Dedicamos este texto a lo que será el desarrollo del movimiento en España a finales del siglo XIX, al que ya podemos calificar ya de anarquista; recordemos que la llegada de Fanelli, algo que por sí solo obviamente no puede explicar lo que fue el germen del anarquismo, cuyo desarrollo se ha atribuido casi al azar por parte de algunos historiadores, dará lugar a la sección española de la AIT, la cual adopta los principios libertarios de Bakunin, pero también se ve influida por un rico corpus precedente; incluimos al final un pequeño glosario para mayor comprensión de siglas y corrientes anarquistas
Como dijimos en textos precedentes, con la llegada de Fanelli a España se constituyen dos secciones: el núcleo promotor de la Internacional española en Madrid y, algo después, el grupo organizador en Barcelona. Si algunos historiadores, incluso de condición ideológica muy diferente, atribuyen más o menos al alzar el desarrollo del anarquismo en España (es decir, basto que llegara Fanelli para que todos se hicieran seguidores de Bakunin), Francisco Madrid sostiene que ese argumento no tiene base sólida alguna en la que apoyarse. Después de cierto periodo de preparativos y propaganda, se convocó un congreso obrero en Barcelona en junio de 1870; en él, se confirma la tendencia bakuninista, es decir, abstencionista en política, y se pusieron las bases organizativas desarrolladas posteriormente en los distintos congresos que la Internacional celebrará hasta 1874. De aquel congreso, nacerá la Federación Regional de Trabajadores (FRE), como sección española de la AIT. La organización quedaba estructura en dos vertientes federativas, una social y otra económica, partiendo ambas de la sección de oficio. En la vertiente social, las secciones del mismo oficio de una determinada localidad formaban la federación local; la federación comarcal estaría compuesta por las federaciones locales de la comarca; las federaciones comarcales darían lugar a las federaciones regionales, cuyos miembros eran elegidos en los congresos anuales. En la otra vertiente, las secciones de oficio símiles se federaban dando lugar a la agrupación local de oficios símiles, las cuales federadas formaban en todo el territorio la unión de oficios símiles. Esta estructura organizativa debía ser efectiva gracias a la recogida de todos los datos necesarios para conocer de forma exhaustiva la situación laboral de los obreros de cada oficio (empresas existentes, secciones, número de afiliados…); es por eso que se dará una importancia primordial a la estadística, considerada junto a la sociología como auténticas ciencias revolucionarias.
Una de las herramientas clásicas de lucha de la clase obrera era la huelga. Los internacionalistas españoles consideraron que, si no había detrás una organización fuerte capaz de sostenerlas, las huelgas podían ser estériles y contraproducentes. Es por eso que se concedió una capital importancia, culminante en el mencionado congreso de junio de 1870, al problema organizativo con ese complejo entramado en el que se mostraron ya preocupaciones de generar una rigidez burocrática. No obstante, siempre existió un factor espontáneo en las formas de lucha de la FRE (y, posteriormente, en su sucesora: la Federación de Trabajadores de la Región Española) o, con seguridad, no se habría desarrollado como lo hizo el movimiento anarquista. Otra de las herramientas de lucha adoptadas fue la resistencia solidaria; todos los trabajadores debían esforzarse en crear cajas de resistencia en las distintas secciones de oficio, dando lugar a sociedades que formaran asociaciones nacionales de secciones de oficio capaces de reunir todos los datos de cada industria para llevar las huelgas al éxito.
El llamado Sexenio Revolucionario en España (1868-1874), a pesar de ser a priori un periodo de mayores libertades, supuso la persecución de la Internacional española. Sobre todo después de la insurrección cantonalista, la Primera República reprimirá con dureza a la Internacional; es así hasta el punto que empezaba a plantearse seriamente el pasar a la clandestinidad, ya que la visibilidad de una organización expuesta a tanta represión restaba de forma obvia efectividad revolucionaria. De 1874 a 1881 la Internacional será obligada por la fuerza a pasar a la clandestinidad, algo que traería ventajas e inconvenientes; numerosos militantes obreros fueron detenidos y otros obligados al exilio, mientras las actividades organizativas y propagandísticas no cesaban, algo que parece demostrar el arraigo que las ideas habían adquirido. No se dejaron de publicar periódicos ni de dar conferencias y, ante la imposibilidad de celebrar congresos regulares, se puso en práctica un sistema de conferencias comarcales anuales. Hay que destacar en este momento el carácter abiertamente revolucionario que la FRE iba adoptando, de tal manera que en 1876 se decidió crear grupos de acción revolucionaria, los cuales se mantendrán cuando la organización pasara otra vez a la luz pública en 1881.
