Estos días, le he echado un vistazo a una prestigiosa obra sobre la Guerra Civil Española: El laberinto español, de Gerald Brenan. Ya se me había advertido de dos cosas: sobre su visión sobre el anarquismo, más concretamente sobre el movimiento en España y sobre el porqué de su arraigo, y también que era una obra ya (muy) superada. Haciendo casi omiso, ingenuo de mí, y debido a una reciente edición de esta obra, mi horror y cabreo no tardaron demasiado en aparecer al leer el capítulo dedicado a los anarcosindicalistas. No voy a reproducir las barbaridades de Brenan, pero sí creo que merece la pena refutarlas citando obras importantes y actuales, por lo que lector avispado no tardará en descubrir las perlas y lugares comunes sobre el anarquismo. Aunque no sé si existen alguien que puede ser totalmente objetivo, hay que hablar de una realidad evidente, y sí pienso que es posible ser honesto desde cualquier simpatía ideológica, indagando y profundizando, así como huyendo de todo fanatismo irracional (y del dogma, por lo que nunca puede ser vistas las ideas libertarios como un "fervor religioso"); dicho sea esto para evitar cualquier crítica prejuiciosa.
Para abrir boca, mencionaré brevemente artículos en publicaciones que se han ocupado del tema. Es el caso de Ayer, título que la Asociación de Historia Contemporánea, en coedición con Marcial Pons, Ediciones de Historia, ha dado a una serie de publicaciones sobre el pasado más próximo. En 2002, dedicaron un número al anarquismo español. En sus textos, realizados por conocidos investigadores sobre el tema, se observa la heterogeneidad y diversidad como características más notables del anarquismo. Alguien tan poco sospechoso de simpatías libertarias, como es el historiador Javier Paniagua, ofrece en su artículo "Otra vuelta de tuerca: las intepretaciones del arraigo del anarquismo en España. ¿Sigue la polémica?" (Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.1, abril 2006) la siguiente conclusión: el movimiento libertario supone, tal vez, la aportación más moderna que España ha legado a la constelación ideológica. Ya he mencionado en numerosas ocasiones esta publicación actual, Germinal. Revista de Estudios Libertarios, que tiene la intención de continuar esa labor de la historiografía anarquista, de manera profunda y extensa, ocupándose también de otras ciencias humanas.
En una obra de la que hablé recientemente en este blog, El Estado frente a la anarquía (Síntesis, 2008), José Luis Gutiérrez Molina lo deja muy clarito: "los ácratas españoles crearon organizaciones que representaban la 'máxima modernidad' como instrumentos de la lucha de la clase obrera". Así, la estructura de la CNT en sindicatos únicos hay que verla como un ejemplo. Brenan, no solo realiza generalizaciones, sino que trata de dar una explicación sicológica poniendo la semilla de lo que hoy consideramos pobres tópicos: milenarismo y "rebeldía primitiva". Los anarquistas, en España o en cualquier otro lugar, son coherentes con sus principios antiautoritarios, lo cual está muy lejos de todo fervor religioso o fanatismo de cualquier índole; de hecho, sus propias organizaciones son un ejemplo de evolución en el tiempo y mejor adaptación a las condiciones sociales y económicas. En este último aspecto, la CNT acabó ofreciendo unas estructuras y unas tácticas capaces de hacer frente a un capitalismo tendente al monopolio. El movimiento anarquista, que no olvidemos que era mucho más amplio y tenía una visión integral (algo que Brenan acaba criticando como ejemplo de "conversión") era tan pragmático en su lucha diaria como convincente en sus objetivos finales. En ningún caso, al margen de las ideas con las que uno simpatice o con lo que considere que es posible lograr a nivel político y socioeconómico, es posible hablar de "rebeldía primitiva" ni de milenarismo, y mucho menos, como dice Brenan, de unas ideas en el fondo "reaccionarias".
Los tópicos, provenientes en gran medida de hispanistas como Brenan o de la cultura popular, sobre el anarquismo español empezaron a ser refutados ya en los años 60 y 70 del siglo XX. Gracias a ello, alguien con un mínimo de cultura política debe conocer que existe cierto componente en las ideas ácratas de pensamiento liberal e ilustrado, así como numerosos puntos en común en España con otras corrientes progresistas: republicanos, radicales, librepensadores... Algo tan elemental como esto echa por tierra cualquier lectura reaccionaria, de manera evidente o encubierta (de todo hay), sobre el anarquismo. Aclararé, por si no hay quedado claro, que hablo de anarquismo en España de modo amplio, no solo de la CNT, por mucha importancia que tuviera el sindicato dentro del movimiento libertario y aceptando que fue la organizaciones obrera en gran parte la que posibilitó la difusión y aceptación de un discurso amplio y ambicioso. Los historiadores Francisco Madrid y Claudio Venza, con una obra como Antología documental del anarquismo español (Fundación Anselmo Lorenzo, 2011), representan tal vez la superación definitiva de los tópicos de antiguas intepretaciones, ofreciendo además un extenso muestrarios de documentos consecuencia de una larga permanencia en archivos y bibliotecas. Es precisamente en este trabajo donde se observa el anarquismo ya de una manera decididamente amplia y compleja: desde la Primera Internacional y las organizaciones que se consideran sus herederas, a las estructuras sindicales y propiamente políticas, teniendo en cuenta también a organizaciones secundarias y, a veces, marginadas. Hay que dejar de lado, pues, los tópicos e indagar en esos primeros años después de la llegada de Fanelli en 1868 a España, con el gran esfuerzo y las intensas luchas de los anarquistas, para comprender de veras la construcción de sus bases ideológicas y organizativas.
