Para el anarquismo, la autogestión sería un proyecto o movimiento
social que tiene como medio y finalidad que la empresa y el conjunto de
la economía sean administradas por aquellos que se encuentran
directamente vinculados a la producción, distribución y uso de bienes y
servicios; este concepto, de nivel colectivo, tiene también como ideal
la autonomía del individuo. Aunque se ha apuntado lo económico como
objetivo de la autogestión, puede extenderse a toda la práctica social
propugnando la democracia directa como el tipo de funcionamiento en las
instituciones.
La autogestión tiene como contrapartida la heterogestión, según la cual se dirige la economía, la política, o cualquier otra práctica social, desde el exterior del conjunto de los directamente afectados, normalmente por un grupo minoritario que es el que toma las decisiones (así ocurre en el sistema capitalista y estatal); así, de modo similar, la autonomía se opone a la heteronomía, donde las normas se dictarían desde fuera de la comunidad sin que el conjunto de sus miembros puedan decidir sobre ellas. El anarquismo, lejos de ser un sistema social y político acabado, apostaría por la autogestión como un proyecto y un método elegido por los miembros del grupo afectado (a pequeña escala, puede ser una factoría o una escuela, hasta alcanzar el conjunto de la sociedad).
Por supuesto, aunque se insiste en la autonomía individual, el anarquismo observa al ser humano como un ente social, codependiente del resto de miembros de la sociedad; la manera de entender la libertad individual tendría una condición fundamental en la participación de la autogestión colectiva, sin coacción exterior alguna, por lo que aquella no se compromete. La práctica habitual en la historia de la humanidad han sido la heterogestión y heteronomía, lo cual no supone que para el futuro no exista un cambio de paradigma y se vayan consolidando prácticas de autogestión. El ideal ácrata aspira a una autogestión del conjunto de la sociedad, por lo que implica la desaparición de todos los centros de poder donde ahora se gestiona por parte de una minoría (partidos políticos, burocracias sindicales, el conjunto del Estado…) y la participación de todos los miembros de la comunidad gracias a la descentralización y sin que existan intermediarios ni dirigentes. Por lo tanto, la autogestión anarquista supone una transformación radical de la sociedad.
Recordaremos el decálogo de autogestión, citado en el texto "Utopía colectiva y autonomía individual", de Nelson Méndez y Alfredo Vallota, publicado en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.2:
Si hablamos de economía autogestionaria solo podemos estar hablando de socialismo, por concretar más los conceptos políticos y huir de corrientes (supuestamente) anarquistas muy rechazables desde un punto de vista verdaderamente social y emancipador. Puede decirse más, y es que los anarquistas no conciben otra forma de socialismo que no pase por la autogestión, por lo que llegamos a una idea de la libertad estrechamente vinculada a la igualdad social; la economía libertaria es autogestionaria, los medios de producción están en manos de los propios trabajadores, y socialista, el objetivo es cubrir las necesidad de la comunidad. La autogestión, tal como la propone el anarquismo, y por muy radical que se presente, resulta una propuesta sociopolítica muy sólida; un método efectivo de combatir la miseria y alienación inherentes a la dominación política y a la explotación económica.
La autogestión tiene como contrapartida la heterogestión, según la cual se dirige la economía, la política, o cualquier otra práctica social, desde el exterior del conjunto de los directamente afectados, normalmente por un grupo minoritario que es el que toma las decisiones (así ocurre en el sistema capitalista y estatal); así, de modo similar, la autonomía se opone a la heteronomía, donde las normas se dictarían desde fuera de la comunidad sin que el conjunto de sus miembros puedan decidir sobre ellas. El anarquismo, lejos de ser un sistema social y político acabado, apostaría por la autogestión como un proyecto y un método elegido por los miembros del grupo afectado (a pequeña escala, puede ser una factoría o una escuela, hasta alcanzar el conjunto de la sociedad).
Por supuesto, aunque se insiste en la autonomía individual, el anarquismo observa al ser humano como un ente social, codependiente del resto de miembros de la sociedad; la manera de entender la libertad individual tendría una condición fundamental en la participación de la autogestión colectiva, sin coacción exterior alguna, por lo que aquella no se compromete. La práctica habitual en la historia de la humanidad han sido la heterogestión y heteronomía, lo cual no supone que para el futuro no exista un cambio de paradigma y se vayan consolidando prácticas de autogestión. El ideal ácrata aspira a una autogestión del conjunto de la sociedad, por lo que implica la desaparición de todos los centros de poder donde ahora se gestiona por parte de una minoría (partidos políticos, burocracias sindicales, el conjunto del Estado…) y la participación de todos los miembros de la comunidad gracias a la descentralización y sin que existan intermediarios ni dirigentes. Por lo tanto, la autogestión anarquista supone una transformación radical de la sociedad.
