Lo deseable es que las personas recuperen el ámbito político de lo local (podemos llamarlo municipalidad, en consonancia con el pensamiento de Murray Bookchin, ya que la terminologíaa es menos importante que los hechos). Tal y como se está viendo en estos días, en el llamado movimiento 15-M, se forman asambleas y el poder pasa a los ciudadanos, lo que requiere un esfuerzo consciente por parte de cada persona. Los anarquistas, como movimiento social, pueden ser los que más experiencia tengan en este sentido, por lo que pueden ayudar a formar y a movilizar a los ciudadanos y a establecer las asambleas. Aunque, en gran medida, pueda haber mucho de espontaneidad en el movimiento, solo la organización libertaria establecerá bases sólidas para la transformación social. Resulta esencial que se creen también grupos de estudio, que debatan y busquen respuestas ante todas las necesidades locales. Solo a través de la autoeducación, tratando de vencer todos los obstáculos que se puedan presentar, puede luego ayudarse a los demás y propiciar que se eduquen a sí mismos. Todo ello contribuirá a hacer avanzar un movimiento libertario desde lo local, sin que existan tendencias centralistas y autoritarias. En cualquier caso, es imprescindible el florecimiento cultural, tal y como propicia el anarquismo, solo posible donde se dé la máxima libertad con la máxima igualdad.
Insistir en el esfuerzo consciente y en la educación social es algo importante, con toda la dificultad que ello conlleva en nuestra sociedad, tan dada al aislamiento y a la enajenación. Bookchin apostaba por la creación de una fuerza identificable dentro de la comunidad, la cual debería darse un nombre previo, claro y reconocible, para desarrollar una inconfundible identidad política. Es esta fuerza, o movimiento, la que puede ayudar a la educación pública, captando los temas que sean de mayor interés. La implicación en lo local supone poner en marcha análisis, estudios, medios, expresiones artísticas..., todo aquello que ayude al conocimiento de un determinado tema y lo ponga al alcance general. Pueden publicarse y distribuirse todos las expresiones a través de los lugares más frecuentados. A modo de la antigua tradición del ágora, pueden hacerse lecturas, conferencias y debates en espacios públicos o en cierto centros, todo ello propiciando la continua educación sobre los más variados temas, incluyendo la formación política. Aunque en la sociedad capitalista pueda haber rasgos cooperativos, que fortalecen la solidaridad en comunidad, solo la creación de asambleas de ciudadanos y el florecimiento de una nueva vida cultural y política puede crear una sociedad libertaria, junto a las instituciones que la dan sentido, de forma permanente. Verdaderamente, se necesita una gran preparación, ética y política, junto a una voluntad y una paciencia férreas, para explicar a los demás lo importante de la sociedad libertaria.
Un problema que planteaba Bookchin, que no se produce en pueblos y ciudades, era el de los suburbios. Los grupos que se hallen en un área suburbana pueden desplazarse durante largo tiempo sin que den con un espacio público, pisando solo propiedad privada y apenas relacionándose con otros seres humanos. El anarquismo se basa en la existencia de la comunidad, por lo que tiene más sentido en aquellos lugares donde la gente se encuentra con los demás con cierta frecuencia. En los suburbios, el sentimiento comunitario es más débil que en pueblos y ciudades, aunque también existen intereses comunes sobre educación, medio ambiente, transporte o economía local. El ser humano necesita vivir en sociedad para poder desarrollarse, no creo que haya nadie que lo dude a estas alturas (incluso aquellos críticos con la vida en sociedad, tienen que pensar que son igualmente determinados por ella, aunque sea por su propia y deseado aislamiento), por lo que las necesidades prácticas de nuestras existencia, individual y social, hacen que sea necesario que nos entendamos con los demás. No de forma casual, sino de una forma deliberada y consciente, ya que solo ello puede tender a la liberación. Para ello, sea donde sea el contexto urbano en el que vivamos, hay que buscar espacios públicos donde se delibere y se conduzca adecuadamente las reuniones.
En el caso de las grandes ciudades, con la concentración a veces de millones de personas, se presentan otro tipo de problemas. Tantas veces, las personas somos extrañas unas a otras, a pesar de vivir en el mismo vecindario. Esta densidad de población parece excesiva para la creación de asambleas populares, ya en la Antigua Grecia se consideraba que la polis debía ser lo suficientemente pequeña para que los ciudadanos se conocieran entre sí. En estas ciudades enormes, se produce el mismo poder político que en un Estado, por lo que la democracia directa plantea verdaderas dificultades. No obstante, tal como dice Bookchin, la administración del municipio tiene diferencias con la del Estado-nación, ya que la implicación del ciudadano es más accesible y los centros vecinales no son tan difíciles de crear. Las juntas escolares y la reuniones de distrito permiten a los ciudadanos de un mismo vecindario reunirse y hablar de problemas comunes. Es posible que una descentralización física fuera complicado, y extendida en el tiempo, pero una descentralización institucional puede iniciarse en cualquier momento, como podemos ver en la inminente intención de extender el movimiento 15-M a los barrios con la creación de asambleas populares. Los rasgos libertarios se encuentran en esta creación de asambleas populares por barrios, y también en su posterior confederación, que puede tratar de coordinar cuestiones como el transporte, la sanidad y otros servicios. Es un inicio de descentralización institucional, a nivel de barrios, que puede conducir a transformaciones generales también en aspectos logísticos y estructurales.
