martes, 28 de diciembre de 2010

La automatización del individuo

Repasemos lo que Fromm afirma como pensamiento activo, sería aquel que genera ideas nuevas y originales, no necesariamente por no haber sido pensadas por alguien anteriormente, sino porque descubren algo nuevo en el mundo externo o en el fuero interno. Por el contrario, las racionalizaciones no poseen ese carácter de descubrimiento y revelación, sino que se limitan a confirmar los prejuicios emocionales ya existentes en la persona. La racionalización no supone una herramienta para penetrar en la realidad, sino un intento posterior para armonizar los deseos de uno mismo con la realidad circundante.

Lo mismo ocurre con los sentimientos, en los que se distinguen los genuinos, originados en nosotros mismos, de aquellos falsos (aunque los creamos propios). El hombre en la sociedad contemporánea está lleno de angustia y de necesidad de aprobación, por lo que suele actuar como considera que lo hace todo el mundo en determinada situación. Y lo que se considera de esta manera para el pensamiento y el sentimiento, se aplica también a la voluntad. Fromm considera una gran ilusión el hecho de considerar que nuestras decisiones nos pertenecen y que si deseamos algo realmente es así. La mayor parte de las personas consideran que esto es de esa manera, mientras no exista una fuerza externa que obligue a otra cosa. Muy al contrario, gran parte de nuestras decisiones no son realmente nuestras, sino que nos las han sugerido desde fuera y hemos logrado persuadirnos a nosotros mismos de que son obra nuestra. La realidad es que nos limitamos a ajustarnos a la expectativa de los demás, debido al miedo al aislamiento y a otras amenazas más directas.

Hay muchos ejemplos en la vida diaria en los que la gente aparentemente toma decisiones en función de sus deseos, pero la realidad es que sigue la presión interna o externa de "tener que" desear aquello que se dispone a hacer. Resulta imprescindible detenerse a examinar el nivel de sometimiento a las convenciones, al deber o a la presión social. Fromm llega a afirmar que, comparativamente, resulta extraña la existencia de una decisión original, y eso se produce en una sociedad supuestamente basada en la decisión del individuo autónomo. Recordaremos que no se está hablando de neurosis alguna en las personas, sino de mecanismos sicosociales que empujan a gran parte de la gente a actuar de determinada manera dejando a un lado su independencia.

Los seudoactos toman el lugar de los pensamientos, sentimientos y voliciones originales, lo que conducirá a reemplazar el yo original por un seudoyó. Si el yo auténtico es el que origina las actividades mentales, el yo falso es tan solo un agente suplantandor cuya verdadera misión es representar la función que se espera cumpla la persona. Si bien es cierto que un individuo puede representar muchos papeles, y que en su fuero interno se halle convencido de que es él mismo en cada uno de ellos, la realidad es que no es más que lo que cree se espera por parte de otros que él deba ser. En gran número de personas, el yo original queda completamente anulado por el suedoyó. Fromm asegura que hay veces que en sueños, en fantasías o incluso en estado de ebriedad, puede surgir algo del yo original, sentimientos y pensamientos reprimidos durante muchos años. Esta represión pudo producirse a veces por miedo o vergüenza, pero otras se trata de lo mejor de su personalidad, y el origen de haberlas anulado está en el miedo de exhibir sus sentimientos susceptibles de ser atacados o ridiculizados por los otros.

Esta anulación del yo original en beneficio de un seudoyó lanza al individuo a una estado de inseguridad. Una identidad falsa, basada en lo que los demás esperan de uno mismo, solo puede sumir al ser humano en una constante sensación de duda. Para superar ese estado, se ve obligado a la conformidad más severa, a confirmar su seudoidentidad en el reconocimiento de los demás y a buscar su constante aprobación. Tal vez, el propio individuo desconoce quién es, pero al menos los demás lo sabrán, siempre y cuando actúe según las expectativas de los otros. A la inversa, si el individuo considera que los demás le conocen, él también se acabará conociendo a sí mismo según el juicio de los demás. Es un proceso que puede denominarse automatización del individuo en la sociedad moderna, lo cual ha aumentado el desamparo y la inseguridad. De esta manera, el hombre medio está dispuesto a someterse a nuevas autoridades que le ofrezcan seguridad y le alivien de esa situación de duda.

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