fundamento ético, algo que tal vez se tomó de Kant a través de Proudhon. S. Suñé aportará también otro aspecto, que tiene que ver también con el racionalismo, y es la continencia, la moderación de las pasiones y de los sentimientos; según esta visión, el continuo estudio racional y científico aportará equilibrio y una práctica adecuada en la vida que tenderá a la perfección. Pero otro gran componente de la moral anarquista, muy diferente al mencionado anteriormetne, será la solidaridad. Puede decirse que es Kropotkin el gran pensador que aporta este aspecto, tomando la moral utilitarista como punto de partida la enriquece con aspectos sociales y biológicos: "lo bueno es lo útil para la especie". Montseny diría que la solidaridad, lo que él llamaba la "grandeza moral del socialismo", garante de que cada hombre tenga derecho a su parte de la vida, substituiría a la caridad, la cual justifica y legaliza la miseria. De la misma manera, Lorenzo dirá que la solidaridad afirma y protege el derecho de todos, otorga dignidad al individuo y fortalece a la colectividad, es en suma "un poderoso elemento para la práctica de la justicia". Pero existe un tercer elemento, junto al racionalismo y la solidaridad, que enriquece la visión moral en el anarquismo. Se trata del vitalismo, o la satisfacción de las necesidades orgánicas como base de la conducta moral. Se encuentra en este terreno de nuevo una visión excesivamente optimista de lo que se considera natural, aunque supone un excelente contrapeso a la moral tradicional cristiana de renuncia (y que, de alguna manera, impregnaría también a algunos anarquistas como "hijos de su tiempo"). Montseny negaría ese aserto de que vencer las pasiones es vencer a la naturaleza, ya que ello supondría "luchar contra la causa de nuestra vida". Es curiosa la figura de José María Blázquez de Pedro, de ideas influidas por Nietzsche, que propugnaba la liberación de las pasiones frente a la represión social. Esta visión de la moral anarquista ha sido, incuestionablemente, de gran importancia para vencer la inhibición sexual de la moral tradicional y, también en eso, muy adelantada a su tiempo. No obstante, hay que hablar de visiones casi contradictorias entre la hedonista y nihilista del poeta Blázquez, que casi parecía negar el trabajo físico, y la de un puritano Tarrida del Mármol, que condena pecados capitales como la gula, la lujuria, la pereza o la envidia. Es de suponer que estamos hablando de diversidad, llevada en muchos casos a posiciones antitéticas, dentro de unas ideas que toman como factor primordial la pluralidad y la libertad en el camino de la emancipación. En cualquier caso, siempre está presente en el anarquismo la confianza en la ciencia para una organización social justa y racional, que posibilite la liberación de las tareas físicas menos agradecidas y que aumente las horas de gozo de la vida y de desarrollo personal. En el Certamen Socialista de 1889, se daría especial importancia a esa necesidad de dar libre curso a las pasiones humanas. En este acto intervendrían los principales teóricos españoles, Nieva, Mella, Lorenzo y Tarrida del Mármol, los cuales coincidirán prácticamente en interpretar las pasiones como expresión de la naturaleza. En cualquier caso, lo más importante en esta interpretación concluye que la satisfacción de las necesidades individuales llevaría al desarrollo individual y a la armonía social. Montseny identificaría la vida, en cualquiera de sus manifestaciones, con la moral, reprimirla era cosa del cristianismo; la moral de la naturaleza es aquello "que solo condena las prácticas que perjudican a la salud". Por esta vertiente vitalista de la moral se llega así a una suerte de naturismo, que tan de moda está al día de hoy como forma de preservación de la salud y de tratamiento de enfermedades. Resulta curioso que se contrapongan tantas veces, y de forma beligerante, "lo natural" y "lo científico", cuando las ideas libertarias demuestran que lo verdaderamente importante es la erudición y el eclecticismo; ambas posturas, tan importantes en la historia del anarquismo, pueden compensarse mutuamente y anular el dogmatismo en esa preservación de los aspectos vitales del ser humano. Por lo tanto, el vitalismo, que puede llamarse también hedonismo, tan importante en la moral libertaria, queda compensando en lo individual con el racionalismo y en lo social con el utilitarismo y la solidaridad.
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