Siendo, como somos, los anarquistas siempre críticos con eso llamado "identidad colectiva", creyendo siempre en una liberación individual íntimamente ligada a la cuestión social, hay que aceptar las diferentes culturas y sensibilidades que albergan las grandes ciudades. Una descentralización institucional, que asegure la potestad de los ciudadanos para gestionar los asuntos que les atañen, donde los anarquistas posibiliten que se asegure la pluralidad, la dignidad y el respeto, solo conseguible gracias a la máxima libertad junto a la máxima igualdad, y donde se produzcan un ilimitado florecimiento cultural y político, es un camino en el que la utopía puede ir haciéndose realidad y alejándose cada vez un poco más hacia adelante.
Insistir en el esfuerzo consciente y en la educación social es algo importante, con toda la dificultad que ello conlleva en nuestra sociedad, tan dada al aislamiento y a la enajenación. Bookchin apostaba por la creación de una fuerza identificable dentro de la comunidad, la cual debería darse un nombre previo, claro y reconocible, para desarrollar una inconfundible identidad política. Es esta fuerza, o movimiento, la que puede ayudar a la educación pública, captando los temas que sean de mayor interés. La implicación en lo local supone poner en marcha análisis, estudios, medios, expresiones artísticas..., todo aquello que ayude al conocimiento de un determinado tema y lo ponga al alcance general. Pueden publicarse y distribuirse todos las expresiones a través de los lugares más frecuentados. A modo de la antigua tradición del ágora, pueden hacerse lecturas, conferencias y debates en espacios públicos o en cierto centros, todo ello propiciando la continua educación sobre los más variados temas, incluyendo la formación política. Aunque en la sociedad capitalista pueda haber rasgos cooperativos, que fortalecen la solidaridad en comunidad, solo la creación de asambleas de ciudadanos y el florecimiento de una nueva vida cultural y política puede crear una sociedad libertaria, junto a las instituciones que la dan sentido, de forma permanente. Verdaderamente, se necesita una gran preparación, ética y política, junto a una voluntad y una paciencia férreas, para explicar a los demás lo importante de la sociedad libertaria.
Un problema que planteaba Bookchin, que no se produce en pueblos y ciudades, era el de los suburbios. Los grupos que se hallen en un área suburbana pueden desplazarse durante largo tiempo sin que den con un espacio público, pisando solo propiedad privada y apenas relacionándose con otros seres humanos. El anarquismo se basa en la existencia de la comunidad, por lo que tiene más sentido en aquellos lugares donde la gente se encuentra con los demás con cierta frecuencia. En los suburbios, el sentimiento comunitario es más débil que en pueblos y ciudades, aunque también existen intereses comunes sobre educación, medio ambiente, transporte o economía local. El ser humano necesita vivir en sociedad para poder desarrollarse, no creo que haya nadie que lo dude a estas alturas (incluso aquellos críticos con la vida en sociedad, tienen que pensar que son igualmente determinados por ella, aunque sea por su propia y deseado aislamiento), por lo que las necesidades prácticas de nuestras existencia, individual y social, hacen que sea necesario que nos entendamos con los demás. No de forma casual, sino de una forma deliberada y consciente, ya que solo ello puede tender a la liberación. Para ello, sea donde sea el contexto urbano en el que vivamos, hay que buscar espacios públicos donde se delibere y se conduzca adecuadamente las reuniones.
En el caso de las grandes ciudades, con la concentración a veces de millones de personas, se presentan otro tipo de problemas. Tantas veces, las personas somos extrañas unas a otras, a pesar de vivir en el mismo vecindario. Esta densidad de población parece excesiva para la creación de asambleas populares, ya en la Antigua Grecia se consideraba que la polis debía ser lo suficientemente pequeña para que los ciudadanos se conocieran entre sí. En estas ciudades enormes, se produce el mismo poder político que en un Estado, por lo que la democracia directa plantea verdaderas dificultades. No obstante, tal como dice Bookchin, la administración del municipio tiene diferencias con la del Estado-nación, ya que la implicación del ciudadano es más accesible y los centros vecinales no son tan difíciles de crear. Las juntas escolares y la reuniones de distrito permiten a los ciudadanos de un mismo vecindario reunirse y hablar de problemas comunes. Es posible que una descentralización física fuera complicado, y extendida en el tiempo, pero una descentralización institucional puede iniciarse en cualquier momento, como podemos ver en la inminente intención de extender el movimiento 15-M a los barrios con la creación de asambleas populares. Los rasgos libertarios se encuentran en esta creación de asambleas populares por barrios, y también en su posterior confederación, que puede tratar de coordinar cuestiones como el transporte, la sanidad y otros servicios. Es un inicio de descentralización institucional, a nivel de barrios, que puede conducir a transformaciones generales también en aspectos logísticos y estructurales.
Siendo, como somos, los anarquistas siempre críticos con eso llamado "identidad colectiva", creyendo siempre en una liberación individual íntimamente ligada a la cuestión social, hay que aceptar las diferentes culturas y sensibilidades que albergan las grandes ciudades. Una descentralización institucional, que asegure la potestad de los ciudadanos para gestionar los asuntos que les atañen, donde los anarquistas posibiliten que se asegure la pluralidad, la dignidad y el respeto, solo conseguible gracias a la máxima libertad junto a la máxima igualdad, y donde se produzcan un ilimitado florecimiento cultural y político, es un camino en el que la utopía puede ir haciéndose realidad y alejándose cada vez un poco más hacia adelante.
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