En vísperas de unas nuevas elecciones generales, y sin intención alguna de hacer campaña alguna (hablo de abstencionismo, para los despistados), sí resulta inevitable dedicar unas palabras al tema ante la avalancha que se nos viene encima. Incluso, atendiendo a la lógica parlamentaria, siempre digo que se me ocurren algunas razones para votar, pero muchas más para no hacerlo. El colaborador habitual del Diario Público, Vicenç Navarro, escribe ayer un texto con el elocuente título de "No a la abstención". No voy a entrar en lo que creo que son lugares comunes y alguna que otra falacia, pero sí creo que merece la pena atender al último párrafo en el que recuerda lo necesario, además de las "movilizaciones y agitación social", de las "intervenciones legislativas", para concluir: "De ahí la enorme importancia de respaldar a aquellos partidos que, por su origen e historia, puedan y quieran apoyar al necesario movimiento de rebeldía". ¡Uf! Insisto en que estoy tratando de adoptar la lógica parlamentaria (que no es la mía), por lo que me gustaría que alguien me explicara qué partidos son esos. Si hablamos de los partidos históricos, podemos echarnos a llorar, y si lo hacemos de aquellos de nuevo cuño, sinceramente dudo mucho de la confianza que puedan tener estas fuerzas políticas minoritarias de cambiar las cosas desde el Estado. Hay partidos que recogen conceptos asumidos por el anarquismo (internacionalismo, solidaridad, autogestión...), los cuales poco o nada representan desde el poder político (y económico, que hay veces que son lo mismo), solo tienen cabida de manera efectiva desde un fuerte movimiento social descentralizado en el que se asegure la libertad y la igualdad. Por otra parte, nada hay que decir sobre aquellos partidos oportunistas que han pretendido subirse al carro del movimiento 15-M, y me parece triste si pueden seducir a alguien (al menos, desde lo que yo considero que son los rasgos de ese movimiento).
El texto de Navarro es significativo porque creo que recoge, sin mencionar un partido político concreto, la postura habitual de la izquierda "parlamentaria", en la que se trata de demonizar las posiciones "abstencionistas" reduciendo y simplificando excesivamente la cuestión (al menos, tanto como aquellos que consideran que votar "no sirve para nada"). Votar, por supuesto que sirve, lo que ocurre es que hay que concretar para qué y desde qué punto de vista. Desde un punto de vista de avance social, en mi opinión, diría que sirve para bien poco o, incluso, que fortalece posturas conservadoras al ponerlas en una balanza junto a las "progresistas". La frase anarquista clásica de "el poder conquista a sus conquistadores", diría que me sigue pareciendo excelente, y pediría que se pensara un poco en ella analizando cómo se han comportado los partidos progresistas con opciones de gobierno. Aun aceptando la honestidad de las personas que adoptan esta vía, el hecho de adquirir poder sobre otros seres humanos, por mucho que se maquille su forma de denominarlo, es adecuarte a una lógica del poder en el que va a primar la posibilidad de mantenerlo y el mantenimiento del statu quo. Desde un punto de vista social y "revolucionario", me parece bastante ingenuo ir a votar a unas elecciones (al menos, para las instituciones estatales). No hablo ya del papanatismo de votar "a los míos", aquellos que tienen regalado su apoyo y su representación de por vida en términos cuasireligiosos. Por otra parte, si lo que se desea es un mal menor o frenar a la derecha (la oficial, me refiero), o castigar a los partidos mayoritarios, pues adelante. Eso sí, creo que hay que llamar a las cosas por su nombre, por favor, que no se me hable de querer cambiar las cosas metiendo una papeleta en una urna.
Sin embargo, como de lo que hablamos es que no nos gusta nada el estado de las cosas y queremos cambiarlas, hay que ser un poquito consecuente y es necesario ampliar un poquito nuestro horizonte. Si por política entendemos simplemente la gestión de un Estado (concepto tradicional), así podemos seguir de por vida, confiando en una representación política en la que trasladamos nuestras potencialidades a una minoría para que gestione nuestros asuntos. Por concepto, no deseo hacer tal cosa, creo que solo con una mayor implicación social en los asuntos que nos afectan podemos cambiar la sociedad. Existen muchas otras formas de abordar la cuestión que invitan al pensamiento crítico, siempre tan necesario. Hace unos días, leí una excelente reflexión sobre el acto de votar como ritual. En las diferentes culturas, los rituales son actos que nos hacen comprender realidades irracionales en aras de que podamos construir nuestro sistema conceptual. Es por eso, decía esta persona, que cuando uno vota se siente partícipe de un sentimiento colectivo, el de que la democracia representativa tiene sentido, e incluso asume que se le tiene en cuenta (algo irracional, si atendemos a los hechos concretos). Como decía, desgraciadamente, una gran parte de las personas acepta en la actualidad que es mediante este ritual que ha cumplido ya su obligación política. Es decir, reduce considerablemente su horizonte vital y político. Como ejemplo, recordaré que los que no votamos sufrimos tantas veces cómo los partícipes de este ritual electoralista nos señalan con el dedo como lo que somos: herejes. Me gusto mucho, también, este punto de vista, la defensa de una abstención activa como acto "herético", como forma de crear una nueva realidad desde los márgenes. Por supuesto, esta ruptura con el ritual es solo un primer paso y urge un compromiso constante con esa nueva realidad, la cual puede ser sacada a la luz o bien empezar a construirse. Los tecnócratas, y aquellos que les sustentan, dirán que todo esto es filosofía. Por supuesto que lo es, aunque ya los gustaría a ellos acabar con el pensamiento, no lo permitiremos, sabemos que gracias a él se descubren nuevas formas de acción.
