Dejamos dicho anteriormente que el federalismo es el principio organizativo que los anarquistas consideran para que los grupos locales se asocien sin autoridad central alguna. Se solían citar los ejemplos del servicio postal y ferroviario como ejemplos de funciones complejas descentralizadas, y los anarquistas confían en que otras federaciones puedan funcionar sobre la base de la asociación voluntaria. Por su importancia, recordaremos una vez más a Proudhon, esta vez a través de las palabras de George Woodcock:
A pesar del aparente triunfo de la centralización política en forma del Estado, existen numerosos ejemplos de organizaciones federales creadas ad hoc para un fin determinado y que, después de realizar su labor anónima e ilegal, dejan atrás numerosos centros de actividad. Como ejemplos más generales, la lucha contra una nueva guerra en Irak hace una década, que dejo numerosos focos de resistencia que se mantienen al día de hoy, o el más reciente movimiento 15M, con su proceso de descentralización en las asambleas de barrio y sus múltiples iniciativas. Por lo tanto, la revolución propuesta por los anarquistas no necesita, tal como lo expresó Colin Ward en Anarquía en acción, de una dínamo central hacia fuera, sino de una multitud de personas conscientes que se reúnan en grupos con contactos informales entre sí; es el modo de enfrentarse al Estado y denunciar sus numerosas contradicciones, mediante prácticas descentralizadas y sin jerarquía alguna. El origen de gran número de asociaciones está en esa práctica local descentralizada, pero por algún motivo acaban sucumbiendo al centralismo; la conclusión anarquista pasa por confiar en que todas los ámbitos de actividad humana se inicien en lo local e inmediato, se vinculen entre sí en una trama sin centro y sin órgano ejecutivo, dando lugar a nuevas células a medida que crecen las originales. Frente a los que dudan de la eficacia de este modelo organizativo en algún campo, la primera pregunta ácrata sería ¿por qué no?, mientras que la segunda aludiría a cómo es posible fomentar en él la autonomía, la responsabilidad y las necesidades locales.
Como es sabido, Murray Bookchin apostaba como alternativa al Estado por el municipio libertario. La federación y confederación es clave para esta propuesta de organización política y social que institucionalice la interdependencia y asegure la potestad, libertad y soberanía de las asambleas locales. Así, en lugar de un gobierno central con una asamblea legislativa que vota para dar lugar a las leyes, la confederación puede concretarse en un congreso de delegados que coordina las políticas y prácticas de las comunidades miembros. Huelga decir que los delegados no serían representantes, ya que no tendrían como objetivo establecer políticas o leyes en nombre de unos miembros de la comunidad incapaces de decidir por sí mismos. Los miembros de la asamblea municipal (sinónimo en este caso de local, para evitar controversias) elegirían por democracia directa a los delegados, que se limitarían a llevar a cabo sus deseos en un consejo confederal (formado por delegados de las diferentes asambleas locales). Los delegados tendrían órdenes estrictas de votar de acuerdo con los deseos de los grupos locales de origen, y no tendrían capacidad para tomar decisiones políticas obviando las instrucciones concretas de su municipalidad; las responsabilidad de los delegados descansaría en las asambleas de ciudadanos, y éstas podrían revocar el cargo en caso de violar las normas. Por lo tanto, el consejo confederal no sería en realidad un órgano para tomar decisiones políticas, su propósito sería más bien administrativo: coordinar y ejecutar las políticas formulados por las asambleas locales.
Sería a nivel local donde los ciudadanos harían política, mediante asambleas verdaderamente democráticas; por supuesto, las dificultades técnicas para llevar a caba determinado proyecto político no suponen necesariamente que los miembros de base tengan los conocimientos al respecto (como tampoco los tienen los políticos estatales), sino presentar de manera clara y concisa todos los factores influyentes para que el común de los ciudadanos tenga una razonada comprensión y pueda tomar finalmente una decisión política para su posible ejecución. Aquí estriba la diferencia entre simplemente administrar y el hecho de tomar decisiones políticas; si los mismo administradores tienen además la capacidad de ejecutar, se colocan los cimientos para que finalmente exista un Estado (donde una élite acaba usurpando la potestad de los ciudadanos para tomar decisiones). En la propuesta de Bookchin, que hay que considerar una seria alternativa anarquista, existiría una ciudad nueva donde hacer política sería el privilegio exclusivo de las asambleas municipales de ciudadanos libres eligiendo en democracia directa. Por supuesto, en este tipo de contexto social y político seguirían existiendo los conflictos, pero se aseguraría un mayor control por parte del ciudadano gracias al consejo confederal formado por delegados de las asambleas locales y existiría además una mayor pluralidad, aunque se den proyectos que no sean aprobados finalmente por el conjunto.
