jueves, 16 de junio de 2011

Algo de pedagogía libertaria

Los hechos refutan, una y otra vez, a los que situaron al anarquismo con fecha de defunción. Es cierto que, en gran medida, la evolución social, política y económica parecieron evolucionar en dirección opuesta a las ideas libertarias: un consumismo atroz, una tecnología más alienante que liberadora, centralización, autoritarismo, papanatismo... En el campo educativo, y a pesar de la teoría, se hace difícil la formación de individuos autónomos, críticos y responsables. Esto no solo parecía ser así hace décadas, sino que se ha concretado en un sistema insostenible, con un creciente malestar y la aparición de movimientos esperanzadores que recogen muchas de las tradiciones libertarias. La pedagogía es uno de los terrenos más fascinantes, y las propuestas del anarquismo deben situarse dentro de las más exigentes en cuanto a respeto por cada conciencia individual y a la consideración de cada personalidad como insustituible. Históricamente, estas propuestas han ido de la mano de las más avanzadas del momento. Como es sabido, en la segunda mitad del siglo XIX el anarquismo tuvo mucho en común con el positivismo: la raíz en la ilustración, la confianza en la ciencia, la permanente renovación de sus postulados (sacados de las ciencias físicas), la influencia de los factores sociológicos en el desarrollo de la persona, la vinculación de la ignorancia y la miseria con el crimen... No obstante, hay que destacar los deseos de transformación radical del anarquismo, frente al pronto reformismo o conservadurismo de otras corrientes. Naturalmente, la educación libertaria por sí sola no puede transformar la sociedad, es necesario cambiar de raíz las estructuras políticas y económicas. La apuesta por la libertad que hacen los anarquistas, junto a la confianza en la pluralidad y el respeto por cada personalidad, y la permanente crítica a toda sujeción institucional, no tienen parangón con ningún otra corriente y es con seguridad la gran esperanza para los movimientos sociales de la actualidad. Frente a las acusaciones de una excesiva abstracción, de ingenuidad o de utopismo, las ideas libertarias lanzan propuestas muy concretas de transformación social e individual (todo lo abiertas que se quieran, pero con una rica tradición detrás).


Los nuevos movimientos, como el 15-M, la nueva y vitalista agitación social, no tiene ningún rasgo reaccionario ni autoritario. Es posible que no esté la mayoría de la sociedad involucrada, pero su preocupación por lo social, por los más desfavorecidos, y por lo público acaban ganando las simpatías de una inmensa mayoría (muchos de ellos, tal vez por no encontrar elementos en contra). La sensibilidad antiautoritaria es palpable, el respeto por un funcionamiento horizontal y la crítica a toda institución que sea ajena al pueblo. A pesar de la constante propaganda que realiza la sociedad estatista y capitalista, muchas personas están demostrando que un mundo verdaderamente racional, justo y nada represivo está ya en funcionamiento. No es nada nuevo, aunque en ello hay que insistir una y otra vez, considerar que el sistema nos atomiza y nos crea necesidades falsas, que la realidad puede etiquetarse como mítica en gran medida, que se nos impide adquirir conciencia de nosotros mismos, y que son todas esas circunstancias las que nos empujan tantas veces a una producción y a un consumo irracionales. El gran logro hasta este momento, en que individuos críticos y conscientes empiezan a moverse, de la sociedad contemporánea (no menos jerarquizada que antaño) es que la mayoría de las personas han aceptado el dominio de buena gana y se consideran fundamentalmente libres. El movimiento 15-M se alimenta, en gran medida, de los marginados del sistema, de aquellos excluidos del proceso social y "productivo", de los que nada tienen que perder y por eso pueden generar un mundo más humano que nos dé ejemplo a todos. La organización horizontal, en la que un funcionamiento asambleario nunca pretende imponerse a una minoría, está demostrando que la espontaneidad puede ser sinónimo de dignidad y respeto. Se está demostrando que, efectivamente, la libertad es un factor primordial para que el individuo pueda desarrollar sus mejores instintos. Seguramente, tenían mucha razón los numerosos pensadores que han relacionado individuos autónomos con la liberación de toda atadura institucional, con una relación satisfactoria con la naturaleza y con ningún deseo de dominar o ser dominado.

A pesar de aquello en lo que insisten muchos seudointelectuales mediáticos, en su defensa del liberalismo, solo el anarquismo ha propuesta una completa defensa de la libertad individual. Esto es así porque el totalitarismo y la alienación adoptan muchas formas, y solo una filosofía capaz de aceptar que existen muchas fuerzas sociales que influyen en la formación del hombre puede conducir a la liberación. La educación es un campo primordial para trabajar, la de todos nosotros en cualquier ámbito, ya que el poder tiende a usarla para preservar su existencia. Educarse (autoliberarse) no es simplemente acumular conocimientos o habilidades, es tomar sobre todo una conciencia social e histórica. Es posible mostrar, por ejemplo, lo irracional del consumismo desenfrenado y de la alienación que produce la tecnología, lo necesario de la erradicación de toda violencia en lo social y en lo político (desterrar, en definitiva, toda coacción y toda represión), y desarrollar nuevas prácticas en ese sentido. Desconocemos a estas alturas si el hombre es esencialmente racional y bondadoso, o tal vez despreciable en su visión más fundamental, pero lo que es seguro es que podemos reconocer las más altas aspiraciones de solidaridad, de amor, respeto y persuasión, como los medios más válidos de desarrollo individual y social. Estas propuestas, en las que los medios se adecúan a los fines, de una comunidad de libres e iguales, en las que la educación, el bienestar y la felicidad son patrimonio común, acaban resultando sensatas incluso al más conservador de los seres humanos. Una bella forma de definirlo es que cada persona busque su autoliberación, que trate de escapar a toda fuerza inhumana que anule su personalidad, que se realice plenamente en su interior, pero encontrando el nexo político y social que le une a toda la humanidad.

1 comentario:

Juan Cruz López dijo...

Interesante reseña sobre Anarquismo y antropología. Yo también creo que es una disciplina eminentemente práctica. Zerzan y el primitivismo tienen algunas ideas fuerza interesantes pero no convencen, a mí no por lo menos. A Graeber hay que leerlo. Acaba de salir Fragmentos para una antropología anarquista y hay que celebrar esa aparición. Por otro lado, es normal que no haya un reflejo de las visiones anarquistas en la academia porque, como en tantos otros ámbitos, nuestra capacidad de influencia es mínima. En la universidad, las cátedras de historia y antropología fueron copadas por liberales y neomarxistas y solo desde hace muy poco tiempo se empieza a ver como asoma la cabeza el "paradigma" libertario. En fin... Imprescindible, desde luego, para todos los que estudiamos antropología y procuramos vivir como anarquistas.