Como ya se ha insistido, Kropotkin presenta una alternativa social y biológica a las tesis de Darwin. Frente a éstas, se presentan un mecanismos de evitación de la competencia, la cooperación como factor primordial del proceso de evolución, diferentes maneras de producirse la adaptación y un papel activo del sujeto (frente al pasivo del darwinismo). Kropotkin no era un geógrafo de salón ni un mero teórico, su apuesta por la cooperación en la naturaleza deriva de una rica experiencia de campo y se sustenta en toda una corriente de pensamiento sobre la sociabilidad del comportamiento animal, tal vez ignorada por el darwinismo. La sociabilidad, para Kropotkin, es un mecanismo clave en la evolución y son aquellas especies con un mayor desarrollo al respecto las que tienen más oportunidades de sobrevivir. Como es sabido, Kropotkin no negó la importancia de la competencia, pero no la considera una regla fija en el mundo animal ni en la sociedad humana. Si Darwin se basa en parte en las tesis de Malthus, Kropotkin niega a ambos al considerar que los animales viven, en la mayor parte de los casos, en un estado de subpoblación, en un nivel inferior a la explotación máxima del medio, por lo que no se produce el requisito básico para la lucha por la existencia y todo lo derivado de ella; son obstáculo s de orden natural, como las catástrofes físicas o climáticas, las que provocan importantes mortandades por encima de las que puede producir la competencia. Kropotkin observa que cada especie busca continuamente ampliar su territorio y, así, las condiciones físicas se transforman continuamente en cada región dada; la nueva variedad de animales se formaría mayoritariamente, no por desarrollar nuevas armas para arrebatar el alimento a sus congéneres, sino por la adopción de nuevas costumbres, por el desplazamiento a nuevos hogares y por la adaptación a nuevos alimentos. En definitiva, el animal posee una gran posibilidad de adaptación frente a un medio multiforme, el cual se transforma continuamente, por lo que podría decirse que es capaz de elegir su medio. Desde este punto de vista, cada vez se produce menos competencia, ya que resulta nociva y existen siempre mecanismos para evitarla.
En los pueblos primitivos, Darwin considera que la cooperación es un signo de barbarie y un obstáculo para el progreso. Para Kropotkin, resulta fundamentalmente positiva; por ejemplo, los intercambios de regalos son un mecanismo que anula la acumulación y la riqueza y asegura que no se desencadene la violencia y se rompa la cohesión social y la solidaridad del grupo. A ambos autores, Darwkin y Kropotkin, a pesar de sus divergencias, hay que contextualizarlos en el siglo XIX, en un momento de confianza exacerbada en el progreso y en los avances de la ciencia. El profesor Olivier Soubeyran, en su artículo "Darwin y Kropotkin: dos concepciones opuestas del progreso y sus implicaciones en geografía humana", habla de un renacimiento, en diversas ramas del conocimiento, de las tesis kropotkinianas frente a cierto resquebrajamiento de las darwinistas. Las insuficiencias explicativas de la selección natural y los problemas surgidos con ella han hecho que la idea de sociabilidad se esté imponiendo en la etología actual; en esta disciplina, Malthus también ha sufrido un retroceso, al conocerse que una población natural se estabiliza por debajo de los recursos alimentarios del medio en que habita. En genética, existen cada vez más casos de polimorfismos estables en el tiempo, lo que refuerza la tesis de Kropotkin acerca de que la adaptación no es unívoca, tal y como afirma Darwin. En antropología, cada vez más autores se distancian de la noción de progreso darwinista y observan que la cooperación y la solidaridad son elementos de cohesión en ciertas sociedades primitivas.