En posteriores entradas, con la intención de seguir desmontando pobres lugares comunes, me seguiré ocupando de la historia del anarquismo en España, y también de sus aportaciones al arte y la cultura.
Para abrir boca, mencionaré brevemente artículos en publicaciones que se han ocupado del tema. Es el caso de Ayer, título que la Asociación de Historia Contemporánea, en coedición con Marcial Pons, Ediciones de Historia, ha dado a una serie de publicaciones sobre el pasado más próximo. En 2002, dedicaron un número al anarquismo español. En sus textos, realizados por conocidos investigadores sobre el tema, se observa la heterogeneidad y diversidad como características más notables del anarquismo. Alguien tan poco sospechoso de simpatías libertarias, como es el historiador Javier Paniagua, ofrece en su artículo "Otra vuelta de tuerca: las intepretaciones del arraigo del anarquismo en España. ¿Sigue la polémica?" (Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.1, abril 2006) la siguiente conclusión: el movimiento libertario supone, tal vez, la aportación más moderna que España ha legado a la constelación ideológica. Ya he mencionado en numerosas ocasiones esta publicación actual, Germinal. Revista de Estudios Libertarios, que tiene la intención de continuar esa labor de la historiografía anarquista, de manera profunda y extensa, ocupándose también de otras ciencias humanas.
En una obra de la que hablé recientemente en este blog, El Estado frente a la anarquía (Síntesis, 2008), José Luis Gutiérrez Molina lo deja muy clarito: "los ácratas españoles crearon organizaciones que representaban la 'máxima modernidad' como instrumentos de la lucha de la clase obrera". Así, la estructura de la CNT en sindicatos únicos hay que verla como un ejemplo. Brenan, no solo realiza generalizaciones, sino que trata de dar una explicación sicológica poniendo la semilla de lo que hoy consideramos pobres tópicos: milenarismo y "rebeldía primitiva". Los anarquistas, en España o en cualquier otro lugar, son coherentes con sus principios antiautoritarios, lo cual está muy lejos de todo fervor religioso o fanatismo de cualquier índole; de hecho, sus propias organizaciones son un ejemplo de evolución en el tiempo y mejor adaptación a las condiciones sociales y económicas. En este último aspecto, la CNT acabó ofreciendo unas estructuras y unas tácticas capaces de hacer frente a un capitalismo tendente al monopolio. El movimiento anarquista, que no olvidemos que era mucho más amplio y tenía una visión integral (algo que Brenan acaba criticando como ejemplo de "conversión") era tan pragmático en su lucha diaria como convincente en sus objetivos finales. En ningún caso, al margen de las ideas con las que uno simpatice o con lo que considere que es posible lograr a nivel político y socioeconómico, es posible hablar de "rebeldía primitiva" ni de milenarismo, y mucho menos, como dice Brenan, de unas ideas en el fondo "reaccionarias".
Los tópicos, provenientes en gran medida de hispanistas como Brenan o de la cultura popular, sobre el anarquismo español empezaron a ser refutados ya en los años 60 y 70 del siglo XX. Gracias a ello, alguien con un mínimo de cultura política debe conocer que existe cierto componente en las ideas ácratas de pensamiento liberal e ilustrado, así como numerosos puntos en común en España con otras corrientes progresistas: republicanos, radicales, librepensadores... Algo tan elemental como esto echa por tierra cualquier lectura reaccionaria, de manera evidente o encubierta (de todo hay), sobre el anarquismo. Aclararé, por si no hay quedado claro, que hablo de anarquismo en España de modo amplio, no solo de la CNT, por mucha importancia que tuviera el sindicato dentro del movimiento libertario y aceptando que fue la organizaciones obrera en gran parte la que posibilitó la difusión y aceptación de un discurso amplio y ambicioso. Los historiadores Francisco Madrid y Claudio Venza, con una obra como Antología documental del anarquismo español (Fundación Anselmo Lorenzo, 2011), representan tal vez la superación definitiva de los tópicos de antiguas intepretaciones, ofreciendo además un extenso muestrarios de documentos consecuencia de una larga permanencia en archivos y bibliotecas. Es precisamente en este trabajo donde se observa el anarquismo ya de una manera decididamente amplia y compleja: desde la Primera Internacional y las organizaciones que se consideran sus herederas, a las estructuras sindicales y propiamente políticas, teniendo en cuenta también a organizaciones secundarias y, a veces, marginadas. Hay que dejar de lado, pues, los tópicos e indagar en esos primeros años después de la llegada de Fanelli en 1868 a España, con el gran esfuerzo y las intensas luchas de los anarquistas, para comprender de veras la construcción de sus bases ideológicas y organizativas.
En posteriores entradas, con la intención de seguir desmontando pobres lugares comunes, me seguiré ocupando de la historia del anarquismo en España, y también de sus aportaciones al arte y la cultura.
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