En febrero de 1881, suben al poder los liberales liderados por Mateo Sagasta, lo que inicio un periodo de relativa libertad. El movimiento obrero lo aprovecha para reconstituir las uniones de oficio, lo que da lugar en septiembre a la creación de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). Sus posiciones, ideológicas y organizativas, serán similares a la de la extinta FRE: se adopta el colectivismo anarquista y se considera, igualmente, que la huelga debe ser regularizada para conseguir que sea eficaz. Aunque se mantuvo en general la autonomía de los grupos y la independencia de las resoluciones, se ha señalado que la nueva organización tendía más al centralismo y la burocratización, lo que provocó ciertos recelos. Paulatinamente, se fueron introduciendo a partir de 1886 en el anarquismo las ideas comunistas libertarias, corriente que se enfrentará al colectivismo de origen bakuninista. La crisis de la nueva organización, provocada por su estructura organizativa, unida a esa controversia ideológica en el anarquismo, junto a nuevas persecuciones gubernamentales, empujó a su desaparición en 1888. Dos nuevas organización, separadas, aparecerán en la nueva situación tras la desaparición de la FRTE: el Pacto de Unión y Solidaridad, que tenía como objetivo la resistencia frente al capital, y la Organización Anarquista de la Región Española (OARE), cuyos fines eran sentar las bases para una revolución anarquista sin que se excluyera ninguna corriente en la misma, fuera colectivista, comunista o individualista. El periodo de retroceso orgánico, de forma quizá no tan paradójica, vino unido a un florecimiento de los debates ideológicos, nacen nuevas publicaciones y se celebran certámenes socialistas en los que participarán los que serán nombres ilustres dentro del anarquismo como Tarrida del Mármol o Ricardo Mella.
La última década del siglo XIX ha sido calificada, en la historia anarquista como terrorista. Es evidente que las estructuras organizativas en el incipiente movimiento anarquista habían sido convulsionadas por diferentes motivos y se empujó a las militantes a formas más espontaneístas y a la creación de grupos de acción, dentro de cuyos objetivos no entraban necesariamente los atentados; se trataba de combinar todas las formas de lucha posible dentro de una estructura lo suficientemente flexible para hacer frente a la represión estatal, que no tardaría en llegar. Otra obviedad es que los escasos atentados, algunos de autoría dudosa, a pesar de tener una gran trascendencia social, no justificaban en absoluto la barbarie gubernamental, ni podía compararse a ella a ningún nivel. La persecución estatal se había producido desde los primeros años calificando a la Internacional como un grupo criminal, intensificándose según el periodo, e incluso transfiriéndose a la jurisdicción militar la competencia en caso de terrorismo, con el colofón en 1896 de una ley que autorizaba al gobierno a suprimir publicaciones y centros anarquistas. Son conocidos los hechos, bárbaros y desproporcionados, del Proceso de Montjuic, que condujo a la muerte, a prisión o al destierro a numerosos anarquistas.
Esta situación de represión afectó durante un tiempo a la militancia ácrata, aunque la solidaridad internacional y las peticiones de revisión del Proceso de Montjuic llevarán muy pronto a que se revitalizara el movimiento anarquista a principios del siglo XX.
Glosario:
AIT (Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional): fue fundada en Londres en septiembre de 1864 con el objetivo de organizar al proletariado en Europa, iniciada por sindicatos obreros británicos, franceses y algunos otros exilados en la capital inglesa en un periodo de graves convulsiones políticas; la división posterior entre partidarios de la participación electoral y apolíticos (junto a otros rasgos irreconciliables de tipo ideológico y organizativo) llevará a que la llamada Segunda Internacional (1889) sea ya de naturaleza socialdemócrata, aunque en 1922 nacerá una nueva AIT fundada por anarcosindicalistas y sindicalistas revolucionarios, la cual reivindicará la naturaleza libertaria de la Primera Internacional, que llega hasta nuestros días.
FRE (Federación Regional Española de la AIT): la sección española de la AIT fundada en Barcelona en junio de 1870 asumiendo los principios de Bakunin, aunque con algunos precedentes ideológicos y organizativos a tener en cuenta para lo que será el movimiento anarquista: influencias del socialismo utópico, societarismo obrero, radicalización del liberalismo o el federalismo de Pi y Margall influido por Proudhon; su estructura será federalista, tanto a nivel económico como social, respetando la independencia y autonomía de cada grupo.
FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española): fundada en Barcelona en 1881, sustituta de la FRE, adoptó en principio igualmente el colectivismo de Bakunin, aunque fue acusada de mayor centralismo y burocratización; se enfrentará muy pronto a nuevas persecuciones gubernamentales que, junto a la controversia ideológica con el comunismo libertario, empujará a su extinción en 1888.