Las tesis darwinistas han influido, notablemente, en el mundo social y político. Según las mismas, los mejor adaptados son los que permiten conservar a la especie; así, cuanto más especializados estén los órganos de una planta o de un animal (es decir, más adaptados al medio), poseerán más ventajas respecto a otras especies. Cramer, discípulo de Darwin a pesar de todo, consideró en The method of Darwin (1896) que la extensión territorial no depende de un elevado grado de especialización a un entorno, sino de la ausencia de esa adaptación. Darwin habría sido incapaz de comprender que la extinción o rareza de una especie se encuentran vinculadas a la especialización extrema y, por el contrario, las ventajas generales se ecuentran ligadas a una amplia distribución. Cramer sí dedujo que las especies muy especializadas habrían perdido capacidad de adaptación a nuevas condiciones en proporción directa a su ganancia en las condiciones actuales. Desde este punto de vista, se desmorona la noción de progreso darwinista, basada en la adaptación, y se favorece un criterio de persistencia de la redundancia y de evitación del proceso de especialización. Esa noción basada en la superespecialización, triunfante en el mundo social, pero en evidente crisis como concepción de progreso, ha favorecido a los que detentan el poder. Si bien el hombre ha agotado su capacidad fisiológica para adaptarse al medio, aun nos queda el inmenso poder transformador de la cultura, el cual múltiplica las posibilidades de adaptación. Como señala Soubeyran, esto supone una gran esperanza, escepto en aquellas sociedades que se empecinan en seguir adaptadas culturalmente al modelo de progreso darwiniano.
En los pueblos primitivos, Darwin considera que la cooperación es un signo de barbarie y un obstáculo para el progreso. Para Kropotkin, resulta fundamentalmente positiva; por ejemplo, los intercambios de regalos son un mecanismo que anula la acumulación y la riqueza y asegura que no se desencadene la violencia y se rompa la cohesión social y la solidaridad del grupo. A ambos autores, Darwkin y Kropotkin, a pesar de sus divergencias, hay que contextualizarlos en el siglo XIX, en un momento de confianza exacerbada en el progreso y en los avances de la ciencia. El profesor Olivier Soubeyran, en su artículo "Darwin y Kropotkin: dos concepciones opuestas del progreso y sus implicaciones en geografía humana", habla de un renacimiento, en diversas ramas del conocimiento, de las tesis kropotkinianas frente a cierto resquebrajamiento de las darwinistas. Las insuficiencias explicativas de la selección natural y los problemas surgidos con ella han hecho que la idea de sociabilidad se esté imponiendo en la etología actual; en esta disciplina, Malthus también ha sufrido un retroceso, al conocerse que una población natural se estabiliza por debajo de los recursos alimentarios del medio en que habita. En genética, existen cada vez más casos de polimorfismos estables en el tiempo, lo que refuerza la tesis de Kropotkin acerca de que la adaptación no es unívoca, tal y como afirma Darwin. En antropología, cada vez más autores se distancian de la noción de progreso darwinista y observan que la cooperación y la solidaridad son elementos de cohesión en ciertas sociedades primitivas.
Las tesis darwinistas han influido, notablemente, en el mundo social y político. Según las mismas, los mejor adaptados son los que permiten conservar a la especie; así, cuanto más especializados estén los órganos de una planta o de un animal (es decir, más adaptados al medio), poseerán más ventajas respecto a otras especies. Cramer, discípulo de Darwin a pesar de todo, consideró en The method of Darwin (1896) que la extensión territorial no depende de un elevado grado de especialización a un entorno, sino de la ausencia de esa adaptación. Darwin habría sido incapaz de comprender que la extinción o rareza de una especie se encuentran vinculadas a la especialización extrema y, por el contrario, las ventajas generales se ecuentran ligadas a una amplia distribución. Cramer sí dedujo que las especies muy especializadas habrían perdido capacidad de adaptación a nuevas condiciones en proporción directa a su ganancia en las condiciones actuales. Desde este punto de vista, se desmorona la noción de progreso darwinista, basada en la adaptación, y se favorece un criterio de persistencia de la redundancia y de evitación del proceso de especialización. Esa noción basada en la superespecialización, triunfante en el mundo social, pero en evidente crisis como concepción de progreso, ha favorecido a los que detentan el poder. Si bien el hombre ha agotado su capacidad fisiológica para adaptarse al medio, aun nos queda el inmenso poder transformador de la cultura, el cual múltiplica las posibilidades de adaptación. Como señala Soubeyran, esto supone una gran esperanza, escepto en aquellas sociedades que se empecinan en seguir adaptadas culturalmente al modelo de progreso darwiniano.
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