domingo, 7 de noviembre de 2010

No es la primera vez que tengo un sentimiento de triste ambivalencia cuando leo un texto en un diario generalista sobre la CNT y el anarquismo ("Anarquismo y CNT", José Luis Ledesma, Público 01/10/2010). En lo que son ya lugares comunes, por un lado, se reconoce un legado moral, por otro, se acaba vinculando de un modo u otro el movimiento libertario a la violencia y se deja clara la derrota histórica y también su pertenencia al pasado. El anarquismo constituye la más alta aspiración de la humanidad, la vinculación entre la ética y la política, la búsqueda de la emancipación individual y social en todos los ámbitos de desenvolvimiento humano, algo sin parangón en ningún otro movimiento sociopolítico. Por ello, el pensamiento y la acción anarquistas son intemporales, aprendemos del pasado, reconocemos errores y buscamos un mayor horizonte con nuevos vigores. Si se desea aprender de la historia, algo imprescindible e ignorado en este país, sin necesidad de lugares comunes ni reduccionismos, puede acudirse al magnífico libro "100 imágenes para un centenario. CNT 1910-2010", coordinado por el historiador Juan Pablo Calero, con textos de numerosos expertos entre los que se encuentran Irma Fuencisla Álvarez, José Álvarez Junco, Julio Aróstegui o Noam Chomsky. Pero el anarquismo es mucho más que la CNT, por supuesto. Parafraseando a una amiga mía, estudiosa del pensamiento libertario, allá donde exista dignidad y amor por la libertad, surgirá una y otra vez. Se aprende del pasado, se mira siempre a un futuro mejor que pueden construir los seres humanos.

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