Pacto de Unión y Solidaridad o Federación Española de Resistencia al Capital: organización nacida en Valencia en 1888 tras la desaparición de la FTRE, aunque separada de la condición revolucionaria de la que será la OARE, ya que sus objetivos eran la creación de una fuerza de resistencia al capitalismo, aprobando para ello la huelga en condiciones controlables para su mayor eficacia.
OARE (Organización Anarquista de la Región Española): la otra organización nacida en Valencia tras la desaparición de la FTRE y de vida efímera, tuvo como objetivo superar las diferencias ideológicas dentro del anarquismo y preparar una posible revolución libertaria.
Colectivismo: concepción anarquista inspirada en Bakunin, aunque con el precedente de Proudhon, basada en la retribución del trabajo sobre la evaluación de la hora de labor; la sociedad, organizada de modo federal y democrático de abajo arriba, retribuiría a los trabajadores según su trabajo personal, teniendo en cuenta la independencia de cada uno, y también con incentivos; los medios de producción serán colectivos, pero no así el producto del trabajo, repartido según el esfuerzo de cada uno.
Comunismo libertario o anarquista: representada por Kropotkin, Malatesta, Reclus y Cafiero, entre otros, reprochará a la concepción colectivista su injusticia al considerar que no se superará el trabajo asalariado y que la sociedad continuará vigilando y comprando la fuerza de trabajo; se acepta la remuneración como algo temporal, pero se considera que nuevas formas de posesión, la colectivización de los medios de producción, suponen nuevos tipos de retribución y que hay que poner la necesidades por encima de los servicios, por lo que el producto del trabajo pertenecerá igualmente a todos; su lema es "a cada uno según sus necesidades".
Referencias:
-Antonio López Estudillo, "El anarquismo español decimonónico", dentro de la revista Ayer número 45 (Asociación de Historia Contemporánea y Marcial Pons Ediciones de Historia, 2002), dedicada al anarquismo español
-Francisco Madrid y Claudio Venza, Antología documental del anarquismo español. Organización y revolución: De la Primera Internacional al Proceso de Montjuic (1868-1896) (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2001).
-José Álvarez Junco, La ideología política del anarquismo español (1868-1910) (Siglo XXI de España Editores, Madrid 1991).
-Josep Termes, Anarquismo y sindicalismo en España (1864-1881) (Editorial Crítica, Barcelona 2000).
-Juan Gómez Casas, Historia del anarcosindicalismo español (LaMalatesta, Madrid 2006).
Como dijimos en textos precedentes, con la llegada de Fanelli a España se constituyen dos secciones: el núcleo promotor de la Internacional española en Madrid y, algo después, el grupo organizador en Barcelona. Si algunos historiadores, incluso de condición ideológica muy diferente, atribuyen más o menos al alzar el desarrollo del anarquismo en España (es decir, basto que llegara Fanelli para que todos se hicieran seguidores de Bakunin), Francisco Madrid sostiene que ese argumento no tiene base sólida alguna en la que apoyarse. Después de cierto periodo de preparativos y propaganda, se convocó un congreso obrero en Barcelona en junio de 1870; en él, se confirma la tendencia bakuninista, es decir, abstencionista en política, y se pusieron las bases organizativas desarrolladas posteriormente en los distintos congresos que la Internacional celebrará hasta 1874. De aquel congreso, nacerá la Federación Regional de Trabajadores (FRE), como sección española de la AIT. La organización quedaba estructura en dos vertientes federativas, una social y otra económica, partiendo ambas de la sección de oficio. En la vertiente social, las secciones del mismo oficio de una determinada localidad formaban la federación local; la federación comarcal estaría compuesta por las federaciones locales de la comarca; las federaciones comarcales darían lugar a las federaciones regionales, cuyos miembros eran elegidos en los congresos anuales. En la otra vertiente, las secciones de oficio símiles se federaban dando lugar a la agrupación local de oficios símiles, las cuales federadas formaban en todo el territorio la unión de oficios símiles. Esta estructura organizativa debía ser efectiva gracias a la recogida de todos los datos necesarios para conocer de forma exhaustiva la situación laboral de los obreros de cada oficio (empresas existentes, secciones, número de afiliados…); es por eso que se dará una importancia primordial a la estadística, considerada junto a la sociología como auténticas ciencias revolucionarias.
