Cornelius Castoriadis es, con seguridad, uno de los socialistas revolucionarios, provenientes del marxismo (cierto es, que nunca fue estalinista y rompió también con el trotskismo), pero cercano finalmente al anarquismo, cuyo pensamiento resulta más de actualidad.
El viaje hacia el socialismo libertario de Castoriadis se explica por su rechazo al poder jerárquico, lo que implica una crítica a Marx y a una lucha de clases en base exclusivamente a las condiciones económicas, y en su apuesta por una autonomía radical. Si rompió o no radicalmente con el marxismo, no está del todo claro, pero no creemos que resulte esencial. De hecho, al parecer, cuando funda en 1949 una nueva organización política, en torno a la importante revista Socialismo o barbarie, se ve influido por las experiencias consejistas y trata de profundizar en el análisis marxista, tanto de las sociedades capitalistas como de las pertenecientes al bloque soviético. Lo que sí parece seguro es que su apuesta radical por la autonomía, es decir, por la autorganización política y la autogestión económica, implicaba un análisis previo muy similar al realizado por los anarquistas: los movimientos revolucionarios acaban perdiendo su condición al delegar en una burocracia, en los dirigentes de los partidos y en especialistas económicos. Castoriadis llega a la conclusión de
que, a lo largo de la historia, la norma ha sido la heteronomía. Es decir, las sociedades se han cohesionado y ha puesto la confianza de su funcionamiento en reglas externas, que adoptan una condición diferente según los tiempos: la naturaleza, los dioses, los mitos, la tradición, las leyes históricas o economicistas… Sin embargo, Castoriadis considera que las sociedades son, de forma obvia, autónomas, no hay ninguna instancia, exterior y/o trascendente, que dicte sus normas y regule su comportamiento. No obstante, la organización social y política se esfuerza en ocultar a sus miembros esas naturaleza histórica y autoinstituyente, y la muestra como algo ya dado e institucionalizado; así, las personas no pueden cuestionar lo establecido ni otorgarse sus propias normas.
Sobre ese análisis, en el que las normas sociales se basan en la heteronomía, Castoriadis, gran conocedor de la historia y del pensamiento, considera que existen dos rupturas históricas. La primera tuvo lugar en la Antigua Grecia, de tal manera que se cuestiona la tradición, se neutraliza esa ocultación de la autonomía social y se inicia un debate para la transformación política. La segunda ruptura se produjo ya en la epoca contemporánea, en la Europa Occidental, cuando se observa lo político como originado e instituido, por lo que existe la posibilidad de someterlo a debate y transformarlo. Así, hay que comprender que es el propio ser humano el que instituye la sociedad y, consecuentemente, él mismo puede iniciar un nuevo proceso instituyente. Una de las características del pensamiento de Castoriadis es la negación de todo trascendentalismo y las sociedades modernas todavía arrastan esa condición en la que los rasgos divinos se han secularizado, pero conservado en la forma del Estado. Eso supone continuar con la heteronomía social; sin embargo, la autonomía radical es un hecho histórica y sociológicamente comprobable. Otra característica del pensamiento del autor que nos ocupa es el rechazo a todo determinismo, ya que el sujeto debe ser capaz de decidir sobre cómo desea ser y, al contrario de las sociedades instituidas heteronomas, tener la capacidad de un acto creativo "radicalmente innovador".
Como dijimos antes, hubiera o no ruptura radical con el marxismo, Castoriadis sí realiza una crítica al mismo que hay que considerar primordial para la renovación del pensamiento revolucionario.
Esta crítica puede articularse en base a tres puntos:
-Desde un punto de vista económico: la teoría marxista puede considerarse falsa, al no haberse cumplido sus predicciones sobre el desarrollo del capitalismo, y la supuesta base científica da lugar a un modelo mecanicista en el que se excluye la participación del ser humano (que, obviamente, no resulta predecible).
