Bakunin consideraba que una educación completa e igual es condición indispensable para la emancipación humana. Así, esa era la primera reivindicación de la Internacional, algo que hoy es aceptado por la humanidad aunque no se vea cumplido en la realidad, ya que la división de clases sigue siendo un hecho y se perpetúa la desigualdad. El conocimiento era, para el anarquista ruso, otro instrumento de privilegio y dominación, por lo que el primer garante de la igualdad social solo podía ser una educación completa e integral para el conjunto del pueblo. Esta reivindicación de Bakunin, y del anarquismo en general, siempre ha sido romper con esa división entre trabajo intelectual y manual mediante la educación, de tal manera que las dos actividades estén llamadas a "apoyarse, ampliarse y reforzarse recíprocamente". De esa manera, tanto al trabajo como a la ciencia, interesa que no existan más trabajadores ni científicos, simplemente hombres.
Los científicos que hoy dedican su trabajo a las clases privilegiadas, cuando definitivamente pongan su labor al servicio de la humanidad, también evitarán el embrutecimiento laboral de gran parte de sus semejantes. Es una visión del trabajo, tanto físico, como intelectual, como herramienta de liberación. Una humanidad unida, en busca de nuevas conquistas en el conocimiento y en la vida, es un sueño que tiene que seguir siendo totalmente reivindicable. Solo bajo auténticas condiciones igualitarias, es posible realizar una igualdad real, no sujeta a privilegios, y solo así se observarán las verdaderas capacidades de los individuos. Una sociedad sin clases, con una educación libre e integral para todos, no supone la uniformización, sino una mejor base para valorar las diferentes capacidades individuales interrelacionadas. Bakunin mencionaba a Feuerbach y su consideración de que la diversidad constituye la riqueza de la humanidad. Se trata de una diversidad que supone la unidad colectiva de la humanidad, en la que cada miembro complementa a todos los demás y al mismo tiempo los necesita. Bakunin quería observar la diversidad humana como causa y base de la solidaridad, y como un argumento para la igualdad.
No existen condiciones biológicas en el ser humano que conduzcan necesariamente al mal, y tampoco que impidan que realice el bien. No hay una naturaleza que marque de raíz a las personas, aun aceptando las evidentes diferencias de carácter, no habría que estigmatizar con tanta facilidad y buscar en la educación y en la sicología respuestas adecuadas. No obstante, Bakunin huía de un sistema educativo abstracto, ya que las diferencias fisiológicas de los individuos obliga a una individualización de la pedagogía, lo que puede ser bueno para unos es malo para otros. No se trata de un simple entrenamiento mecánico del carácter, la inteligencia y los afectos, sino de buscar el despertar en los niños la actividad independiente y libre. Se trata de una educación que aspira al desarrollo de la libertad, tanto del mismo educando como de los demás, de la justicia, la razón y del trabajo intelectual y físico. Sería una educación plenamente difundida, producida en un contexto económico y social de estricta justicia. Esa es la base para acabar con la desigualdad social y con muchas de las diferencias naturales, pero aceptando la diversidad del conjunto de la humanidad, para dar lugar a individuos completos e integrales.
Como en todos los ámbitos, Bakunin deseaba que el ideal dejara de ser un déspota falseador de la vida (propio de la metafísica y de la religión), y se convirtiera en una realidad terrenal. Se reclama una conocimiento general de todas las ciencias para todos los niños y una posterior especialización, según sus gustos y aptitudes personales, que será capaz de elegir el propio educando. No obstante, no hay que olvidar, además de la educación científica y teórica, lo necesario de una industrial y práctica, en aras de que la persona comprenda el trabajo que realiza. De ese modo, puede haber un proceso similar en la formación: una enseñanza general de todas las industrias, junto a un primer conocimiento práctico, y una parte especial dividida en grupos de industrias formando unidades estrechamente vinculadas. Una educación integral, tanto teórica como práctica, que dedica una especial atención a una moral dirigida al respeto a la libertad y la humanidad. De nuevo vemos un ejemplo del pensamiento bakuniano y su confianza plena en el desarrollo, en este caso partiendo de la autoridad para que se deteriore progresivamente y se alcance la libertad; se trata de la negación gradual del punto de partida.
