Un siglo antes de que el anarquismo se identificara con el "hombre rebelde" de Albert Camus, el sociólogo y militante libertario Augustin Hamon ya llegó a la conclusión de que el anarquista es, en primer lugar, un individuo que se ha rebelado. Si atendemos a Stirner, aunque este autor no empleara nunca la palabra anarquismo, estamos hablando de un hombre que se ha emancipado de todo cuanto se considera sagrado. Una persona que no busca verdades irrefutables, que huye de la tranquilidad existencial que parece otorgar consuelo a tantos otros, que se eleva por encima de todo tradicionalismo y que es capaz de derribar todos los ídolos (algo que sería del agrado de Erich Fromm). Entre aquellos prejuicios que ciegan al ser humano, el anarquista menciona en primer lugar al Estado. Proudhon llegó a definirlo como "fantasmagoría de nuestro espíritu", incluso mencionó que la base de esta creencia estaba en que todo gobierno se ha presentado siempre como garante de justicia y protector de los débiles. Incluso, Malatesta es sorprendente que se adelantara al análisis de Fromm y otros sicoanalistas cuando habla del miedo a la libertad que se esconde en el subconsciente de los autoritarios. El Estado es el enemigo originario de los anarquistas, no puede decirse otra cosa y no vamos a insistir en la abundante literatura al respecto, lo dejaremos en estas palabras de Bakunin, "el Estado es una abstracción que devora a la vida popular", o de Malatesta, "el gobierno, con sus métodos de acción, lejos de crear energía, dilapida, paraliza y destruye enormes fuerzas". Los anarquistas del siglo XIX supieron ver el peligro de aumentar las atribuciones del Estado y de su burocracia, como demostrarían los totalitarismos del siglo XX.
No obstante, el anarquista denuncia igualmente el engaño de la democracia burguesa. Stirner consideraba que el Estado burgués, a pesar de haber acabado con viejos privilegios, lo había realizado en nombre de su propio provecho y no del individuo. Proudhon señala la democracia como una "arbitrariedad constituciona" y pensaba que la noción de "soberanía popular" no era más que una artimaña creada por la generación anterior a él. Si las personas delegan su soberanía cada cierto tiempo, lo que hacen verdaderamente es renovar su abdicación, la renuncia a su propio poder. El razonamiento es sencillo, si el pueblo fuera verdaderamente soberano no habría gobierno ni gobernados, ya que el Estado quedaría diluido en la sociedad y no tendría ninguna razón de ser en la organización política y económica. Esta denuncia de la democracia representativa, como encubridora del poder económico y político, al margen de las ideas que tenga cada uno y siendo sincero, no puede decirse que haya envejecido lo más mínimo. Como resulta lógico, el anarquista no puede tener la más mínima fe en la emancipación gracias al voto, ni piensa que el parlamento pueda conllevar una auténtica transformación social. No obstante, insistiremos en que asociar anarquismo con antipoliticismo no parece a estas alturas lo más adecuado, ya que hay en ella la vieja idea de la política como gestión de un Estado. La permanente crítica del anarquismo es hacia el parlamentarismo, y al margen de la actitud individual que tenga cada persona, no creo que sea algo negociable. Deberíamos estar lejos del fanatismo y de hacer abstracción de la realidad política, pero ello no elimina la constante tensión hacia la nación/Estado y la apelación a un ideal más elevado.
Si hablamos de emancipación social, no puede haber cabido para idolatrar todo lo que tiene de accidental la existencia humana y que determina al individuo a entregar su libertad, no puede existir ninguna clave liberadora en dejarse llevar por algún papanatismo, en terminar sometiéndose a alguna abstracción. Este análisis libertario no es óbice para tener una nítida concepción del progreso, por luchar por ejemplo por los derechos civiles o los derechos humanos, sea cual fuere el contexto en que nos encontremos. Esta es, al menos, mi postura al respecto, que puede decirse que es incondicional. Es terrible la tendencia del ser humano a justificar ciertas cosas cuando son los "suyos" lo que están en el poder. Es el caso de la pena de muerte o cualquier otro tipo de represión jurídica, observar cómo miran hacia otro lado personas presuntamente progresistas cuando hablamos de ciertos Estados. No puede ser el caso de los anarquistas, y a eso me refiero cuando hablo de defensa incondicional de los derechos humanos, nuestras ideas obligan a una ética muy elevada.