-Desde un punto de vista histórico y político, la teoría marxista ya no sería válida para comprender el presente ni para transformar la historia; eso es debido a que no tiene ya una condición "científica" y acabó transformándose en otra ideología, precisamente en el sentido que daba Marx a dicho término como un conjunto de ideas, que se aplican a la realidad, pero no para esclarecerla y transformarla, sino para oscurecerla y justificarla en el imaginario del sistema establecido.
-Desde el ámbito filosófico, se critica en la teoría marxista el excesivo peso de la economía y del supuesto desarrollo de las fuerzas productivas, dejando a un lado el resto de las relaciones sociales; aquí se realiza la crítica más feroz al marxismo, por su determinismo hegeliano y por su, a pesar de todo, visión acerca de una naturaleza humana inmutable, ambos aspectos niegan la posiblidad de la autonomía e impiden la innovación radical en la historia.
Castoriadis acabará volcándose en aquellos aspectos históricos que han ido conformando la autonomía a lo largo de la historia y, consecuentemente, en provocar aquello que motiva el deseo de la misma en el imaginario de las personas. Como resulta lógico, se dan no pocos obstáculos para sostener el concepto de autonomía. De hecho, existen de entrada dos operaciones aparentemente antagónicas para hacerlo: la autonomía implica la creación de algo que no es deducible a partir de las condiciones antecedentes, es decir, algo que no existe con anterioridad; por otra parte, la autodeterminación parece consistir en la posibilidad de una operación a partir de una determinación previa, es decir, ya establecida con anterioridad. Así, el pensamiento instituido considerará inaceptable, tanto la creación de algo sin existencia previa, como la posibilidad de algo sin determinación, por lo que Castoriadis dedicará su obra a repensarlo. La existencia de la sociedad se produce de un doble modo: por un lado, "lo instituido", instituciones con cierto grado de estabilidad, y, por otro, "lo instituyente", que viene a ser la dinámica que conduce a la transformación social. Si hemos dicho que Castoriadis realiza una crítica furibunda al marxismo, y a su visión acerca de la transformación social en base a condiciones solo materiales, considerará que el imaginario social tiene un papel tan o más importante. Así, la institución no sería algo natural, sino obra de la mano humana, más producto de razones y propósitos, que de causas. Cuando sostiene que la institución es imaginaria, se refiere por un lado a que es obra del espíritu (la interpretación de Castoriadis se aleja de interpretaciones materiales o naturalistas) y, por otro, a que es creada por el ser humano. El imaginario sería social, ya que los fenómenos que lo constituyen trascienden lo psíquico e individual; en otras palabras, la institución de la sociedad no es obra de ningún individuo, o de un grupo de ellos, sino de un colectivo anónimo e invisible, que trasciende a las personas y se impone a ellas. El imaginario social provee a la psique de significaciones y valores, y otorga a los individuos de medios para comunicarse y de formas para cooperar.
Precisamente, la noción de imaginario es lo que otorga originalidad al pensamiento de Castoriadis y lo aparta de la visión hegeliana de un espíritu objetivo. Así, las manifestaciones sociales e históricas quedarían agrupadas bajo la expresión de ese imaginario social. La imaginación, tal y como la entiende Castoriadis, puede tener un papel profundo, constructivo y positivo, no tiene que estar necesariamente enfrentada a lo real. Recordemos que la realidad humana no estaría nunca determinada y tendría dos dimesiones: una racional y otra imaginaria. Para este autor, la sociedad precede al individuo, en línea con los autores anarquistas clásicos, aunque se esforzará igualmente en otorgar una gran autonomía a lo individual. Otra característica del pensamiento de Castoriadis, igualmente en sintonía con lo libertario, es escapar de todo reduccionismo, dejar lugar para la pluralidad social y para la diversidad de expresiones culturales. A pesar de este concepto del imaginario, recordaremos que lo que verdaderamente promueve Castoridis es la práctica de la autonomía; el imaginario surge de forma espontánea del ámbito de lo socio-histórico antes de ser recuperado pensado explícitamente como acción creadora. Se trata de un auténtico proyecto de autonomía, por lo que el objetivo sería liberar la potencia del imaginario para rentabilizar su capacidad creativa.