Por lo tanto, para Bakunin la educación del niño se basa en el desarrollo científico de la razón, de la dignidad y la independencia personal, y en el culto a la verdad y la justicia (palabras grandilocuentes, que transcribimos de manera literal, y que solo adquieren sentido en una praxis humana); en cualquier caso, y por encima de todo, es el respeto a la humanidad que substituye al culto divino, desterrando la creencia ciega, la idolatría y la obediencia. La meta de la educación reside en "el desarrollo de hombres libres imbuidos por un sentimiento de respeto y amor hacia la libertad de los demás". Hay que decir que Bakunin ya observaba en su tiempo un problema con una educación que, bajo el pretexto de la libertad, satisface todos los deseos y caprichos del niño, lo que no supone el desarrollo de una voluntad firme. Una voluntad férrea solo puede formarse mediante el ejercicio, al principio de manera forzosa en el niño, para posteriormente llegar a la concentración de la atención, la memoria y un pensamiento independiente.
No olvidemos que Bakunin consideraba que los individuos estaban muy condicionados socialmente, por lo que los educadores están igualmente impregnados de las convicciones, prejuicios, pasiones y hábitos de esa sociedad. De esa manera, suele transmitir esas influencias a los niños que tienen a su cargo. Es necesario un gran poder de pensamiento, de interés y de pasión para no resistir esa opresión social y transgredir todos los convencionalismos. Es por eso que seguimos dando vueltas sobre una sociedad clasista, porque muy pocos individuos tienen esa capacidad de promover un progreso auténtico en base a la transformación social. Por eso Bakunin consideraba que la educación de las personas deben ir acompañados de una reorganización radical de las condiciones económicas, la cual supondrá más tipo para adquirir conocimientos, prosperidad y ocio, y la base para una mejor civilización. La emancipación económica es condición para la liberación en otros ámbitos. No obstante, el anarquista ruso no era en absoluto fatalista y abogaba por extender la educación todo lo posible en la sociedad actual, "transformando todas las iglesias, todos los templos dedicados a la gloria de Dios y a la esclavitud de los hombres, en otras tantas escuelas de emancipación humana".
Los científicos que hoy dedican su trabajo a las clases privilegiadas, cuando definitivamente pongan su labor al servicio de la humanidad, también evitarán el embrutecimiento laboral de gran parte de sus semejantes. Es una visión del trabajo, tanto físico, como intelectual, como herramienta de liberación. Una humanidad unida, en busca de nuevas conquistas en el conocimiento y en la vida, es un sueño que tiene que seguir siendo totalmente reivindicable. Solo bajo auténticas condiciones igualitarias, es posible realizar una igualdad real, no sujeta a privilegios, y solo así se observarán las verdaderas capacidades de los individuos. Una sociedad sin clases, con una educación libre e integral para todos, no supone la uniformización, sino una mejor base para valorar las diferentes capacidades individuales interrelacionadas. Bakunin mencionaba a Feuerbach y su consideración de que la diversidad constituye la riqueza de la humanidad. Se trata de una diversidad que supone la unidad colectiva de la humanidad, en la que cada miembro complementa a todos los demás y al mismo tiempo los necesita. Bakunin quería observar la diversidad humana como causa y base de la solidaridad, y como un argumento para la igualdad.