Una de las herramientas clásicas de lucha de la clase obrera era la huelga. Los internacionalistas españoles consideraron que, si no había detrás una organización fuerte capaz de sostenerlas, las huelgas podían ser estériles y contraproducentes. Es por eso que se concedió una capital importancia, culminante en el mencionado congreso de junio de 1870, al problema organizativo con ese complejo entramado en el que se mostraron ya preocupaciones de generar una rigidez burocrática. No obstante, siempre existió un factor espontáneo en las formas de lucha de la FRE (y, posteriormente, en su sucesora: la Federación de Trabajadores de la Región Española) o, con seguridad, no se habría desarrollado como lo hizo el movimiento anarquista. Otra de las herramientas de lucha adoptadas fue la resistencia solidaria; todos los trabajadores debían esforzarse en crear cajas de resistencia en las distintas secciones de oficio, dando lugar a sociedades que formaran asociaciones nacionales de secciones de oficio capaces de reunir todos los datos de cada industria para llevar las huelgas al éxito.
El llamado Sexenio Revolucionario en España (1868-1874), a pesar de ser a priori un periodo de mayores libertades, supuso la persecución de la Internacional española. Sobre todo después de la insurrección cantonalista, la Primera República reprimirá con dureza a la Internacional; es así hasta el punto que empezaba a plantearse seriamente el pasar a la clandestinidad, ya que la visibilidad de una organización expuesta a tanta represión restaba de forma obvia efectividad revolucionaria. De 1874 a 1881 la Internacional será obligada por la fuerza a pasar a la clandestinidad, algo que traería ventajas e inconvenientes; numerosos militantes obreros fueron detenidos y otros obligados al exilio, mientras las actividades organizativas y propagandísticas no cesaban, algo que parece demostrar el arraigo que las ideas habían adquirido. No se dejaron de publicar periódicos ni de dar conferencias y, ante la imposibilidad de celebrar congresos regulares, se puso en práctica un sistema de conferencias comarcales anuales. Hay que destacar en este momento el carácter abiertamente revolucionario que la FRE iba adoptando, de tal manera que en 1876 se decidió crear grupos de acción revolucionaria, los cuales se mantendrán cuando la organización pasara otra vez a la luz pública en 1881.
En febrero de 1881, suben al poder los liberales liderados por Mateo Sagasta, lo que inicio un periodo de relativa libertad. El movimiento obrero lo aprovecha para reconstituir las uniones de oficio, lo que da lugar en septiembre a la creación de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). Sus posiciones, ideológicas y organizativas, serán similares a la de la extinta FRE: se adopta el colectivismo anarquista y se considera, igualmente, que la huelga debe ser regularizada para conseguir que sea eficaz. Aunque se mantuvo en general la autonomía de los grupos y la independencia de las resoluciones, se ha señalado que la nueva organización tendía más al centralismo y la burocratización, lo que provocó ciertos recelos. Paulatinamente, se fueron introduciendo a partir de 1886 en el anarquismo las ideas comunistas libertarias, corriente que se enfrentará al colectivismo de origen bakuninista. La crisis de la nueva organización, provocada por su estructura organizativa, unida a esa controversia ideológica en el anarquismo, junto a nuevas persecuciones gubernamentales, empujó a su desaparición en 1888. Dos nuevas organización, separadas, aparecerán en la nueva situación tras la desaparición de la FRTE: el Pacto de Unión y Solidaridad, que tenía como objetivo la resistencia frente al capital, y la Organización Anarquista de la Región Española (OARE), cuyos fines eran sentar las bases para una revolución anarquista sin que se excluyera ninguna corriente en la misma, fuera colectivista, comunista o individualista. El periodo de retroceso orgánico, de forma quizá no tan paradójica, vino unido a un florecimiento de los debates ideológicos, nacen nuevas publicaciones y se celebran certámenes socialistas en los que participarán los que serán nombres ilustres dentro del anarquismo como Tarrida del Mármol o Ricardo Mella.
La última década del siglo XIX ha sido calificada, en la historia anarquista como terrorista. Es evidente que las estructuras organizativas en el incipiente movimiento anarquista habían sido convulsionadas por diferentes motivos y se empujó a las militantes a formas más espontaneístas y a la creación de grupos de acción, dentro de cuyos objetivos no entraban necesariamente los atentados; se trataba de combinar todas las formas de lucha posible dentro de una estructura lo suficientemente flexible para hacer frente a la represión estatal, que no tardaría en llegar. Otra obviedad es que los escasos atentados, algunos de autoría dudosa, a pesar de tener una gran trascendencia social, no justificaban en absoluto la barbarie gubernamental, ni podía compararse a ella a ningún nivel. La persecución estatal se había producido desde los primeros años calificando a la Internacional como un grupo criminal, intensificándose según el periodo, e incluso transfiriéndose a la jurisdicción militar la competencia en caso de terrorismo, con el colofón en 1896 de una ley que autorizaba al gobierno a suprimir publicaciones y centros anarquistas. Son conocidos los hechos, bárbaros y desproporcionados, del Proceso de Montjuic, que condujo a la muerte, a prisión o al destierro a numerosos anarquistas.
