domingo, 14 de junio de 2009

No debería perder el tiempo en esto, pero...

Como puse hace poco un gadget, así creo que se denominan en el mundo "bloguero", que coloca ahí a la izquierda algunas noticias relacionadas con el anarquismo en la red, acabé pulsando en una de ellas, la cual accedía a cierta columna del diario digital Siglo XXI. Terminé leyendo un texto minúsculo (en sentido lato), de alguien llamado Mario López, que confirma en mi opinión lo fácil que es encubrir la nada más absoluta con una apariencia más o menos periodística (en este caso, en su vertiente de "opinión"). El texto recibe el título de "Anarquistas y comunistas españoles: la guerra que nunca se acaba" y tiene una especie de entradilla, a la que calificaré simplemente de infame, en la que el autor se atreve a trazar un supuesto perfil, con tono hilarante y aparentemente culto, de lo que sería el "anarquista moderno". La comparación en ese perfil de la persona con ideas libertarias con cierto personaje literario, íntegro en sus formas e implacable con el enemigo, no es más que la primera estupidez de este señor. No parece que estemos hablando de un periodista o escritor reaccionario, no señor, todo lo contrario, se atreve afirmar que tanto comunismo como anarquismo (así, grosso modo) son "son dos lúcidas y positivas maneras de entender el socialismo que podrían conjugarse juntas para dilucidar un futuro mejor para la humanidad. Dos ideas que deberían unir a los trabajadores fraternalmente". Vamos, que la lucidez más simplista ha llamado a la puerta de este señor y se siente empujado a escupir bilis y soltar falsedades sobre el anarquismo. Se atreve a decir que no ha oído jamás a un anarquista hablar mal del franquismo ni criticar a la derecha (bueno, él dice el PP, pero mi visión pretende ser un poquito más amplia) y, en cambio, "despotrican contra los comunistas". Por supuesto que lo hacen, señor López, tal vez Ud. si no tuviera una visión estrechita (e intuyo que interesada) de la política sabría ver el resultado de las políticas comunistas (de Estado) en el que la libertad no aparece por ningún lado y en el que la supuesta teoría marxista no es más que una falacia convertida en opresión totalitaria. Son ya demasiados países en los que se ha tratado de implantar el "socialismo real" para que nos sigan viniendo con patrañas "frentepopulistas". Le recuerdo a este señor, sin ningún ánimo de revanchismo ni de incidir en una supuesta mitología anarquista (que es algo que parece que molesta a ciertas personas de la izquierda), lo que han hecho siempre los comunistas en el poder y le recuerdo, en cambio, las excesivas concesiones que hizo el movimiento libertario al resto de fuerzas de izquierda al comienzo de la Guerra Civil. No creo que los anarquistas tengan ninguna deuda histórica que saldar con socialistas y comunistas, lo que sí tienen es una ética y un pensamiento muy diferentes. El amor por la libertad y la verdadera emancipación social es demasiado grande en los anarquistas. Demasiadas personas parecen expresarse desde el más elemental prejuicio ideológico (simpatías tenemos todos, pero la historia y la verdad solo tienen un camino) y ya cansan las etiquetas que suelen colgar a los libertarios (que se remontan a Marx y Lenin con sus estúpidas acusaciones de ideología pequeñoburguesa, a ver si hacemos un poquito de autocrítica por ese lado). Este tal Mario López continúa en su columna afirmando que "para el anarquismo impoluto la izquierda es el enemigo número uno a combatir. La iglesia católica, la derecha e, incluso, el franquismo son compañeros de viaje más o menos soportables". ¡Por favor! ¿Tiene usted alguna pequeña idea de lo que es el anarquismo? Tal vez, efectivamente, no tenga ni puñetera idea o tal vez lo que no tenga es vergüenza. Y le advierto que no soy nada amigo de "purismos" de ningún tipo (que, desgraciadamente, se dan en personas de las más variadas ideologías), ni de los que se quedan ensimismados en un ideal todavía demasiado lejano (abstrayéndose de la realidad sociopolítica) como los que proclaman orgullosos su apoyo a supuestas políticas sociales de un grupito en el poder (legitimando, de paso, un sistema político y económico que critican por otro lado).

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