lunes, 15 de noviembre de 2010

Seguimos echando un vistazo a lo que dicen ciertos gurús de la historia en los medios. En un chat del 3 de noviembre en El País, Julián Casanova afirma "el anarquismo desapareció como movimiento de masas" y, ante una pregunta en la que se le recuerda que numerosos colectivos y personas apoyan las tesis anarquistas en la actualidad, responde que si está o no muerto en el presente deben demostrarlo los propios anarquistas. Vamos, que para el Sr. Casanova los libertarios actuales no dan señales de vida. A pesar de las dificultades, de una sociedad cada vez más compleja y de la progresiva concentración de los medios (los de alto alcance para llegar a la gente, me refiero) en escasas manos, la actividad de los anarquistas y el interés siguen siendo sorprendentes, y ya me he referido en otras ocasiones a ello. Recordaremos, una vez más, que la coherencia de los anarquistas demanda que los medios y propuestas para trabajar partan de sus propios militantes, por si cabía alguna duda. Esos militantes, como es natural, suelen ser personas de la clase trabajadora, por lo que en una sociedad bastante inmovilista y acomodaticia como es la española, con la explotación miserable que han conllevado las sucesivas reformas laborales, sigue siendo sorprendente la actividad de los libertarios. No tenemos los medios de los que dispone el Sr. Casanova para llegar a la gente, pero seguimos buscando encarecidamente despertar conciencias. No hay peor ciego que el que no quiere ver, es lo que demuestra esa respuesta despectiva, cuando este "historiador oficial" podría al menos valorar de alguna manera las actividades que se siguen llevando a cabo dentro del anarquismo.

Más adelante, cuando se le pregunta sobre las posibilidades del anarquismo en el futuro, Casanova asegura que hay un discurso anarquista que parte de Bakunin, frente al poder y las tecnocracias, que podría utilizarse para "mejorar la democracia", pero nadie está dispuesto a dirigir el vehículo para transmitir esas ideas y ponerlas en marcha. Más de lo mismo, bonitas y ambiguas palabras para relegar el anarquismo al pasado. Hay muchos elementos valiosos en la tradición anarquista, pero difícilmente el poder político asumirá algo que vaya contra su propia naturaleza. Por otra parte, recordaré una vez más que las propuestas anarquistas no se circunscriben únicamente a la cuestión política, por lo que la retórica habitual sobre "mejoras democráticas" resultan más bien en no decir nada. Los cambios que desean los anarquistas requieren individuos conscientes y activos capaces de decidir sobre los asuntos que afectan a sus vidas, no pueden traducirse nunca en un sistema político basado en la delegación de nuestras potencialidades y actos, y en uno económico fundamentado en la explotación del hombre por el hombre.

Otro asunto que aparece en el chat es la utilización del término "libertarios" para ciertos grupos derechistas como el Tea Party. Culpar al propio anarquismo, como dice el clásico por "tener las espaldas muy anchas", de esa cuestión es claramente crear confusión. Esos grupos, habitualmente muy reaccionarios, ni siquiera creen en la supresión del Estado, y si a veces utilizan esa crítica es para asegurar otro tipo de privilegios para minorias. El anarquismo combate cualquier forma de dominación en cualquier ámbito, quiere crear la cohesión social en base a la solidaridad y vincular la ética a cualquier actividad humana, si aquellos que dicen querer la supresión del poder político lo hacen para fundar poco menos que la esclavitud económica, poco más se puede decir sobre el asunto. Yo sería tajante sobre este asunto, la cuestión e indignación surge a raíz de un comentario del reciente Premio Nobel de Literatura, Vargas Llosa (¡qué gran escritor, y qué despropósito como analista político!), en el que asegura que el Tea Party, tras una fachada reaccionaria, esconde "algo libertario". Por favor, al menos, un correcto uso del castellano.

Casanova insiste también en el tópico de la creación de la Federación Anarquista Ibérica como guardiana de la "pureza anarquista" y en una supuesta amenaza por parte del sindicalismo (denominado como reformista). De nuevo me remito a una imprescindible obra de Juan Gómez Casas, Historia de la FAI, en la que recuerda los necesarios matices de este supuesto enfrentamiento que él desea denominar mejor entre anarquismo y treintismo (cree más exacto no mencionar a la FAI), sin caer en reduccionismos y valorando los diferentes puntos de vista, pero recordando que todos ellos eran anarcosindicalistas (apolíticos y críticos con aquellas fuerzas de izquierda que participaban en el sistema). La excepción a esta situación podría ser Ángel Pestaña, un hombre que mostraba una tendencia hacia el sindicalismo político, pero solo un nombre en aquella situación. Según recuerda Gómez Casas, para los militantes cenetistas no había posturas ideológicas contrarias en aquel conflicto, solo tácticas diferentes para un mismo discurso. Resulta más que curioso que Casanova afirme que la FAI ya no existe, cuando son diversos grupos faístas los responsables de la continua reedición de Historia de la FAI, de Juan Gómez Casas, una obra muy leída y fundamental dentro de la historia del anarquismo.

Me agrada mucho que sean los participantes en ese chat los que establecen un vínculo entre el anarquismo "histórico" y el actual. La falacia de que el anarquismo desapareció por la modernización y el desarrollo, el fracaso del socialismo de Estado, el papel que la socialdemocracia juega en acabar con ese otro mito que es el Estado del bienestar, todo ello revitaliza las posiciones ácratas y su demanda de una auténtica justicia social.

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