Recordaremos el decálogo de autogestión, citado en el texto "Utopía colectiva y autonomía individual", de Nelson Méndez y Alfredo Vallota, publicado en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.2:
1. Autogestión: No delegar el poder popular.Por lo tanto, tal y como señala Cappeletti en La ideología anarquista, la autogestión es uno de los conceptos que sintetizan la filosofía social que propone el ideal ácrata. La palabra anarquismo, utilizado por primera vez por Proudhon con un sentido negativo, muy pronto será sustituida de una manera constructiva; así, autogestión es prácticamente un sinónimo positivo de anarquismo. Fueron los anarquistas en el seno de la Primera Internacional los que dieron auténtico sentido a este concepto, aunque con el paso del tiempo otras corrientes e ideologías se han apropiado del término restándole intensidad. Insistiremos, por tanto, que los anarquistas pretenden la autogestión integral, la cual supone por supuesto la toma de posesión de la tierra y del conjunto de los medios de producción, así como la dirección y administración de la empresa por parte de la asamblea de trabajadores; pero también la coordinación a través de la federación de empresas de todo tipo (desde lo local, pasando por lo regional y nacional, llegando incluso al nivel mundial). Por lo tanto, la autogestión integral que propugnan los anarquistas es un concepto estrechamente vinculado a otras propuestas políticas como son la descentralización y federación.
2. Armonía de las iniciativas. Unir el todo y las partes en un socialismo federativo.
3. Federación de los organismos autogestionarios. El socialismo no debe ser caótico, sino unidad coherente del todo y sus partes, de la región y la nación.
4. Acción directa: Anti-capitalismo, anti-burocratismo, para que el pueblo sea el sujeto activo de la historia, mediante la democracia directa.
5. Autodefensa coordinada: Frente a la burocracia totalitaria y a la burguesía imperialista, defensa de la libertad y el socialismo autogestionario, difundido mediante la propaganda por los hechos, no con actitudes retóricas.
6. Cooperación en el campo y autogestión en la ciudad: La agricultura se presta a una empresa autogestionaria, cuyo modelo puede ser el complejo agro-industrial cooperativo. En la ciudad, las industrias y los servicios deben ser autogestionados; pero sus consejos de administración han de estar constituidos por productores directos, sin ninguna mediación de clases dirigentes.
7. Sindicalización de la producción: El trabajo sindicado debe convertirse en trabajo asociado con sus medios de producción, sin burocracia ni burguesía dirigiendo patronalmente las empresas.
8. Todo el poder a las asambleas: Nadie debe dirigir en lugar del pueblo ni usurpar sus funciones con el profesionalismo de la política; la delegación de poderes no deberá ser permanente, sino en personas delegadas, no burocratizadas, elegibles y revocables por las asambleas.
9. No delegar la política: Nada de partidos, vanguardias, élites dirigentes, conductores, pues el burocratismo ha matado la espontaneidad de las masas, su capacidad creativa, su acción revolucionaria, hasta convertirlo en un pueblo pasivo, dócil instrumento de las élites del Poder.
10. Socialización y no racionalización de las riquezas: Pasar el papel protagónico de la historia a los sindicatos, las cooperativas, las sociedades locales autogestoras, los organismos populares, las mutualistas, las asociaciones de todo tipo, las auto-administraciones o autogobiernos, locales, comarcales, regionales y al co-gobierno federal, nacional, continental o mundial.
Si hablamos de economía autogestionaria solo podemos estar hablando de socialismo, por concretar más los conceptos políticos y huir de corrientes (supuestamente) anarquistas muy rechazables desde un punto de vista verdaderamente social y emancipador. Puede decirse más, y es que los anarquistas no conciben otra forma de socialismo que no pase por la autogestión, por lo que llegamos a una idea de la libertad estrechamente vinculada a la igualdad social; la economía libertaria es autogestionaria, los medios de producción están en manos de los propios trabajadores, y socialista, el objetivo es cubrir las necesidad de la comunidad. La autogestión, tal como la propone el anarquismo, y por muy radical que se presente, resulta una propuesta sociopolítica muy sólida; un método efectivo de combatir la miseria y alienación inherentes a la dominación política y a la explotación económica.
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