El viaje hacia el socialismo libertario de Castoriadis se explica por su rechazo al poder jerárquico, lo que implica una crítica a Marx y a una lucha de clases en base exclusivamente a las condiciones económicas, y en su apuesta por una autonomía radical. Si rompió o no radicalmente con el marxismo, no está del todo claro, pero no creemos que resulte esencial. De hecho, al parecer, cuando funda en 1949 una nueva organización política, en torno a la importante revista Socialismo o barbarie, se ve influido por las experiencias consejistas y trata de profundizar en el análisis marxista, tanto de las sociedades capitalistas como de las pertenecientes al bloque soviético. Lo que sí parece seguro es que su apuesta radical por la autonomía, es decir, por la autorganización política y la autogestión económica, implicaba un análisis previo muy similar al realizado por los anarquistas: los movimientos revolucionarios acaban perdiendo su condición al delegar en una burocracia, en los dirigentes de los partidos y en especialistas económicos. Castoriadis llega a la conclusión de
que, a lo largo de la historia, la norma ha sido la heteronomía. Es decir, las sociedades se han cohesionado y ha puesto la confianza de su funcionamiento en reglas externas, que adoptan una condición diferente según los tiempos: la naturaleza, los dioses, los mitos, la tradición, las leyes históricas o economicistas… Sin embargo, Castoriadis considera que las sociedades son, de forma obvia, autónomas, no hay ninguna instancia, exterior y/o trascendente, que dicte sus normas y regule su comportamiento. No obstante, la organización social y política se esfuerza en ocultar a sus miembros esas naturaleza histórica y autoinstituyente, y la muestra como algo ya dado e institucionalizado; así, las personas no pueden cuestionar lo establecido ni otorgarse sus propias normas.
Sobre ese análisis, en el que las normas sociales se basan en la heteronomía, Castoriadis, gran conocedor de la historia y del pensamiento, considera que existen dos rupturas históricas. La primera tuvo lugar en la Antigua Grecia, de tal manera que se cuestiona la tradición, se neutraliza esa ocultación de la autonomía social y se inicia un debate para la transformación política. La segunda ruptura se produjo ya en la epoca contemporánea, en la Europa Occidental, cuando se observa lo político como originado e instituido, por lo que existe la posibilidad de someterlo a debate y transformarlo. Así, hay que comprender que es el propio ser humano el que instituye la sociedad y, consecuentemente, él mismo puede iniciar un nuevo proceso instituyente. Una de las características del pensamiento de Castoriadis es la negación de todo trascendentalismo y las sociedades modernas todavía arrastan esa condición en la que los rasgos divinos se han secularizado, pero conservado en la forma del Estado. Eso supone continuar con la heteronomía social; sin embargo, la autonomía radical es un hecho histórica y sociológicamente comprobable. Otra característica del pensamiento del autor que nos ocupa es el rechazo a todo determinismo, ya que el sujeto debe ser capaz de decidir sobre cómo desea ser y, al contrario de las sociedades instituidas heteronomas, tener la capacidad de un acto creativo "radicalmente innovador".
Como dijimos antes, hubiera o no ruptura radical con el marxismo, Castoriadis sí realiza una crítica al mismo que hay que considerar primordial para la renovación del pensamiento revolucionario.
Esta crítica puede articularse en base a tres puntos:
-Desde un punto de vista económico: la teoría marxista puede considerarse falsa, al no haberse cumplido sus predicciones sobre el desarrollo del capitalismo, y la supuesta base científica da lugar a un modelo mecanicista en el que se excluye la participación del ser humano (que, obviamente, no resulta predecible).
-Desde un punto de vista histórico y político, la teoría marxista ya no sería válida para comprender el presente ni para transformar la historia; eso es debido a que no tiene ya una condición "científica" y acabó transformándose en otra ideología, precisamente en el sentido que daba Marx a dicho término como un conjunto de ideas, que se aplican a la realidad, pero no para esclarecerla y transformarla, sino para oscurecerla y justificarla en el imaginario del sistema establecido.
