A propósito de la mención a Aristótoles, como uno de los primeros autores en dejar la semilla de lo que luego será la sicología social, la traducción de su expresión politikón zôon como "animal social" es considerada a veces como insuficiente y hay que hablar más bien de "animal ciudadano". Si la referencia a la sociabilidad del ser humano parece clara, Aristóteles también afirma que el hombre, a diferencia de otras especies, posee el lógos (aludiendo tanto al lenguaje como a la razón). Gracias a ellos, el hombre puede discernir entre lo justo y lo injusto y Aristóteles considera que el marco para ejercer esa facultad no es otro que la ciudad (la pólis). La ciudad ha surgida de las necesidades de la vida y existe para el vivir bien, en ella y gracias a la vida contemplativa el hombre busca practicar la justicia, algo natural en él, según el estagirita, gracias al lógos. Es por eso que la expresión politikón zôon alude al hombre como animal ciudadano, con una tendencia natural a asociarse y a alcanzar la felicidad, única y exclusivamente, en la pólis.
Aristóteles define la pólis como "comunidad de ciudadanos con una constitución", concepto para nada relacionado con la idea de Estado moderna (contrapuesta a la sociedad). El griego centra su atención en los ciudadanos, no en la soberanía del territorio como haría el Estado; por otra parte, la idea de Estado como monopolio de la violencia legítima (según Max Weber) es impensable en la reflexión aristotélica en la que no tiene cabida la idea de coerción. Una educación adecuada haría innecesaria, e incluso contraproducente, esa coerción. De igual manera contradiciendo la idea actual de Estado, la noción de representación está ausente también en las póleis griegas, en las que eran habituales las asambleas de variadas formas y contenidos sin que tuvieran capacidad legislativa alguna y sin que existiera nada parecido a un parlamento. Puede decirse que es la representación uno de los grandes descubrimientos en política moderna, contrario a la política clásica en la que el hombre, como animal político, participaba directamente en la vida política de su ciudad (sin representantes de ninguna índole). Esta concepción fue vista como una tiranía de la ciudad sobre el individuo por el liberalismo del siglo XIX, pero hay que recordar que en la idea democrática de Aristotéles resultaba inherente el hecho de que cada uno viva como quiera. Es por eso que no habría que caer en la trampa reduccionista de la preservación de libertades individuales frente a un presunto despotismo de la colectividad en la que no existe privacidad alguna. Lo que sí parece claro es que no existía separación entre el Estado y la sociedad en la Antigüedad, por lo que son los ciudadanos habitantes de la pólis los que la gobiernan.
Por otra parte, y al menos en Aristóteles, sí hay que reconocer que la comunidad aparece como superior al individuo. Para el estagirita no existe derecho alguno fuera de la pólis, no se concibe nada parecido al iusnaturalismo ni puede aparecer un Estado coaccionador limitando derecho natural alguno, la justicia se identifica con la ley establecida en la pólis. Pueden aparecer leyes distintas, incluso contradictorias, que sean justas según el tipo de constitución, la cual se identifica con el interés común de los ciudadanos. Serán los estoicos los que desarrollarán posteriormente el "derecho natural", algo a lo que se acercará Aristóteles en alguna ocasión distinguiendo entre ley específica (propia de una pólis determinada) y ley común (fundada en una concepción natural, intuible por todo el mundo, de lo justo o lo injusto). Estamos hablando de una época origen de la cultura occidental, con las diversas visiones de la política y del conocimiento, de lo que resulta producto de la convención o propio de la naturaleza. No hay una respuesta definitiva para ninguna de estas cuestiones, de hecho lo convencional puede elevarse por encima de lo que resulta "natural", y de nuevo situamos la concepción de una comunidad política justa en el plano de la deliberación humana, por lo que resulta posible, por supuesto, una sociedad libertaria (aunque el anarquismo moderno se apoyará en el iusnaturalismo, todo hay que decirlo; los derechos humanos son una conquista, aunque brillen por su ausencia las más de las veces, que pertenece a toda la humanidad y no a ideología alguna).
Otra curiosidad propia del mundo antiguo (en el que la pluralidad parecía un hecho), es la rivalidad entra la concepción pitagórica, según la cual el sabio no se dignaba participar en cierta política, y la idea aristotélica de que solo participando en la comunidad política es posible ser feliz. Si el fin de la pólis es lograr una vida justa, hay que asumir que la virtud no se limita a la reflexión teoríca y sí está obligada a su ejercicio. Para el estagirita, el arte de la política otorgará a los ciudadanos de cierto carácter, lo que les hará realizar las mejores y más nobles acciones. Es una idea de moralización de la sociedad (recordaremos que la sociedad es plenamente identificable con la comunidad política, sin que exista instancia estatal superior a ella) con la que podemos identificarnos en una sociedad libertaria en el que la actividad política no es profesional ni propia de ninguna élite. Como resulta obvio, en las diferentes concepciones aristotélicas no se mencionó nunca algo parecido a la anarquía, pero sí estaba muy presente la idea de participación y de alternancia en el ejercicio de cargos. Para no caer en un gobierno injusto, hay que recordar según Aristóteles una igualdad fundamental basada en la correspondencia con una parte igual en el gobierno de la ciudad. Recordaremos una vez más que estamos hablando de una sociedad esclavista, en la que la lucha de clases no tiene cabida (existen pobres y ricos, con sus diferentes concepciones de gobiernos), sobra aclarar que no se trata de idealizar la sociedad de la Grecia antigua.
Hace poco, tuve una conversación en la que recordaba lo que nos habían enseñado acerca de la historia y su contemplación de forma simplista y lineal. Se nos ha insistido en que, con el cristianismo, apareció la igualdad (a ojos de un ser superior) y el fin del esclavismo. Pero nada de eso es cierto, la esclavitud continuó de forma tal vez más perversa. Mi interlocutor especulaba con la posibilidad de que a la sociedad griega, con sus numerosas virtudes, le hubieran dejado evolucionar (el factor de la lucha de clases es algo ya asumido por toda la humanidad, a pesar del mundo en que continuamos viviendo y de la tendencia conformista del ser humano). Incluso, puede decirse que ese supuesto cambio de paradigma que supuso la llegada del cosmopolitismo (primero con el helenismo, luego con el cristianismo que se aprovechará del marco creado) resulta cuestionable; la concepción de la pólis de Aristóteles nada tiene que ver con la nación-Estado moderna y no tiene por qué oponerse a la superación de las fronteras y al ideal de fraternidad universal. Se trata de indagar en el conocimiento, de superar el dogma y el cliché, y de aumentar nuestras posibilidades de emancipación social (algo, cada vez estoy más convencido, totalmente relacionado con la liberación pesonal).
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