martes, 10 de noviembre de 2009

El liberalismo clásico, fundamento del poder político actual

Dicen algunos historiadores del liberalismo que en Hobbes, en el siglo XVII, es donde se encuentra la primera sistematización (o asomo, al menos) de una visión individualista, de la cual surgirá la tradición liberal. Si Platón y Aristóteles legaron una filosofía social a la Edad Media, Hobbes romperá con esa tradición y apostará por cierto individualismo intransigente. Es conocida su teoría de un estado de naturaleza en el que los hombres se encontrarían en guerra permanente, por lo que es necesario como condición de paz la autoridad ilimitada de un poder soberano coercitivo. Los acuerdos políticos serían, según esta concepción de la naturaleza humana tan pesimista, más bien artificios para remediar los males de la naturaleza, más que un intento de potenciar la justicia y la ética. Según Hobbes, la sociedad civil sería el espacio en el que cada hombre puede llevar a cabo su búsqueda de preeminencia, sin que existiera por ello una guerra de todos contra todos. John Gray afirmará que "la modernidad radical del individualismo de Hobbes" supone una negación de "las ideas clásicas acerca del fin natural o la causa final de la existencia humana". Si Aristóteles consideraba que el bienestar humano suponía un estado de autorrealización y de florecimiento, Hobbes considerará que la naturaleza y las circunstancias del hombre dan lugar a una búsqueda continua de la consecución de sus deseos, los cuales resultan mutables. Según Leo Strauss, Hobbes puede considerarse el fundador del liberalismo, si se considera su doctrina como preconizadora de un Estado que debe salvaguardar el derecho a la autopreservación del hombre. Es una visión bastante osada, ignorándose la concepción tremendamente negativa de una supuesta naturaleza humana y su justificación, por ello, de una autoridad política ilimitada.

Otro autor que está en la línea de Hobbes, en cuanto a la inclinación hacia la autopreservación del ser humano, es Spinoza. No obstante, para Spinoza la paz es condición necesaria para cualquier objetivo del hombre y la principal función del gobierno es asegurarla. La sociedad política garantiza que el ser humano lleve a cabo sus deseos, siempre y cuando no se vea amenazada la paz. Paz y libertad se manifiestan entonces como condición una de otra, y el Estado deberá asegurar ambas. La de Spinoza es una concepción de la libertad ya claramente negativa, ausencia de obstáculos para que el ser humano pueda llevar a cabo sus deseos; y el mejor contexto según este autor es el de una democracia que garantice las libertades fundamentales (pensamiento, expresión y asociación). Puede decirse que esta concepción de la libertad es nítidamente liberal, pero estamos aún distantes de una crítica a la dominación política y de una idea de la libertad más insertada en lo social (y que salvaguardará, en equilibrio, la reafirmación individual, por lo que puede decirse que bebe de fuentes clásicas), que solo vendrá con el protoanarquismo (Proudhon y Bakunin, con respeto a algunos ilustres precedentes). Hay que recordar que ni en el pensamiento de Hobbes ni en el de Spinoza existe la idea propia del liberalismo (en este caso, al menos, en origen y sobre el papel) y en el anarquismo: "la creencia de que el quehacer humano está sujeto a una superación indefinida en un futuro abierto". Obviamente, el liberalismo acabará sometido a un marco en el que la competencia y el afán individualista de lucro serán los reinantes, y el anarquismo confiará de manera primordial en la cooperación y en la solidaridad.

En un contexto de fuerte afirmación del gobierno parlamentario, en oposición al absolutismo monárquico, con especial hincapié en la libertad de asociación y en la defensa de la propiedad privada, es en el que Locke teorizará lo que se conocerá ya como liberalismo clásico: una concepción de la asociación civil, con un respeto hacia los derechos de los demás y con un gobierno limitado. El pensamiento de Locke se inserta en una tradición cristiana, según la cual la ley natural es la expresión de la naturaleza divina. El derecho natural en Locke se origina por lo tanto en una ley divina (que no será, evidentemente, la única fundamentación que tendrá el iusnaturalismo) y supone proteger y preservar cada vida humana. Una originalidad en Locke, que llega prácticamente hasta nuestros días (al menos, en el liberalismo inglés) y que marcará desde entonces el ideario liberal, es el vínculo que establece entre la libertad individual y la propiedad personal, asegurando el gobierno y la ley esta última. La fundamentación de la autoridad política que realiza Locke es curiosa y ambigua: su concepción de la naturaleza humana y del estado primario a que da lugar es positiva, los hombres son pacíficos, de buena voluntad y reconocen la llamada ley natural, pero no es conveniente que hagan de jueces de sí mismos y acaban creando el gobierno civil. No es un pensador progresista, aunque no observa ningún impedimento al establecimiento permanente de una sociedad con ciertas libertades.

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