El texto de Navarro es significativo porque creo que recoge, sin mencionar un partido político concreto, la postura habitual de la izquierda "parlamentaria", en la que se trata de demonizar las posiciones "abstencionistas" reduciendo y simplificando excesivamente la cuestión (al menos, tanto como aquellos que consideran que votar "no sirve para nada"). Votar, por supuesto que sirve, lo que ocurre es que hay que concretar para qué y desde qué punto de vista. Desde un punto de vista de avance social, en mi opinión, diría que sirve para bien poco o, incluso, que fortalece posturas conservadoras al ponerlas en una balanza junto a las "progresistas". La frase anarquista clásica de "el poder conquista a sus conquistadores", diría que me sigue pareciendo excelente, y pediría que se pensara un poco en ella analizando cómo se han comportado los partidos progresistas con opciones de gobierno. Aun aceptando la honestidad de las personas que adoptan esta vía, el hecho de adquirir poder sobre otros seres humanos, por mucho que se maquille su forma de denominarlo, es adecuarte a una lógica del poder en el que va a primar la posibilidad de mantenerlo y el mantenimiento del statu quo. Desde un punto de vista social y "revolucionario", me parece bastante ingenuo ir a votar a unas elecciones (al menos, para las instituciones estatales). No hablo ya del papanatismo de votar "a los míos", aquellos que tienen regalado su apoyo y su representación de por vida en términos cuasireligiosos. Por otra parte, si lo que se desea es un mal menor o frenar a la derecha (la oficial, me refiero), o castigar a los partidos mayoritarios, pues adelante. Eso sí, creo que hay que llamar a las cosas por su nombre, por favor, que no se me hable de querer cambiar las cosas metiendo una papeleta en una urna.
Sin embargo, como de lo que hablamos es que no nos gusta nada el estado de las cosas y queremos cambiarlas, hay que ser un poquito consecuente y es necesario ampliar un poquito nuestro horizonte. Si por política entendemos simplemente la gestión de un Estado (concepto tradicional), así podemos seguir de por vida, confiando en una representación política en la que trasladamos nuestras potencialidades a una minoría para que gestione nuestros asuntos. Por concepto, no deseo hacer tal cosa, creo que solo con una mayor implicación social en los asuntos que nos afectan podemos cambiar la sociedad. Existen muchas otras formas de abordar la cuestión que invitan al pensamiento crítico, siempre tan necesario. Hace unos días, leí una excelente reflexión sobre el acto de votar como ritual. En las diferentes culturas, los rituales son actos que nos hacen comprender realidades irracionales en aras de que podamos construir nuestro sistema conceptual. Es por eso, decía esta persona, que cuando uno vota se siente partícipe de un sentimiento colectivo, el de que la democracia representativa tiene sentido, e incluso asume que se le tiene en cuenta (algo irracional, si atendemos a los hechos concretos). Como decía, desgraciadamente, una gran parte de las personas acepta en la actualidad que es mediante este ritual que ha cumplido ya su obligación política. Es decir, reduce considerablemente su horizonte vital y político. Como ejemplo, recordaré que los que no votamos sufrimos tantas veces cómo los partícipes de este ritual electoralista nos señalan con el dedo como lo que somos: herejes. Me gusto mucho, también, este punto de vista, la defensa de una abstención activa como acto "herético", como forma de crear una nueva realidad desde los márgenes. Por supuesto, esta ruptura con el ritual es solo un primer paso y urge un compromiso constante con esa nueva realidad, la cual puede ser sacada a la luz o bien empezar a construirse. Los tecnócratas, y aquellos que les sustentan, dirán que todo esto es filosofía. Por supuesto que lo es, aunque ya los gustaría a ellos acabar con el pensamiento, no lo permitiremos, sabemos que gracias a él se descubren nuevas formas de acción.
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