Dentro de la aparente tensión entre individuo y sociedad, el anarquismo trata de resolverla de forma íntegra. No podemos dejar de considerar al anarquismo como una corriente socialista, y sin embargo el libertario es también ferozmente individualista. Daniel Guérin, en El anarquismo, realiza un importante análisis, cuando recuerda que Stirner es el autor que rehabilita al individuo dentro de la izquierda hegeliana. Aunque la palabra "socialismo" nació tal vez con intenciones transformadoras para oponerse al egoísmo burgués, el anarquismo acabó reivindicando a Stirner y su concepción de cada individuo como "unico". El tiempo, y la ciencia, creo que ha dado la razón al autor de El único y su propiedad. La liberación del individuo es una aspiración que, desde hace tiempo, tienen multitud de doctrinas, y tantas veces se han realizado las mayores aberraciones en su nombre. Sin embargo, la lectura del viejo Stirner nos da muchas de las claves que se han fortalecido con el tiempo, la ingente tarea desacralizadora que debe realizar el individuo en primer lugar. Es un llamamiento al reforzamiento del ego y al juicio individual que forma parte del anarquismo, aunque siempre completado con la idea de la solidaridad, algo que no se atrevía a mencionar Stirner, aunque atribuyera todo el potencial posible a cada ser humano.
Otro autor adelantando a su tiempo es el propio Stirner, y la devastadora crítica que realiza a toda internalización de prejuicios morales desde la infancia. Para ello, señala como culpable a toda clase mediadora, como son los sacerdotes o los mismos padres. Esa reivindicación de todo el potencial del yo no implica individuos aislados e introvertidos; en una lógica que agradaría a sicólogos posteriores, solo el hombre que haya comprendido su auténtica "unicidad" está capacitado para relacionarse con sus semejantes. A diferencia de otros autores, Stirner solo concibe la necesaria relación social en aras del propio interés individual, la fuente de energía es el individuo a toda costa. El anarquismo considera, expresado de otra forma sin estar lejos de la postura de Stirner, que la asociación humana solo resulta provechosa si no destruye al individuo y fomenta su energía creadora, por lo que resulta también útil para la colectividad. Toda la obra anarquista es una constante búsqueda del equilibrio entre el individuo y la sociedad, no podemos dejar de considerar a los libertarios siempre como societarios e individualistas a la vez. La sicología social nos demuestra hoy que el individualismo como hecho aíslado es una fantasía, que nuestros condicionantes son continuos, la interrelación permanente entre el individuo y la sociedad es un hecho. De esta manera, el análisis libertario de moralizar la sociedad y al individuo, el individuo y la sociedad, es correcto. Represión y falta de libertades, o un sistema basado en la explotación y la enajenación, solo puede tener como consecuencia un desbordamiento de la inmoralidad. Somos "animales sociales", en cualquier caso, creo que es una concepción válida que se remonta a Aristóteles, y que está lejos de ser resulta como sostienen todo tipo de conservadores.
No obstante, el anarquista denuncia igualmente el engaño de la democracia burguesa. Stirner consideraba que el Estado burgués, a pesar de haber acabado con viejos privilegios, lo había realizado en nombre de su propio provecho y no del individuo. Proudhon señala la democracia como una "arbitrariedad constituciona" y pensaba que la noción de "soberanía popular" no era más que una artimaña creada por la generación anterior a él. Si las personas delegan su soberanía cada cierto tiempo, lo que hacen verdaderamente es renovar su abdicación, la renuncia a su propio poder. El razonamiento es sencillo, si el pueblo fuera verdaderamente soberano no habría gobierno ni gobernados, ya que el Estado quedaría diluido en la sociedad y no tendría ninguna razón de ser en la organización política y económica. Esta denuncia de la democracia representativa, como encubridora del poder económico y político, al margen de las ideas que tenga cada uno y siendo sincero, no puede decirse que haya envejecido lo más mínimo. Como resulta lógico, el anarquista no puede tener la más mínima fe en la emancipación gracias al voto, ni piensa que el parlamento pueda conllevar una auténtica transformación social. No obstante, insistiremos en que asociar anarquismo con antipoliticismo no parece a estas alturas lo más adecuado, ya que hay en ella la vieja idea de la política como gestión de un Estado. La permanente crítica del anarquismo es hacia el parlamentarismo, y al margen de la actitud individual que tenga cada persona, no creo que sea algo negociable. Deberíamos estar lejos del fanatismo y de hacer abstracción de la realidad política, pero ello no elimina la constante tensión hacia la nación/Estado y la apelación a un ideal más elevado.