Desde su punto de vista, el principio federal debería funcionar a partir del nivel más bajo de la sociedad. La organización de la administración debería empezar localmente y tan próxima como sea posible del control directo del pueblo; los individuos deberían iniciar el proceso, federándose en comunas y asociaciones. Por encima del nivel primario, la organización confederal se convertirá más en una coordinación entre grupos locales que en un órgano de administración. De ese modo, la nación quedaría sustituida por una confederación geográfica de regiones, y Europa se transformaría en una confederación de confederaciones, en la que el interés de la menor provincia tendría tanta importancia como el da la mayor, y en la que todos los asuntos serían arreglados por medio de acuerdos mutuos, compromisos y arbitrajes. Dentro de la evolución de las ideas anarquistas, El principio federativo (1863) es uno de los libros más importantes de Proudhon, ya que representa el primer estudio exhaustivo y liberarador de las ideas acerca de la organización federal como una alternativa práctica al nacionalismo político.El principio federal se sigue aplicando en el mundo moderno, lo podemos ver asiduamente en aquellas asociaciones que propicien la democracia de base y el hecho de que las personas estén en contacto con su mundo real y bien comunicadas a nivel general. En el mundo de la asociaciones voluntarias, se suele aplicar este principio y es obvio que los más enérgicos y activos son aquellos que inician su actividad y la toma de decisiones a un nivel local; muy al contrario, los que están controlados desde el centro se paralizan y no hay un contacto auténtico entre sus miembros.
A pesar del aparente triunfo de la centralización política en forma del Estado, existen numerosos ejemplos de organizaciones federales creadas ad hoc para un fin determinado y que, después de realizar su labor anónima e ilegal, dejan atrás numerosos centros de actividad. Como ejemplos más generales, la lucha contra una nueva guerra en Irak hace una década, que dejo numerosos focos de resistencia que se mantienen al día de hoy, o el más reciente movimiento 15M, con su proceso de descentralización en las asambleas de barrio y sus múltiples iniciativas. Por lo tanto, la revolución propuesta por los anarquistas no necesita, tal como lo expresó Colin Ward en Anarquía en acción, de una dínamo central hacia fuera, sino de una multitud de personas conscientes que se reúnan en grupos con contactos informales entre sí; es el modo de enfrentarse al Estado y denunciar sus numerosas contradicciones, mediante prácticas descentralizadas y sin jerarquía alguna. El origen de gran número de asociaciones está en esa práctica local descentralizada, pero por algún motivo acaban sucumbiendo al centralismo; la conclusión anarquista pasa por confiar en que todas los ámbitos de actividad humana se inicien en lo local e inmediato, se vinculen entre sí en una trama sin centro y sin órgano ejecutivo, dando lugar a nuevas células a medida que crecen las originales. Frente a los que dudan de la eficacia de este modelo organizativo en algún campo, la primera pregunta ácrata sería ¿por qué no?, mientras que la segunda aludiría a cómo es posible fomentar en él la autonomía, la responsabilidad y las necesidades locales.
Como es sabido, Murray Bookchin apostaba como alternativa al Estado por el municipio libertario. La federación y confederación es clave para esta propuesta de organización política y social que institucionalice la interdependencia y asegure la potestad, libertad y soberanía de las asambleas locales. Así, en lugar de un gobierno central con una asamblea legislativa que vota para dar lugar a las leyes, la confederación puede concretarse en un congreso de delegados que coordina las políticas y prácticas de las comunidades miembros. Huelga decir que los delegados no serían representantes, ya que no tendrían como objetivo establecer políticas o leyes en nombre de unos miembros de la comunidad incapaces de decidir por sí mismos. Los miembros de la asamblea municipal (sinónimo en este caso de local, para evitar controversias) elegirían por democracia directa a los delegados, que se limitarían a llevar a cabo sus deseos en un consejo confederal (formado por delegados de las diferentes asambleas locales). Los delegados tendrían órdenes estrictas de votar de acuerdo con los deseos de los grupos locales de origen, y no tendrían capacidad para tomar decisiones políticas obviando las instrucciones concretas de su municipalidad; las responsabilidad de los delegados descansaría en las asambleas de ciudadanos, y éstas podrían revocar el cargo en caso de violar las normas. Por lo tanto, el consejo confederal no sería en realidad un órgano para tomar decisiones políticas, su propósito sería más bien administrativo: coordinar y ejecutar las políticas formulados por las asambleas locales.
Sería a nivel local donde los ciudadanos harían política, mediante asambleas verdaderamente democráticas; por supuesto, las dificultades técnicas para llevar a caba determinado proyecto político no suponen necesariamente que los miembros de base tengan los conocimientos al respecto (como tampoco los tienen los políticos estatales), sino presentar de manera clara y concisa todos los factores influyentes para que el común de los ciudadanos tenga una razonada comprensión y pueda tomar finalmente una decisión política para su posible ejecución. Aquí estriba la diferencia entre simplemente administrar y el hecho de tomar decisiones políticas; si los mismo administradores tienen además la capacidad de ejecutar, se colocan los cimientos para que finalmente exista un Estado (donde una élite acaba usurpando la potestad de los ciudadanos para tomar decisiones). En la propuesta de Bookchin, que hay que considerar una seria alternativa anarquista, existiría una ciudad nueva donde hacer política sería el privilegio exclusivo de las asambleas municipales de ciudadanos libres eligiendo en democracia directa. Por supuesto, en este tipo de contexto social y político seguirían existiendo los conflictos, pero se aseguraría un mayor control por parte del ciudadano gracias al consejo confederal formado por delegados de las asambleas locales y existiría además una mayor pluralidad, aunque se den proyectos que no sean aprobados finalmente por el conjunto.
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