-Desde el ámbito filosófico, se critica en la teoría marxista el excesivo peso de la economía y del supuesto desarrollo de las fuerzas productivas, dejando a un lado el resto de las relaciones sociales; aquí se realiza la crítica más feroz al marxismo, por su determinismo hegeliano y por su, a pesar de todo, visión acerca de una naturaleza humana inmutable, ambos aspectos niegan la posiblidad de la autonomía e impiden la innovación radical en la historia.
Castoriadis acabará volcándose en aquellos aspectos históricos que han ido conformando la autonomía a lo largo de la historia y, consecuentemente, en provocar aquello que motiva el deseo de la misma en el imaginario de las personas. Como resulta lógico, se dan no pocos obstáculos para sostener el concepto de autonomía. De hecho, existen de entrada dos operaciones aparentemente antagónicas para hacerlo: la autonomía implica la creación de algo que no es deducible a partir de las condiciones antecedentes, es decir, algo que no existe con anterioridad; por otra parte, la autodeterminación parece consistir en la posibilidad de una operación a partir de una determinación previa, es decir, ya establecida con anterioridad. Así, el pensamiento instituido considerará inaceptable, tanto la creación de algo sin existencia previa, como la posibilidad de algo sin determinación, por lo que Castoriadis dedicará su obra a repensarlo. La existencia de la sociedad se produce de un doble modo: por un lado, "lo instituido", instituciones con cierto grado de estabilidad, y, por otro, "lo instituyente", que viene a ser la dinámica que conduce a la transformación social. Si hemos dicho que Castoriadis realiza una crítica furibunda al marxismo, y a su visión acerca de la transformación social en base a condiciones solo materiales, considerará que el imaginario social tiene un papel tan o más importante. Así, la institución no sería algo natural, sino obra de la mano humana, más producto de razones y propósitos, que de causas. Cuando sostiene que la institución es imaginaria, se refiere por un lado a que es obra del espíritu (la interpretación de Castoriadis se aleja de interpretaciones materiales o naturalistas) y, por otro, a que es creada por el ser humano. El imaginario sería social, ya que los fenómenos que lo constituyen trascienden lo psíquico e individual; en otras palabras, la institución de la sociedad no es obra de ningún individuo, o de un grupo de ellos, sino de un colectivo anónimo e invisible, que trasciende a las personas y se impone a ellas. El imaginario social provee a la psique de significaciones y valores, y otorga a los individuos de medios para comunicarse y de formas para cooperar.
Precisamente, la noción de imaginario es lo que otorga originalidad al pensamiento de Castoriadis y lo aparta de la visión hegeliana de un espíritu objetivo. Así, las manifestaciones sociales e históricas quedarían agrupadas bajo la expresión de ese imaginario social. La imaginación, tal y como la entiende Castoriadis, puede tener un papel profundo, constructivo y positivo, no tiene que estar necesariamente enfrentada a lo real. Recordemos que la realidad humana no estaría nunca determinada y tendría dos dimesiones: una racional y otra imaginaria. Para este autor, la sociedad precede al individuo, en línea con los autores anarquistas clásicos, aunque se esforzará igualmente en otorgar una gran autonomía a lo individual. Otra característica del pensamiento de Castoriadis, igualmente en sintonía con lo libertario, es escapar de todo reduccionismo, dejar lugar para la pluralidad social y para la diversidad de expresiones culturales. A pesar de este concepto del imaginario, recordaremos que lo que verdaderamente promueve Castoridis es la práctica de la autonomía; el imaginario surge de forma espontánea del ámbito de lo socio-histórico antes de ser recuperado pensado explícitamente como acción creadora. Se trata de un auténtico proyecto de autonomía, por lo que el objetivo sería liberar la potencia del imaginario para rentabilizar su capacidad creativa.
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