No existen condiciones biológicas en el ser humano que conduzcan necesariamente al mal, y tampoco que impidan que realice el bien. No hay una naturaleza que marque de raíz a las personas, aun aceptando las evidentes diferencias de carácter, no habría que estigmatizar con tanta facilidad y buscar en la educación y en la sicología respuestas adecuadas. No obstante, Bakunin huía de un sistema educativo abstracto, ya que las diferencias fisiológicas de los individuos obliga a una individualización de la pedagogía, lo que puede ser bueno para unos es malo para otros. No se trata de un simple entrenamiento mecánico del carácter, la inteligencia y los afectos, sino de buscar el despertar en los niños la actividad independiente y libre. Se trata de una educación que aspira al desarrollo de la libertad, tanto del mismo educando como de los demás, de la justicia, la razón y del trabajo intelectual y físico. Sería una educación plenamente difundida, producida en un contexto económico y social de estricta justicia. Esa es la base para acabar con la desigualdad social y con muchas de las diferencias naturales, pero aceptando la diversidad del conjunto de la humanidad, para dar lugar a individuos completos e integrales.
Como en todos los ámbitos, Bakunin deseaba que el ideal dejara de ser un déspota falseador de la vida (propio de la metafísica y de la religión), y se convirtiera en una realidad terrenal. Se reclama una conocimiento general de todas las ciencias para todos los niños y una posterior especialización, según sus gustos y aptitudes personales, que será capaz de elegir el propio educando. No obstante, no hay que olvidar, además de la educación científica y teórica, lo necesario de una industrial y práctica, en aras de que la persona comprenda el trabajo que realiza. De ese modo, puede haber un proceso similar en la formación: una enseñanza general de todas las industrias, junto a un primer conocimiento práctico, y una parte especial dividida en grupos de industrias formando unidades estrechamente vinculadas. Una educación integral, tanto teórica como práctica, que dedica una especial atención a una moral dirigida al respeto a la libertad y la humanidad. De nuevo vemos un ejemplo del pensamiento bakuniano y su confianza plena en el desarrollo, en este caso partiendo de la autoridad para que se deteriore progresivamente y se alcance la libertad; se trata de la negación gradual del punto de partida.
Por lo tanto, para Bakunin la educación del niño se basa en el desarrollo científico de la razón, de la dignidad y la independencia personal, y en el culto a la verdad y la justicia (palabras grandilocuentes, que transcribimos de manera literal, y que solo adquieren sentido en una praxis humana); en cualquier caso, y por encima de todo, es el respeto a la humanidad que substituye al culto divino, desterrando la creencia ciega, la idolatría y la obediencia. La meta de la educación reside en "el desarrollo de hombres libres imbuidos por un sentimiento de respeto y amor hacia la libertad de los demás". Hay que decir que Bakunin ya observaba en su tiempo un problema con una educación que, bajo el pretexto de la libertad, satisface todos los deseos y caprichos del niño, lo que no supone el desarrollo de una voluntad firme. Una voluntad férrea solo puede formarse mediante el ejercicio, al principio de manera forzosa en el niño, para posteriormente llegar a la concentración de la atención, la memoria y un pensamiento independiente.
No olvidemos que Bakunin consideraba que los individuos estaban muy condicionados socialmente, por lo que los educadores están igualmente impregnados de las convicciones, prejuicios, pasiones y hábitos de esa sociedad. De esa manera, suele transmitir esas influencias a los niños que tienen a su cargo. Es necesario un gran poder de pensamiento, de interés y de pasión para no resistir esa opresión social y transgredir todos los convencionalismos. Es por eso que seguimos dando vueltas sobre una sociedad clasista, porque muy pocos individuos tienen esa capacidad de promover un progreso auténtico en base a la transformación social. Por eso Bakunin consideraba que la educación de las personas deben ir acompañados de una reorganización radical de las condiciones económicas, la cual supondrá más tipo para adquirir conocimientos, prosperidad y ocio, y la base para una mejor civilización. La emancipación económica es condición para la liberación en otros ámbitos. No obstante, el anarquista ruso no era en absoluto fatalista y abogaba por extender la educación todo lo posible en la sociedad actual, "transformando todas las iglesias, todos los templos dedicados a la gloria de Dios y a la esclavitud de los hombres, en otras tantas escuelas de emancipación humana".
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