En estos días de (irritante) sumisión al desenvolvimiento deportivo de un grupo de multimillonarios abanderados representantes de la nación/Estado, me vienen a la cabeza una serie de reflexiones sobre diversas aspiraciones libertarias, entre ellas la deseada (y olvidada por tantos, los intereses son muchos) fraternidad universal. Porque si Patria o Dios son abstracciones especulativas que tienen detrás diversas formas de dominación, la noción de fraternidad universal solo adquiere sentido para el anarquismo, al igual que cualquier otra teoría, en la práctica. Ya se ha debatido en no pocas ocasiones, y sin llegar la mayor parte de las veces a ningún lugar, sobre el concepto de nación, el cual tal vez tenga muchas interpretaciones, pero que se indigesta en cualquier caso para el que subscribe. Tal vez puedo ser reduccionista, pero para mí resulte plenamente identificable con un gobierno, con la independencia de un territorio e, incluso y con toda la flexibilidad que se quiera, con una identidad. Es por eso que los términos "nación" y "nacionalismo" son claramente vinculables, y solo la estrategia política de la clase política, de diversos pelaje e intereses, pretende diferenciarlos para desprestigiar a sus rivales (los otros nacionalistas).
Al anarquismo le repele todo forma de patriotismo (solo en el ámbito afectivo podría ser salvable el asunto, pero resulta indisociable de los aspectos jurídicos, clasistas e históricos). Creo que fue Rilke el que dijo que la verdadera patria es la infancia, algo bello y literario que podemos subscribir en nuestro pretendido equilibrio entre la libertad más íntima y el afán de hermanamiento entre todos los seres humanos (un ideal que seguro que no pertenece exclusivamente al anarquismo, ya que se manifiesta a lo largo de toda la historia, pero solo él se muestra intransigente con todo lo que lo bloquea). Pero no hay que olvidar la permanente crítica a toda abstracción, incluso la que se llama Humanidad o Pueblo, no hay culto posible porque no sería más que caer en una nueva religión (llámese quizá populismo). Mantener la lucidez es denunciar todo aquellos que impide el progreso, acercarse a las más nobles aspiraciones de los seres humanos, y estaremos de acuerdo en que existe una estrecha relación entre los diversos ámbitos de desenvolvimiento humano; si se apela a la "nación", de la manera que fuere, es por cuestiones sociales y políticas. A estas alturas, hablar de "opio del pueblo" es otra cosa que parece añeja, aunque hay que preguntar si ese afán de otorgar a las personas "tranquilidad existencial" (y creo que era esto lo que Marx quería decir con su famosa frase) no adquiere hoy en día una realidad con múltiples caras.
Son dos cosas diferenciadas, el deseo vulgar de que la adoración a un equipo deportivo, representativo de la nación, actúe como cohesión social (se apela, de esa manera, también a la religión) y el esparcimiento que suponen esos eventos para que las personas olviden sus problemas y manifiesten alguna que otra "alegría". Pablo Carbonell, en su debut como director de cine en Atún y chocolate, expresaba de esta hilarante manera aquellos que mantiene dividida a la humanidad: "los partidos políticos, las religiones y los equipos de fútbol". El gran Javier Krahe, en uno de sus impagables temas denominado "En las Antípodas" (que es, en realidad, el mundo en que vivimos), nos relata los grandes males que sufre la humanidad, la mayoría con evidentes causas políticas y económicas, para acabar su canción del siguiente modo: "Pero es fantástico, martes y miércoles, jueves y sábados, lunes y vísperas, dan espectáculo con el esférico, y allí, al unísono, arman escándalo y es como un bálsamo para sus ánimas". Diré, para los que vayan a quedarse solo con la superficie de las cosas, que puedo disfrutar perfectamente de un evento deportivo (fútbol incluido). Dejando el humor, que es tan necesario también para denunciar y para dilucidar, quiero subraya mi deseo de no caer en la simpleza ni en un análisis pobre e injusto. Solo deseo mostrar el fanatismo inhibidor que está detrás de determinadas aficiones, que vivimos en un país en el que la gente sale a la calle para celebrar los éxitos de su equipo y es incapaz de movilizarse para defender sus más elementales derechos. Por otra parte, es evidente la vinculación de la nación (llámese también "dominación política") y de sus símbolos coloristas con pretendidos factores emocionales de cohesión. Lo siento, pero no conozco mayor elemento de cohesión que la solidaridad con todos los seres humanos (sea cual fuere el lugar donde han nacido), esa idea de fraternidad universal que permanece obstaculizada por fronteras políticas, económicas y religiosas.
Se me dirá que todo esto es otra forma de abstracción, un ideal muy bello inalcanzable (o, para ponernos filosóficos, situado en una realidad superior), pero mi forma de entender el anarquismo y el internacionalismo solo adquiere sentido en el análisis de las condiciones materiales actuales. Tal vez es lo que quería decir Herbert Read cuando aludía a "tensión mística" dentro del anarquismo, sus ideales espirituales tan elevados (que parten, según Bakunin, de la realidad material), los cuales pueden ocupar el lugar de cualquier otra creencia, pero sin olvidar que la idea solo adquiere sentido y desarrollo en la práctica. El anarquismo es sinónimo de ética comunitaria, de reconocimiento permanente en el otro y de predominancia del factor solidario (apoyo mutuo), y obviamente la comunidad no queda delimitada de manera artificial ni interesada, ni es símbolo tampoco de una mundo dividido en clases; por otra parte, si gran parte del anarquismo histórico considera que la libertad se conquista, y se completa, en la cooperación social y en ese reconocimiento de la libertad del otro, es muy bella también la consideración de que cada ser humano es "único" y de que el desarrollo de cada persona es algo inalienable para tener una vida plena. Es una confianza en nuestra propia individualidad, un rechazo del colectivismo más vulgar que nos convierte en miembros de un rebaño (metáfora religiosa que puede extender también a cuestiones "nacionales").
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