Esta situación de represión afectó durante un tiempo a la militancia ácrata, aunque la solidaridad internacional y las peticiones de revisión del Proceso de Montjuic llevarán muy pronto a que se revitalizara el movimiento anarquista a principios del siglo XX.
Glosario:
AIT (Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional): fue fundada en Londres en septiembre de 1864 con el objetivo de organizar al proletariado en Europa, iniciada por sindicatos obreros británicos, franceses y algunos otros exilados en la capital inglesa en un periodo de graves convulsiones políticas; la división posterior entre partidarios de la participación electoral y apolíticos (junto a otros rasgos irreconciliables de tipo ideológico y organizativo) llevará a que la llamada Segunda Internacional (1889) sea ya de naturaleza socialdemócrata, aunque en 1922 nacerá una nueva AIT fundada por anarcosindicalistas y sindicalistas revolucionarios, la cual reivindicará la naturaleza libertaria de la Primera Internacional, que llega hasta nuestros días.
FRE (Federación Regional Española de la AIT): la sección española de la AIT fundada en Barcelona en junio de 1870 asumiendo los principios de Bakunin, aunque con algunos precedentes ideológicos y organizativos a tener en cuenta para lo que será el movimiento anarquista: influencias del socialismo utópico, societarismo obrero, radicalización del liberalismo o el federalismo de Pi y Margall influido por Proudhon; su estructura será federalista, tanto a nivel económico como social, respetando la independencia y autonomía de cada grupo.
FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española): fundada en Barcelona en 1881, sustituta de la FRE, adoptó en principio igualmente el colectivismo de Bakunin, aunque fue acusada de mayor centralismo y burocratización; se enfrentará muy pronto a nuevas persecuciones gubernamentales que, junto a la controversia ideológica con el comunismo libertario, empujará a su extinción en 1888.
Pacto de Unión y Solidaridad o Federación Española de Resistencia al Capital: organización nacida en Valencia en 1888 tras la desaparición de la FTRE, aunque separada de la condición revolucionaria de la que será la OARE, ya que sus objetivos eran la creación de una fuerza de resistencia al capitalismo, aprobando para ello la huelga en condiciones controlables para su mayor eficacia.
OARE (Organización Anarquista de la Región Española): la otra organización nacida en Valencia tras la desaparición de la FTRE y de vida efímera, tuvo como objetivo superar las diferencias ideológicas dentro del anarquismo y preparar una posible revolución libertaria.
Colectivismo: concepción anarquista inspirada en Bakunin, aunque con el precedente de Proudhon, basada en la retribución del trabajo sobre la evaluación de la hora de labor; la sociedad, organizada de modo federal y democrático de abajo arriba, retribuiría a los trabajadores según su trabajo personal, teniendo en cuenta la independencia de cada uno, y también con incentivos; los medios de producción serán colectivos, pero no así el producto del trabajo, repartido según el esfuerzo de cada uno.
Comunismo libertario o anarquista: representada por Kropotkin, Malatesta, Reclus y Cafiero, entre otros, reprochará a la concepción colectivista su injusticia al considerar que no se superará el trabajo asalariado y que la sociedad continuará vigilando y comprando la fuerza de trabajo; se acepta la remuneración como algo temporal, pero se considera que nuevas formas de posesión, la colectivización de los medios de producción, suponen nuevos tipos de retribución y que hay que poner la necesidades por encima de los servicios, por lo que el producto del trabajo pertenecerá igualmente a todos; su lema es "a cada uno según sus necesidades".
Referencias:
-Antonio López Estudillo, "El anarquismo español decimonónico", dentro de la revista Ayer número 45 (Asociación de Historia Contemporánea y Marcial Pons Ediciones de Historia, 2002), dedicada al anarquismo español
-Francisco Madrid y Claudio Venza, Antología documental del anarquismo español. Organización y revolución: De la Primera Internacional al Proceso de Montjuic (1868-1896) (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2001).
-José Álvarez Junco, La ideología política del anarquismo español (1868-1910) (Siglo XXI de España Editores, Madrid 1991).
-Josep Termes, Anarquismo y sindicalismo en España (1864-1881) (Editorial Crítica, Barcelona 2000).
-Juan Gómez Casas, Historia del anarcosindicalismo español (LaMalatesta, Madrid 2006).
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