domingo, 5 de julio de 2009

El rechazo a toda supuesta "armonía natural"

En la línea de Bakunin, y refutando todo individualismo, Malatesta pensaba que el ser humano no era independiente de la sociedad, sino su producto. Alejado de la sociedad, el hombre nunca hubiera podido salir de la esfera de la animalidad brutal y conseguir su pleno desarrollo. Rechazaba el italiano una supuesta ley natural, y aquí se aleja de algunos precedentes suyos en la ideas libertarias, en virtud de la cual pudiera establecerse automáticamente una armonía entre los hombres, sin ninguna necesidad de una acción consciente y querida. Esa armonía solo podría establecerse por la voluntad y la acción de los hombres, la naturaleza no puede ocuparse de lo que está bien o mal, por lo que la desaparición del Estado o de cualquier otro artificio sociopolítico no garantiza un sistema mejor. Cuando Malatesta argumentaba de esta manera, queria contestar a la visión individualista en el anarquismo, pero parece que su crítica va bastante más allá. Lo que se denomina "armonismo" no deja de ser una visión determinista (o, en palabras de él mismo, de "fatalismo optimista"), algo que fue propio de muchos anarquistas (no solo individualistas) y socialistas. Malatesta quería ver una influencia religiosa en esta creencia en una "ley natural", en pensar que una instancia superior o externa (llámese Dios o llámese Naturaleza) había creado y ordenado el mundo para bien de los hombres. Tampoco estaban exentos de culpa los economistas y liberales, los cuales mencionaban una armonía de intereses para legitimar los privilegios de la burguesía. En definitiva, no era amigo el italiano de caminos fáciles y de visiones simplistas, no deseaba una propaganda que sacrificara el rigor y la profundización para un mayor éxito y deseaba que el ser humano afrontara y resolviera las dificultades en vistas a una auténtica emancipación social (liberación que, en algunos casos, pudiera hacerse también venciendo ciertos males o desarmonías "naturales"). Malatesta negaba una finalidad en la naturaleza, al menos no una finalidad de índole humana (y mucho menos pensado en la benignidad), por lo que incluso el mal o el dolor pudieran ser vistos como parte de esa supuesta "armonía" natural. Es una visión que huye de todo determinismo, optimista o no, y de todo dogmatismo dentro de las ideas libertarias; son conocidas las discrepancias de Malatesta con Kropotkin y las críticas que hizo a su excesivo rigorismo científico (por muy impresionante que pueda ser la obra del ruso en este sentido). Era una confianza, como ya he dicho anteriormente, en la voluntad y creatividad del hombre; la naturaleza es arbitraria, pero la mano del hombre da lugar a las más bellas obras de manera consciente. En mi opinión, nos encontramos en Malatesta un paso más allá en el ideal libertario que surge de la modernidad; se trata de no substituir al déspota divino en nombre de otro espíritu trascendente (llámese ciencia, ley natural o razón) sino de destruirlo y permitirle al hombre construir su futuro. Toda suerte de providencialismo es obviamente rechazable para el anarquismo, y las acusaciones en ese sentido son meramente reduccionistas o distorsionadas. El pragmatismo, dentro de una visión enormemente amplia del anarquismo y de la pluralidad humana, y el amor por la libertad de Malatesta son admirables. Conflictos de intereses y de pasiones existirán siempre en las sociedades humanas, no es deseable ninguna uniformidad y sí admitir una variedad que sí forma parte de la naturaleza; la consecución de la equidad social será ya obra de la mano humana. Está claro que la visión de Malatesta era la de una sociedad organizada y cooperativa, que proveyera adecuadamente a cada uno de sus miembros. El trabajo productivo, o cualquier otra actividad humana, puede ser un placer, pero para ello es necesario organizarlo, incluso contando con la acción voluntaria de la mayor parte de las personas. El concepto de "economía planificada" está tremendamente desprestigiado debido a su fracaso en el socialismo de Estado, pero ello no implica que cualquier otra visión organizada de la producción sea imposible (hablamos de justicia, no tanto de eficacia). En cualquier caso, otra armonía natural es la fundada en el liberalismo del laissez faire (que también tiene en su base cierto espíritu trascendente, la famosa mano invisible de Adam Smith; aparte de ser, en el terreno también material una falacia, ya que el intervencionismo gubernamental juega a favor de los poderosos), que lo único que enmascara es la desigualdad y la explotación.

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