viernes, 19 de abril de 2013

El componente social en el anarquismo


La cuestión social dentro del anarquismo es uno de los puntos clave para desentrañar sus propuestas políticas. Si liberalismo y anarquismo pudieron tener algunos puntos históricos en común, como puede ser la importancia del disentimiento frente a las opiniones establecidas o la crítica al poder instituido, con el tiempo no tardaran en divergir de forma severa; esto es, obviamente, por indentificarse el liberalismo como actitud moral y personal como una ideología de las clases burguesas modernas. Es más, el liberalismo ha abierto paso, con su ideal del laissez-faire en un contexto de libre mercado, la intervención mínima o nula del Estado en la economía, a mayores desigualdades en beneficio de ciertos grupos sociales (no del conjunto de la sociedad). Es importante recalcar esto, resulta muy diferenciable y en muchos aspectos irreconciliables la actitud política y social liberal de lo que debemos entender como libertaria, propia del anarquismo. Con Godwin, y aunque nos situamos en una época previa a la industrialización, nos encontramos ya una critica demoladora a la propiedad privada y a las enormes desigualdades que conlleva; no obstante, la visión de este autor no es nada simplista, y realiza una distinción entre la propiedad y las posesiones, que será luego retomada por Proudhon. La propiedad sería el resultado de un sistema injusto de la distribución de la riqueza, mientras que la posesión resulta inherente al progreso del hombre, ya que éste tiene unas necesidades básicas que satisfacer y debe recibir los frutos de su trabajo.

Además de Godwin, hay que reseñar a otros autores dentro de la tradición libertaria, que no son específicamente anarquistas. Así, John Stuart Mill posee rasgos libertarios, además de liberales, especialmente en su concepción de la sociedad y en su preocupación por las desigualdades (no solo entre seres humanos, también entre hombres y mujeres). Stuart Mill siguió en muchos aspectos a Jeremy Bentham, otro autor no estrictamente ácrata, pero al que podemos considerar libertario en algunos aspectos éticos y políticos. En los llamados socialistas utópicos, también encontramos rasgos libertarios; Saint-Simon es considerado el primer autor en considerar que la política debería dejar paso a la administración de los asuntos económicos, aunque no es posible considerarle anarquista al preconizar la necesidad de un gobierno jerarquizado (eso sí, más directivo que autoritario), pero sí otorga un sentido primordial a la solidaridad como factor de cohesión social; Owen, más reacio al desarrollo de la sociedad industrial, fue más favorable a la existencia de pequeñas comunas en las que fuera posible una vida integral, donde influirá notablemente en el socialismo y anarquismo posterior será en los aspectos educativos; la preocupación de Fourier por la libertad y por la erradicación social del autoritarismo le sitúa muy cerca del anarquismo, son muy originales sus preocupaciones sicológicas sobre el individuo al desear liberar en sentido emancipador todas las pasiones humanas. Tal vez muchas de las propuestas de los socialistas utópicos se hayan visto posteriormente como ingenuas, pero los anarquistas fueron mucho más flexibles que otras corrientes y reconocieron su legado, especialmente en su deseo común de una revolución social integral y no solo económica.

Con Proudhon, hay que hablar directamente de anarquismo situando el origen de la división, irreconciliable en la práctica, entre socialistas autoritarios y socialistas libertarios. Como es sabido, Proudhon fue un hombre de grandes contradicciones, con diversos cambios en su visión sobre la propiedad y el salario, pero al que hay que considerar como un importante filósofo anarquista en el que encontramos ya unos rasgos primordiales para las ideas libertarias como es la cuestión federalista. Sin embargo, será después con Bakunin y con Kropotkin con los que encontramos ya la formulación del anarquismo con su componente social, llámese colectivismo o comunismo. Con Malatesta, tenemos una exposición clara del socialismo y de la anarquía, hasta el punto de considerar ambos términos estrechamente ligados; la explotación económica y la dominación política vendrían a ser dos aspectos de un mismo hecho. En Malatesta, observamos ya una crítica severa a ciertas corrientes que quieren llamarse anarquistas sin analizar ni combatir la dominación de un modo amplio:
El socialismo sin la anarquía, esto es, el socialismo gubernamental, lo creemos imposible, puesto que sería destruido por el mismo órgano destinado a mantenerlo.
La anarquía sin el socialismo nos parece igualmente imposible, puesto que, en tal caso, esa no podría ser más que el dominio de los más fuertes y, por tanto, pronto comenzaría la organización y la consolidación de este dominio; esto es, la constitución del gobierno.
Se trata del componente social, organizativo e incluso moral del anarquismo, que tanto ha reivindicado recientemente Murray Bookchin. Rudolf Rocker, en su libro sobre una de las tendencias organizativas del anarquismo, Anarcosindicalismo. Teoría y práctica, considera que el ideal ácrata tiene en común con otras corrientes socialistas el deseo de abolir todo monopolio económico, mientras que lo que lo diferencia es considerar que la guerra contra el capitalismo debe ser también un combate contra todas las instituciones de poder político: de nuevo observamos la insistencia ácrata en la unión entre la explotación económica y la dominación política y social. El muy exhaustivo Rocker analiza la cuestión de forma extensa, especialmente en Nacionalismo y cultura.

Las palabras socialismo y, especialmente, comunismo han sido muy pervertidas por la praxis estatista; esto es así, hasta el punto que hoy se identifica con esos regímenes totalitarios, por lo que se suelen rechazar de forma inmediata. Sin embargo, el anarquismo nace y se desarrolla como una corriente socialista, algo que resulta tremendamente reivindicable si se insiste en que nada tiene que ver con la dominación y sí con la emancipación social. La manera de entender el individualismo ácrata es que el mayor número de hombres y mujeres a nuestro alrededor sean libres, parafraseando a Bakunin. Libertad e igualdad van unidas, por lo que entramos en la participación de cada persona en la producción económica y en el disfrute de la riqueza social; hablamos, por lo tanto, de socialismo como explotación colectiva de los medios de producción y de respeto a la libertad individual y a la iniciativa privada. Esta conciliación, que resume la definición del anarquismo de Rocker como síntesis entre socialismo y liberalismo no es fácil, pero ninguna concepción utópica lo es en el momento de su formulación.

Colin Ward, por mencionar otro autor anarquista reciente, entendía el socialismo libertario como un movimiento cooperativo que supusiera una multiplicidad de formas de propiedad colectiva de los medios de producción, de distribución y de intercambio. No obstante, existe una gran variedad de ideas y corrientes anarquistas, pero ninguna debería verse como absoluta ni exenta de ese componente social y auténticamente progresista. La organización ácrata, que sigue poseyendo diversas expresiones en la actualidad, y es bueno que así sea, debería seguir confiando en sus raíces ilustradas, socialistas y autogestionarias, así como en la moral del apoyo mutuo y en la solidaridad como factor de cohesión social, al mismo tiempo que encuentra nuevas e importantes formulaciones que, en ningún caso, deberían romper con lo anterior.

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