Si hablamos de emancipación social, no puede haber cabido para idolatrar todo lo que tiene de accidental la existencia humana y que determina al individuo a entregar su libertad, no puede existir ninguna clave liberadora en dejarse llevar por algún papanatismo, en terminar sometiéndose a alguna abstracción. Este análisis libertario no es óbice para tener una nítida concepción del progreso, por luchar por ejemplo por los derechos civiles o los derechos humanos, sea cual fuere el contexto en que nos encontremos. Esta es, al menos, mi postura al respecto, que puede decirse que es incondicional. Es terrible la tendencia del ser humano a justificar ciertas cosas cuando son los "suyos" lo que están en el poder. Es el caso de la pena de muerte o cualquier otro tipo de represión jurídica, observar cómo miran hacia otro lado personas presuntamente progresistas cuando hablamos de ciertos Estados. No puede ser el caso de los anarquistas, y a eso me refiero cuando hablo de defensa incondicional de los derechos humanos, nuestras ideas obligan a una ética muy elevada.
Dentro de la aparente tensión entre individuo y sociedad, el anarquismo trata de resolverla de forma íntegra. No podemos dejar de considerar al anarquismo como una corriente socialista, y sin embargo el libertario es también ferozmente individualista. Daniel Guérin, en El anarquismo, realiza un importante análisis, cuando recuerda que Stirner es el autor que rehabilita al individuo dentro de la izquierda hegeliana. Aunque la palabra "socialismo" nació tal vez con intenciones transformadoras para oponerse al egoísmo burgués, el anarquismo acabó reivindicando a Stirner y su concepción de cada individuo como "unico". El tiempo, y la ciencia, creo que ha dado la razón al autor de El único y su propiedad. La liberación del individuo es una aspiración que, desde hace tiempo, tienen multitud de doctrinas, y tantas veces se han realizado las mayores aberraciones en su nombre. Sin embargo, la lectura del viejo Stirner nos da muchas de las claves que se han fortalecido con el tiempo, la ingente tarea desacralizadora que debe realizar el individuo en primer lugar. Es un llamamiento al reforzamiento del ego y al juicio individual que forma parte del anarquismo, aunque siempre completado con la idea de la solidaridad, algo que no se atrevía a mencionar Stirner, aunque atribuyera todo el potencial posible a cada ser humano.
Otro autor adelantando a su tiempo es el propio Stirner, y la devastadora crítica que realiza a toda internalización de prejuicios morales desde la infancia. Para ello, señala como culpable a toda clase mediadora, como son los sacerdotes o los mismos padres. Esa reivindicación de todo el potencial del yo no implica individuos aislados e introvertidos; en una lógica que agradaría a sicólogos posteriores, solo el hombre que haya comprendido su auténtica "unicidad" está capacitado para relacionarse con sus semejantes. A diferencia de otros autores, Stirner solo concibe la necesaria relación social en aras del propio interés individual, la fuente de energía es el individuo a toda costa. El anarquismo considera, expresado de otra forma sin estar lejos de la postura de Stirner, que la asociación humana solo resulta provechosa si no destruye al individuo y fomenta su energía creadora, por lo que resulta también útil para la colectividad. Toda la obra anarquista es una constante búsqueda del equilibrio entre el individuo y la sociedad, no podemos dejar de considerar a los libertarios siempre como societarios e individualistas a la vez. La sicología social nos demuestra hoy que el individualismo como hecho aíslado es una fantasía, que nuestros condicionantes son continuos, la interrelación permanente entre el individuo y la sociedad es un hecho. De esta manera, el análisis libertario de moralizar la sociedad y al individuo, el individuo y la sociedad, es correcto. Represión y falta de libertades, o un sistema basado en la explotación y la enajenación, solo puede tener como consecuencia un desbordamiento de la inmoralidad. Somos "animales sociales", en cualquier caso, creo que es una concepción válida que se remonta a Aristóteles, y que está lejos de ser resulta como sostienen todo tipo de conservadores.
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